17 de octubre de 2018

Myanmar - Bagan - Mercado

Vida de mercado

Nuestro último día en Bagan, pero hoy no vamos a visitar los templos de la llanura, aunque nos quedan muchísimos por conocer, y entre ellos algunos que parecen muy interesantes, pero hay que cambiar el chip. Nos reunimos con Myo a las 9 h, y antes de emprender ruta por los alrededores hacemos una parada en el mercado, ya que nos preguntó si nos interesaría y asentimos (somos de afirmación fácil).

Pasillos y pasillos llenos de mercancías, no solo alimentarias, también de ropa, flores, y por el supuesto el turismo se apropia también de los puestos y los souvernirs van haciendo su aparición cada vez en mayor medida. 




No hay un orden total, pero de alguna manera los puestos se concentran por productos, aunque también hay algo de descontrol, mezclándose los colores y los olores.

No faltan los pescados secos en salazón. 


Los puestos de verduras suelen ser los más numerosos, una tónica en los mercados asiáticos. 




El jengibre está muy presente, como lo está en las cajas lacadas como postre. 


De la fruta el producto estrella es el plátano. 


También hay piñas, uvas, manzanas, fruta del dragón y rambutanes. 


En menor cantidad vemos longan, esa pequeña fruta que parece un fruto seco, que conocimos en nuestro viaje a Vietnam, creo recordar que en el increíble delta del Mekong


Sacos de chiles para hacer curries y salsas bien picantes. 


Dulces varios y variopintos. 


Huevos, muchos huevos y huevitos. 



Para hacer el tabaco de mascar que deja la boca roja sangre: hojas de betel y nuez de betel o nuez de areca, y supongo que esa especie de vena rojiza que surca el fruto es lo que produce el color rojo al masticarla –su forma y dibujo asemejan a riñones…-. 



Un surtido completo de cestería y chanclas para el país de las mismas. 


También hay puestos de comida, en un mercado asiático no pueden faltar, por lo que los fogones están preparados. 


Barreños de salsa fermentada de pescado o gambas, que así vista como que no apetece nada ya que se asemeja a una pasta de arena lista para ser usada en la construcción, pero no acercamos mucho la nariz para olerla, aunque luego al guisarla a pesar de su fuerte sabor resulta rica… cosas extrañas de sabores, olores y paladares. Yo me atrevía a desayunar una sopa mohinga en el hotel en el que nos alojamos en Monywa, y me sorprendió que estaba rica. 


Curry amarillo y curry rojo - el curry no es una especia en sí mismo, es una mezcla de ellas, que lleva cúrcuma, jengibre, ajo entre otras-, y chile picado. 


Salimos a la zona descubierta, y Myo nos deja solos para que caminemos a nuestro aire, quedando a una hora en el punto mismo en el que nos deja. Libertad para curiosear.



Sacos y sacos, toneladas y toneladas de arroz, el alimento que nunca falta en las comidas. 


Unas ranas que vistas en el cuenco dan mucha pena, aunque luego yo sea capaz de hincarle el diente sin remordimiento a sus ancas, que están riquísimas…más contradicciones. 


Myo no ha querido acompañarnos porque queríamos visitar la zona dedicada a los pescados, y es que quizás sea mejor no pasar por aquí si se es muy escrupuloso; ya que las moscas y algo de olor llenan el ambiente y los peces…puede ser la hora de abandonar el curry de pescado de la dieta.

Nuestros estómagos occidentales no están preparados para esta conservación tan natural, y tampoco nuestros ojos, tan acostumbrados a verlos tapados por hielo en las pescaderías, aunque muchas de las mujeres portan especie de ahuyentamoscas, que no creo que con ellos las puedan matar, más bien espantar por espacios breves de tiempo, microsegundos. ¿Vacunas?, pues se nos olvidó la de la fiebre tifoidea...




A continuación pasamos por la zona de los pollos, que presenta igual imagen que los pescados, con decenas de moscas posados en ellos, ¿tampoco comeremos curry de pollo?...




Ya hemos visto suficiente de la alimentación supuestamente fresca a 35º, así que volvemos al interior, por si acaso encontramos algún artículo o souvenir para comprar más, ya que al comienzo de la visita adquirí un tarro de thanaka, en esta ocasión de pasta ya lista para ser aplicada, ya que al trozo duro para diluir con paciencia que compré en las asombrosas cuevas de Hpo Win Daung no soy capaz de sacarle nada. Vimos cómo se elaboraba esta pasta en la visita a la Kuthodaw Paya en Mandalay. En las fotografías podéis ver que las vendedoras tienen sus mejillas untadas con esta pasta antisolar.


La visita a los mercados no deja nunca indiferente, y si te descuidas te pasas la mañana en él; además la diferencia con los mercados islámicos es que casi nadie (siempre hay excepciones y todo se contagia) te incita a comprar patatas (no así la ropa u otros productos susceptibles de ser comprados por visitantes), y esta diferencia también se nota en que nadie ofrece productos para probar. Nos reunimos con Myo a la hora concertada para continuar nuestra exploración por el país.