Después de la gratificante visita a Yadana Hsemee Paya
volvemos a montar en nuestra carreta y continuamos el trote, digo el paseo, por Inwa, y los niños que pueblan 
por sus calles (más bien caminos de tierra) nos muestran que no es una ciudad 
palaciega abandonada, sino que está llena de vida, como también lo 
demuestran sus campos de cultivo. 
Atravesamos las antiguas murallas que protegían el palacio real de Inwa y fue una bonita experiencia ya que al hacerlo en la carreta le aporta su punto curioso y del pasado. Creo que se trata de la puerta Gaung Say Daga (puerta del lavado de cabello porque los reyes acudían a este lugar a comprar productos para este acto -ya sé, suena muy raro-).
Atravesamos
 campos  de cultivos, donde de vez en cuando asoma una estupa, por 
caminos estrechos, de modo que andar por ellos me parece complicado, a 
no ser que te metas en el campo para no ser atropellado por las carretas y para no tragar el polvo que su paso provoca. 
Myo
 está decidido a sorprendernos (había visto el mapa donde tenía señalados 
varios lugares), o bien es la ruta de nuestro cochero que no se sale de 
ella, el caso es que paramos en otro lugar de Inwa que no estaba 
incluido en el planning, y al que yo tenía echado el ojo, Nanmyin, la 
torre vigía de 27 m de altura, lo único que queda del palacio construido
 en 1822 por el rey Bagyidaw. 
El terremoto
 de 1838 derribó la parte superior, siendo reconstruida posteriormente, pero la parte 
inferior ha quedado muy dañada, y aunque antes se permitía subir a la 
torre, ahora su paso está cortado. Nuestra intención 
era subir, pero viendo 
la inclinación y los pilares con grietas creo sinceramente que no lo 
hubiéramos hecho finalmente aunque no hubiera estado vetado el acceso. 
Por regla general, junto a la entrada de cada 
monumento hay una fila de puestos de venta de artículos 
varios, además de personas con ellas en las manos; lo más doloroso es 
ver a niños con dibujos (supuestamente realizados por ellos) para
 venderlos, y sabes que comprarlos no es lo bueno, pero a lo mejor 
representa el vaso de leche de la noche…está claro que se haga lo que se
 haga nunca será lo acertado, pero creemos que los donativos a 
asociaciones u ongs serán más efectivos y posiblemente permitan la escolarización de estos niños y no su "trabajo" de vendedores. 
Ni los monjes se libran del consumismo aunque se trate de artículos creyentes. 
















