11 de marzo de 2016

Uzbekistán - Vuelo de Tashkent a Urgench


La novia voladora

Hoy volamos a Urgench, ciudad situada a 965 km de Tashkent, y como afortunadamente tenemos sino el primero uno de los primeros vuelos de la mañana, así luego podemos aprovechar el día de visitas, hemos quedado muy temprano con Oyott, a las 5.45 h, con lo que no es hora de desayuno y tampoco hacemos el intento de tomar un café, bastante tenemos con terminar de cerrar las maletas, que en previsión de este trajín no hemos abierto nada más que las de mano en estos tres días que llevamos en el país, y ya comienza a haber algo de caos en ellas.

  
Al igual que nos pasó en la carretera en el viaje de Tashkent a Ferganá y viceversa, en el aeropuerto comenzamos pasar un control policial tras otro (¡será por seguridad!), así que llevamos los pasaportes y los billetes en la mano continuamente; la diferencia es que en carretera había kilómetros de distancia entre ellos, y aquí, en cuestión de metros los tienes todos. Antes de entrar al recinto, control; para entrar por la puerta del edificio del aeropuerto, control; en facturación, control de pasaportes; control de seguridad y líquidos (con ellos algo de descontrol en general) para acceder a la sala de embarque… estamos descontrolados con tanto control. Una sala de espera bastante ocupada a estas horas tempranas de la mañana, con nada que hacer en ella; yo hago las fotos con algo de respeto, no vaya a ser que algún policía se acerque y me lo prohíba (menos mal que las fotos digitales se borran con facilidad y confío que si no les gusta el arte fotográfico al menos este borrado les satisfaga). 



Hay máquinas donde sacar un café o bebida o algo de comida, pero solo Oyott se acerca a ellas, necesita cafetearse para terminar de abrir los ojos, y a ninguno de nosotros nos apetece ni nos tienta la curiosidad. Ahí tenemos nuestro vuelo, el último de la pantalla. 


Anuncian el embarque y todos en fila descontrolada para pasar... por supuesto ¡un nuevo control!, si es imposible que alguno de haya colado, y si lo ha hecho es un auténtico mago o la policía no es suficientemente avezada, aunque no sé si debería escribir esto. Utilizan un shuttle para llevarnos hasta el avión, de las líneas aéreas nacionales, Uzbekistan Airways, en el que los asideros llevan publicidad del país, con imágenes de monumentos del país.


El avión es un Airbus 320 y va lleno, como ya podíamos intuir en el embarque. 


Sobrevolamos Tashkent, pero no soy capaz de distinguir nada de lo conocido o por conocer desde las alturas, a lo mejor estoy en la ventanilla equivocada. 


Las alas del avión llevan los colores de la bandera de Uzbekistán


Sobrevolamos el desierto Kyzylkum, cuyo nombre significa “arena roja”, que nos recuerda vagamente al desierto de Australia, en ese maravilloso vuelo de Sydney a Ayers Rock, y en este caso, con una zona de cultivos al fondo.


Sobrevolamos el lago salado Aydar, un lago artificial creado por las canalizaciones del río Syr Darya realizadas en época soviética, que se ha ido llenando con el agua excedente del embalse de Chardaria (por un lado se seca el natural Mar de Aral, y por otra, se crean sin querer nuevos lagos, un despropósito se mire por donde se mire). 



El desierto de Kyzylkum es el undécimo desierto más grande del mundo y ocupa territorio en Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán, con casi 300.000 kilómetros cuadrados. No sé lo que vemos desde el avión, por un lado restos de alguna población o fábrica, y por otro, parecen restos de alguna explotación, campos de cultivo o incluso de fortalezas del desierto, ya que en esta región desértica del Khorezm se han encontrado ruinas de civilizaciones que se desarrollaron en los alrededores del delta del Amur Darya, pero estamos lejos de este río, así que no lo creo... menos mal que siempre nos quedan los alienígenas para darles el mérito ante nuestro desconocimiento. 


Con sorpresa nos encontramos que tenemos desayuno incluido, un bocadillo de queso, una bebida y una toallita para limpiarnos las manos. Todo un detalle en desuso en algunas compañías. Podríamos debatir sobre la calidad, pero no sé lo que tiene el avión que al final aunque esté pésimo le acabas hincando el diente.


Siempre que sobrevolamos un desierto se desata la imaginación espacial, estamos llegando a la Luna, a Marte o a un planeta aún por descubrir, los alienígenas siguen con nosotros. 




Viendo las fotografías hasta me pregunto si no habré fotografiado lo que no debo… ¡no se para la imaginación!, aunque sí que me gustaría saber si corresponde a alguna población en concreto. 


Con el agua del río llega la vegetación, los oasis del desierto. 


Los canales del río Amur Darya, canales de irrigación hacia el valle de Ferganá que han desecado el Mar de Aral (espeluznante el trabajo, espeluznante la idea, espeluznante el resultado). 


Sobrevolamos Urgench, la capital del Khorezm uzbeco, creada tras la desviación del curso del Amur Darya en el siglo XVI ya que la antigua Urgench se quedó sin agua en medio del desierto, y ahora pertenece a Turkmenistán, a 150 km al noroeste. 



El río Amur Darya, rompiendo la aridez del desierto y extendiendo un manto verde. 


Comenzamos el aterrizaje, tras aproximadamente una hora de vuelo, divisando unas casas muy parecidas en altura y tipo de construcción. 


Aterrizamos y del avión salimos a pista y caminamos por la pista, ya que solo tiene una y un tráfico aéreo sin agobios.




A pesar de la creencia de que este aeropuerto no recibía vuelos internacionales, parece que si los recibe, pero no creo que de todas las compañías, Rusia debe tener esta exclusiva, los lazos no se han perdido con la independencia, y en pista un avión de la compañía S7, PSJC Siberian Airlines, la segunda compañía de Rusia tras Aeroflot. Desde luego que ese verde lima llama la atención. 


Cuando embarcamos nos llamó la atención una pasajera que portaba un vestido de novia con sumo cuidado, y nos preguntábamos como llegaría el vestido, porque no se veía precisamente sencillo, era un gran bulto que presagiaba un gran vestido, pero la sorpresa fue cuando estábamos esperando la maleta en la cinta de equipajes, allí llegó la novia, ¡vestida!, ¿Dónde se ha cambiado?, no ha tenido tiempo de entrar en el baño del aeropuerto, así que lo ha tenido que hacer en el avión, y habrá sido en el baño, en el que novia y vestido no entran -sin riesgo de sufrir algún percance alguno de los dos-, así que supongo que habrá contado con la colaboración de las azafatas para hacerle un corrillo, dejar la puerta del baño abierta, correr cortina y taparla de las miradas indiscretas. ¡Vivan los novios!


Un detalle del control que tienen, y que no nos parece nada mal, es que un policía comprueba que el ticket de la maleta facturada coincide con el ticket que llevábamos en nuestro billete, así nadie se podría llevar nada que no fuera suyo. Claro, que esto en un aeropuerto internacional de tráfico inmenso podría significar colas infinitas.