5 de junio de 2017

España - Madrid - Restaurante Tandem



Para dos (hablando de bicis)

En esta vorágine gastronómica que afortunadamente estamos viviendo -¡maldito masterchef!, ¡maldito top chef!, que nos están afilando los colmillos, ¡bendito masterchef!, ¡bendito top chef!, que nos están ampliando las sensaciones y motivaciones-, hoy nos toca probar el restaurante Tandem, una filial del exitoso Triciclo, pero aquí no tuvimos la suerte de encontrar mesa. 




Ambos restaurantes están dirigidos por tres chefs: Javier Mayor, David Alfonso y Javier Goya. 




El local no es excesivamente grande, y afortunadamente nos dan a elegir entre una mesa baja, con más estrechez y “apelotonamiento”, o una mesa alta con taburetes junto a la ventana; no hay color, bueno sí, el de la luz natural, lo segundo sin dudarlo. 





Para beber, un tinto De Muerte, de Yecla, mitad uva monestrell, mitad uva syrah, que resulta bueno para el picoteo que pensamos hacer, aunque lo mejor es la bonita botella, como muy mexicana, recuerda a las imágenes de La Catrina. 


De aperitivo unas perfectas aceitunas gordales aliñadas, de las que tintan los dedos al cogerlas, por lo que terminas chupándolos sí o sí. 




Pedimos varios platos para compartir, y no los pedimos todos porque hubiéramos sido incapaces de comerlos, pero la verdad es que tuvimos que ir haciendo descartes de la carta hasta llegar a un consenso. 


Un buen surtido de pan. 




Comenzamos con unas ricas croquetas de cocido, ¡ay ese cocido, que bien aprovechado está!




Las bravas de Tándem, unas patatas en gajos en lugar de en trozos, con la salsa separada: por una parte, la clásica mayonesa, y por otra, una salsa picante, que yo diría se asemejaba algo a la coreana salsa de gochujang. Muy ricas, sobre todo por las salsas, las patatas llegaron algo templadas de temperatura. 




Ensaladilla rusa con sashimi de atún rojo, muy rica, quizás un exceso de decoración vegetal, pero con apartarlo es suficiente. 




Ceviche nikkei, creo que se trataba de corvina, aliñada con ponzu de yuzu y granizado de rocoto. Al final estos nombres serán para nosotros como el ajo y la cebolla, de lo más normal. Un potente y siempre refrescante sabor, y una bonita presentación. 




Bocadillo chino, un pan al vapor (en boga está el pan bao y sus bocadillos, por lo que merecerá la pena hacer una excursión para descubrirlos por Madrid) con costilla de cerdo, pepino, cebolleta y hierbas. Espectacular, y menos mal que pusieron dos, uno para cada uno, porque si no nos acabamos pegando por él…upps. Si todo estaba muy rico hasta el momento, este plato nos encantó. 




Terminamos con una carrillera de ternera al curry rojo, acompañada de arroz integral (tenía yo la errónea creencia que este arroz era oscuro, pero este debe ser el que llaman salvaje). Un fuerte sabor para rematar. 




En lugar de pedir otro plato más, nos decidimos por un postre individual con derecho a meter la cuchara en el otro. Una tarta de queso, más ligera de lo que aparentemente parece ser. 




Y un riquísimo tiramisú de té verde (deberíamos intentar hacerlo en casa). 




Un buen café para terminar la buena comida. 




Y a pagar, acto que cuando has comido tan bien (tanto en calidad como en servicio, a pesar de estar el local lleno y tener sus pequeñas lagunas temporales), se realiza contento.