4 de junio de 2014

España - Tembleque (Toledo) - Plaza Mayor



¡Nos vemos en la plaza!

A 92 km de Madrid se sitúa Tembleque, en la provincia de Toledo, y no puedo llevar la cuenta de la infinidad de veces que hemos pasado por la antigua carretera de Andalucía (¡menudos atascos!) y desde ya hace tiempo por la autovía IV sin desviarnos. Sólo en una ocasión que hicimos turismo castellano-manchego por Cuenca, Ciudad Real y Toledo (gran viaje interior) pasamos por el pueblo, pero no sé porque no recuerdo Tembleque con nitidez, así que como nos paramos a paliar el hambre y hacer una prueba de un restaurante en el que siempre veíamos coches aparcados –no resultó todo lo gratificante que debería, sin esperarnos grandes alardes, pero si esperábamos una aceptable cocina manchega- aprovechamos para por lo menos entrar a su magnífica Plaza Mayor. 

La historia de Tembleque está ligada a la de la ciudad de Toledo, y como territorio carpetano fue romanizado a partir del año 193 a.C., año en que es conquistada Toletum (Toledo). Con el declive de Roma, la región es ocupada por los visigodos y en el año 711 por los musulmanes. Tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085 pasa a manos cristianas y es puesta bajo el dominio de Consuegra. Hacia 1183, el rey Alfonso VIII de Castillo dona Consuegra y todo su territorio a la Orden de San Juan de Jerusalén. 

Tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, el prior de la Orden otorga carta de población a Tembleque en 1241, y en 1509 la reina Juana I de Castilla (más conocida como Juana La Loca) le otorga la condición de Villa. La buena situación, la importancia de la venta de lana y de la transhumancia hacen que Tembleque viva una etapa floreciente. 

Durante la Edad Moderna la villa experimenta una fase decadente que se acrecienta durante los siglos XVIII y XIX. 

Aparcamos junto a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI y ampliada en el siglo XVIII, de estilo de transición del gótico al renacimiento, pero sus puertas estaban cerradas con lo que nos conformamos con una visión exterior, y decidimos no darnos un paseo completo alrededor y dejarlo para mejor ocasión y mayor tiempo disponible. En primer término se ve la capilla de Jesús Nazareno, construida en el siglo XVIII. 



Nos dirigimos directamente a la coqueta Plaza Mayor, entrando por debajo del llamado torreón, lugar utilizado por las autoridades como palco durante las celebraciones, y que como se puede ver es soberbio. La plaza fue diseñada como centro de la vida de la población y como plaza de toros (muy típico de muchas localidades españolas). 



La plaza es de planta cuadrada, con pórticos de columnas de granito y corredores en su planta superior, con soportes y ornamentación de madera. 




Las ornamentaciones en yeso representan las cruces de la Orden de San Juan de Jerusalén. 




En uno de sus laterales está el Ayuntamiento, construido en 1654. 


La plaza está necesitada de una renovación de sus maderas y los dibujos de las cruces de la Orden, pero supongo que el proyecto estará pendiente de mejores tiempos económicos, y aunque sería un testimonio de su estado actual, desmerecería la belleza del conjunto el publicar fotos, por lo que ni siquiera se hicieron, solo a las partes embellecidas. 

Nos resulta curioso la tranquilidad que se respira en la plaza, aunque ya es más hora de siesta que de comida, pero además es que sólo había un bar-restaurante en ella, con lo que alta concentración para tomar unas cañas o unas tapas no puede registrar. 

Entre la Plaza Mayor y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra la plaza de la Orden, donde hay una fuente realizada con muelas de forma cónica, muelas de los molinos de aceite de oliva (ummm, toma pan y moja). Realmente bonita queda la fuente. 


Si de viaje pasáis por Tembleque, no dudéis en hacer un pequeño alto para visitar al menos su Plaza Mayor, pero también hay varios monumentos más que podréis conocer, como nosotros esperamos hacer en próximas ocasiones. 

La de veces que habré dicho ¡nos vemos en la plaza!, aunque lógicamente no era la plaza en sí, sino en cualquiera de los bares que en mi pueblo si existían, más concretamente en sus aledaños; lástima que ninguno de los dos se mantiene abierto, pero en ellos se escribió parte de mi historia y de mis historias.