El
oasis entre canales
Después del largo y
entretenido viaje desde Puerto Viejo de Talamanca, llegamos al embarcadero del
hotel Manatus, situado en la laguna Tortuguero.
Estamos rodeados de
naturaleza por todas partes, verde y agua.
Los animales son
los propietarios de esta naturaleza, nosotros somos unos okupas, que debemos respetarles. Creo que se trata de un par de
garzas tigre.
La iguana verde parecía
dispuesta a corretear entre nuestras piernas, ¡no serán las mías!
El hotel consta de 12
habitaciones, repartidas en bungalows, por lo que hacer una reserva no es fácil.
La nuestra es la
número 1, junto a recepción, al embarcadero, al restaurante; lo que en principio
puede resultar un inconveniente porque se sufren más ruidos, al final será una de las mayores ventajas para
nosotros.
Hay un porche de
entrada cubierto, donde hay un banco de madera para sentarse, y un paraguas
siempre dispuesto para utilizar, que no hay que olvidar que estamos en época de
lluvias, y ayer parece ser que llovió bastante por aquí, por el terreno embarrado.
La habitación es muy
amplia, con dos camas queen muy cómodas, con dosel y mosquiteras, aunque estas
son más decorativas y no las llegamos a utilizar; las ventanas tienen mosquiteras, así que lo hay que tener es mucha precaución y rapidez al abrir y cerrar la puerta. La elección de este hotel se
la debemos a una buena amiga -¡gracias Paula!-, que ya había pasado por aquí, y
todo fue porque en esta zona es el único que en las habitaciones hay aire
acondicionado, que no será nada ecológico pero que es sumamente necesario,
porque la humedad y el calor llegan a asfixiarte; para muestra un botón, la
habitación tardó en enfriarse un día entero, y el mejor sitio para sentirlo era
tumbarse en el suelo frente a él. Si saliamos de excursión apagábamos el aparato de aire acondicionado, que no era cuestión de dejarlo por las razones ecológicas, pero ganas no faltaban de dejarlo encendido. También disponíamos de una cafetera clásica, nada de cápsulas.
El baño tiene tres
zonas diferenciadas. En la primera está el bonito lavabo de cerámica, y el W.C.
(os enseño el primero y obvio el segundo, innecesario).
La segunda zona es la
amplia ducha, donde una pareja cabe perfectamente, eso sí, peleando un poco por
el agua de la alcachofa. Y finalmente, en el exterior se encuentra la tercera
zona, una ducha exterior, muy coqueta, pero poco apetecible, porque el sol
justiciero y la existencia de insectos nos hicieron desistir de ello.
Salgamos a conocer el
resto del hotel. Lo primero la piscina, que no es muy grande, pero como tampoco
somos muchos los clientes nunca hubo overbooking; además las actividades se
reparten durante los días de estancia y te tienen ocupado como para dejarte poco tiempo para la natación.
Junto a la piscina
encontramos una formidable pareja de iguanas, una de ellas asustada ante
nuestras carreras en busca de las cámaras y los móviles para fotografiarlas, prefirió tirarse al agua,
mientras la otra aguantó el tipo.
En las paredes de los
edificios te podías encontrar geckos (¡no tocarlos!, se comen los insectos), y
esta hoja con patas, un precioso saltamontes hoja.
Los números de las
habitaciones están decorados con animales, como habéis visto, pero hay otras
placas cerámicas simpáticas, como la que indica la salida de emergencia o la de
prohibición de fumar.
El contrato del hotel es un pack de
tres días, dos noches; pack en el que hay incluidas tres excursiones (a Tortuguero y dos paseos por los canales para encontrar la fauna del lugar), y todos
los desayunos, comidas y cenas; y es que estamos "incomunicados", la única manera es solicitar el servicio de traslado al hotel, pero normalmente las barcas están para realizar excursiones y para emergencias si fuera el caso (la verdad es que no preguntamos si en el pueblo había servicio de taxis, aunque supongo que posiblemente alguna barca pueda realizarlo). Pero para hacer otras dos excursiones, una de
ellas de las más demandas, el desove de las tortugas y la razón más importante para llegar aquí, y un paseo nocturno por los alrededores del hotel, hay que ir a recepción a reservarlas y pagarlas (en
efectivo).
Tras tomar posesión
de la habitación y pagar las excursiones nos vamos al restaurante, que es hora
de comer. Realmente nos sorprende su carta y su variedad.
Ceviche fresco de
pescado, con cebolla, chile, cilantro y limón. Una buena cantidad y muy rico.
Mi marido no se
encuentra bien, tiene dolor de estómago, así que para él una pechuga de pollo a
la plancha con arroz.
Para mí, que todavía
me encuentro bien, un taco de lomito, con tortillas de trigo y salsa pico de
gallo. Muy bueno y sabroso.
Y una infusión para
ver si ese malestar mejora.
La primera noche me
tocó cenar sola, mi marido se encontraba bastante mal, pero yo tenía que alimentarme
y buscarle algo de sustento a él. De primero tomé una sopa de pescado, que era
un caldero considerable.
De segundo, un taco de atún a la plancha. Un buen
taco, aunque demasiado hecho para mi gusto. De postre, fruta fresca, piña,
plátano y sandía (los dos primeros siempre han resultado buenísimos, sobre todo
la primera, nada que ver con la que siendo la misma nos llega a España).
Tuvieron el detalle
de prepararme una sopa de pollo para llevarle a mi marido, que tenía muy buena
pinta.
La comida del día
siguiente fue ligerita para los dos, bueno para mí no tanto, que aunque solo
fue un plato, fue contundente, unas crepas de pollo, acompañadas de verduras.
Para el enfermo, pero
mejorando poco a poco, un lomito de res acompañado otra vez de arroz blanco.
Terminamos con un
buen batido-zumo de piña, que hay que hidratarse y azucararse.
La cena para los dos
es más contundente, todo lo contrario de lo que debería ser. De primero, él,
un milhojas de tomate con queso fresco.
Yo, muy inconsciente, me pido
una ensalada picante de pimientos rojos, ¡nooooo, para cenar nunca! Estaba
demasiado buena y ese fue mi pecado, comérmela entera.
De segundos, para él,
quesadillas de jamón y queso.
Para la lanzada, creo
que fue una pechuga de pollo con salsa a la pimienta, ¡otra vez picante!
De postre, una rica
tarta de chocolate.
Solo puedo tener
buenas letras para este hotel y sus trabajadores, y para su gastronomía. Su situación es una de las
más alejadas del pueblo de Tortuguero y no tiene acceso
directo a la playa del Caribe como lo tienen otros lodges, pero si esto no os importa, es
una opción muy recomendable, con la ventaja ya mencionada, que hay que tener
muy en cuenta, del aire acondicionado en las habitaciones, que más de un viajero con el que nos encontramos durante el resto del viaje, terminó echando en falta.