8 de mayo de 2018

Myanmar - De Sagaing a Inwa

Coche, bote y carreta

Las visitas de la mañana terminan con nuestro paso por Hsinmyashin Paya Paya, y en Sagaing comemos en restaurante de un hotel, lugar que en principio no nos esperábamos, teníamos en mente que sería algo más propiamente birmano y más "casero". 


En el comedor las mesas son amplias, para al menos ocho comensales, así que nos sentamos en una de ellas, que están preparadas con un plato giratorio en el centro, para poder compartir los platos con tranquilidad y con algo de jolgorio. 



Tienen una amplia carta seccionada por productos con diferentes elaboraciones, y en inglés, por lo que es fácil entender que pedir. 


Los dos nos decantamos por noodles -será nuestra alternativa al curry a partir de ahora-, uno solo con verduras y otro además con pollo. Un plato contundente en cantidad y bueno de sabor, con lo que comimos muy bien. Acompañado por una botella de cerveza birmana (que bueno es lo de no conducir) y otra de agua. 11.000 kyats (3.500 y 4.000 por plato, 3.000 por cerveza, 500 por agua; unos 7€). 



Lo poco que vimos de las calles en Sagaing nos hace ver que siguen la tónica casi general de todas las poblaciones, difíciles para caminar por ellas ya que no hay aceras, hay montones de tierra, coches aparcados, tiendas que dificultan el paso, y arena o barro si ha llovido. 


Volvemos a cruzar el puente Yadanabon sobre el río Irrawaddy. 


Paramos en un embarcadero del río para ir a nuestro próximo destino de visita, la antigua ciudad de Inwa (rebautizada Ava por los británicos, y como mayoritariamente es conocida) ya que aunque se puede llegar en coche, el rodeo que se tiene que dar es demasiado grande, y así aparte de ser más rápido, se navega y se tienen bonitas vistas y sensaciones.

Antes de embarcar somos asediados por una legión de vendedoras artículos en mano, y finalmente caigo comprando un sombrero que vale como tal y en teoría como abanico, pero esta segunda función no es tan buena como la primera y principal. 





El sonido del bote en el que navegamos nos recuerda nuestra navegación en el rio Mekong en Vietnam, que tantas buenas emociones nos despertaron, tantas imágenes nos ofreció y tantos recuerdos nos dejó. 

A la llegada al embarcadero de Inwa, otra legión de vendedoras principalmente, que también hay algún chico, nos espera para seguirnos durante una parte del camino intentando vender sus productos; además mi sombrero nuevo me delata como compradora, con lo que puedo ser considerada presa fácil con otro artículo. 


Inwa, que significa “boca del lago”, se encuentra a unos 16 km al sur de Mandalay, situada en una especie de isla entre los ríos Irrawaddy y Myitnge, limitada al sur además por un canal de este último, y por eso hemos llegado en bote como medio más rápido. Inwa fue capital del reino birmano casi 400 años, de 1364 a 1752, con una continuidad más larga que ninguna otra ciudad, y posteriormente también lo fue de 1764 a 1783 y de 1823 a 1841, nombrada por el rey Bagydaw, hasta que tras el terremoto de 1830 la ciudad fue arrasada por un terremoto que destruyó la mayor parte de sus edificios.

El nombre pali de Inwa era Ratmapura, “la ciudad de las gemas”. Cuando los británicos ocuparon el sur de Myanmar, después de la Segunda Guerra Anglobirmana, gran parte del norte del país era conocido como el reino de Ava.

Lo primero es contratar el medio de transporte con el que nos moveremos, y este no es otro que un coche de caballos, que a priori parece un poco pintoresco, tanto por él mismo como por la bonita decoración de las carretas. Por supuesto Myo es el que realiza esta labor, tras lo cual subimos al mismo. 


La verdad es que el camino parece más una romería que se pone en marcha en dirección a un santuario, dado el tráfico de turistas y carretas. 


Yo voy sentada junto al conductor, a su lado izquierdo, y me tengo que agarrar con fuerza para no salir despedida o para no volcarme sobre él, acto que no creo que le gustara demasiado, aunque estoy segura que le habrá pasado en más de una ocasión. Es divertido aunque un poco agotador. 



Cuando en el camino hay una cuesta el conductor azuza al caballo (que penita me da) para que pueda afrontarla con fuerza y con todo el peso del que está tirando. 


El paisaje que nos rodea nos parece espectacular, donde se mezclan los campos de cultivo con la vegetación y las estupas, y a pesar del trajín de los coches de caballos se siente una inmensa tranquilidad contagiosa. 





Pasamos junto a un complejo antiguo de pagodas de ladrillo que nos llama la atención, Daw Gyan Paya, pero no paramos, aunque nosotros mostramos nuestra admiración con palabras de alabanza. 


Creo que parte del encanto que mantiene esta ciudad es el que no circulen coches por ella, y así debería ser para no masificarla más de lo que ya está; la solución sería tan fácil como construir un pequeño puente que cruzara el afluente del río Irrawaddy, el río Myitnge, pero también supongo que no está en los planes a corto o medio plazo, Myanmar tiene otros aspectos a ir mejorando y este no debe ser prioritario. Yo voto por los coches de caballos y el mantenimiento de estos puestos de trabajo, pero con unas condiciones adecuadas para los animales siempre.

El recorrido que vamos a realizar se puede hacer a pie -pero no hacerlo en el coche de caballos es perderse una experiencia más-, que cuenta con la ventaja de poder tomar caminos alternativos, pasar por lugares y monumentos no tan transitados, ya que como he mencionado hay muchas estupas, muchas de ellas algo escondidas entre la vegetación. Por un momento pensé en hacer el camino de salida andando, pero una vez allí decidí que mejor no: el calor, el polvo, los excrementos, el tráfico de carretas, no era lo más indicado, y si nosotros nos adentrábamos por los caminos posiblemente nos quedaríamos atrapados en ellos sin remisión, porque nos pierde hacer estas cosas y perdernos con rumbo pero sin ruta, dejándonos llevar por lo que surge en el camino, así que asumimos que no veremos todo lo que esta increíble ciudad ofrece. Para aquellos interesados en caminar, lo mejor es hacerlo en la temporada que no haga mucho calor, ir provistos de agua, y sobre todo de tiempo, y si es necesario pasar el día en este histórica y sorprendente ciudad para exprimirla y disfrutarla bien y con calma.

En la ciudad hay un museo por si alguien está interesado en visitarle, pero no puedo decir nada de su interior, si es lo suficientemente interesante o es una recopilación menor. 


Nuestra primera visión de esta ciudad al trote nos ha encandilado y estamos ansiosos de conocerla todo lo que podamos.