16 de marzo de 2015

Canadá - Sucrerie de la Montagne (Rigaud)


La cabaña de azúcar 

Partimos de la coqueta localidad de Saint Sauveur y antes de llegar a nuestro destino final, la capital canadiense, Ottawa, hacemos una parada cultural y gastronómica en la Sucrerie de la Montagne, dedicada a la producción de jarabe o sirope de arce,  uno de los líquidos dulces más famosos de Norteamérica, y especialmente producido en Canadá. Los europeos aprendieron su elaboración de los indios nativos, e instalaron cabañas de producción en los bosques, que recibían el nombre de cabañas de azúcar (un bonito nombre). 

La explotación cuenta con más de veinte edificios de estilo rústico y está emplazada en un bosque de arces, a unos 10 km al sur de la población de Rigaud.

Cuenta con aserradero. 


Con casitas para alojarse, maisenotte, y en las que evadirse del mundo cuando llegue la tarde-noche y se vayan los turistas, y una vez visitado como que apetece una escapada a este lugar. 


La tienda, magasin general, donde al final de nuestra experiencia, todos entraremos a comprar como locos, por supuesto jarabe de arce. 

 

La panadería, boulangerie, el horno donde hacen un pan delicioso, unos 100 panes en 45 minutos, de modo que pueden utilizar el calor del horno para dos hornadas. 



Para conocer más de este dulce producto entramos en la cabaña de azúcar, cabane à sucre, donde se realiza su elaboración. En la provincia de Québec se produce el 80% de la producción nacional. 


El árbol arce de azúcar sólo crece en Canadá, y su savia, el agua de arce, un líquido blanco,solo se extrae durante unas pocas semanas al año. La cubeta se llena en dos o tres días y se pueden poner varias en cada árbol para ser más provechoso (la extracción actual es con manguitos de plástico que parecen exprimir el arce sin necesidad de estrujarlo). También se extrae agua de arce de los arces negros, que se encuentran en Canadá, Nueva Inglaterra y en el estado de Nueva York. 



Aproximadamente, de cada 40 litros de agua de arce sale 1 litro de jarabe de arce tras cuatro horas de ebullición a 105º; para realizar azúcar de arce hay que mantener el jarabe a 45º. En Canadá hay tres tipos de jarabe, diferentes en su color, desde uno dorado tipo ámbar a uno oscuro tipo caoba; este color se define por la época del año en que se produce, y cuanto más oscuro es menos dulce y en teoría de menor calidad.

El primer sirope producido se suele echar en la nieve, con lo que se solidifica al instante, se recoge con un palo de madera y se toma como un polo de jarabe de arce; este acto es como una fiesta de comienzo de la campaña de producción que también se realiza mientras haya nieve y visitas. Divertido suena. 


En la actualidad en pocos lugares se elabora el jarabe de arce de forma artesanal, calentando con leña el caldero; ahora se hace de forma industrial, con calentadores de gas; como siempre perdiendo esencia a favor de la rapidez. 


Deberían estar en el horno de panadería, pero en la cabaña hay unos preciosos y románticos moldes para bizcochos, dulces bizcochos por dentro y por fuera. 


Lástima de no poder ver in situ la extracción del agua dulce de los arces, y de no ver en funcionamiento el calentamiento en los contenedores para terminar viendo salir el jarabe, pero estamos en verano y este proceso suele realizarse al comienzo de la primavera o al final del invierno. 


Pierre es el propietario de este complejo -según Ángel parece Papa Noel con su barba blanca-, y como mascota tiene un lobo, que estaba durmiendo tranquilamente a pesar de las miradas curiosas de los turistas, y por tanta pisada y gritos a su alrededor terminó abriendo sus ojos (nuestra fotografía solo los tiene cerrados así que tengo que recurrir a los amigos para ver su mirada). Eso sí, no es un perro, no hay que olvidar que es un lobo por muy domesticado que pueda parecer y estar. 


                                                        Cortesía de Manuel Dorado

Por supuesto también hay un restaurante, donde hoy vamos a comer en horario temprano. 


En el exterior preparan el fuego y un gran caldero, pero no puedo asegurar que fuera utilizado de forma gastronómica y no solo como una parte del bucólico decorado más porque nosotros no vimos nada en su interior. Unas castañitas ahí… 


A la entrada de la cabaña del restaurante hay una bar donde tomar copas, y ya vemos que la Navidad ha llegado en pleno Agosto. Al fondo hay una foto de Pierre, que nos da la bienvenida aunque él hoy no se encuentra.


En la decoración de la cabaña nos llaman poderosamente las cocinas de hierro, que funcionan con leña; no me importaría tener una de estas para cocinar un buen puchero. 


La verdad es que el comedor con sus mesas y bancos corridos de madera, las luces que siempre asociamos a Navidad, estaba precioso, un bonito entorno muy acogedor, solo faltaba que la comida acompañara en positivo. 


En la mesa no falta una botella del líquido elemento que hemos conocido un poco más en profundidad, el jarabe de arce. 


También hay un surtido de tarros de mermeladas muy pringosas. 


Las bebidas, como siempre, no están incluidas, pero hasta la cristalería tiene el toque entre rústico y elegante; todo un acierto para terminar de conseguir un buen decorado. 


Hay una amplia selección de cervezas para elegir, y la primera cata no podía ser otra que la cerveza con jarabe de arce, que no resultó tan dulce como era de esperar, pero no para repetir. También pedimos una copa de Caribou, por aquello de probar, un brebajo compuesto por whisky, vino tinto y jarabe de arce, una mezcla explosiva tipo sangría a la canadiense, pero no resultó muy agradable. 



De primero una sopa reconfortante, una sopa de guisantes de la montaña, guisantes que resultan ser garbanzos; y que estaba muy rica, la mejor de todas las sopas que hemos ido probando por esas montañas canadienses. Nos dejan el cuenco sopero en la mesa para que nos sirvamos y si después de la primera ronda todavía queda, que repitamos. 



No eran picatostes, pero el pan horneado en la panadería del complejo estaba para echarlo en la sopa entero. 


Terminada la sopa, la contundente sopa, nos pasan igualmente por las mesas los cuencos de ensalada, de puré de patatas y de estofado de carne, en este caso de ternera, nada de bisonte. Estaba todo rico. 



Para terminar, crepes, para bañar con las mermeladas o con el jarabe de arce, pero debe ser que ninguno de los dos las comimos; o el que se las comió se olvidó de hacerles una foto, opción por la que me decanto, ya que no me creo que no se comiera al menos una.

Terminamos con un café, al que por supuesto en lugar de azúcar pusimos jarabe de arce, ¡viva, viva y viva!, nos estamos mimetizando bastante bien.


Pero nada mejor que un buen digestivo para terminar la comida, en este caso whisky caliente, con por supuesto un chorro de ¡jarabe de arce!; ¡arriba, abajo, al centro y “pa” dentro!


La comida, aparte de con buena conversación, la realizamos con una maravillosa banda que tocaba música celta, que te hacía mover los pies condenadamente, aunque nadie se animó a ello al finalizar la comida y todavía tocar la banda un rato más. 


En la tienda hicimos un buen acopio de productos varios, ya que no sólo tenían las botellas de jarabe de arce, también artesanías y otros objetos; yo siguiendo mi tónica me decanté por té con arándanos y jarabe de arce (dos productos claves canadienses). 


Es curioso como una visita, a priori sencilla, termina siendo una visita llena de magia, por el lugar, por el ambiente, por lo bien planificado que está todo; nos ha faltado ver la elaboración propiamente dicha. Posiblemente en un viaje por libre sería una de las opciones que no estarían en primer lugar, pero una vez realizada y al revivirla en este blog, me alegro de haberla hecho. Además como parte de la visita realizan rutas por el bosque en remolques tirados por caballos, que es un aliciente más, sobre todo en época invernal. Además, ha sido todo como estar en "La casa de la pradera".


Si estamos en una cabaña de azúcar, una casita de madera, la asociación musical es directa:


Mapa situación de la Sucrerie de la Montagne: