15 de octubre de 2013

Chile - Isla de Pascua - Ahu Tongariki



Dieciséis más una

En el suroeste de la península de Poike, y será el único tramo que visitemos de esta península, se encuentra Ahu Tongariki (mirar mapa), al que ya habíamos visto, y nos había impresionado de sobre manera, desde la ladera del volcán Rano Raraku




Su ubicación es perfecta, tiene uno de esos llamados marcos incomparables, verde y azul, verde pradera, azul océano. 




Nada más entrar hay un moái, no tiene nombre (o eso creo porque en la isla cada moái recibe el suyo), y fue llevado a Japón para una exhibición con el fin de recaudar fondos para la restauración del Ahu Tongariki que se realizó entre 1992 y 1996. La destrucción de este ahu y sus moái ocurrió en 1960 por un maremoto consecuencia de un terremoto cuyo epicentro se localizó entre la isla y el continente sudamericano. 





Nos sorprende encontrarnos con un ave gallinácea por estos parajes tan transitados de turistas, es un tráfico continuo de gente que llega y gente que se va, pero este ave andaba por allí con total tranquilidad. 




Desde lejos el Ahu Tongariki es espectacular, por sus estaturas, sus posiciones estilizadas y altivas, y por supuesto por su número, quince, el mayor número de la isla en un mismo ahu, aunque se cree que originalmente el número llegaba a las treinta (si fuera así tuvo que haber sido impresionante). Parece una columna de un ejército dispuesto a marchar.




Se puede ver perfectamente la construcción del ahu, el altar o plataforma sobre el que se erigían los moái, es el que en mejor estado, supongo que debido en parte a la reconstrucción con ayuda japonesa, hemos visto hasta el momento.



El ahu, de 100 m, y por supuesto el mayor de la isla, está formado por un conjunto de piedras sueltas que permanecen unidas por paredes de contención y cubiertas por encima con losas más o menos lisas, con una pared vertical del lado del mar y en cada extremo. Casi siempre, el lado de tierra de la plataforma está formado por una suave rampa, junto a una gran plaza, rampa que está cubierta con cantos rodados. 




Si en Rano Raraku nos sentimos impresionados, aquí nos sentimos sobrecogidos, es una sensación indescriptible estar frente a estas estatuas, en las que se pueden distinguir con claridad sus brazos y sus manos, que nos recuerdan en cierta manera a los tótems que vimos en Nueva Zelanda - aunque los maoríes utilizaban la madera y las manos solo tenían tres dedos- pero estos moái consiguen cautivarte y llenarte de miles de preguntas; ¡tanto trabajo de construcción y colocación!, para luego finalmente, tumbarles, destrozarles, dejarlos en el olvido, por lo menos esta historia es visible y se sabe con certeza.





A consecuencia del maremoto los pukao (sombreros) de los moái fueron esparcidos a gran distancia, hacia el interior de la isla, y fueron recuperados en las cercanías del ahu





Sólo uno de estos pukao se ha colocado sobre un moái, alcanzando con él una altura de 14 m, y dan ganas de cuadrarse ante él. No he encontrado explicación (o teoría) totalmente cierta de la colocación del pukao, supuestamente se ataría con cuerdas a la cabeza del moái y se alzarían los dos juntos… un trabajo increíble, y que posiblemente fuera así, al ser la única explicación dada. 




Nos tenemos que conformar con verle solo por su parte delantera, ya que el acceso a la trasera está prohibido; es posible que buscando un rodeo para llegar a la zona de mar y desde allí acceder y verla sea factible, pero siempre respetando las piedras colocadas para cerrar el paso. Así que le rodeamos por donde nos dejan con unas grandes sonrisas en nuestros rostros. 





Mientras admiramos los moái hacemos fotografías entre nuestro grupo: nosotros te hacemos, tú nos haces, con lo que finalmente casi todos hacemos el “moái”, con lo que ya no son quince.


Espectacular el Ahu Tongariki, y quizás parte de su magia también sea su misterio.