12 de mayo de 2014

Chile - Santiago - Basílica de los Sacramentinos



Sacré Coeur chileno

Desde el parque Almagro una cúpula nos llama la atención, aunque ya nos había intrigado su existencia al buscar información de la ciudad de Santiago. 


Se trata de la Basílica de los Sacramentinos, diseñada por el arquitecto Ricardo Larraín Bravo a imitación del Sacré Coeur de París, como se puede apreciar tanto en la lejanía como en la cercanía, y motivo por el que nos pareció curioso. 

En Santiago no solo se copiaba a Europa en sus mansiones, como las que hemos visto principalmente en lacalle Dieciocho, en el barrio París-Londres o en el barrio Concha y Toro, con esta basílica rizaron el rizo. 

No recuerdo con claridad el Sacré Coeur de París, hace demasiados años de su visita (casi treinta y cinco), pero aparte de la diferencia del color, supongo que más debido a la contaminación chilena y a la limpieza parisina, destaco que posiblemente por la mejor ubicación del Sagrado Corazón original o precisamente por el paso de los años por mi memoria, le recuerdo de mayor tamaño. 


La basílica fue construida entre 1919 y 1931, un largo periodo pese a lo cual no se terminó del todo ya que la crisis del 29 afectó a la clase adinerada que financiaba su construcción. La basílica destaca  por su arquitectura bizantina. Fue declarada Monumento Histórico en 1991. 


Aunque recibe el nombre de basílica, realmente se trata de una iglesia parroquial, que aparte de la contaminación, debido a su construcción inconclusa ha sufrido inundaciones y sobre todo ha sufrido recientemente el impacto del terremoto del 2010. 



La entrada a la basílica se realiza por la calle Arturo Prat, por lo que tenemos que dar la vuelta a la basílica, lo que nos ayuda a tener una visión más completa de su construcción por todos sus lados. 




Una curiosidad de la prensa del corazón es que en esta basílica tenían planeado su matrimonio la pareja formada por el futbolista chileno (que pasó por el Real Madrid) Iván Zamorano (al que en Chile le atribuyen la famosa frase de Jesulín de Ubrique, “en dos palabras, im – presionante”) y la modelo–actriz– presentadora de TV, María Eugenia Larraín (bisnieta del arquitecto de la basílica). Carambola por todos los lados. 


El interior de la iglesia (no contábamos que sus puertas estarían abiertas tanto por la hora como viendo las obras de restauración a su alrededor) consta de tres naves y resulta majestuosa su visión, amplia, luminosa y por supuesto bizantina. Se utilizaron placas de mármol para cubrir paredes y columnas. 




Los suelos de parqué fueron los primeros de este tipo fabricados en Chile. El púlpito, los confesionarios y los bancos de madera fueron tallados a mano por la orden de los salesianos. El órgano fue importado de Alemania. Las vidrieras son de origen francés y en ellas se incluyeron las imágenes de los que ayudaron en la construcción, como el arquitecto Larraín Bravo, el ingeniero Víctor Auclair y Monseñor Errázuriz. Se cuidaron todos los detalles, con derroche de pesos chilenos. 



La cúpula alcanza una altura 69 m y sus ventanas permiten dar más luz a la basílica. 


El altar fue traído desde Argentina en partes y ensamblado aquí. 


No vimos el acceso a la cripta, o nos lo saltamos o posiblemente durante nuestra visita estuviera cerrada por los daños estructurales causados por el terremoto, pero esta cripta parece ser tan impresionante como lo es la iglesia en la superficie, ocupando 1.500 m2, que originariamente estaba dedicada para el culto de la congregación sacramentina. Una iglesia dentro de otra iglesia. 

Nos hemos sentido afortunados por poder conocer esta iglesia porque parece ser que no siempre sus puertas están abiertas (y nosotros solemos padecer el síndrome de puertas cerradas), con lo que el desviarnos de nuestra ruta prevista nos ha merecido la pena (siempre la suele merecer, por lo menos a mí, que siempre saco positividad de lo que vemos, ya sea especialmente monumental o en su aspecto humano, todo nos enseña y de todo se aprende). 

Espero que la basílica la sigan conservando y cuidando, que pueda ser reparada y sobre todo que intenten mantener el poco entorno adecuado que le queda, con la visión desde el parque Almagro -que no entorpezcan la bonita visión desde aquí- y con la pequeña plaza al frente de su entrada, que merecería algo más de alegría.