25 de junio de 2018

España - Fisterra (San Martiño de Arriba) - Restaurante Ó'Fragón


Comida en el fin del mundo

En nuestro paseo por Galicia hoy hemos llegado al fin del mundo, Finisterre o Fisterra, pero lo primero es la alimentación, que hemos hecho una reserva en el restaurante Ó'Fragón siguiendo la recomendación de un amigo. Llegar a él no tiene un fácil acceso, aunque tampoco es de una dificultad extrema, se sigue el cartel y cuando ya no se ven más, la intuición te acaba llevando a la localidad de San Martiño de Arriba, donde está situado. 





Las vistas son estupendas por lo que es mejor ir para comer que para cenar, y así poder disfrutar de ellas. 





La sala de comedor es amplia, muy luminosa por los grandes ventanales -y por el fantástico sol que nos acompaña-, y sobre todo no tiene demasiadas mesas, hay espacio. Además es día entre semana y la ocupación no es total, con lo que el ambiente en general es tranquilo y relajado (tanto en cocina como por los comensales que hemos venido). 





El pan es blanco o de semillas y mantiene la tónica de los restaurantes gallegos en los que estamos comiendo en este viaje, está riquísimo. 




Elegimos el menú degustación, y como yo no conduzco opto también por el maridaje, ya que no es un menú excesivamente largo y no creo que salga muy perjudicada. 


Comenzamos con unos aperitivos o petiscos: mejillones en escabeche y mantequilla de algas (en Galicia el mar siempre se presenta en la mesa). 





Para acompañar el aperitivo, una cerveza 1906 Reserva Especial, de Estrella Galicia, ¡qué bien sienta esta cerveza fresquita!, aunque se trate de los mejillones que no están en mi dieta pero no me disgustan en esta ocasión.




Crema de puerro, patatas, maíz y huevas de erizo. Caliente y muy rica de sabor, aunque afortunadamente no destaca el del erizo como nos temíamos, tiene un toque marino, pero no predominante. Acompaña un Ribeiras de Armea 2016, vino blanco de Betanzos, elaborado con la uva más antigua de Galicia, una branco lexitimo (me gusta la recuperación y la conservación de productos autóctonos que nos vamos encontrando en España). 





Arroz cremoso con navajas y rape blanco. Un guiso como su nombre indica cremoso, como un risotto ligero, con muy buen fondo. Acompaña un Toralla 2016, de las Rías Baixas, elaborado con uva branco y uva albariño. 





Abadejo en nuestra caldeirada. El pescado está hecho al vapor, y lo encontramos un poco pasado de punto, ya que el abadejo se seca si ocurre esto, y la salsa a pesar de su color del pimentón, no tenía la fuerza necesaria. Todo es cuestión de gustos, nada más, estaba rico. Le acompaña un El Patito Feo 2016, Ribeiro elaborado con uva treixadura, y nos cuentan que el pimentón no se lleva nada bien con los vinos blancos pero parece que este tiene un punto especial. A pesar de su simpático nombre, no nos termina de convencer el patito, que lleva precisamente su nombre porque hay que conocerle más para acabar descubriendo el cisne que lleva dentro, pero con una copa no llegamos a su interior verdadero. 





Solomillo de ternera poco hecho; supongo que lo anuncian así por si alguien quiere cambiar el punto, y aún así, pasó como con el abadejo, llegó demasiado hecho. Le acompaña un Abeledos 2015, tinto de Monterrei elaborado con uvas mencía, caiño y arauxa. 





Un solo postre, que ya nos estábamos mal acostumbrados a tener dos, chocolate y tofe, que resultó estar maravilloso, y es que a veces lo más simple es lo que mejor sabe. Le acompaña un Porto Noval LBV 2010, que está rico, y que además unos amigos portugueses dicen que es uno bueno. 





Un café y un té para terminar, y por supuesto pagar la cuenta. 





La relación precio-calidad es estupenda, y la comida ha sido muy buena, a pesar de esos pequeños “peros” que he escrito, que es que viniendo de dos restaurantes espectaculares (Alborada y A Tafona) las diferencias saltan enseguida -que no las comparaciones, cada uno en su lugar-. Tenemos claro que sería un lugar al que volveríamos sin lugar a dudas. Los vinos también han tenido sus altibajos, pero siempre es interesante conocer lo que se produce, y el vino gallego está teniendo un gran despegue, que en este viaje y en los restaurantes hemos podido probar. Insisto en que la relación precio-calidad, incluyendo  el maridaje, es más que notable.