7 de junio de 2013

España - Brihuega (Guadalajara)

El (supuesto) Jardín de la Alcarria 

Estamos en Brihuega (mirar mapa) y hemos comido de fábula en el Asador El Tolmo, lo que no es lo más adecuado para caminar y callejear por su historia, pero como tampoco podemos echarnos una siesta ni coger el coche, pues lo mejor que podemos hacer es intentar caminar, bajar el alcohol y las grasas, y de paso disfrutar de la ciudad. 

Un poco de historia antes de comenzar el paseo: aunque existen vestigios celtíberos y visigodos, es en la Edad Media cuando Brihuega  aparece por primera vez en la historia como un núcleo importante de población bajo el nombre de Castrum Brioca o castillo sobre la roca. 

Lugar de descanso y cacerías de los reyes moros de Toledo, el rey Alí Al Mamun invitó al exiliado Alfonso -más tarde Alfonso VI- a pasar una temporada en la villa en la huída de su hermano Sancho de León, y Alfonso se enamoró de tal manera del lugar que se lo pidió a Al Mamun, y este se lo regaló. Alfonso tomó posesión de Brihuega y tomó buena nota de sus rincones, lo que le ayudó cuando siendo ya Alfonso VI de Castilla y muerto Alí Al Mamun inició desde aquí la reconquista de Guadalajara, Madrid, Talavera y por supuesto, de Toledo. 

Alfonso VI donó la villa al arzobispado de Toledo en el año 1086, iniciándose uno de los momentos de máximo esplendor de la villa, con la construcción de la mayoría de sus templos. La Edad Media permitió la llegada de todo tipo de gentes, con sus religiones, lo que hace destacar la tolerancia religiosa que se respiraba, favoreciendo el comercio, la industria y una intensa actividad urbanística y artística.

Felipe II le quita la villa a los arzobispos de Toledo y Felipe V potenció su incorporación al despotismo industrial ilustrado. La llegada de todo tipo de gentes, con sus religiones, favoreció comercio, la industria y una intensa actividad urbanística y artística.

Los tres últimos siglos de su historia están salpicados de sucesos bélicos decisivos: en 1710 vivió la Batalla de Villaviciosa y el asalto de Brihuega, acontecimientos determinantes para el acceso de los Borbones al trono; en 1808 fue escenario de batallas durante la Guerra de la Independencia; y, finalmente, en 1937, durante la Guerra Civil, es ocupada por las tropas italianas, que enfrentadas a las republicanas produjeron una de las batallas más duras y nombradas de toda la guerra. 


Al comienzo de nuestro paseo tenemos un mal mapa con los lugares visitables, que nos encontraremos todos con sus puertas cerradas, pero las calles no se ven con claridad en el mapa, con lo que entre este y la intuición comenzamos a andar, y así llegamos hasta la iglesia de San Miguel, construida en el siglo XIII en estilo progótico con reminiscencias del mudéjar toledano. Destaca la portada románica de transición. 




Presenta un ábside poligonal sin ventanas. La iglesia a comienzos del siglo XVII fue utilizada como garaje, cuartel, almacén, y tras la Guerra Civil quedó abandonada y el techo terminó por derrumbarse. Tras su restauración se utiliza para actos culturales.




En la fachada meridional hay otra puerta del mismo estilo pero mucho más sencilla. Independientemente de su arquitectura, el rincón donde se encuentra tiene su punto medieval a pesar de tener enfrente casas nada medievales, pero con algo de abstracción se puede uno trasladar siglos atrás. 




Intentamos subir por la calle por detrás de la iglesia, pero la cuesta me lo impide, a lo mejor no tenía que haber tomado postre, ni siquiera compartido, además según el mapa no es seguro que lleguemos a donde queremos, así que volvemos hacia atrás pero ahora tomamos otra calle en la que se encuentra el Convento de las Jerónimas

A principios del siglo XVI, algunas señoras de Guadalajara adquirieron diversas casas humildes próximas a la iglesia de San Miguel, con la intención de retirarse a ellas para vivir religiosamente. Las casas estuvieron vacías hasta 1564, cuando fueron ocupadas por cuatro damas de alta alcurnia de Guadalajara, a las que se unieron otras mujeres de Brihuega. 

Vivían con tanta austeridad que muchos contribuyeron para construirles una gran iglesia y un monasterio, al que se trasladaron y en 1596 se fundó el monasterio regido por la orden Jerónima.

Tras la Guerra Civil, el convento quedó en ruinas, restaurándose parcialmente en 1941, pero su deterioro iba en aumento. Las monjas abandonaron el convento en 1971.

La portada de entrada es de estructura dórica, y casi se puede sentir el ruido de los hábitos detrás de las puertas, y no es que diga que hay fantasmas, es sólo mucha imaginación. 


Salimos de nuevo a la calle del restaurante y caminamos ahora hacia arriba, llegando a la iglesia de San Felipe, de la que dicen que es una de las más bellas construcciones de Brihuega, y desde luego su exterior es muy bello. Fue construida en el siglo XIII en estilo románico de transición al gótico o progótico. 

Durante la Guerra Civil fue almacén de piensos y en 1943 se derrumbó el techo, siendo rehabilitada en 1968. 

En su fachada principal destacan tres rosetones, principalmente el central, con un trabajo de labrado de la piedra destacable y muy llamativo a los ojos.


Damos la vuelta a la iglesia para descubrir su torre octogonal, que no está completamente unida al templo, ya que fue construida uno de los torreones de la muralla. Es curioso ver bajo la torre instalado un bar, pero es lo que traen los nuevos tiempos. 


Entre el mal mapa que llevamos y que seguimos a los paseantes que van delante de nosotros, continuamos por la calle que gira a la derecha de la torre y ahora sí acertamos, y sin necesidad de subir la cuesta que salía por detrás de la iglesia de San Miguel. A nuestra derecha construcciones deterioradas, a nuestra izquierda un edificio de nueva construcción que aloja un hotel y al frente, nuestro destino, la Real Fábrica de Paños


La fábrica fue fundada en 1750 por el rey Fernando VI, surgiendo como filial de la de Guadalajara y terminándose la construcción bajo el reinado de Carlos III. La entrada es de estilo neoclásico y la verdad es que no da la sensación de ser un monumento ni un sitio visitable, más parece el acceso a viviendas particulares, eso sí, en un edificio singular. 


Primero entramos en una tienda de antigüedades que hay al lado, y la verdad es que se pueden descubrir objetos curiosos y algunos muebles que son un auténtico tesoro, lo malo es que la mayoría son de gran tamaño, con lo que sólo admiramos y no compramos. Finalmente decidimos traspasar el arco de entrada a la fábrica, si el camino estuviera cerrado no habría más que dar media vuelta. Se accede primero a un amplio zaguán y después a un patio alargado, en el que parece haber viviendas habitadas y cuidadas junto con otras en estado de abandono. 


Lo que no vemos es ninguna puerta de entrada abierta o señalizada, la del frente, custodiada por dos altos árboles está cerrada a cal y canto. 


Sobre la puerta destaca un magnífico escudo de piedra de la Corona de Castilla.


Como somos curiosos echamos una mirada a través del pequeño hueco en la puerta, yo creo que hasta dejado a propósito precisamente para los curiosos, y nos desilusionamos algo porque su interior se ve en muy mal estado de conservación y nos esperábamos algo más espléndido, aunque vista la entrada y el patio ya era mucho esperar. 

Lo llamativo de la construcción de la Real Fábrica es que es circular, y aunque de manera mínima, en la fachada rosada que se ve al frente se puede notar esta forma. Vista así parece increíble que albergara 84 telares de paño, que diera trabajo a un millar de trabajadores, y que produjera piezas de altísima calidad. 


Como por aquí tenemos el paso cortado nos damos media vuelta, pero antes cotilleamos las ruinas en el patio, que creo deberían estar más protegidas, no por su importancia histórica sino para prevenir de futuros accidentes. 


Aparte de la fábrica y su original construcción, lo que en ella se encuentra, en teoría porque nosotros no vimos posibilidad de acceso (nos faltaría preguntar en la oficina de turismo) y lo que pudimos ver a través de algunas rendijas no presagiaba lo que cuentan, aunque posiblemente fuera una parte abandonada del mismo, es el llamado Jardín de la Alcarria, unos jardines de estilo romántico con una buena panorámica sobre el río Tajuña y sobre la ciudad. El jardín fue construido a mediados del siglo XIX siguiendo el estilo versallesco (en su versión reducida). 

Sobre la puerta frente a la de la entrada a la fábrica hay otro escudo, sobre la fundación y el arquitecto de la fábrica. 


En nuestro camino hacia la iglesia de San Miguel vimos lo que suponemos el exterior del jardín, con altos árboles (¿cipreses?) bordeando el muro. 


Volvemos hacia la iglesia de San Felipe para salir ahora a la calle y carretera por la que hemos entrado a Brihuega desde Torija, frente al parque de María Cristina se encuentra la puerta de la Cadena sobre un lienzo de la muralla que rodeaba Brihuega. Es un arco de medio punto con almenas en su remate, sobre ella una placa conmemorativa del asalto en 1710 de las tropas de Felipe V de Borbón, y sobre ella una hornacina con la imagen de la Inmaculada Concepción. 


En lugar de entrar por el arco, buscamos el camino de la muralla girando por el torreón redondo. 



La muralla fue construida por los árabes en el siglo XII y posteriormente fue renovada por los cristianos. Tenía 1.750 metros, la anchura de sus muros es de 1,90 metros y tiene una altura aproximada de cinco metros. Tenía cinco puertas y de sus torres se conservan cinco redondas y una cuadrada. 

Este paseo aún siendo corto es testigo de la historia de la ciudad y resulta muy interesante hacerlo. En el interior de la muralla asoman las construcciones de nueva hornada, bien rehabilitaciones de casas antiguas o sencillamente nuevas. 


Al final de la muralla se obtiene una buena vista de la plaza de toros. Hay un camino que desciende hasta ella, pero vuelvo a repetir que el mapa que llevamos no es bueno, con lo que no vemos con claridad el camino que deberíamos tomar allí, y la idea de tener que subir nos hace desistir, pero se puede hacer sin problemas y realizar así un recorrido por la ciudad sin dar tanta vuelta o tener que utilizar el coche, que es lo que decidimos hacer nosotros, ir hacia el vehículo y bajar hasta esta zona en él. 


Aparcamos al lado de la plaza de toros, que recibe el nombre de La Muralla, y no hace explicar la razón. Se inauguró en 1965 con un cartel taurino en el que figuraba Manuel Benítez El Cordobés. 


En el lienzo de muralla al lado de la plaza de toros se sitúa la otra puerta de entrada que se conserva, la puerta de Cozagón, con un arco apuntado





Durante siglos fue la entrada principal de Brihuega y se sitúa al sur, y por ella entraron la mayor parte de los personajes que visitaron Brihuega.


Desde aquí se obtiene una buena vista de la vega del Tajuña. 


Seguimos al lado de la muralla hasta alcanzar otra de sus puertas, la puerta del Juego de Pelota.






Por ella se accede a una de las zonas más coquetas de la ciudad, una gran plaza con vistas a la vega del Tajuña, donde por un lado se encuentra el Convento de San José, que fue fundado en 1619 para ser ocupado por frailes de la reforma franciscana, que lo habitaron hasta el siglo XIX. 


El convento fue requisado durante la Ley de Desamortización de Mendizábal. Posteriormente fue utilizado como hospital, cárcel, escuela-taller y juzgado, albergando en la actualidad el Museo de Miniaturas, al que en esta ocasión declinamos la oportunidad de visitar.



En la amplia plaza, o Prado de Santa María, frente al convento se alza la Iglesia de Santa María de la Peña, construida a principios del siglo XIII, que era uno de los cuatro templos cristianos con los que contó Brihuega.

Es un perfecto ejemplo de la transición del románico al gótico y su entrada está resguardada por un atrio porticado.






Desde su interior, al que no podemos entrar porque está completamente cerrada, se accede a la gruta donde se encuentra y se venera la imagen de la Virgen de la Peña, Virgen que se le apareció a la hija de Alí Al Mamum y cuya imagen se encontró en esta gruta, razón por la que se construyó la iglesia. 





Al lado de la iglesia se sitúa el castillo de la Peña Bermeja, construido originalmente por los árabes en los siglos X-XI, y ampliado posteriormente por los cristianos. Inicialmente se encontraba aislado, en lo alto de una roca rojiza, y de ahí su nombre; y a pesar de estar en lo alto de una roca, su situación real es en la parte más baja de la villa. 


Estaba separado de la población por un hondo foso que poco a poco se fue cubriendo y tenía en su lado una muralla que lo convertía en más inaccesible. 



En el siglo XII se convirtió en palacio-fortaleza, más propio de señores feudales que de guerreros, como parecen atestiguar esas ventanas con arcos y decoración que se pueden ver en el muro. 


En su interior se halla la Capilla de la Vera Cruz, y entre los años 1832 y 1845 se destinó a cementerio municipal. No podemos entrar a ninguno, pero recuerdo que en mi primera visita a Brihuega visité el cementerio y me quedé sobrecogida por el lugar, un lugar mágico para reposar eternamente. 


Salimos por el Arco de la Guía, construido durante la Guerra de la Independencia. 



Por la parte exterior del arco la imagen de que supongo Virgen de la Guía. 



Desde aquí se obtiene una buena y bella panorámica del castillo. 


Para ser nosotros estamos poco andarines, con lo que vamos al coche y con él nos acercamos hasta la plaza del Coso, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento, construcción remodelada en 1975 del que fue construido en el siglo XVIII según un proyecto de Ventura Rodríguez.  La plaza recibe su nombre posiblemente por las corridas de toros que se celebraban en ella, aunque otra versión lo relaciona con la derivación de la palabra zoco, ya que en ella también se celebraba el mercado




En la plaza hay un acceso a las Cuevas Árabes, a las que por supuesto como tónica de esta visita, no podemos acceder aunque creo que tienen horario de visita. Estas cuevas forman parte de una infinidad de grutas que se utilizan desde tiempos inmemoriales para conservar aceite, vino, aguardiente y todo tipo de alimentos. Suena bien una visita a estas cuevas. 


Brihuega posee abundancia de manantiales subterráneos que dan sus aguas a innumerables fuentes repartidas por todo el pueblo, como las dos que se encuentran en la plaza, una a cada lado de la calle Mayor, que por supuesto reciben el nombre de fuentes del Coso. No tenemos tiempo para ir en busca de las demás fuentes, así que es un motivo más para volver a Brihuega. 




Subimos por la calle Mayor, que está porticada, pero el dato curioso es que este pórtico se encuentra en alto y no a ras de la calzada. 




Damos por finalizada nuestra visita a Brihuega, y si en lugar de haber visitado antes Trijueque y Torija, posiblemente hubiéramos podido darnos un paseo más completo por la villa, además de encontrar puertas abiertas para visitar iglesias u otros lugares. 

Un mapa de la localidad para situarse:

 

El día ha resultado completamente satisfactorio, tanto por lo visto como por lo comido, y como no se encuentra lejos de Madrid siempre podremos completar las visitas incompletas y añadir nuevos pueblos de la ruta alcarreña.