10 de julio de 2019

Botswana - De Chobe a Okavango en avioneta

Del amarillo al verde

Innocent nos deja en el aeropuerto de Kasane, nos despedimos con cariño de él, ha sido un buen guía, y además nos ha emocionado su amor por la naturaleza y los animales, el respeto que les tiene, que además debe de ser alguien considerado "en grado" en el parque de Chobe, porque cuando ha visto que algunos coches privados se han saltado los caminos para acercarse a los animales les ha echado una buena regañina -cosa que no ocurría con otros guías o conductores de otros vehículos-, que seguramente no les haya sentado nada bien, pero es que además de no molestar a los animales, la seguridad personal no debe dejarse en segundo plano por una buena fotografía. 


El aeropuerto es muy nuevo, casi reluciente, pero por supuesto no es muy grande, así que las dos horas y media que pasaremos forzosamente en él se harán tediosas hasta el infinito. Y es que aquí hay un fallo de logística, ya que en previsión que pueda ocurrir cualquier imprevisto en esos caminos de tierra con el coche (como ocurrió con nuestros compañeros de safari cuando salieron ayer, que pincharon y tuvieron que poner rueda de repuesto y casi esperar a ayuda) te suelen dejar con tiempo, pero creo que nosotros pasamos, y desperdiciamos, demasiado en él. Innocent nos entrega dos bolsas de comida, que para nuestra tristeza vuelven a tener un wrap de pollo por persona. 


Lo primero es facturar las maletas (más que maletas, bolsas de deporte para ser exactos), pero no nos dan ninguna tarjeta de embarque, nos avisan que cuando llegue la hora de embarcar ya nos las darán. Pues bueno, si es así no hay nada que decir, mientras no se olviden de nosotros. Aprovechamos la espera para cambiar moneda, no porque sea necesario disponer de pulas, la moneda nacional de Botswana, sino para nuestra colección. Y ya está, nada más que hacer, solo pasear para no estar sentada y esperar (aburrimiento y cansancio total). Nos ofrecieron pagar por pasar a una especie de sala VIP, pero no preguntamos ni el precio, que a lo mejor hubiera compensando. 


Finalmente, una persona de la compañía se acerca y nos entrega nuestras tarjetas de embarque, hay una pantalla electrónica para los vuelos, pero allí nunca salió el nuestro, aunque si lo hicieron otros vuelos (la logística sin lógica). En realidad, la tarjeta de embarque es un combinado de este vuelo y el vuelo que haremos el día de salida, en el que además se refleja el avión de conexión (organizado al menos parece). Pasamos el control de bolsos de mano, pasaportes y billete, tras lo cual entramos en una sala donde de nuevo toca esperar; al menos hay una tienda donde curiosear y comprar. Llegada la hora nos hacen salir al exterior y volver a esperar ordenadamente. 


¡Y allá vamos!, volaremos con la compañía Mack Air, a bordo de una avioneta Cessna Gran Caravan. Antes de subir nos piden que comprobemos que nuestras maletas están junto a la avioneta para ser introducidas con total seguridad (un buen detalle). 

Si ya habíamos tenido nuestros más y nuestros menos con las maletas en este viaje (que fueran blandas y no muy grandes, nosotros optamos por medida de equipaje de mano  permitido en los aviones, así no teníamos que facturar), con el equipaje permitido en las avionetas fue un auténtico calvario, porque en sus condiciones pone que además no lleven ruedas (que sería una ventaja para no tener que cargar con este peso, que eso sí, en la avioneta dejaban que fuera de hasta 20 kg, pero ¿sin ruedas quién carga con esto?, el único modo es la facturación en el país de origen, así no se tienen que cargar y arrastrar, pero decidimos saltarnos este engorroso trámite). Además decían que nada de equipaje de mano, lo que incluía que nada de bolsas con cámaras de fotografía o mochilas o bolsos de mano…, afortunadamente en la parte trasera de la avioneta han dejado un espacio para que allí amontonemos estas pertenencias que nunca meteríamos en las maletas; una cuestión de seguridad y de espacio el no dejarlas a los pies como hacemos en los aviones convencionales.

Despegamos con algo de retraso porque una pareja no vio sus maletas, así que tuvieron que volver dentro del aeropuerto a buscarlas. En el avión vamos algo apretados, una fila de dos asientos y otra de uno, en total 12 o 13 asientos. 


Comenzamos a volar, y al poco de despegar, el paisaje árido de tierra ocre pero lleno de árboles se transforma en un laberinto acuático, sobrevolamos el magnífico delta del Okavango, y nos quedamos maravillados ante su esplendor y fuerza, que una cosa es verlo en los documentales y otra tenerlo tan cerca. 


El vuelo en avioneta es como un autobús de línea con paradas, ya que va parando en diferentes pistas de aterrizaje en el delta, desde las que se llega a los lodges, y nuestra parada será la penúltima, así que paciencia. Antes de volar el piloto nos dice las paradas que haremos, con los nombres de los lodges y la hora prevista de llegada a cada uno de ellos, por supuesto en inglés. 



El delta es impresionante, no te dan ganas de que termine el vuelo, bueno sí, porque sabes que sí desde el aire es tan bello, el poder disfrutarlo bajo tus pies (o las ruedas del coche) tiene que ser una auténtica experiencia y una magnífica e inolvidable aventura. 






El río Okavango, de 1.430 km, nace en el centro de Angola y fluye en dirección sudeste por la región namibia de Caprivi antes de entrar en Botswana, donde el agua se dispersa por el llano paisaje, perdiéndose el río en un laberinto de 16.000 km2 de lagunas, canales e islas, formando lo que se conoce como delta del Okavango. 








Llegamos a nuestra pista de aterrizaje, la del lodge Xaranna Okavango Delta Camp a las 14.45 h aproximadamente, casi dos horas de vuelo, casi dos horas de espera en el aeropuerto...



Un trabajador del lodge nos está esperando con un vehículo para comenzar nuestro periplo por este maravilloso destino.