Con
vistas al lago
La mañana ha estado completa con el viaje desde Mandalay, haciendo una parada en Sagaing para visitar Kaunghmudaw Paya, para finalmente llegar a Monywa, conociendo en las afueras la sorprendente, colorida y numerosamente habitada Thanboddhay Paya. Después de comer, bastante bien, en el restaurante local Zawe Marn
vamos al hotel, Win Unity Resort, para
registrarnos y dejar las maletas, además tenemos un poco de tiempo libre para
descansar o lo que queramos hasta que Myo vuelva a pasar por nosotros para hacer una visita por la tarde, a conocer Bodhi Tahtaung y los budas gigantes de Laykun Setkyar.
Las habitaciones se reparten por un amplio jardín, siendo tipo bungalows; la que hemos contratado es una Deluxe View Lake, con mucho respeto esto de tener vistas al
lago Kan Thar Yar, porque los mosquitos por la noche estarán muy cerca a la
búsqueda de carne fresca.
En el porche-terraza
del bungalow-habitación hay un par de sillas, que nunca utilizaremos
por ese respeto a los mosquitos.
La habitación tiene
unas medidas adecuadas, sobre todo si es para pasar solo una noche, ya que hay
espacio para dejar las maletas y que no molesten; una mesa con dos sillas;
una especie de escritorio y una nevera grande, muy grande, nada de mini-bar. Además dispone de aire
acondicionado, que es un importante plus para el calor que está haciendo.
El baño es amplio,
aunque una mano de modernidad y alegría le vendría bien. Hay una bañera pero también dispone de una ducha en paralelo a ella directamente en el suelo, así por lo menos es amplia.
En un ataque de
locura y calor, como la ropa necesaria para unos días la tenemos preparada en
las maletas pequeñas (aunque no sé porque siempre terminamos abriendo todas),
no tenemos que colocar nada, lo que hacemos es ponernos los bañadores
para irnos a la piscina hasta que llegue la hora de reunirnos nuevamente con
Myo. La piscina la disfrutaremos en soledad y tranquilidad ya que ningún otro huésped nos acompañó, aunque no nos pareció que hubiera muchos alojados. No hay duda que el jardín es el plus de este hotel, y la piscina su pareja perfecta.
Un sendero conduce a los bungalows, y el nuestro,
afortunadamente, no se encuentra muy lejos de la piscina, pero también está lo convenientemente alejado si en ella se produjera un overbooking de ocupación.
Sobre el lago hay un
cenador que no sé si se utilizará para eventos, comidas privadas o algo
similar, pero que no hay duda que resulta muy coqueto.
Por la tarde
disfrutamos de un tímido atardecer.
Por la noche, después
de darnos un pequeño paseo por los alrededores del hotel, al que decido llmar el paseo de los enamorados, decidimos cenar en su
restaurante; es lo que puede pasar al elegir un hotel de mayor calidad, que suele
ubicarse lejos del centro de la ciudad, así que para llegar a él o contratamos un taxi o
paseamos junto a la carretera, y esta segunda opción es descartada por la poca
iluminación de la misma.
No nos complicamos mucho con nuestras elecciones y tiramos de platos clásicos. Compartimos unos
rollitos vietnamitas y una tempura de verduras.
Creo que los dos
optamos por pechuga de pollo, pero con diferentes salsas.
La cena ha resuelto
el problema del hambre, pero gastronómicamente ha sido más bien justa, por lo
que nos alegramos de pasar solo una noche; aunque el hotel es una buena opción para hacer excursiones por la mañana y disfrutar de la tarde en la piscina y todo es cuestión de plantearse las alternativas en la ciudad, seguro que el hotel ayuda en el transporte.
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