28 de mayo de 2019

Botswana - Chobe - Chobe under Canvas

Un lujo de tiendas

Para la primera parada en Botswana nos decidimos, más bien yo que soy la encargada de estos menesteres, por un campamento móvil, es decir, las típicas tiendas de lona que hemos visto en documentales o películas, pero que no se ubican en el mismo lugar, por imperativo legal tienen que moverse cada ocho días, ya que así los animales no se acostumbran a los humanos, a sus olores de comida, a sus basuras… esto no es un buffet para ellos, que tienen que seguir con su comportamiento natural. Se trata del alojamiento Chobe Under Canvas.

El campamento cuenta con cinco tiendas, y cuando llegamos aparte de los trabajadores de mantenimiento del mismo, no hay visitantes, están disfrutando de un safari. Nos reciben con gran amabilidad, todo esto en inglés por supuesto, así que como si fuéramos elefantes desplegamos nuestras orejas para intentar entender lo mejor y mayor posible.

Para bien o para mal, nos toca la tienda más cerca a la salida a la salida, es decir, la más lejana en relación a las demás tiendas y a la zona operacional y de vivienda de los trabajadores. Pues sí, más tranquilidad pero quizás demasiada para ser nuestra primera experiencia de este tipo y en este entorno salvaje. En el lodge Elephant Camp en Victoria Falls también nos adjudicaron la tienda más lejana, parece que nos han abonado a ellas. 


Cada tienda cuenta con una “terraza”, dos sillas y una mesa para tomar el fresco o disfrutar del silencio, del arrullo de los pájaros, de los gritos de los monos, del barritar de los elefantes o de los aullidos de los leones… ¡música maestro! 

La recomendación que nos hacen es clara y contundente: por la mañana, al amanecer (que será de noche todavía para nosotros porque el sol no terminado de despuntar cuando nos levantamos), tenemos que esperar a que vengan a buscarnos para ir a desayunar; y por la noche, más de lo mismo, tras la cena, nos acompañaran a la tienda… y es que por la noche el parque es territorio de caza, y estos trabajadores están acostumbrados, así como sus oídos también, y pueden distinguir qué animal está cerca y si puede representar una amenaza, ¿qué estoy haciendo aquí?. Pues sí, vamos a seguir las reglas obedientemente, pero ¿alguien me asegura que a pleno día no pasará nada?, porque muy bien, las estadísticas y el comportamiento animal así parecen demostrarlo, pero todo tiene sus excepciones. 


La puerta de entrada a la tienda es una gran mosquitera con una cremallera central, que hay que tener mucho cuidado en cerrarla siempre, aunque también es cierto que puede quedar alguna rendija nada tranquilizadora para serpientes o arañas o insectos… no voy bien, sigo pensando ¿qué estoy haciendo aquí? ¿porqué se ha despertado en mi un alma aventurera de tal calibre?


En la foto anterior ya habéis visto parte del interior de la tienda: una gran cama con dos mesillas y dos farolillos. Hay espacio para circular alrededor sin chocarse el uno con el otro, y ¡el colchón!, ¡de los buenos!, nada de grandes baches en él, mullido y recio pero sin ser duro. 


Por las noches dejan un farolillo encendido fuera de la tienda, tanto por localización como por seguridad. Bucólico y bonito lo es un rato. 


Vamos con el aspecto más complicado en una tienda de estas características, el baño. Se encuentra detrás de la cama, cuenta con gran espacio y está muy bien distribuido y compartimentado. Por un lado está el lavabo, con una preciosa palangana de metal (en esas me bañaban de pequeña en mi pueblo natal, quizás algo más grande, pero no mucho más que yo de altura doy lo mínimo), con todo lo necesario para el aseo (jabón, champú, gel), y dos jarras de agua, una es de agua potable (tanto para beber como para lavarnos los dientes), y otra es de agua del río, solo para lavarnos la cara, las manos… Le acompaña un bonito toallero con un surtido de dos toallas por persona (toallas que dadas las condiciones para lavarlas y secarlas rascan un poco, pero no tanto como convertirlas en limas corporales; estamos donde estamos y tenemos de todo). 


La ducha, que por supuesto tiene su historia. Los safaris de la mañana comienzan muy temprano, a las siete se suele salir del campamento, y a las 5.30 más o menos dan un toque de despertar tienda por tienda, Good morning! Por la mañana no hay agua caliente, tan solo te rellenan las jarras del lavabo, por lo que si te quieres dar una ducha lo haces con el agua fría, pero cuando se regresa del safari por la tarde (segundo safari) el bidón de tela está lleno de agua caliente, para que lo primero que hagas es darte una reconfortante ducha caliente y así quitarte la arena, el cansancio, pero te quedan todas las emociones de lo visto y vivido. En el “suelo” de la ducha una tabla de madera, si de esas que se ponen en nuestras casas occidentales para que quede todo más bonito.

Detrás del bidón hay una puerta con cremalleras que es por donde pasan a dejar el agua, de modo que no invaden tu intimidad, a no ser que te hayas levantado antes y estés por ahí adecentándote por tu cuenta, aunque siempre gritan antes de entrar para evitarnos sustos todos. 

Menos mal que viajo acompañada, y aunque mi marido no es alto, su altura le permitía alcanzar la llave para abrir el agua, porque yo ni a saltos hubiera podido llegar; los trabajadores son bastante altos todos ellos, y dejan el bidón a su altura y no a la mía. 


En esta zona también está el “armario”, uno plegable -se trata de empaquetar todo lo más rápido posible cuando hay que mover el campamento-, con zona de perchas y otro con baldas. Yo estoy impresionada, más al ver que también disponemos de dos batines, que rascaban lo suyo, más que las toallas, ya que tenemos ausencia de suavizante y de secadoras (no nos damos cuenta de detalles tan cotidianos hasta que notas su carencia). 


Un pequeño habitáculo de tela con cremalleras guarda el W.C., que sí, que tiene su inodoro, que esto ya me parece demencial el transportarlo de campamento en campamento. Y además circula el agua, que se toma de un depósito exterior. Yo me esperaba más una tabla alta con un agujero, donde echar nuestros depósitos y taparlos con arena (sí, algo parecido había en algunas casas de mi pueblo, aunque otros agujeros daban directamente a un patio donde podían estar las gallinas, ¿qué han hecho las gallinas para merecer esto?; o inodoros naturales como los que vimos en nuestro viaje a Australia, donde solo debíamos depositar deshechos naturales y no el papel, detalle que pregunté, contestándome asombrados que por supuesto por el inodoro). Como detalle simpático hay un bote de perfumador. Hay un suelo de tablas de madera que estaba algo inclinado por lo que tus necesidades las hacías algo inclinado.


Vista la tienda, conozcamos el resto del campamento, hay una tienda completamente abierta en la que hay una gran mesa que se utiliza para desayunar, comer, merendar (tea time) y cenar. Al fondo podéis ver la zona destinada a la operativa del campamento, cerrada para no ver nada. 


En esta zona de comedor hay una mesa con bebidas a nuestra disposición a todas horas. 



Por supuesto que el amanecer es una recompensa en este lugar, aunque todo va tan rápido que casi te lo puedes perder: despertar, prepararse, desayunar y salir de safari. 


El detalle de las comidas lo voy a relatar por orden del día. Comencemos con el desayuno, todavía no ha amanecido, y a oscuras pero acompañados salimos a encontrarnos con la sorpresa de que encienden una hoguera donde preparan de todo: huevos, salchichas, bacon, alubias… con la ayuda de una linterna sobre la frente del cocinero. 


El día de nuestra llegada, sobre las 14.15 h, el encargado del campamento nos estaba esperando para comer con nosotros, y la verdad es que no era por el hambre que teníamos, que la teníamos ciertamente, pero la calidad nos sorprende, estaba todo buenísimo. Cuscús con trozos de pollo y una ensalada con queso (plato único y nada de elección, que ya sería la bomba, aunque supongo que si alguien tiene alguna alergia puede pedir algún cambio, que en la medida de sus posibilidades lo realizarán). 


Para acompañar una cerveza nacional, St Louis, que no estaba mal, pero por supuesto podías elegir lo que quisieras, vino, refrescos, agua, y si quieres un combinado pues también. 


Al día siguiente también comimos en el campamento, y tocó una pasta con zanahorias y tiras de ternera, que de nuevo nos gana el sabor. Este cocinero lo hace muy bien. 


Después de comer y antes de salir de nuevo de safari por la tarde llega la hora del tea time, estos británicos impulsando sus modos y modales, ¡bienvenidos sean! Además de beber lo que quieras, y nos decantaremos por un té fresco que no helado, sacan unos dulces, unas galletas o una tarta. La primera tarde nos encontramos con unos clientes alojados que llegan de su safari, ya nos habían avisado que eran españoles, así que al menos con ellos aparcaremos el inglés en momentos. 


Los babuinos están al acecho, saben que hay comida y cualquier descuido será bien aprovechado ¿hemos cerrado bien la puerta de la tienda?, no porque tengamos comida, que como mucho habrá algunos chicles o frutos secos, sino por nuestras pertenencias, que de repente podemos verlas volar entre los árboles. 


Los elefantes también pasan muy cerca de nosotros, ellos sólo van buscando sus árboles para alimentarse, pero si notan la presencia de fruta no dudo en que se acercarían rápidamente. Impresiona estar sentada como en un salón y de repente escucharlos y verlos tan cerca (no es lo mismo sentada en un jeep alto que en una silla en el suelo). 


La cenas comienzan alrededor de la hoguera, en la que han dispuesto las sillas propicias para las conversaciones entre los alojados y con el jefe del campamento o los guías (no hay uno solo, durante nuestra estancia había dos al menos). A pesar de la claridad, lo que no hay son grandes cielos estrellados, sí que hay estrellas pero no tantas como en otras ocasiones, por ejemplo en el desierto de Atacama o en la isla de Pascua en Chile, o en los alrededores del Uluru en la llamada cena del silencio con telescopios en Australia por ejemplo, que te quedabas embobada. 


Al igual que en Elephant Camp de Zimbabwe, de primero suele haber crema, que a mí ya me vale y me encanta, aunque su punto de picor es mucho más bajo en este campamento. Cada día la crema era diferente, no recuerdo muy bien de qué eran: guisantes, calabaza...


De segundo hay buffet: judías, arroz y ternera; pollo con verduras a la parrilla; cordero, verduras y macarrones con tomate. 




Los postres son algo desiguales, siendo sorprendente el de la primera noche, peras al vino con crema; parece que la segunda noche no pusieron nada atractivo porque no tenemos foto, y la tercera era un bizcocho con crema de plátano. El hecho de tomarse la molestia de hacer un postre y no quedarse en una simple fruta o tarrinas de flanes o similares ya es todo un detalle. 



Chobe under canvas nos resultó una experiencia única, al menos para mí, siempre renuente a las acampadas, pero claro, es que no se trata de un alojamiento en tienda de campaña y saco de dormir o un plegatín, esto es otra historia. Si en un principio estaba preocupada por mi aceptación, desde el primer momento estoy inmensamente satisfecha, y además inmensamente feliz por haber elegido finalmente esta opción de alojamiento a pesar de otras opciones, más tipo hotel con piscina. Por supuesto que tiene sus inconvenientes, pero  al final todo son grandes ventajas, ya que estás en el Parque Nacional de Chobe y los traslados para hacer safaris son menores. La última opción de alojamiento en Botswana será en el maravilloso delta del Okavango, en las lujosas tiendas de Xaranna Okavango Delta Camp

Las bebidas que ofrecen no son de grandes marcas, las de marcas más importantes se pagan, pero si no eres de gran beber o tu paladar es capaz de aceptar pulpo como animal de compañía, no tendrás ningún problema, no pasarás sed. Las comidas son buenas, teniendo en cuenta dónde estás y dónde tienen que ser cocinadas, una auténtica sorpresa.

Al ser un campamento móvil, tiene un trabajo tremendo, que es de quitarse el sombrero ante el equipo que trabaja en él, porque tú siempre encuentras el campamento y tu tienda preparados. Y además cada ocho días hay que desmantelarlo por completo y volver a instalarlo en otro lugar.  

Un video para ver la tienda con un recorrido por ella: 

24 de mayo de 2019

Zimbabwe - De Victoria Falls a Chobe (Botswana)

Cruce de países

Desde la cama del Elephant Camp tenemos un bonito amanecer de despedida en Zimbabwe, aunque para disfrutarlo mejor hay que levantarse y salir a la terraza o al menos a través de los cristales o de la gran mosquitera  abierta del cuarto de baño. 


Hoy viajamos a Botswana, con lo que disfrutaremos del paisaje en el camino, y de algún animal si quiere salir a saludarnos, que como casi siempre, son los descarados babuinos. También vemos algunos elefantes y jirafas, camuflados entre la vegetación. 


El paisaje es una mezcla de pasto seco, el calor hace estragos tras la lluvia, con preciosas siluetas de árboles a la espera de recuperar sus hojas en sus ramas desnudas.


También hay árboles que han sido cubiertos por los arbustos, hasta el infinito y más allá (creo que se trata de árboles muertos al paso del hambre de los elefantes). La verdad es que algunos parecen adoptar formas algo fantasmagóricas, pero esto es solo mi imaginación desatada que es capaz de montarse historias como ella sola. 



Llegamos a la frontera de Zimbabwe con Botswana, donde lo primero que hacemos tras bajar del coche es limpiar las suelas de nuestro calzado, tal como hacíamos en algunos parques naturales en Nueva Zelanda: pisamos sobre una alfombrilla con algo de líquido desinfectante para evitar la fiebre aftosa, y tras ello vamos a las oficinas de aduanas, donde rellenamos unos impresos con nuestros datos personales y el alojamiento en el que estaremos, hasta que finalmente lo sellan (afortunadamente no había muchos viajeros haciendo los trámites y fueron rápidos). Lo que sí había a ambos lados de la carretera en la frontera eran muchos camiones aparcados.

Lo que no recuerdo es si tuvimos que pasar por la aduana de Zimbabwe y luego por la de Botswana, o sencillamente salimos del primero para fichar en el segundo. Como estoy elaborando este resumen de viaje con bastante tiempo de demora, es uno de esos detalles que no se han quedado en mi mente, como tampoco recuerdo si tuvimos que pagar una tasa de entrada a Botswana, pero según las notas tomadas antes del viaje existe una tasa de 30$ por persona, así que doy por hecho que allí mismo la pagamos. Ya sé, tenía que haber ido anotando todos estos detalles, y así no habría estos problemas de memoria. 



Cruzamos la frontera y continuamos el viaje por Botswana, donde hay carteles avisando que por mucha carretera que haya, no deja de ser territorio de animales, y que hay que conducir con cuidado, sobre todo por la noche. 


Nuestro transporte nos lleva hasta el aeropuerto de Kasane, ha sido como hora y media de viaje. Estamos muy cerca de la zona en la que se encuentran cuatro países: Zimbabwe, Zambia, Bostwana y Namibia (algo más alejada del resto en este área), y en la que se cruzan dos ríos, Chobe y Zambezi. 


No, no vamos a tomar ningún avión, allí nos espera el que será nuestro guía, chófer, tracker y amigo para los próximos tres días, el gran Innocent, cuyo adjetivo de gran es tanto por su tamaño (1,90 m de altura al menos, y de gran corpulencia), como por su gran sabiduría de naturaleza y animales, como por su gran impagable compañía.

Cambiamos de vehículo, pasamos las maletas y nuestros cuerpos a un descomunal 4x4 sin ventanillas, que será más nuestro alojamiento que el propio alojamiento, ya que pasaremos la mayor parte del día en él. 
Subir al coche tiene su cosa, ya que es bastante alto, y hay que encaramarse como los babuinos a él (sobre todo, si tu tamaño es como el mío, pequeño).


Nuestra primera parada en Botswana es el Parque Nacional de Chobe, y para ello pasamos por uno de los controles de entrada, Sedudu, donde Innocent hace los trámites por nosotros, que solo le esperamos en el coche o en el suelo si bajamos de él. 


En el centro hay un mapa del parque nacional, de 11.000 Km2


Y una placa conmemorativa de la creación del parque. 



En un principio seguimos transitado por una carretera convencional, bien asfaltada, y sin una curva en el horizonte, una planicie hasta el horizonte. 


Tras algo más de media hora de camino, Innocent nos avisa que se acaba lo bueno, abandonamos la carretera asfaltada y la cambiamos por un camino de tierra anaranjada en el que se avecinan baches. 


En algunos tramos la arena se ha amontonado en el centro y el coche va dando vuelcos, al igual que nosotros, que tenemos la sensación de estar en una batidora que no termina de arrancar. Estamos impactados y emocionados ante el paisaje que tenemos ante nuestros ojos, sin ver nada más que lo que podéis ver vosotros, arena y vegetación, la sensación de inmensidad es abrumadora, y de naturaleza salvaje a pesar de ir en un vehículo poderoso es lo que nos sobrecoge. 


De vez en cuando descubrimos algún pájaro, al que Innocent no le da importancia, pero nosotros sí se la damos por supuesto, no son conocidos y significan un nuevo mundo; Innocent está más pendiente de llegar al alojamiento que de nuestras caras de asombro y de nuestras exclamaciones de niños pequeños (Innocent debe lidiar con la impaciencia de los visitantes). Si bien a los pájaros no les pudimos hacer fotografías, ya tendremos tiempo, si podemos capturar a nuestros primeros impalas, ¡qué bonitos son! 


En un momento del trayecto, en la lejanía vemos el increíble río Chobe, de repente de lo que parecía una sequedad infinita pasamos a una zona acuífera de dimensiones insondables. Además nos damos cuenta que a pesar de estar en caminos en lo que parece el fin del mundo, hay mojones para la orientación, porque si lo mejor es hacer safaris con guías (más cómodos y efectivos en la búsqueda y encuentro con animales) también es posible adentrarse en el parque en nuestro propio vehículo, así que estos mojones ayudarán si el GPS nos juega una mala pasada.


Llegamos a nuestro campamento para tres días, Chobe under canvas, una apuesta aventurera de la que os contaré en la siguiente entrega. Mi fallo es que el viaje lo he realizado con sandalias, por aquello de ser un viaje en coche y así ir más fresca y cómoda, pero claro, bajamos del coche a la arena, ¡al campo!, con esa tierra que empieza a colarse en mis zapatos y entre mis dedos…me tengo que calzarme mis botas lo más rápido que pueda. 

21 de mayo de 2019

Zimbabwe - Victoria Falls - Elephant Camp

Nice to meet you Syl

La comida en el Lookout Café la hemos hecho en compañía, aunque en mesas separadas, de un matrimonio australiano super simpático, siendo hoy su último día en Victoria Falls, y al final el tiempo ha pasado muy rápido (o todos hemos sido muy lentos, hasta nuestro chófer), con lo que hay cambio de planes, y les acompañamos al aeropuerto, donde nos despedimos deseándonos todos los parabienes posibles y casi imposibles.

Desde el aeropuerto volvemos al lodge, no tenemos tiempo de pasar por nuestra tienda para refrescarnos, por lo que según llegamos nos vamos a conocer a Sylvester, un guepardo adoptado por el lodge y el equipo de Wild Horizons, que según llega donde nos encontramos, se escapa de las manos de su cuidador-guía y se queda totalmente en libertad, mal empezamos este encuentro, aunque rápidamente le vuelve a coger de la correa con tranquilidad para todos. 



En abril de 2010 un game scout de la reserva vio como una leona mataba a la madre de Sylvester y a sus cuatro hermanos recién nacidos, que no abrían todavía los ojos, pero Sylvester sobrevivió al ataque, teniendo todavía su cordón umbilical. Y así llegó el cachorro de guepardo al lodge, para ser cuidado bajo la supervisión de expertos en estos animales, y siempre en la creencia de que no sería un animal doméstico, manteniendo su espíritu salvaje en la medida de lo posible. Hay que tener en cuenta que un cachorro sin la supervisión de su madre, que es la que les enseña a vivir, a cazar, a sobrevivir, no duraría nada en la sabana.

Sylvester lo que quiere es beber agua, por eso ante la laxitud del que sujetaba su correa, se ha podido soltar fácilmente. 



Sylvester participa en actos con escuelas de niños, y en el lodge puedes sencillamente conocerle, para lo que posa cual modelo, y además puedes optar por dar un paseo con él, nosotros elegimos la primera opción, ya que si creemos que Sylvester sigue siendo en esencia un animal salvaje, con las necesidades alimenticias cubiertas, lo de pasear junto a él como si fuera un cachorro de perro no tiene sentido. Entendemos la salvación del cachorro, y hasta que una parte de él se haya reconvertido al haber sido criado por humanos, pero no podemos terminar de aceptar que sea un animal de exhibición, y eso que ¡aquí estamos!, contradicción total. 


El guepardo es un animal increíblemente elegante, creo que el más elegante, y así nos lo demuestra Sylvester, que además está atento a los ruidos cercanos o lejanos, porque estaba muy alerta… y nosotros a su lado. 


Cada uno de nosotros se pone a un lado de Sylvester para hacernos fotografías con él, pero a mí me miraba y sacaba la lengua, emitiendo además un tímido rugido, con lo que no me hacía bajar de mi creencia que esto no es un lindo gatito (el lindo gatito compañero de Piolín), y que cualquier cosa le puede incordiar (la única condición que establecieron era que nos quitáramos las gafas de sol), por lo que tendrá que reaccionar conforme a su naturaleza (normal, que esto debe ser así), y por muchos guías amigos, por mucho instrumento (un palo) que tengan para protegernos, la reacción podría ser tardía si Sylvester decide hacer un ataque (y tendría toda la razón del mundo) por modesto que este pudiera ser. No, no estoy tranquila, y mi cara en las fotografías lo demuestran (no os voy a dar la satisfacción de verme, os lo cuento pero tengo mi sentido del ridículo). 


No ha sido una sesión de fotos tranquilizadora en mi caso, mi pareja estaba feliz, pero me ha encantando conocer a Sylvester, ya que además tenemos serias dudas de que seamos afortunados y veamos un guepardo en libertad durante los safaris que tenemos en este viaje, que sería lo ideal. Nos cuentan que Sylvester no siempre está atado, que le dejan en libertad buena parte del día (en su collar lleva un gps para localizarle), y que tiene acceso a caza soltándole animales, pero que siempre vuelve, ya que con los guías tiene los cuidados, los juegos, y su protección. Sylvester no es un animal doméstico pero tampoco es salvaje, está entre los dos mundos: la naturaleza fue cruel al nacer, y los humanos lo han rescatado de una muerte segura. 


Sylvester es embajador del lodge, y su figura en metal está en una de las mesas del salón. 


La mañana siguiente fuimos testigo del paseo que realizan los guías con Sylvester por la reserva, se puede comprobar lo tranquilos y despreocupados que van junto a él, y que no llevan ningún tipo de instrumento para defenderse o controlarle, solo la simple correa.