4 de febrero de 2013

Corea del Sur - Busan - Dongbaek Island



La isla de las camelias

Salimos a explorar la zona cercana al hotel, frente a él se encuentra una entrada a Dongbaek Island (mirar mapa), una antigua isla que ya no lo es porque la acumulación de tierra y arena del arroyo Chuncheon ha formado un puente, un istmo, y ahora es una península donde hay camelias, razón por la que recibe el sobrenombre del título de este post. 

Desde la isla da la sensación de estar en un oasis dentro de la jungla de edificios.


En la isla se encuentra la APEC Nurimaru House, edificio en el que se han celebrado conferencias internacionales. Su nombre proviene de la unión de las palabras nuri, que significa mundo, y maru, que significa cumbre. 


El edificio tiene tres pisos, el techo simboliza las curvas de la isla y las 12 columnas inclinadas del exterior representan a la ciudad de Busan dinámica y emprendedora. No lo podemos visitar porque ya ha cerrado, pero es visitable y creo que de entrada gratuita.

La visita al atardecer ofrece buenas vistas de la zona pero no del edificio, cuya arquitectura os agrada por su situación y forma; y es que no se puede tener todo a no ser que se planifique a la perfección.


Continuando el paseo hay un pequeño faro donde está concentrada la gente que visita la isla.


La razón de esta concentración humana es porque al lado del faro hay un mirador hacia el puente de Gwangan, el puente colgante de mayor longitud del país, con 7.420 m y ocho carriles de circulación, por el que hemos pasado esta tarde para llegar al hotel. 

Su construcción comenzó en agosto de 1994 y se completó el 6 de enero de 2003, y hoy es una atracción turística más como se puede comprobar en este mirador, sobre todo al atardecer, momento en el que comienza una iluminación cambiante del puente, que le da un valor añadido y además te hechiza a quedarte contemplándolo.


Cielos rojizos, puente iluminado, naturaleza costera, arquitectura humana...todos los factores reunidos para obtener una bonita postal. 


El puente, que es uno de los protagonistas de hoy.



Desde este mirador también se pueden ver los islotes Oryukdo (mirar mapa), que son la puerta de entrada o salida de Busan, por entre los cuales todos los buques tienen que navegar para entrar o salir del puerto. Se dice que durante la marea baja se pueden ver seis y al subir la marea sólo cinco; en la foto yo sólo puedo contar tres. 


Al frente también se podría ver la isla japonesa de Tsushima, llamada Daemado en coreano (cada país reclamando sus nombres, sus islas, sus mares...), pero al igual que no la vimos desde la torre de Busan, y tenía la ventaja de ser hora de día y despejado, ahora por la noche la isla se camufla mejor en la oscuridad y no se ve ninguna silueta recortada en el horizonte marino. La isla es únicamente visible unos 60 días al año, y parece que no hemos tenido suerte.

Una curiosidad sobre la isla y su posición: existe una posibilidad de que se produzca un espejismo durante los cambios de temperatura por la refracción de la luz. La distancia entre la cima de la isla, el monte Miidake (466 m) a Busan es de 65 km, y esta distancia en línea recta es aproximadamente el límite de percepción de la vista humana. La teoría del espejismo es que sólo se debería ver la cima y no toda la línea costera de la isla, que se podría ver por la forma esférica de la tierra. ¿Verdades o mentiras? ¿Ilusiones o vista de lince? Nosotros no tuvimos ilusión y mucho menos tenemos vista de lince.

El atardecer es de los mejores que hemos visto durante el viaje, pero aún así esos tonos rojizos no caen sobre la cercana playa de Haeundae para darle un bonito color al agua y sus alrededores. 


El paseo junto al acantilado llega hasta una señal que indica donde se encuentra una piedra grabada por Choi Ji-won, un poeta y estudioso que vivió durante la dinastía Shilla. La historia cuenta que cuando se dirigía al monte Gayasan para escapar de una situación política adversa le llamó la atención el lugar y grabó tres letras en la piedra: Hae (mar), Un (nube) y Dae (colina). Pero a pesar de la indicación al lado de esta señal no vimos ninguna piedra grabada, y bajar por el paseo por el acantilado no parecía lo más conveniente dada la oscuridad que se adueñaba de la zona. 


La isla va teniendo una tenue iluminación, casi la justa para no tropezarse con los visitantes o con los paseantes o con los corredores, porque esta isla parque está muy concurrida por todos.


El camino más romántico se encuentra junto al mar, junto a los acantilados. 


El camino pasa por un pequeño puente colgante, que por el día supongo colapsado por el tráfico humano, la noche parece que a muchos les corta el paso. 


El paseo por el acantilado con su iluminación incita al romanticismo sin límite, a las declaraciones de amor, a las miradas complices; un bonito sitio sin lugar a dudas. 



En una zona del acantilado, sobre unas rocas se levanta la estatua de una sirena, la princesa Hwangok del mítico país de Naranda, habitado por tritones y sirenas. 


La princesa estaba casada con el rey de Mungung, Eunhye, pero ella lloraba mucho porque extrañaba su país y salía en las noches de luna llena a ver su casa reflejada en el mar. 


La princesa sirena también vigila la playa de Haeundae, playa a la que termina conduciendo el sendero de la isla. 


No terminamos de recorrer la pequeña isla, donde hay algún pabellón entre la vegetación y alguna escultura, pero la noche ya es oscura y poco veríamos, y tampoco nos acercamos a la playa, así que nos adentramos hacia el interior de la ciudad, rodeando un pequeño puerto iluminado por los rascacielos a su orilla. 


Lo que buscamos, y así de paso paseamos por la zona, es una estación de metro, que a priori en el mapa parece cercana, pero vista la ciudad desde arriba y en coche nos parece más lejana, como efectivamente estaba, aparte de escondida, apartada y en una zona bastante oscura, poco apetecible, y no por seguridad que no vimos nada raro, para andar por la noche, una vez que te desvías de la calle principal, donde hay grandes edificios y tiendas, aunque estas no proliferan demasiado en esta zona.


Como llegar hasta el metro ha consumido nuestras fuerzas, decidimos que no lo cogeremos, las pocas fuerzas que nos quedan serán para volver al hotel, ya que si nos fuéramos hasta el centro allí mismo sucumbiríamos, pero ya sabemos que la estación queda lejos como para considerarle un transporte idóneo tras pasar el día de visita en visita.


En el mar, la vida continúa, pasaban barcos cargueros y de pesca continuamente, pero se sentía un ambiente calmo, propicio a la relajación marina.