31 de marzo de 2017

EEUU - Las Vegas - Hotel Bellagio



Alta y baja gastronomía

En el Hotel Bellagio realizamos un desayuno, una comida y dos cenas, ya que estábamos alojados en él era la opción más cómoda. La primera cena fue el 30 de diciembre, eligiendo el restaurante Harvest principalmente por estar retirado del bullicio, y en segundo lugar porque había mesas libres. Su decoración es algo marítima por los tonos azules que predominan, con un ambiente elegante en general. 



Van pasando con un carrito donde hay un surtido de aperitivos a elegir, llamado Snack Wagon Takeovers, y elegimos un steak tartar y un tartar de atún (todo tartar pero con diferencias, no sólo por el corte del atún sino en los sabores que los aderezan), que resultaron deliciosos. Acompañamos la cena con copas de champán.




Compartimos un surtido de patés, Charcuterie Board, es decir, una tabla de charcutería, que llevaba una lámina fina de jamón, que no era ibérico. La calidad de los productos impecable. 



También compartimos un guiso de pescado, Fisherman’s Stew, un surtido de moluscos y pescado (recuerdo el salmón con claridad y por reconocerlo en la fotografía), con un caldo que estaba para mojar el pan tostado y para meter la cuchara. Un guiso estupendo. 




La comida la hicimos el día 31 en el Todd English’s Olives, que estaba lleno, por lo que esperamos un poco para que nos dieran mesa, con la fortuna de que sería en la terraza, cosa que al principio nos produjo algo de respeto por las temperaturas frías de diciembre, pero al menos lo intentaríamos, que para irnos ya tendríamos tiempo. 





La terraza tiene espléndidas vistas al lago, con lo que es un lugar estupendo, y no faltan las típicas setas de calefacción, que ayudan bastante, aunque al final levantó algo de viento frío y no eran capaces de mantener una buena temperatura ambiental y corporal. 




Además tuvimos la fortuna de que las fuentes realizaran su espectáculo, que tan de cerca resulta atronador en sus empujes de agua, e impresionante por la altura de sus surtidores. Para no molestar a los comensales al ponerme en pie para grabar, solo capturamos una pequeña parte, y la que es más publicable también es pequeña pero está grabada desde la mesa; el resto queda de momento en nuestros recuerdos. Fly me to the moon y Frank Sinatra, ¡madre mía!, ¡que momento!




De aperitivo para nuestras copas de vino, blanco y tinto, unas aceitunas, ese olives del nombre del restaurante tenía que aparecer; además había olivada o tapenade de aceitunas verdes y de aceitunas rojas, más sabrosa la segunda. 





Para compartir tomamos un carpaccio de atún, nos hemos aficionado a este pez con devoción, que estaba impresionantemente bueno, tanto por la calidad como por la conjunción de sus elementos. Estaba acompañado de puré de patatas, un alioli suave, alcaparras y seguro que algún ingrediente más del que no me acuerdo.  




Para uno, un entrecot, que era tierno y sabroso; para otra, unas estupendas vieiras en una cama de risotto (no recuerdo si era de champiñones o setas) y espinacas. 




Habíamos acertado de pleno en el lugar de la comida, aunque fuera de chiripa. 


Curiosa y extrañamente la cena de Fin de Año la realizamos temprano en la habitación, estábamos increíblemente cansados y nos alegramos enormemente de no haber hecho una reserva para cenar como estaba previsto, porque hubiéramos tenido que cancelarla o dejarla a medias. De todas formas, la celebración la realizamos durante la excursión al Grand Canyon West y al Skywalk en helicóptero y con la maravillosa comida en el Todd English’s Olives. No, no salimos a la calle para ver los fuegos artificiales, desde la habitación se veían un poco, no demasiado porque estaba en un piso bastante bajo; pero es que tampoco salimos en Madrid, o cuando hemos estado en Londres o en New York pasando la noche, no somos de multitudes. 


Una brocheta de langostinos cocidos con salsa rosa y un sándwich de rosbeef, con una carne exquisita y patatas gajos para acompañar, con un buen cuenco de kétchup (nada de sobres o de botes). 





Eso sí, nos bebimos una botella de champán rosado para brindar por este año que se marchaba y por el que estaba llegando, por el mundo, por nosotros...


El desayuno lo realizamos junto al Conservatory and Botanical Gardens el día 1 de enero, por lo que el ambiente estaba tranquilo, aunque alguna pareja estaba agotada de la fiesta nocturna y se quedaban dormidos frente a sus platos (por lo que no estarían alojados en el hotel, teniendo habitación esto sería un despropósito con la cara de agotados que tenían). 




Un buen plato de fruta. 




Dos minis bocadillos (de pan algo contundente) con bacon y huevos fritos, acompañados de patatas mashed muy tostadas y una suculenta tortilla de langosta, que el año hay que empezarlo bien alimentada. 




Lo cierto es que si bien el tumulto del Hotel Bellagio no nos ha convencido en absoluto, sí lo ha hecho su localización, su fuente musical y por supuesto, su exquisita gastronomía. 

30 de marzo de 2017

EEUU - Las Vegas - Hotel Bellagio



Ocean’s Thirty One

Tras el curioso e interesante viaje por la ruta 66, desde Williams hasta Oatman, finalmente llegamos a Las Vegas, y lo hacemos el día 30 porque el día 31 era un mal día para llegar, las calles se cortan a partir de las doce de la mañana por seguridad y por ir regulando la afluencia de público para la celebración de Fin de Año. Fuimos directamente a devolver el coche de alquiler al aeropuerto, y desde allí en taxi a la ciudad. 


Para esta segunda estancia elegí un clásico entre los hoteles, con la máxima de que al menos no fuera una auténtica horterada, nada especialmente temático, y eso lo tuvimos; el clásico Hotel Bellagio, donde se rodaron las películas Ocean’s Eleven (el remake, porque la original se rodó en varios hoteles, entre ellos el todavía en pie hotel Flamingo, aunque bastante remodelado) y Ocean´s Twelve


El complejo fue construido en 1998 por Steve Wynn con el claro objetivo de deslumbrar, con un coste de 1.700 millones de dólares. Cuenta con más de 3.000 habitaciones y 8.000 empleados. Su arquitectura es toscana, inspirada en el pueblo de Bellagio, que domina el lago Como, así que el hotel cuenta con su propio lago artificial de 3 Ha. Al fondo el hotel Caesars Palace




Las fuentes del lago realizan un espectáculo de agua, luz y sonido, con más de 1.200 surtidores. La altura mayor de las fuentes es de 73 m. El espectáculo, en teoría, funciona cada treinta minutos, y en ocasiones cada quince minutos, pero si no se quiere esperar  en vano se puede consultar su programación una vez allí por si hay cambios de programas. 

Una tarde-noche por supuesto acudimos a contemplar el espectáculo, que se realizó a ritmo de The Beatles con Lucy in the Sky with diamonds, pero youtube me censura el audio porque la canción está protegida por derechos de autor, y como yo no soy de buscar vericuetos por donde colarme, el agua y la luz sin música tiene menos sentido, así que no lo publico, pero es bonito y sincronizado. 


Frente al lago, cruzando The Strip, el hotel-casino Paris-Las Vegas, dominando la reproducción de la torre Eiffel. 




Cuando llegamos, la tarde-noche del 30 de diciembre, la recepción, con el suelo de mármol reluciente a pesar del trajín diario de personas pisando en él, era un auténtico caos, gente registrándose sin parar, con una cola bastante grande, aunque también había suficiente personal para ir aligerando el tema, y afortunadamente caímos en las manos de la señorita que hablaba español. 




El vestíbulo tiene un techo de 5,5 m de altura, adornado por una escultura de cristal, con luz indirecta, compuesta de 2.000 flores de vibrantes colores soplados artesanalmente (cada flor es diferente), que recibe el nombre de Fiori di Como, diseñada por el artista del vidrio Dale Chihuly, ocupando una superficie de 185 m2. Sencillamente espectacular y precioso. 




Como en los demás hoteles-casinos, los pasillos tienen carteles con indicaciones de los lugares en su interior, porque suelen ser un auténtico laberinto. Aunque lo que más nos llama la atención es la cercanía de las máquinas y mesas de juego a la entrada, no parece lo más conveniente, aunque ya sabemos que estamos en otro mundo. 




Juego, juego y juego a doquier. 





Hay rincones más acogedores donde tomarse algo, porque los pasillos más cercanos son una autopista en hora punta. 




Los pasillos más lejanos no están tan concurridos, algunos curiosos y algunos clientes del hotel, por lo que suelen ser más tranquilos. 





Hay cúpulas acristaladas que aportan luz natural, todo con gran aspecto palaciego. 




Por supuesto hay un pasillo con tiendas exclusivas. 



Entramos en la zona de capillas, preguntamos su precio y nos dejó atónitos, no era cuestión de gastarse esa pasta por muy bonita y simpática que pudiera resultar la ceremonia y el acto para nosotros, mejor nos la gastamos en otras actividades. 




En su teatro se representa una obra de Cirque du Soleil –de forma permanente esta compañía trabaja en este teatro y en otros teatros de los hoteles de Las Vegas-, y como un complemento ideal a esta compañía, se exponía en los pasillos la obra de Richard MacDonald, cuyas esculturas reflejan la forma y el movimiento humano, en este caso basadas en las obras de este grupo artístico de circo moderno; en la fotografía, la obra Blind Faith. La compañía Cirque du Soleil nació en la pequeña localidad canadiense de Baie Saint Paul




El punto de concentración en Navidad, aunque sospecho que ocurre durante todo el año, es el Conservatory and Botanical Gardens (la fotografía sin personas fue realizada el día 1 de enero temprano, cuando casi todos estaban descansando de la noche de fiesta). 



Es un espacio de 1.261 m2 que cambia cinco veces al año, cuatro para las estaciones y una durante el Año Nuevo Chino. Las exhibiciones se planean con un año de antelación, para que las plantas y árboles estén dispuestos para ello. Está atendido por un equipo de 140 expertos en jardinería y horticultura. Un auténtico despliegue de creatividad, montaje y mantenimiento. 


En Navidad su decoración es espectacular, con un gran árbol presidiendo el lugar, y por todas partes hay poinsenttias o flores de pascua, blancas y rojas, que creo que van renovando según se ajan, porque siempre estaban en su esplendor. 






No entendimos muy bien porque siempre había una cola de gente esperando entrar por este túnel helado, si bien era un lugar simpático, no tenía nada del otro mundo, o así nos pareció a nosotros. 




En la parte del hotel dedicada a la restauración hay una especie de mini-market, pero sobre todo una pastelería impresionante, en decoración y calidad, que no solo suministra dulces, también sándwiches y bocadillos salados. Está dirigido por el francés Jean Philippe. 




En la pastelería, siempre atestada por las tardes, destaca una bonita e impresionante fuente de chocolate, toda una obra de arte que está para comerse, si se pudiera claro. Es la fuente de chocolate más grande del mundo, certificada por Guinness, que va del techo hasta el suelo... raro es que no haya lametazos en los cristales. 

Por supuesto cuenta con diferentes restaurantes, cada uno con un tipo de cocina y un tipo de decoración, de modo que siempre se puede variar en ambas al pasar varios días en el hotel. 





La zona de piscinas es una oda romana, con pasillos y estatuas, con gente valiente que a pesar de la baja temperatura se dio su chapuzón. 




De la habitación no hay fotos porque no nos pareció nada del otro mundo. Era lo suficientemente amplia como para estar cómodos, con una zona con dos sillones y una mesa, una cama king confortable y un baño bastante grande. ¿Vistas?, pues no, los precios para los días que pasamos en el hotel eran de escándalo, y nuestro presupuesto se dedicó a otras actividades más lucrativas, pero hubiera estado bien tenerlas a The Strip o a las fuentes. 

Personalmente nos gustó más la tranquilidad del hotel sin casino del Mandarin Oriental pero había que probar un hotel mítico de película, al que no se le puede negar su clásica y elegante decoración. 

La gastronomía del hotel tuvimos ocasión de probarla en varios de sus restaurantes, y en ningún momento nos defraudó.