12 de mayo de 2013

España - Las Tablas de Daimiel, Daimiel (Ciudad Real)



El milagro del agua

En La Mancha teníamos desde hace mucho tiempo una asignatura pendiente, y viendo las noticias decidimos que ya era hora de aprobarla, así que hicimos una escapada de ida y vuelta en el día a Las Tablas de Daimiel, situadas en los términos municipales de las localidades de Daimiel y Villarrubia de los Ojos, en la provincia de Ciudad Real. La superficie que ocupan ronda las 1.800 Has y las lluvias de este año la han favorecido de forma increíble. 

El humedal conocido como Las Tablas de Daimiel fue declarado Parque Nacional en el año 1973 y Reserva de la Biosfera en el 1981. Con su declaración como Parque Nacional se dio un gran paso en la conservación de uno de los ecosistemas más valiosos de nuestro planeta, asegurando así, la supervivencia de la avifauna que utiliza estas zonas como área de invernada, mancada y nidificación.

Es el último representante de un ecosistema denominado tablas fluviales, en particular Las Tablas de Daimiel se forman por la confluencia de dos ríos de distinta naturaleza, el Guadiana, de aguas dulces y carácter permanente y el Gigüela, de aguas saladas y carácter estacional. Ambos ríos al situarse en una suave depresión de terreno y sobre roca caliza (que facilita el encharcamiento) da lugar a una laguna fluvial inundada con aportes de agua subterránea, procedentes de la descarga del acuífero en la Llanura Manchega.

La vida en Las Tablas comienza de forma sencilla: el Gigüela inunda la Llanura durante el invierno, mientras que el Guadiana aporta agua procedente del Acuífero 23 durante todo el año, desde los Ojos del Guadiana (afloramientos de agua subterránea de dicho río; se encuentran situados a unos 12 Km aguas arriba de Las Tablas), que hasta el momento se habían considerado como el nacimiento del río aunque estudiar la naturaleza hace cambiar los libros sobre ella.

El denominado Acuífero 23 se extiende a lo largo de unos 5000 Km. Las Tablas han sido receptoras de sus aguas hasta la década de los años 70, cuando el impulso desarrollista de la comarca transformó los tradicionales cultivos de secano a regadío. Esta transformación en el sistema de regadío ha ocasionado que los niveles hídricos del Parque desciendan, así la superficie inundada ha sido decreciente y variable durante los últimos años.

No elegimos el mejor día, había salido con previsión de lluvia, de la que viene tan bien a Las Tablas, pero no tanto a visitarlas. A la entrada hay una caseta de información sobre la zona, principalmente de Daimiel, y un poco más adentro, otra de información del parque, donde se puede tomar un plano del parque.

Se pueden realizar varios recorridos por el parque, eligiendo nosotros el más típico, uno circular que recibe el nombre de la Isla del Pan.


Al iniciar el recorrido los juncos del humedal ya están muy secos, y por esta zona el agua no es desbordante...todavía. 


Tomamos un desvío del camino principal hacia una laguna de aclimatación de aves, desde una cabaña de madera con puestos de observación se las puede ver sin molestar mientras hacen precisamente una aclimatación al entorno para vivir en él. 


La laguna está cerrada por su parte superior por una malla metálica, porque la naturaleza es sabia y libre. 


El día tampoco nos acompañará favorablemente para ver mucha fauna, ni siquiera en esta laguna, aunque algunas aves sí asomaron sus picos y nos hicieron alguna acrobacia, como podéis ver natación desincronizada o ¿sincronizada de vigilancia?



Dentro de la cabaña hay un panel informativo con las aves que habitan Las Tablas, de modo que se puedan reconocer en el momento de verlas, o en casa al repasar las fotos. 


Volvemos al sendero, mientras el cielo cada vez se oscurece más y más, presagiando una carrera si decide soltar su carga de agua, agua que poco a poco se va haciendo más extensa en el humedal. 


El camino pasa por el agua y para ello han habilitado unas pasarelas de madera. 

 


Hay algunos cruces en las pasarelas, pero no son caminos alternativos, son pequeños miradores, aparte de para observar la inmensidad del humedal supongo que también para observar las aves, pero hoy ni ellas están por la labor de aparecer. 


El paisaje no sólo son los juncos secos del humedal, también hay zonas de un verde intenso con alguna floración. 


No todo el camino es por las tablas sobre el agua, hay zonas en las que se camina sobre tierra, hoy más bien barro, que son pequeñas islas, pasando de una a otra caminando sobre las aguas, con un paisaje realmente asombroso, estamos sobrecogidos por la belleza, simple belleza, del entorno.




La isla más grande del parque es la Isla del Pan, de la que toma nombre el recorrido que estamos realizando. 



En la isla hay dos elementos, el primero es la reconstrucción de una casilla de los pescadores y recolectores de fibras vegetales en Las Tablas, que eran construidas con piedra caliza y carrizo para el tejado. En esta vivió Bautista García Consuegra y su familia, pescador que se convirtió en el primer guarda forestal del parque. En el entorno de Las Tablas llegaron a vivir 350 familias, principalmente de la pesca de cangrejos y sobre todo con respeto al humedal. 


El otro elemento es un mirador en la parte más elevada de terreno, desde el que se obtiene no una mejor vista pero sí se tiene una mirada más amplia sobre el terreno que ocupa el parque.




En el interior del mirador se cuenta un poco la formación de Las Tablas y sobre todo el riesgo que corrieron de desaparecer por el uso agrícola de regadío, y no de secano, que se le dio al terreno, utilizando el agua del acuífero 23 y llegando a casi desaparecer los Ojos del Guadiana. 


De la isla del Pan pasamos a la isla de los Tarayes, donde hay un bosque de tarayes, árboles que se suelen encontrar en las riberas de aguas salobres, como las del río Gigüela, formando cinturones de vegetación alrededor de las islas. 



Si bien no nos obsequian los árboles con su floración, si lo hacen las ramas de algunos de ellos con los líquenes por los que han sido colonizados. 




La naturaleza nos ofrece esculturas, aunque desconozco si en algunos casos es sólo la muerte natural o la producida por los incendios que genera el terreno por las turberas de su interior, que se agudizan en épocas de sequía, y Las Tablas han pasado una temporada de escasez de agua.




Volvemos a cruzar el humedal por pasarelas, asombrándonos del alto nivel de agua, y pensando que si siguiera lloviendo no se podría ni pasear por ellas, su piso estaría anegado por el agua.




De la isla del Pan pasamos a la isla de los Tarayes. 


En esta pequeña isla hay otro puesto de observación de aves, ya no laguna de aclimatación porque está a cielo abierto. 



De la isla de los Tarayes cruzamos a la isla del Maturro. 



Desde la isla se afronta el último tramo de pasarelas sobre el humedal, cuya vegetación es más escasa y seca.



Pero donde el agua sigue siendo la reina del lugar. 



Ya de nuevo en tierra firme, de camino a la salida hay otra construcción, un majano, que se formaba con las piedras que se retiraban del terreno y que entorpecían las labores agrícolas; cuyas piedras se amontonaban sin ningún tipo de argamasa. 


En el centro de visitantes del parque hay una pequeña recreación de Las Tablas, de sus pasarelas, de su fauna, que está bien para tener una toma de contacto, pero que no reflejan lo que realmente proporciona este bello paisaje manchego. 


La lluvia nos acompañó en algunos momentos de la visita al parque, pero afortunadamente nos dio tregua y tiempo para recorrerlo sin prisa, y de disfrutar del milagro del agua. Un mapa del parque y de sus posibles itinerarios para recorrerlo, que también podéis descargar de la página del parque. 


No hicimos ningún recorrido más porque el tiempo nos apremiaba, y nos dejamos antes de entrar al parque un molino restaurado, pero teníamos reserva para comer en el cercano Almagro y ya íbamos bastante justos de tiempo. El restaurante fue seleccionado porque teníamos un buen recuerdo de un cumpleaños que celebramos allí, pero en esta ocasión salimos bastante decepcionados, no es que la comida fuera mala, pero la relación precio-calidad está sobre valorada, y a no ser que el lugar sea francamente pésimo no haré una crítica, ni buena ni mala, de él, pero está recomendado en la ciudad y por la Junta de Castilla La Mancha. 

Para compartir pedimos unos aperitivos manchegos: la típica berenjena de Almagro (las he comido mejores en la feria de mi pueblo), una pipirrana con atún (lo más rico), un pisto manchego (¡ay!, si entrara mi madre en la cocina del restaurante), unas migas con uva (las migas son tan sencillas pero tan difíciles de hacer bien, porque si llevan mucho tiempo hechas el pan se seca y no está migojo ni sabroso, es como comer paja casi), y unas gachas manchegas (que se me está haciendo difícil comerlas ricas fuera de casa, y en casa por desgracia ya no se hacen). 


Tras la comida nos dimos un pequeño paseo por Almagro, al que ya visitamos en otras ocasiones, con lo que fue más que nada para reposar la comida y en el que aprovechamos para realizar algunas compras de comestibles. 

La bonita plaza de Almagro estaba muy animada, tanto por los turistas como por los locales. 


Como el coche estaba aparcado cerca del Parador de Turismo, entramos para tomarnos un café y recordamos aquellos tiempos en los que recorríamos España de parador en parador, y este es uno de los más bonitos. El parador se encuentra en el antiguo Convento de Santa Catalina de Siena, del siglo XVII, por lo que cuenta con algunos bellos patios en su interior.


En el camino de vuelta a Madrid todavía intentamos, aunque ya suponíamos que sus puertas estarían cerradas, una visita de última hora, al Castillo de Calatrava la Vieja, ya que el de Calatrava la Nueva lo hemos visitado en dos ocasiones, siendo un lugar lleno de magia y misterio entre sus piedras. Efectivamente, el recinto ya estaba cerrado pero es un lugar que volveremos para conocer, porque desde la verja ya se le suponen historias, que espero contar por este rincón.