25 de enero de 2011

Vietnam - Saigón (1) Museo de Vestigios de la Guerra

Hi Ho! El dolor de una guerra

En un primer momento teníamos el vuelo a las ¡¡6 de la mañana!!, pero supongo que se lo pensaron mejor y nos lo cambiaron a las 8 h, así que Hieu nos recoge a las 6.30 h, la hora más temprana de este tour. 

Habíamos pedido el desayuno en la habitación pensando que lo podríamos tener, pero en ningún momento llegó, tampoco lo reclamamos, el estómago lo teníamos cerrado, y al llegar a hacer el check-out en el hotel nos plantan una bolsa con el desayuno, tenemos picnic:  dos sándwiches vegetales de pavo, manzana, plátano, yogur y agua. Luego en el aeropuerto vimos más gente con las bolsas y desayunando o dejándolas en los cubos de basura.

Hieu nos ayuda a facturar las maletas y nos despedimos de él, le agradecemos su paciencia y su buena labor, ha sido un buen cómplice para nosotros. No recuerdo en qué momento, sería ayer en My Son, que le pregunté si él vendría a Saigón, y la respuesta clara es no, él trabaja en la zona central, que en ocasiones hay clientes que lo solicitan para todo el viaje, y la verdad es que visto el resultado con él no hubiera estado mal aunque de esta manera no hubiéramos conocido a ….ya llegaremos.

Desde la pista vemos los hangares que dejaron los norteamericanos, la pena es no haber tenido la oportunidad de fotografiar la larga pista que también dejaron y ahora utilizan los aviones comerciales.

Durante el vuelo nos dan agua, toallitas humedecidas y caramelos, vamos igual que en Iberia o las low cost por todos conocidos in situ o de referencias.

Nos despedimos de Danang, de su bahía, con la sensación que esta parte central ha sido maravillosa descubrirla, y con un día más en esta parte hubiéramos podido entrar en la llamada Zona Desmilitarizada, el famoso Paralelo 17, que es más historia lo que ofrece que lugares u objetos importantes (chatarra de recuerdo), pero es que esta historia es mucha historia, aunque la conoceremos de otra manera.




 
Y en un suspiro, siempre son vuelos cortos, no llegan a una hora, sobrevolamos Ho Chi Minh City (HCMC) o Saigón, que es más bonito el nombre francés, y sus alrededores, la  otrora capital de Vietnam del Sur. En julio de 1976 la capitalidad fue para Hanoi, la que había sido capital de Vietnam del Norte. 

En el aeropuerto nos espera Tram (pronunciado más o menos cham), una señora pequeñita, más mayor que nuestros jóvenes guías anteriores, con prisa para entrar en el coche por el calor que hace.

Como es temprano y no nos podemos registrar en el hotel, nos vamos directamente a comenzar con las visitas. Saigón nos sorprende, parece que hemos cambiado de país, no tiene nada que ver con el resto, aquí se encuentra la modernidad, la ciudad que quiere crecer y parecerse a sus vecinas desarrolladas asiáticas, y es la ciudad que dejó de crecer por el comunismo y que ha vuelto a renacer de sus cenizas con fuerza.

Es lo suficientemente grande como para no plantearnos el conocerla a pie como Hanoi, y además no tendremos tantos días libres como allí sino momentos sacados de las tardes, con lo que tendremos que aprovechar bien nuestros tiempos. 

Impresiona el número de motos, a más habitantes mayor número de estas, pero aquí se respetan los semáforos, en un 90% o más, con lo que circular y andar por la ciudad es más fácil, aunque pueda parecer lo contrario.

Primera visita: el Museo de Vestigios de la Guerra (Bao Tang Cheng Thich Chien Tranh), alojado irónicamente en la antigua sede del Servicio de Información de Estados Unidos.


En el exterior de su fachada una declaración de intenciones. 

 
Para comenzar a andar por este museo creo que nada mejor que un vídeo de la gran película  Apocalypse Now (ya os dije que el cine viaja con nosotros, aunque más justo sería decir que nosotros viajamos con el cine), tanto por las imágenes como por la música que acompaña, con la que podemos hacer la visita al museo. Fue una de las películas que nos contó la guerra que nadie nos había contado, después de ellas muchas más, pero ésta marcó a una generación, y sigue siendo una referencia cinematográfica.


Apoyadas sobre el muro exterior una colección de bombas y demás artilugios explosivos, que ya por sí mismas impresionan y hasta duelen, y es que la guerra es eso, dolor y muerte. 

Antes el museo se llamaba Museo de Crímenes de Guerra Americanos, pero le han cambiado el nombre, yo supongo que para no entorpecer las inversiones norteamericanas en el país ahora que éste se abre al exterior.

El museo está dividido en varias secciones: Verdades históricas, Réquiem, Vestigios de los crímenes de guerra, sistema de prisiones y una colección de fotos de dos reporteros japoneses.

Para comenzar nada mejor que un artículo de la Declaración de Independencia….de EEUU (toma golpe dialéctico directo).


En el museo hay de todo, principalmente está formado por una colección de fotos del desarrollo de la guerra, y sobre todo basado en las atrocidades de la misma, cometidas por los norteamericanos, y que ponen los pelos de punta. Cazadores exhibiendo sus presas, sin palabras.

 
En vitrinas hay armamento, minas, granadas, fusiles…supongo que para ojos militares significan algo más que para nosotros, que todo esto no se ve y se siente como turista sino como persona. 

En un pared un mapa con fotos a su alrededor, que alberga una de esas historias que NUNCA se tenían que haber producido.


El 16 de marzo de 1968 tres compañías de infantería americanas, pertenecientes a la llamada Fuerza Especial Baker, en su búsqueda de guerrilleros vietnamitas violaron, torturaron y asesinaron a 504 civiles desarmados, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. 

Después de haber bombardeado la zona, la compañía Charlie al mando del capitán Ernest Medina llego a Son My, considerado como un bastión del Vietcong, donde no fueron atacados en ningún momento.

Los hombres del teniente William Calley, de la 1ª Sección, según avanzaban iban disparando, cargaban con bayonetas contra los que huían, lanzaban granadas de mano dentro de las casas, mataban al ganado, quemaban las casas…Reunieron a más de 100 campesinos desarmados y en la cuneta los acribillaron con ametralladoras, incluyendo a bebés.

La 2º sección al mando del teniente Stephen Brooks y la 3ª sección al mando del teniente Jeffrey La Cross cometían parecidos crímenes en aldeas cercanas.

Mientras tenían lugar estas masacres, algunos soldados violaban a mujeres y niñas, por grupos, como animales salvajes.

La Compañía Bravo a solo dos kilómetros realizaba idénticas matanzas, acribillando a los que intentaban huir por la playa.

A medida que avanzaba la mañana aquello tenía que ser el horror total, la degeneración humana completa, los helicópteros buscaban nuevas víctimas para continuar la barbarie. 

Mujeres, niños y bebés eran utilizados como blancos por los soldados, otros eran torturados lentamente con el machete de asalto, para que murieran despacio y con infinito dolor.

Al final, 504 muertos, entre ellos 182 mujeres, 17 de ellas embarazadas, 173 niños y 37 hombres mayores de 60 años.

Cuentan que un soldado norteamericano se disparó en el pie para huir de esta masacre carnicera, y que tanto él como dos pilotos de helicóptero hoy son considerados hombres distinguidos en Vietnam, por que incumplieron la orden de silenciar lo ocurrido y lo contaron, el peso de sus conciencias pudo más que el miedo y la cobardía a la repulsión pública.

Su relato fue acompañado por fotos tomadas por un reportero de guerra, y fue el punto de inflexión donde la sociedad americana reaccionó con indignación y furia contra su Gobierno y su Ejército. Al tiempo también tuvo un efecto devastador sobre la moral militar, y por supuesto no era la mejor manera de demostrar al resto del mundo que en Vietnam se luchaba en nombre del pueblo vietnamita.

A diferencia de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, que volvían a casa con honores y desfiles, a los que volvían de Vietnam les hacían el vacío y les llamaba asesinos de bebés.

Pero en el ejército norteamericano a pesar de todo se llevó a cabo una maniobra de encubrimiento que al cabo del tiempo llevó a varias investigaciones. Se declaró responsable al teniente Calley, se le formó consejo de guerra y fue declarado culpable de asesinato de 22 civiles desarmados. Fue sentenciado a cadena perpetua en 1971 y pasó tres años bajo arresto domiciliario. Se le concedió la libertad condicional en 1974.

Yo solo os cuento la historia, cada uno que haga las valoraciones oportunas, solo puedo deciros que esta historia es de las que hacen nudo en el alma, un nudo imposible de deshacer, y de la que el hombre no aprende, por mucho que sea el horror que se vive no se puede combatir con más horror y crueldad.

No hicimos fotos de las fotos pero aquí las tenéis si estáis interesados, My Lai

Otra de las paredes está dedicada al efecto devastador de los agentes químicos, con un desglose de los utilizados durante la guerra. Con fotos de paisajes de antes y de después de estos agentes.


Una pared completa llena de fotografías con personas que sufrieron directamente los efectos de estas armas químicas, o que genéticamente han sido afectados. Aquí no pude más, y me puse a llorar, no podía mirar. Incluso hay dos botes, no llegue a fijarme en ellos con detenimiento, con cuerpos de bebés deformes. Tram al verme me mira con cara asustada, reacciona y nos lleva hacia otro lado. Le explico que no puedo verlo, que es demasiado doloroso, pero que entiendo que es importante dar a conocer los hechos como ocurrieron, y que es la única manera, porque las palabras pueden ofrecer dudas pero las imágenes ahí perduran, con toda su crudeza. 
El napalm nos lleva de nuevo a Apocalypse Now: "I love the smell of nalpalm in the morning..."


En la sala una escultura conmovedora y muy dura, realizada con metralla, su título, Tuong Ba Me, Madre.


El museo es fácil de recorrer y entender porque todos los carteles están en vietnamita y en inglés.


Hay fotos reales que se podrían confundir con películas, que son las que nos acercaron a esta historia que a una generación nos ocultaron o nos contaron a medias o no nos contaron la verdad. 



Cuadros explicativos del desarrollo de la guerra en números, que no por ser cifras dejan indiferente.


Una foto que nos lleva a otra historia y al ya mencionado paralelo 17 y a la Zona Desmilitarizada (DMZ), que a pesar de su nombre fue de los sectores más castigados con bombas por los norteamericanos, ya que era incapaz de cortar el suministro de armas del Vietcong a través de la llamada Senda Ho Chi Minh (que partía de Laos o Camboya y a pie se transportaban por campesinos y civiles durante miles de kilómetros armas desmontadas).

La impotencia de los americanos les llevó a crear una alambrada electrificada, llamada Línea McNamara por el secretario de defensa (a la derecha en la foto de la derecha) en aquellos momentos, que cubría desde el litoral hasta el Mekong. Los astutos vietnamitas engañaban a los detectores con ruidos de motores grabados y provocaban bombardeos sin ninguna efectividad, y la línea fue abandonada.


El paralelo 17  se estableció como una línea divisoria entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur en espera de las elecciones que se tenían que celebrar en 1956 para reunificar el país. Las elecciones no llegaron a celebrarse y la zona fue escenario de las más duras batallas de la guerra.

En septiembre de 1967 el ejército de Vietnam del Norte cruzó la DMZ y rodeó la base de Con Thien, que formaba parte de la línea McNamara. EEUU respondió con nada menos que 4.000 misiones de bombardeo, lanzando más de 40.000 toneladas de bombas, llegando a allanar la ondulación del terreno. La batalla consiguió distraer la atención del ejército norteamericano de las ciudades de Vietnam del Sur, una estrategia previa a la ofensiva del Tet.

La base de operaciones de Khe Sanh acogió a 10.000 soldados norteamericanos, siendo una de las mayores bases en la DMZ. En 1968 el general Westmoreland (en la foto detrás de McNamara) empezó a acumular tropas en la base para forzar al ejército norvietnamita a un enfrentamiento directo, que el general Vo Nguyen Giap aceptó, pero en un doble juego utilizó el lugar de enero a abril de 1968 para distraer la atención de la ofensiva del Tet.

El presidente Johnson llegó incluso a pedir una maqueta de Khe Sanh y pidió por escrito la garantía de los jefes de Estado que la base resistiría el ataque.

Westomoreland se centró en Khe Sanh distraído por los ataques de los norvietnamitas, creyendo que esto era la ofensiva del Tet y desatendíó el sur del país, que era el objetivo primordial. Los norteamericanos se tuvieron que retirar y antes de marcharse enterraron, recogieron o destruyeron el material militar para que no quedara constancia de su derrota, pero aún así en la DMZ hay restos de armas y personas, a las que todavía sus familiares buscan.

“Cuando muera no iré al infierno, porque ya lo he visitado en Khe Sanh” era una frase mencionada entre los soldados norteamericanos.

Uno de los Pinochos más grande de la historia norteamericana y mundial.


Una foto que habla por sí misma, como muchas en este museo. 

 
Y una foto que necesita explicación: las botas corresponden a soldados del ejército del sur que habiendo perdido la guerra intentan huir y para ello se desprenden de todo lo que les relacione con su ejército, las botas eran una prueba más que evidente, con lo que los norvietnamitas no los pueden identificar.


El 30 de abril de 1975 el embajador norteamericano Graham Martin huyó de Vietnam.

 
Fotografías de los cráteres producidos por las bombas en los alrededores de Saigón.


En el segundo piso aparte de muchas más fotografías y pinturas, hay una exposición con las reacciones de los países a la guerra, con manifestaciones en muchos países, desde la propia USA hasta Cuba o Italia. 

De nuevo Apocalypse Now.


Una foto impacta pero la otra aterroriza, la mirada de la madre lo dice todo.


 
Todavía hay cientos de desaparecidos por los dos bandos, y los familiares de los americanos siguen buscándolos.


Hay más fotos, más historias, más tragedias, pero también un agradecimiento, a todos aquellos que hicieron posible que esta guerra no se quedara en las mentiras y saliera a la luz con toda su crudeza.

 
En la parte exterior hay reproducciones de celdas de la isla de Con Son, donde eran confinados los norvietnamitas, los revolucionarios anticolonialistas y los comunistas, primero en época francesa y posteriormente con los americanos.

Las más famosas eran las llamadas jaulas de tigre, que según lo que entendí eran de diferentes modos, podían ser en la tierra con alambres de espino a su alrededor o con el techo enrejado por el que podían vigilar a los prisioneros (esto si suena a las películas)

Directamente dentro del alambre de espino, una tortura completa

 
O sencillamente jaulas estrechas.

 
O las celdas que vimos también en la prisión de Hoa Lo en Hanoi, donde en la temporada de calor metían de 4 a 15 presos, dependiendo del tamaño (a mayor tamaño mayor número y mayor asfixia), y en la temporada de frío solo de 2 a 3 sujetos por los pies para que no pudieran moverse y no pudieran darse calor humano.

Para las mujeres existían las celdas llamadas “horno”, que eran pequeñas y calurosas, y para poder respirar se tenían que turnar para asomar su cabeza entre las maderas.

 
En el exterior del museo, justo a la entrada se encuentran aviones, tanques y demás armamento abandonado por los EEUU en su huida.


Por supuesto no pueden faltar los tanques y los helicópteros, entre ellos el famoso Huey o UH-1.

 
Estados Unidos gastó en la guerra 130 billones de dólares y abandonó en Vietnam materiales por valor de varios billones más, esto solo en el aspecto material,  ¿cómo medir el impacto en la moral de un ejército y una nación?


La sensación que me dejó este museo, aparte de la impotencia y la tristeza ante la maldad del ser humano, es que no está realizado realmente desde la paz como intentan vender, no es con paz con el sentimiento que sales de él, a diferencia del de Hiroshima, que si creo que lo ha logrado. Supongo que el lapso de años entre una guerra y otra marca la diferencia, y otra claramente es que en Hiroshima se trataba de dos bombas destructoras y en Vietnam de años de torturas y masacres, pero creo y confío en que puedan poco a poco hacer de este museo de guerra un museo de paz y que el mundo, las personas, sean capaces de evitar estas barbaridades, aunque por desgracia en la acutalidad tenemos más de lo mismo. Quizás la visión de la paz se consiga en el museo cuando cuenten todas las historias, incluidas las propias, de asesinatos y crímenes, no contra los soldados americanos sino contra su propia gente, por estar de un lado o sencillamente no estar de ninguno.

También creo que es una visita primordial en Saigón, es historia a conocer, aunque visto el mundo en el que vivimos el hombre es el animal que tropieza continuamente con las mismas piedras, y la más dura de todas siempre es su corazón. 

Una canción de la Creedance Clearwater Revival, Fortunate Son, en la que se critica que no son los hijos de los senadores, los millonarios, de los militares de élite, los que mueren en Vietnam, sino los de la clase trabajadora, que no tienen la posibilidad de encontrar una excusa para evitar la guerra (leáse por ejemplo un tal George Bush Jr).