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8 de marzo de 2011

Vietnam, Camboya y Singapur - Conclusiones y enlaces

Una mirada al viaje


Este viaje ha sido como un golpe asiático, directo al estómago, al corazón y  a la conciencia. Lo primero es fácil de entender, cambio de continente y cambio de cocina, que ha sido satisfactorio en la mayoría de las ocasiones, que habéis podido comprobar y  “disfrutar" con vuestros propios ojos.

Lo segundo también es fácil, gente y cultura diferentes que en la mayor parte de las ocasiones te sacan una sonrisa, bien por la situación, bien por las miradas y sonrisas enviadas; hombres, mujeres y niños con vidas diferentes a las que conocemos en nuestro día a día, y eso que no ha habido un contacto muy directo, pero las diferencias se notan. Y también te sacan las lágrimas porque notas su tristeza en ocasiones o su lucha diaria para sobrevivir.

Y la conciencia, esa ha sido la parte más dura, la que siempre temía al pensar en un destino de esta  índole y con la que tendré que seguir enfrentándome en futuros destinos, por mi falta de firmeza y hasta cobardía por no actuar solidariamente. Países que han sufrido lo suyo y que pagan las consecuencias de la búsqueda del “desarrollo” de una u otra manera. 

En el caso de Vietnam, una economía comunista que se abre al capitalismo y que es una contradicción en sí misma, con carteles propagandísticos del Partido Comunista en cada esquina y con un materialismo creciente a pasos agigantados. En el caso de Camboya las cosas son más difíciles, la pobreza es mayor, los niños están aprendiendo a vender sonrisas con souvenirs y están descubriendo un mundo a través de nosotros, los turistas, que no tengo claro ni seguro que sean favorables, ¿tener más es bueno?, y me lo pregunto yo desde mi viaje de placer y desde mi vida española de tranquilidad y sin faltas.

Vietnam ha sido un país muy interesante de conocer, y una pena no haber podido alargar más para conocer más, porque a cada momento era una sorpresa en paisaje o arquitectura o historia. Nos ha faltado la parte centro-sur, con sus playas y sus torres chams, el noroeste con sus montañas y sus terrazas de arroz, el interior con sus tribus y parques naturales, sacarle el jugo a Saigón…lo justo para montar otro viaje a nuestro aire si es posible. Me habían hablado maravillas del país y no me ha decepcionado, pero el tener esa mezcla de comunismo-capitalismo le hace perder parte de su esencia, que de alguna manera es su nueva esencia.

Camboya ha sido una perla, de Angkor tenía grandes esperanzas y las ha rebosado con creces, pero el país creo que se merece un viaje por sí mismo, sus paisajes son más vírgenes y además tiene una historia para conocer in situ y no solo en los libros o documentales, una historia trágica de asesinatos entre hermanos, los jemeres rojos masacraron a sus compatriotas y esta historia se escribió en todo el país pero sus huellas físicas se encuentran principalmente en Phnom Penh, aunque las huellas del dolor se encuentran en sus habitantes.

En Angkor necesitaría una semana a nuestro aire, aprovechando al máximo las mañanas, desde el amanecer para disfrutarlo cada día en un templo o estanque, descansando parte de la tarde y volver a disfrutar de los atardeceres mágicos, incluso me decantaría por intentar hacer las rutas a pie que hacían los visitantes de comienzos de siglo, de varios kilómetros.

Singapur ha sido una auténtica sorpresa, no tenía claro que nos encontraríamos y me ha gustado mucho, como para pasar tres o cuatro días en ella para disfrutar de la ciudad y de sus alrededores, que tiene bastantes lugares interesantes. Un combinado con Malasia puede estar bien.

Lo que me parece terrible de Singapur es su circuito de F1, al igual que el de Mónaco afea la ciudad, y ni aun siendo un fanático de las carreras esas verjas pueden convencer de que un circuito urbano la favorecen, otra cosa es el dinero que se ingresa pero no deja de ser espantoso y provocar incomodidad.

Lo malo, que realmente es bueno, es que Asia tiene mucho que ofrecer y antes tendremos que pasar por muchos países antes de repetir, pero si en cualquier escapada sobran días tengo claro que volveremos a Angkor, porque necesito más de sus piedras mágicas. 

Buscando información por internet aparecen millones de páginas, os dejo algunas que considero que tienen una muy buena información:





Y dos maravillosos blogs, de uno ya os he hablado en Angkor:
 
El otro hizo que Vietnam me atrapara por las palabras, por las imágenes, por las emociones, por la gastronomía, por la gente...por el autor, Alberto, un estudiante inquieto y tenaz, un viajero asiático, un apasionado de la vida (no me leerás Alberto, pero desde aquí gracias, te sigo leyendo), que ahora anda por Japón pero que no puede dejar de volver a Vietnam.

7 de marzo de 2011

Singapur - Chinatown

Peregrinación terrestre y aeronáutica de vuelta (3)


Salimos de la zona colonial por la North Canal Road y caminamos para llegar al barrio de Chinatown, donde curiosamente se encuentra un templo hindú, Sri Mariamman, donde destaca su gopura (entrada) con cientos de estatuas en ella, muchas más que las que vimos en el templo de igual nombre de Saigón, es una explosión de color. Aquí en lugar de darnos incienso directamente se paga por utilizar la cámara de fotos o de vídeo.


El templo actual fue construido en la década de 1930 pero su origen se remonta a 1827. Dentro más estatuas de colorines, techos con colorines, solo faltaba que al entrar a nosotros nos colorearan para estar a juego con el ambiente. 

 
Sobre el tejado del templo más y más estatuas y más y más color. 


Rodeando el muro del templo vacas blancas que te hacen sonreír porque ya no sabes dónde te encuentras entre tanta figura y tanto color, si no supiéramos que buscábamos un templo pensaríamos que habíamos llegado a un teatro o a un circo. 

 
En este muro que rodea el templo hay “altares”, donde destaca uno que parece una atracción de feria, da la sensación que por un momento va a abrir la boca y nos va a decir el futuro o que es la entrada para subir a un  tren que nos llevará de viaje psicodélico a la India. 

 
En la ciudad hay otro templo hindú más importante y si es más colorista que este es para llevar gafas de sol potentes, pero la razón de haber ido a este ha sido práctica, al encontrarse en Chinatown aprovechamos para pasear por sus calles.

 
Chinatown son cinco calles pequeñas, Sago, Smith, Temple, Pagoda y Mosque Sts, donde por supuesto hay tiendas y restaurantes.


En la esquina de Sago St con Trengganu St se halla una pagoda museo. Sago Street era conocida por sus casas de la muerte, donde los enfermos terminales acudían a morir. 


Chinatown también es historia de la ciudad, cuando la comunidad china se asentó en ella, Sir Raffles designó este espacio para ellos, donde se encuentran las casas con postigos de madera, algunas de las cuales fueron tiendas, otras fumaderos de opio y otras burdeles.



Además no queremos llegar apurados de tiempo al aeropuerto ni demasiado cansados, tenemos que controlar bien el horario para tener tiempo para descansar un poco, con lo que una vez realizadas las últimas compras (ahora sí que sí se terminan) emprendemos la vuelta hacia el metro por el mismo camino, pero sin rodeos, por el que llegamos, Boat Quay y Marina Bay están iluminadas y como tal lucen preciosas. 

  
El skyline singapurense se ve bien bonito.


El edificio asombroso ahora llama mucho más la atención con sus láser; ahí arriba tiene que haber una buena fiesta.


Antes de coger el metro, yo todavía tengo que ir a un sitio, donde en un principio pensaba rematar el paseo tomando un cóctel o un café descansando, pero no hay tiempo para esto y además vamos hechos un asquito con la sudada que llevamos como para entrar en él, el mítico Raffles Hotel. El hotel y yo nos merecemos tener un encuentro en el que yo esté más presentable y poder tomar el cóctel Singapore Sling en el The Long Bar.


El hotel fue inaugurado en 1887 y fue declarado Monumento Nacional en 1987, lo que le salvó de la demolición ya que en la década de 1970 estaba abandonado y en mal estado. En 1991 reabrió con todo su esplendor tras una reforma que costó 160 millones de dólares singapurenses.

Nos conformamos con cotillear el exterior, con espectaculares coches aparcados.


Con lo que lo único que puedo hacer es sentarme en su terraza; con un día más de posibilidad de viaje seguramente hubiéramos pasado aquí la noche pero no era posible alargar el viaje más, casi casi que mi marido se tenía que haber llevado un traje para según bajara del avión haberse ido a trabajar…y dejarme a mí sola con el trabajo de deshacer las maletas ¡ni hablar!. 


De nuevo al metro, para evitar los trasbordos, solo se realiza el necesario para coger la línea del aeropuerto, bajamos de nuevo a la estación de City Hall, por supuesto en el vagón prohibiciones de todo tipo, nada de mind the gap. 

 
Ya en el aeropuerto, lo primero es ir a por la maleta en consigna, que nos lleva lo nuestro, porque no es fácil llegar o por lo menos nosotros nos hacemos un lío y tardamos más de lo necesario y conveniente, y luego tomamos el tren interno para cambiar de terminal.

 
La siguiente peregrinación por el aeropuerto es ir a la sala business, que está en una esquina de la terminal, pero por fin llegamos, y lo primero que hacemos es examinar los baños, no solo por las necesidades fisiológicas lógicas sino porque había leído que había duchas y después de todo el día caminando bajo un bochorno tremendo sería un placer poder tomar una, para lo cual íbamos preparados con nuestra pequeña maleta de mano. Y sí, allí estaban, con toallas empaquetadas para usar y dejar en un cajón. No solo son duchas, son cuartos donde arreglarte y componerte con tranquilidad, con peine, cepillos y pasta de dientes, elixir bucal, secador de pelo…¡el paraíso de los aeropuertos!, la business es otro mundo y la logística aeronáutica se alío para hacernos el viaje más cómodo que nunca. 


La ducha es inmensa, con una columna de hidromasaje con la que jugar y relajarte…un auténtico placer. Y el resultado es que parece que acabamos de llegar de casa y no de patear por Singapur durante unas cinco horas bajo el calor asiático sofocante.

En la sala hay comida de todos los tipos y sabores: calientes, frías, dulces…un auténtico surtido, donde tomamos algunos sándwiches y algunos dulces, porque ya sabemos que en el avión nos van a alimentar bien, pero por si acaso pasamos de comer y directamente decidimos entrar en sueño.


Sin lugar a dudas, el aeropuerto de Singapur y su sala VIP es la mejor en que nuestros afortunados cuerpos han estado; un aeropuerto muy grande pero con buenas comunicaciones en terminales, limpio, preciosamente decorado, con tiendas en las que disfrutar del cotilleo y de las compras; y una sala con un amplio surtido de comidas para todos los paladares (asiáticos o europeos), y con esas cabinas con ducha que te ayudan a seguir el viaje. 

Con tiempo suficiente para ir andando con tranquilidad salimos de la sala para ir hacia la puerta de embarque que está en la punta contraria de donde estamos. 

 
En el avión, lugar de verme todas las películas posibles, hasta para esto me faltan las ganas y la concentración, ¡¡a mí!!, prefiero cotillear en la música, con recopilaciones de los 60, 70, 80 y 90, en los cd’s actuales descubro una nueva voz que me gusta y que desconocía, Janiva Magness, y para no olvidarme del nombre mejor una foto.



 
Supongo que por el cansancio, y que la cámara estaría guardada en el bolso y por culpa del mismo no quise buscar, no hay foto de la cena durante el vuelo, sólo la del menú disponible (que ofrecen antes para hacer la elección oportuna). 


Y a dormir, de nuevo con el antifaz para tapar los ojos y la poca luz que hay en la cabina del avión. No dormiría mucho, tres horas o poco más, el tiempo restante lo paso leyendo.

Al no dormirme disfruto de los bonitos colores rojizos del amanecer.


Para el desayuno decido no ponerme las botas, bollería y pan con mantequilla, lo justo para contentar el estómago; desayuno del que nuevamente no tenemos fotos. 

 
Hacemos la escala en Milán, de nuevo nos podemos quedar en el avión, aunque en esta ocasión sí nos ofrecen bajar del avión, pero ya que estamos a gusto preferimos quedarnos. La escala dura algo más que en el viaje de ida, ya que bajan pasajeros italianos y suben algunos. En este tiempo hacen una limpieza rápida de asientos, donde veo colocar las almohadas usadas en sus lugares de origen y no me gusta nada, pero las que usamos nosotros siempre tenían la sensación de apresto con lo que será por orden y no por reutilización de las mismas (eso quiero creer pero tengo mis serias dudas). 

Todavía nos queda un pequeño aperitivo en el avión, uno de los lugares donde más se come si no se tiene control. 

Llegamos a Barcelona y tenemos que ir a recoger las maletas, lo hacemos todo deprisa porque queremos pillar el próximo avión de puente aéreo que salga. Elegimos el puente aéreo para no depender de aviones con horario fijo que se pueden retrasar o tener que ir a la estación de tren y esperar allí, puestos a esperar lo podemos hacer en el aeropuerto. 

Facturamos las maletas y tenemos la suerte que el avión que tenía que haber salido lo va a hacer con retraso, con lo que parece que la cosa nos sonríe, pero el señor que repasa los neceseres no sabe qué hacer con una cuchilla de afeitar, ¡pues tírela si no puede pasar! que tenemos que ir en ese avión en el que van a empezar a embarcar.

Ahora sí que desayunamos los dos (aunque alguno ya se había puesto las botas en el vuelo anterior). 


En el avión a pesar de ser final de vacaciones se me ve feliz por todo lo vivido. 


Llegamos a Madrid, nuestras maletas llegan a Madrid también.

Ahora solo queda pensar en el siguiente, ¿planes?, muchos, o mejor dicho ¡todos!


6 de marzo de 2011

Singapur - Zona colonial - Marina Bay


Peregrinación aeronáutica y terrestre de vuelta (2)

El final de este viaje tiene que enlazar con el principio del mismo. Los planes originales era viajar con la Thai vía Bangkok, pero los camisas rojas por un lado y el volcán islandés por otro, nos hicieron cambiar la idea original, con lo que viajamos con Singapore Airlines con salida y llegada desde Barcelona, más incomódo para nosotros que viajamos desde Madrid, pero lo importante era viajar. 

El tramo Siem Reap - Phnom Penh - Singapore lo hacemos con Silk Air, la compañía filial de Singapore Airlines.

Después de la espera tediosa en el aeropuerto de la capital camboyana embarcamos y por fin volvemos a divisar el esplendoroso verde de la pequeña ciudad-estado de Singapur. 

Por este problema de la logística aeronáutica y los días de vacaciones, tenemos una escala de ¡¡nueve horas!! para tomar el vuelo de Singapur a Barcelona. 

Así que lo primero que hacemos en el aeropuerto  es buscar un mostrador de información para que nos cuenten cómo llegar a la ciudad y sobre todo que hacer con la maleta de mano que llevamos, porque con ella no podemos ir cargados, bueno, podemos pero sería insoportable y nos condicionaría mucho la visita por la ciudad . A la señorita le damos la vara hasta en tres ocasiones que volvemos, porque cada vez que nos íbamos nos surgía una nueva duda, y ella aguantó el tirón con una amplia sonrisa, que supongo se volvería risa de estos pobres turistas despistados cuando le dábamos la espalda.


Uno de los problemas, tontería de problema realmente, que se planteaba era que había consignas en las dos terminales, por la que llegamos y por la que saldremos, con lo que lo normal sería dejarla en la segunda, pero el metro no paraba allí sino en la primera, con lo que si íbamos a dejarla en la segunda, después teníamos que volver y no era lo más práctico.

Casi todo controlado es el momento de cambiar a dólares singapurenses, mejor llevarlos ya puestos que tener que buscar cambio en la ciudad.

Para salir del aeropuerto hay que tener un visado de tránsito, con lo que tenemos que hacer el trámite, con todo ello vamos perdiendo minutos valiosos para hacer turismo. No recuerdo el coste si lo tuvo, creo que no pero no lo aseguro; es más de control de personas que entran para que no se queden de extranjis en el país.

Después de unos cuantos paseos conseguimos llegar a otro puesto de información, donde la daban del autobús gratuito a la ciudad, pero este lógicamente tiene horarios, y acababa de salir uno con lo que la espera hasta el siguiente no compensaba, así que mejor ir al metro. Al sacar el billete te dan una tarjeta dura por la que cobran una fianza, si devuelves la tarjeta después del trayecto te devuelven la fianza. Si mi memoria no me traiciona, que a estas alturas del viaje la tengo bastante apagada, el billete costaba 2$S, dependía del trayecto a realizar y la fianza era de 1$S.

¡Estamos en Singapur! Salimos por la estación de City Hall que es la que menos transbordos lleva y está bien comunicada con toda la parte del centro a  intentar visitar. El primer edificio que vemos es el del Swisôtel, el hotel más alto del mundo cuando se construyó en 1985, desde cuyos restaurantes y cafeterías en la parte superior se tienen que tener impresionantes vistas de la ciudad.



Por supuesto lo primero que llama nuestra atención son las prohibiciones, este país es una prohibición continúa de actos de los más normales, pero que ellos se lo toman muy en serio y hay que tener cuidado. Creo que  esta quería decir no cruzar por ese lugar.















Pasamos por la Catedral de San Andrés pero hoy no es día de visitar nada, o casi nada, es más a hacer una toma de contacto con la ciudad y ver que ofrece a golpe de vista. Es una catedral anglicana que recibió el nombre del patrón de Escocia por los comerciantes escoceses que aportaron fondos para su construcción. Fue levantada en 1862 y sobre su fachada se aplicó una capa de chunam, una mezcla de clara de huevo, conchas, cal, azúcar, cáscara de coco y agua, que luego se pulió para dar el aspecto que vemos.


Lo que primero llama la atención de Singapur es su arquitectura, sus rascacielos, tiene su propio skyline que merece un paseo con tranquilidad para disfrutar de ellos. Entre los rascacielos destaca uno de nueva construcción, es hotel, casino y centro de negocios. Es el Marina Bay Sands, compuesto por tres torres y un “barco” encima de ellas, donde creo que hay una piscina…sencillamente espectacular.


 La cúpula que se ve delante del edificio semitapada por los árboles corresponde al Conjunto de The Esplanade - Theaters on the Bay, cuyo diseño desató un debate y que actualmente es una de las imágenes del Singapur contemporáneo. 

Lo malo de caminar por Singapur es que está completamente vallado por la F1, parece que no deben desmontar las instalaciones durante todo el año por ahorrarse costes pero para el turista es un incordio total porque te hacen dar rodeos para llegar a donde quieres, algunos lugares parecen no tener acceso y para las fotos las vallas no favorecen nada.

Pasamos por los edificios del Ayuntamiento, el de las columnas, construido en 1929, y el de la Corte Suprema, el de la cúpula, que fue el último edificio clásico construido en Singapur. El edificio más alto del fondo es uno de los que componen el  conjunto del UOB Plaza.

 
Llegamos al río Singapur con su contraste de rascacielos y casas bajas, y nada desentona con nada, es un puzle perfectamente encajado. 
 
 
Se cruza por el puente Elgin para entrar por la Boat Quay, la calle de las casas bajas. 

 
Una calle plagada de restaurantes, de marisco principalmente. 


Por supuesto hay tiendas, donde aprovecho y compro dos camisetas con todas las prohibiciones del país, una de regalo y otra para mí, que me hizo mucha gracia la cosa.


Al final de la cual se halla un pub muy british de nombre y de apariencia colonial. 


De enfrente de la Boat Quay vinimos no sin cierta dificultad, ya que tuvimos que dar un rodeo por las vallas de F1 mezclada con algo de desorientación con el mapa. Los edificios clásicos conviven a la perfección con los modernos. 


El "ovni" de la izquierda es el nuevo edificio de la Corte Suprema. El edificio amarillo debajó de la cúpula de la antigua Corte es el Antiguo Parlamento, que data de 1827 y fue reconvertido a Casa de las Artes en el 2004 y el edificio gris debajo del "ovni" es el actual Parlamento, de 1999. Todo ello si estoy bien situada y nada confundida. 

En la plaza del edificio de UOB busco una escultura, la del Homenaje a Newton de Dalí, pero no la encuentro, en su lugar  aparece la del Pájaro de Botero.

 
Más adelante del paseo otras esculturas simpáticas con las que juguetear.




 Dos puentes cruzan el río casi al final, el puente Cavenagh, colgante.


 Y el puente Anderson, construido en 1910 para aligerar el tráfico del anterior. 


Al fondo se encuentra la zona de Marina Bay, con nuevas prohibiciones.

 
Desde donde se ve una gran noria, al estilo de la londinense, y lo que supongo serán gradas del circuito de F1 a la izquierda. 


Buscamos el símbolo de Singapur, el Merlion, mitad pez mitad león, primero encontramos el “hijo”, con el edificio increíble de fondo.

 
Algo más detrás, el papá, es chulo este Merlion.


En el edificio que tanto nos ha llamado la atención la gente disfruta de unas vistas increíbles aunque se tiene que tener algo de vértigo.


En el camino hacia Marina Bay lo buscamos y no lo encontramos y de repente aparece ante nuestros ojos, Sir Stamford Raffles, su estatua marca el lugar donde desembarcó el inglés por primera vez el 29 de enero de 1819 (creo que es esta estatua porque tengo que hay dos, una original y una réplica, y entonces o no es la estatua o no es el lugar).