14 de octubre de 2015

Boston - Blackstone Block - New England Holocaust Memorial



Piedras viejas, esperanzas nuevas

Desde Quincy Market salimos a North St, y desde ella a Blackstone St, desde la que tomamos el pequeño callejón de Creek Square, con su continuación en Scott Alley, y así nos adentramos en el corazón del Blacstone Block,  formado por unas callejuelas adoquinadas, lo único que permanece de la zona más antigua de Boston.

Los nombres de las calles de Blackstone Block reflejan el hecho de que antes de que la ciudad ganara terreno al mar, estas se encontraban cerca de la orilla. Así, Mill Creek era una canal que con la marea fluía desde el puerto hasta Mill Cove, un estanque de sal junto al río Charles. En la década de 1600 existían puentes de peaje para cruzarlo. 


Desde Creek Square (plaza del Río), a la derecha sale Salt Lane (callejón de la Sal), y a izquierda, Marsh Lane (callejón del Pantano). 


Estamos algo desencantados con estos callejones, de los que yo personalmente me esperaba más, quizás por esos callejones neoyorkinos o londinenses que tan grandes momentos nos han ofrecido, pero no hay duda que ofrecen otra imagen de Boston y sobre todo rincones interesantes. 


Desde Creek Square salimos a Marshall Lane. 




A la derecha una mano con el índice apuntando hacia abajo nos llama la atención, está señalando la Boston Stone, junto a la que hay una vela encendida. Se trata de la piedra de un molino en el que se elaboraban pigmentos de pinturas; el molino fue derribado y al construir el edificio actual en 1836 fue encontrada, dejándola en este sitio. Curiosamente la piedra fue importada de Inglaterra en 1700 por el pintor Tom Childs, así que es una piedra viajera. Además, algunos creen que marcaba el centro geográfico de Boston, y que por eso recibió el nombre de Boston Stone, asimilándola a la London Stone, pero no hay registros que avalen esta teoría, y lo que parece más seguro y realista es que Old State House fuera el centro desde el que se medían las distancias en la ciudad.

Enfrente se encuentra Ebenezer Hancock House, casa de estilo federal que fue propiedad de John Hancock, la única de las viviendas que Hancock tuvo en la ciudad que se mantiene en pie. 



Por Marshall St salimos a Union St, en la esquina de ambas calles se encuentra el edificio más antiguo de la zona, de 1714, donde vivió en 1798 el duque de Chartres, que ascendió al trono de Francia como Luis Felipe I, que para mantenerse mientras le enviaban fondos dio clases de francés. El edificio está ocupado por el también restaurante más antiguo de la ciudad, Union Oyster House, establecido en 1826, famoso por su oferta de ostras, y por haber tenido entre su clientes a políticos como John F. Kennedy. 



Si hay un cartel que por la noche se distinga con claridad y gran luminosidad es la de este restaurante. 


Cerca de las calles Union y Hanover St se crió Benjamin Franklin, donde su padre tenía una fábrica-tienda de velas; por eso surge la discusión de su lugar de nacimiento, aquí, en Blackstone Block o en Milk St


Entre Union St y Congress St está Carmen Park, donde hay un memorial, el New England Holocaust Memorial, diseñado por el arquitecto Stanley Saitowitz en 1995. Los memoriales del Holocausto suelen ser impresionantes, se sienten en el alma, tremendamente visuales y participativos, lo que quizás marca la diferencia de este con otros es su luminosidad, la idea de una esperanza pero manteniendo su lado más trágico y duro.

El memorial fue inaugurado el 22 de octubre de 1995 con un coro de niños cantando “Debemos buscar la esperanza”. 


El memorial está constituido por varios elementos, los principales son seis torres de granito y vidrio; seis porque seis fueron los millones de judíos exterminados, seis fueron los campos de exterminio principales, y seis fueron los principales años, 1939-1945, durante los que se llevó a cabo el Holocausto y el exterminio. 


En un panel de granito hay grabadas unas palabras de Martin Niemoeller, un pastor luterano alemán que al comienzo apoyó el régimen nacionalista, anticomunista y antisemita de Hitler, pero que posteriormente se opuso radicalmente (quizás no por causas humanitarias sino más bien porque le afectaba de forma personal y religiosa), por lo que fue condenado e internado en un campo de exterminio de 1938 a 1945. “…y no quedaba nadie para hablar”, tremendas palabras finales que están tan actuales desgraciadamente. 


En el sendero de granito por el que se camina entre las torres, la palabra Recuerda escrita en hebreo y en inglés. 


El memorial se realizó por la iniciativa de un superviviente del Holocausto, Stephen Ross (Szmulez Rozental era su nombre original), que fue encarcelado con nueve años, muriendo sus padres y seis hermanos en el campo de exterminio. Stephan sobrevivió en diez campos de concentración diferentes en los que sufrió vejaciones y torturas (en una ocasión por comer una patata), padeció tuberculosis y en una ocasión se escondió en una letrina para evitar ser fusilado. Fue liberado en Dachau por tropas estadounidenses con 14 años. 

Tras la liberación, Stephen y su hermano Harry, los dos únicos supervivientes de la familia, se encontraron con un tanque estadounidense, del que salió un soldado que le dio un trozo de tela para secarse las lágrimas, tela que era de una bandera de EEUU, y que fue guardada como un preciado objeto en la familia de Stephen.

En 1948, Stephen fue llevado a EEUU bajo los auspicios del Comité de EEUU para Niños Huérfanos, y Stephen solo tuvo un sueño, recordar con un memorial a las personas inocentes exterminadas durante el Holocausto, a su familia, y a todos los soldados que ayudaron a finalizar la guerra.

Stephen tuvo el apoyo de la comunidad judía y cristiana, y se formó un comité para elaborar una propuesta, que apoyó el alcalde Raymond Flynn. 

Stephen es el chico de la segunda fila a la izquierda de la fotografía. 


Fuente: scrapbookpages.com
 
Cada torre del memorial representa, como ya he mencionado, un campo de concentración de los que fueron más importantes (Majdanek, Treblinka, Sobinor, Auschwitz-Birkenau, Chelmno y Belzec) y consta de 24 paneles de vidrio, en los que en 22 de ellos hay grabados números de siete cifras, recuerdo de aquellos números que fueron tatuados en los brazos de los prisioneros. Un total de seis millones aleatorios de números, más de dos millones no repetidos. En otros dos paneles de vidrio hay grabados mensajes de supervivientes. Escribir el significado ya produce escalofríos, pero allí dentro se sentía la esperanza que intentan transmitir, cargada con memoria llena de dureza. 



Hoy no lo distinguimos o no está operativo el sistema, pero el humo se eleva desde las rejillas de metal que hay en el suelo de las torres, donde hay brasas que iluminan el nombre del campo de concentración, hacia la parte superior de ellas, y de esta forma recordar el horror del exterminio. Por la noche las torres están iluminadas desde dentro, lo que debe provocar un sentimiento más sobrecogedor que en este día tan soleado.

En 2002 el memorial sufrió un intento de atentado de una organización vinculada a la supremacía de la raza blanca (ni aprendemos ni queremos aprender). 


En una de las entradas del Holocausto hay dos paneles de granito en los que están grabados los hechos históricos del ascenso al poder de los nazis y los nombres de aquellos que han hecho posible la realización de este memorial. 


Tengo que terminar haciendo mención al respeto y silencio que todos aquellos que paseábamos entre las torres manteníamos, un reflejo natural ante los muertos durante el Holocausto.