30 de abril de 2014

Chile - Santiago - Barrio Yungay - Plaza de Yungay - Iglesia de San Saturnino



Los rotos chilenos

Después de nuestra comida en el interesante Boulevard Lavaud, continuamos nuestro paseo por el barrio Yungay y lo hacemos caminando por la calle Libertad, ofreciéndonos la arquitectura cuidada o descuidada, las casas coloridas o descoloridas.





La calle desemboca en la plaza de Yungay, el corazón del barrio, que fue construida en 1839 en homenaje a la batalla de Yungay, en la que salió victorioso Chile frente a la Confederación peruano-boliviana. La plaza me produce la sensación de ser centro de reunión para hacer lo que en España llamamos “botellón”. 




En el centro de la plaza se alza la estatua del Roto Chileno, realizada por Virginio Arias, que la esculpió en París mientras en Chile tenía lugar la Guerra del Pacífico, recibiendo originalmente el nombre de Héroe del Pacífico, pero tras colocarla en la plaza se le cambió por el que es conocida desde entonces. La denominación de roto chileno viene desde el tiempo de la conquista española, tras la vuelta de Diego de Almagro en la desastrosa expedición por el Desierto de Atacama, de la que volvieron con un aspecto andrajoso; más adelante los soldados de extracción social más humilde fueron apodados rotos chilenos. 





En un costado de la plaza, en la calle Santo Domingo, se alza la iglesia de San Saturnino, construida en 1844 en estilo gótico y que tras el terremoto del 27 de febrero de 2010 ha cerrado sus puertas, y los efectos del mismo se pueden todavía notar en la rotura de cristales que tres años después todavía no se han repuesto. 





En otro de los costados, en la calle Rafael Sotomayor, lo que destacan son los grafitis que decoran las fachadas. 





Tomamos la calle Santo Domingo y de nuevo nos encontramos con un mundo de grafitis, que hacen más ameno el paseo y le dan colorido (no siempre del bueno, que no quiero alentar a este tipo de pintadas a diestro y siniestro en ninguna ciudad) al barrio, algunos de los cuales son fiesteros, otros claramente reivindicativos y por supuesto no faltan las pintadas sin ton ni son, solo para "guarrear" la pared.









Resulta curioso cómo después de nuestros paseos por los barrios de Bellavista y Patronato, y por este de Yungay, tenemos una amplia colección fotográfica de pintadas urbanas.

Un mapa del corto recorrido, que no sería necesario realmente pero así doy continuidad al paseo. 


28 de abril de 2014

Chile - Santiago - Peluquería Francesa - Restaurante Boulevard Lavaud



El baño de Narnia y la peluquería

En el barrio Yungay por el que estamos paseando, en la esquina de la calle Libertad con la calle Compañía de Jesús se encuentra el edificio de la Peluquería Francesa, que tras varios traslados terminó estableciéndose en este lugar en 1925. 




Es la peluquería más antigua del país, data de 1868, y al seguir en funcionamiento todavía es posible ser afeitado a navaja, con paños calientes, talco y colonia (hemos retrocedido un siglo de repente). La decoración es tal cual era, con un precioso aire retro. Estaba a cargo de tres maestros peluqueros franceses que solían realizar las llamadas “peras napoleónicas”, de moda en aquella época. 




Pero el edificio, de dos pisos, no es solo la bonita peluquería de la planta baja, el resto está ocupado por el restaurante Boulevard Lavaud, que fue creado como un lugar para el entretenimiento en 1999 por Christian Lavaud Oyarzún, nieto del fundador de la peluquería, Èmile Lavaud. Entramos para curiosear, primero para ver la peluquería no sólo desde los cristales del exterior, sino también porque el restaurante continuaba con una interesante decoración y al final decidimos quedarnos a comer aquí, aunque la hora era temprana y había varias alternativas más por la zona, siendo esta una de ellas. 


El restaurante está amueblado y decorado con todo tipo de muebles y objetos antiguos, reciclados para diferentes usos para los que fueron concebido, o simplemente como detalles, como estos secadores de peluquería de señoras, y es que al lado de la peluquería de caballeros se abrió otra para señoras, pero ya no está en funcionamiento. 




Mientras esperamos la comida hacemos un pequeño recorrido por el restaurante, quedándonos asombrados de sus rincones y detalles, a cada cual más simpático o más bonito o raro, aparte de parecer en parte una auténtica chamarilería, eso sí, de postín. 






En este recorrideo por el restaurante recordamos una canción infantil, que se cantaba primero normal y luego en rondas utilizando en cada una de ellas una sola vocal: “Cuando Fernando Séptimo usaba paletó… / Caanda Farnanda Saptama asaba palata…”. 

Y hoy por fin mi curiosidad me lleva a saber que es el paletó, una especie de levita que se solía llevar sobre el frac. 




Elegimos mesa, el restaurante está prácticamente vacío, y lo hacemos por considerar que es un rincón acogedor, al lado de las mesas con los secadores de pie, entre cortinajes rojos que parecen dar más intimidad. La mesa resulta ser una máquina de coser reciclada, que nos parece una idea genial y realmente bonita. 




Y al elegir la mesa lo hacemos al lado del lugar donde todos los comensales intentamos siempre evitar, los baños, pero claro no había una señal que advirtiera que entrando ¡en el armario! accederíamos a ellos. Divertido, genial y muy bien disimulados, aunque ello lleve a esta confusión. Si nos dicen que es el ropero no nos sorprendería, pero ¡el baño!, hay que tomas nota de estas lecciones de camuflaje y así conocemos el baño de Narnia, aunque no nos lleva a un mundo fantástico. 

Ya sabemos qué mesa no volver a elegir, porque hoy al ser temprano y no haber mucho público comensal no fuimos molestados, más bien parecía nuestro salón con baño privado. 





Los salvamanteles, siguiendo la tónica de ser de papel, ofrecen un mapa con las calles y lugares visitables por el barrio; además de satisfacer el estómago y la vista, satisfacen la curiosidad turística. 

De aperitivo, un pebre, más suave que de costumbre, y un paté, también ligero de sabor; acompañados de un rico pancito. 




Para compartir, unos calamares apanados (recordar, apanados es empanados) con salsa mayonesa. Aceptables.




Para él, entrecot de de cordero al ajillo, que estaba tierno y sabroso, acompañado de patatas asadas con pimentón. 




Para ella, pato a la naranja acompañado de patatas rustidas.De aceptable a bien.




Nos sorprende la cantidad, e incluso la calidad, de los platos, ya que cuando uno se encuentra en estos sitios en ocasiones ambas son desmerecidas por el propio lugar o por la afluencia turística, pero afortunadamente no fue el caso, sin llegar a decir que fue una comida espectacular, sí que resultó ser una buena comida. 


Compartimos un surtido de postres, de izquierda a derecha: expreso de chocolate (chocolate bitter y licor de amaretto cubierto con suave mousse de chocolate blanco), dúo de brownies de chocolate, créme brûlée (¿qué fue antes, esta crema francesa o la crema catalana?) y dulce Patria (crema a base de almendras, whisky y especias, que resulta está riquísima a pesar de la nata -otro de los ingredientes culinarios que evito o intento evitar). 




Mientras comíamos pasó un grupo de turistas españoles a cotillear el local, y es que las guías las seguimos al encontrar en ellas lugares curiosos o diferentes, y leer sobre este lugar apetece conocerle. 


Con la cuenta nos entregan un periódico en el que cuentan la historia del lugar, también está la carta del restaurante, personajes famosos chilenos, historias de cocinas, un mapa del barrio y una explicación de alguno de los lugares y monumentos que se pueden conocer en él (una pena no haber dispuesto de esta información con anterioridad porque hay lugares muy interesantes pero esto significaría dar marcha atrás y nosotros tenemos que ir hacia delante). 


En el lugar también se puede desayunar o tomar la merienda o lo que los chilenos llaman las once, y por las noches rematar la velada con cócteles y copas, ¿alguien da más?. 




Lo de tomar las onces es muy curioso, y sobre el origen de la palabra hay varias alternativas: traducción inglesa, o como es más posible, y más pícaro, para tapar la costumbre de los hombres al salir de las salitreras de acompañar la merienda con un trago (o más) de aguardiente... y aguardiente tiene once letras. 
En un local cercano al restaurante y la peluquería hay una tienda de los mismos propietarios, El Antiguo Almacén, donde es posible adquirir mobiliario y objetos de decoración de antaño. 


27 de abril de 2014

Chile - Santiago - Barrio Yungay - Pasaje Adriana Cousiño - Cité Huérfanos - Pasaje Lucrecia Valdés - Pasaje Hurtado Rodríguez



Pasajes y cités

Tras salir del Parque Quinta Normal y dar una pequeña vuelta por el exterior, tomamos la calle Catedral y giramos por la calle Maipú, comenzamos a caminar por el barrio Yungay y al igual que nos ocurrió durante nuestros paseos por los barrios de Bellavista y Patronato nos volvemos a encontrar con pintadas y grafitis, de los segundos algunos con mejor estilo y definición que otros, que las primeras no son nunca buenas, aunque algunas puedan ser mensajes para remover conciencias. 


Los edificios, al igual que en los anteriores barrios mencionados, se alternan entre casas bien conservadas y restauradas con algunas en total proceso de abandono y destrucción; así como casas más de tipo popular con otras de más poderío económico, ambas salpicadas con edificios de nueva construcción... una mezcla que no sé  definir si interesante, curiosa, efectiva, ciertamente no sé el adjetivo que aplicar. 


Giramos por la calle Compañía de Jesús para alcanzar el pasaje o cité Adriana Cousiño, que nos parece realmente encantadora, un lugar en el que a simple vista apetece vivir (otra cosa es el barrio en sí, que está sufriendo una regeneración, porque por la noche no tiene buena fama). 


Alrededor de 1840 el espacio entre el centro de la ciudad y el área de Quinta Normal estaba ocupado por tierras de cultivo que se fueron urbanizando con viviendas para las clases obrera y media. Los primeros edificios eran las llamadas “villas”, casas grandes que disponían de amplios terrenos, pero a medida que la demanda de vivienda aumentaba, se comenzaron a construir las cités y los conventillos. 


Las cités eran conjuntos de viviendas con una sola entrada desde la calle, y su nombre se debe a que recordaban a las ciudades medievales. Los conventillos eran cuartos agrupados alrededor de un patio con una entrada a la calle. Ambas fueron construcciones de urgencia para intentar acabar con los insalubres “cuartos redondos” o viviendas de una habitación cuya única ventilación era la puerta de entrada. Dado que Adriana Cousiño tiene doble entrada, es un pasaje y no una cité, y además sus casas parecen más grandes que las que a simple vista parecen encontrarse en las cités. 


Atravesamos el pasaje Adriana Cousiño para salir al paseo Huérfanos, donde a continuación, en dirección a la calle Maipú, se encuentra la cité Huérfanos, que nos recuerda en el colorido, no así en el estado de uno de sus laterales, al que vimos en el barrio Bellavista.


Continuamos caminado por la el paseo Huérfanos y tras pasar la calle Maipú y antes de llegar a la calle Esperanza surge a nuestra izquierda el amplio pasaje Lucrecia Valdés



En el pasaje hay casas que han sido reformadas recientemente, con lo que lucen sus fachadas con esplendor y alegría. Viéndolas parece que quieren hacer un barrio "in" de esta zona, por lo que supongo que sus precios no serán precisamente económico.



Atravesamos el pasaje para salir de nuevo a la calle Compañía de Jesús, por la que caminamos y en la que antes de llegar a la calle Libertad, a mano derecha se encuentra el pasaje Hurtado Rodríguez, donde algunas de las casas están siendo rehabilitadas. 




Atravesamos este nuevo pasaje (los vamos cruzando todos para poder abarcarlos) y salimos nuevamente al paseo Huérfanos (esto es girar y girar, volver y volver), donde en la esquina surge una construcción de aspecto descuidado pero con una llamativa figura decorativa en la fachada. Esto es solo una muestra de la cantidad de detalles en fachadas, ventanas, puertas, que se pueden encontrar en estas viviendas, motivo suficiente para darse un paseo con calma, y no de todas hay fotografías, que daría para un álbum muy completo. 


A continuación surge otra cité, ahora sin nombre conocido por mí. 


Continuamos por el paseo Huérfanos hasta la calle Libertad, donde giramos a la izquierda para caminar por esta calle, contemplando sus graffitis. 


Un mapa del pequeño pero interesante paseo: