Un
refrescante baño
Por hoy, tras la merienda en
la Honest Box, nos queda la última excursión del día, vamos a Babinda, una
localidad rural al estilo del oeste americano donde se encuentran las Babinda
Boulders, formaciones rocosas erosionadas por el agua de los torrentes que
descienden de las montañas de Bartle Frere y Bellender Kerr, que se hallan dentro de lo que llaman una reserva escénica, a los pies del Wooroonooran National Park, pero no dentro de él, aunque desde aquí hay un sendero que se adentra en él.
Lo primero es acercarnos a
la pequeña laguna de agua que baja de las montañas, sin lugar a dudas un
paisaje idílico.
Cuesta encontrarlas porque
aparte de pequeñas son tímidas y no salen a la superficie alegremente, pero
conseguimos ver unas lindas tortugas nadando en el agua cristalina.
El grupo se separa, unos continúan andando por la senda que se adentra por el bosque y las mujeres decidimos bajar las escaleras que conducen a la laguna. Llevo todo el día con el bañador esperando este momento, y si bien en las Josephine Falls era demasiado temprano para un baño, ahora es una buena hora aunque sombría, con lo que me introduzco en la laguna de un agua completamente helada entre gritos y aspavientos, pero si estaba allí y la zona es apta para el baño había que intentarlo; las otras dos mujeres ante mis gritos y mis gestos desisten de bañarse. Fue un chapuzón rápido sin nadar porque era imposible mover un músculo, de entrar y salir para contar que yo estuve allí, en esa agua límpida, pero es que era como meterse en cubos de hielo.
En el fondo hay que agradecer
que el agua no estaba para juegos porque sino me quedo allí chapoteando como una niña y no
continuamos el paseo que ya están haciendo los demás. Rápidamente me visto y
emprendemos el camino que sigue el curso del agua.
Se llega a las Devil’s
Pool, pequeñas pozas rodeadas de rocas redondeadas por la acción del agua.
Ahora ni cae el agua con fuerza ni las pozas están suficientemente llenas pero
es una zona bonita donde está prohibido bañarse por lo resbaladizas que son,
además hay un cartel avisando que ya ha habido algún muerto en ellas, pero me da que la zona es tan atrayente que más de uno se salta el cartel pensando que no pasará nada...
Volvemos hacia el autobús y
tenemos que esperar que nuestro conductor se dé un chapuzón, si lo llego a
saber me espero y me baño con él que como ya he comentado era alto y
guapo, un buen mozo australiano (no, no hay foto del subsodicho). Esta espera la
hacemos en la zona habilitada con mesas para picnic y podemos ver y conocer a
las hormigas de miel, con ese cuerpo color ámbar que dicen que sabe tan dulce,
a las que conocimos de nombre en el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta y que los
aborígenes se comen cual manjar.
Cuando ya volvíamos todos a
la minivan habiendo finalizado las excursiones de hoy de repente nuestro conductor
se pone a correr y a gritar, ¡come on,
here, run, run! Y todos corremos detrás de él, ¿para qué?, para tener la
oportunidad, con bastante miedo la verdad, de ver a un casuario en la
naturaleza, sin una verja de separación.
Nos cuenta el conductor que
es muy raro poder verles y que es una ocasión muy especial. Creo que ante la
gente congregada se asustó más que todos nosotros juntos, aunque todos
estábamos alerta por si le daba por defenderse de lo desconocido o
multitudinario y atacar, pero después de un pequeño rato se volvió a adentrar
en sus dominios, en el bosque, ¡Qué momento!
Ahora sí volvemos a Cairns, una
vez allí nosotros tenemos trabajo por delante. Lo primero es ir a la tienda de
arte aborigen, donde ya habíamos visto lo que queríamos comprar la primera noche, souvenirs con gusto para la familia, y
ayer por la noche cuando fuimos a comprar no pasaba la tarjeta de crédito con el
consiguiente susto y disgusto, así que quedamos que volveríamos con otra. Y
cuanto me alegro de haberlo hecho, porque en esta segunda visita consigo
convencer a mi marido de comprar un precioso didgeridoo para nosotros, que
encargamos que nos enviaran a casa por ser bastante grande y no tener que llevarlo y estar pendiente en los dos viajes por avión
que nos quedan por el país y la vuelta a casa. Eso sí, cuando llega a casa hay
que pagar el IVA, no se pagan los impuestos del país pero sí el IVA, algo de
truco tiene la cosa, pero al final se paga en un país o en otro.
En el hotel desmantelamos
las maletas, mañana volvemos a salir, tenemos que meter los souvenirs que poco
a poco han ido creciendo, sobre todo con las compras de esta noche, y además
queremos dejar una maleta pequeña preparada para los tres días que nos quedan
de clima tropical sin necesidad de abrir las grandes, a no ser un caso de
emergencia.
Esta noche es la última
noche del grupo: los italianos van a Nueva Zelanda y luego a Polinesia, los
canarios van a Nueva Zelanda, los madrileños van a Melbourne y luego a
Polinesia y nosotros seguimos en Australia, que para eso hemos venido.
Le pedimos a nuestra guía que busque
un restaurante que esté bien, que lo dejamos en sus manos y cuando nos
encontramos en la recepción del hotel andan discutiendo el lugar, ha traído dos
alternativas, uno al que intentamos ir nosotros la primera noche pero estaba
cerrado y le gusta a ella, y otro que le acaban de recomendar; ganó el primero
y por lo menos me quito la espinita y lo pruebo. Su nombre, Oliver’s, ¿recomendable?....pues sí pero
no como para tirar cohetes: buen lugar, buena presentación de platos, buena
cocina, pero nada realmente sorprendente aunque juega bastante bien con la
combinación de salsas de frutas en los platos, para salirse de hamburguesas,
pizzas, sándwiches y tener un ambiente un poco “in”, pagando por ello por
supuesto, se puede ir y no resultará una decepción.
Compartimos unos entrantes
de emú, que sí estaban muy ricos, presentado en capas como un sándwich pero del
que no hicimos fotos.
No recuerdo los nombres
completos, el primero es un solomillo, el segundo no afirmo que sea un lomo de
bacalao (pez parece que seguro que es), el tercero es el que me pedí, un atún
blanco, demasiado hecho para mi paladar.
El plato estrella de la carta es el barramundi
(pez de sabor parecido a la perca) asado en corteza de árbol (avisan que no te
comas la corteza).
Algún comensal que se quedó
con hambre, y no fuimos nosotros, pidió un postre, de nuevo con una interesante
presentación, pero no lo llegué a probar y no recuerdo en que consistía.
Tras la cena un paseo corto y
como frente al hotel está el casino y la discoteca, entramos allí, con un buen
ambiente y mucha marcha, pero este grupo ni me baila ni me bebe, así que
disfrutamos algo de la música y nos marchamos enseguida, con pena por mi parte
que ya tenía las caderas bamboleantes ante el ¡¡¡maaaambo!!! que sonaba, y eso
que daba vergüenza salir a bailar con las parejas de artistazos que estaban en
la pista, de todas las edades y con todas las vestimentas.
Nuestra guía, Alda, nos regala una postal
con la mariposa azul, que no tuvimos la suerte de ver en Mamu con unas palabras
dedicadas. Muy curioso que han sido guías de Oceanía, Nueva Zelanda y
Australia, los que nos han obsequiado con un detalle al final, y más curioso
todavía que sus países de origen sea Sudamérica, Costa Rica y Paraguay. ¿Habría
que hacer una valoración sociológica del asunto? No sé, posiblemente sea una
cuestión de caracteres y compatibilidades, y que en Asia los guías son muy
amables pero de alguna forma separan el terreno profesional del
personal y los latinos tendemos más a relacionarnos de las dos maneras a la
vez.