Navegando por el lago Inle y sus canales hemos llegado a uno de los embarcaderos de Indein, y caminando desde él llegamos a un grupo de pagodas, Shwe Indein o Shwe Inn Tain, o sencillamente Indein. No entramos por la pasarela cubierta que conduce a la estupa principal, pasarela que sigue la tónica de estar llena de puestos de venta a los dos lados, pura mercadotecnia.
A
ambos lados de la pasarela hay cientos de estupas, que se cree se
remontan a la época del rey indio Ashoka, que envió monjes en el siglo
III a.C. para difundir el budismo. Más tarde, los reyes de Bagan
Narapatisithu y Anawratha construyeron muchas de estas pagodas durante
los siglos XVII y XVIII.
La mayor parte de las estupas están derruidas o a punto de caerse, grietas amenazadoras en sus muros o el techo hundido presagian lo peor para ellas, y aun así, resulta un lugar hermoso, favorecido también porque en este momento no hay muchos visitantes paseando entre estupas.
Algunas mantienen el blanco como color -labor de mantenimiento de sus propietarios sin lugar a dudas-, y en su interior por supuesto se pueden ver estatuas de Buda, aunque no nos fuimos asomando a todas.
Lo
que sí hacemos es caminar entre las estupas tranquilamente, pero el conjunto va perdiendo el
encanto de ruina, porque muchas de estas estupas son de nueva
construcción, levantadas mediante donaciones, por lo que posiblemente
dentro de unos años todo sea tan nuevo que haya perdido todo el encanto
–también entendemos que tiene su riesgo por derrumbe y posibles
accidentes, así que mejor evitarlos-, sustituyéndolo por la fe (y me temo que por el dinero, en este intercambio de estupas viejas por nuevas).
Muchas de ellas ya no tienen el
característico hti superior, que en días de viento deben sonar musicalmente,
aportando más bucolismo al lugar; e incluso en algunas de las estupas el hti ha sido sustituido de manera natural por una planta, que la ha hecho su casa.
Las pagodas de reciente construcción se encuentran junto a las antiguas, y la visión desmerece mucho, quizás demasiado a estos ojos viajeros.
¿No es más bonita esta vista? Entiendo que el coste del mantenimiento de estas estupas, manteniendo su belleza sin restaurarla, sería enorme, pero si en lugar de sustituir las viejas por las nuevas se obligara a restaurar de la mejor forma posible, el resultado sería mejor.
Según se sube por la pequeña pendiente, las nuevas estupas y sus relucientes hti son los que dominan el paisaje.
El desnudo ladrillo con la decoración de terracota da paso al hormigón recubierto de pintura dorada.
Finalmente, entramos a la pasarela cubierta, con sus columnas en este tramo pintadas.
Accedemos al santuario, donde hay una imagen de Buda en la que podemos ver los estragos que
sobre su cuerpo están produciendo las láminas de oro; como en Mahamuni Paya en Mandalay, o en Phaung Daw Oo Paya en este mismo lago Inle.
Hay más imágenes en el santuario así como la huella de Buda donde dejar limosnas.
En la plataforma exterior han cubierto el suelo con baldosas peligrosamente resbaladizas, y estamos rodeados por un conjunto de estupas doradas.
Algunas estupas mantienen sus bases antiguas de ladrillos y lucen su cuerpo del hormigón desnudo (pasado y presente de la mano).
Nos hubiera gustado escuchar el tintineo de las campanas de los hti, pero no soplaba el viento para que esto ocurriera.
Para volver al embarcadero ahora si tomamos el camino de la pasarela.
Son doscientas columnas las que flanquean esta pasarela cubierta.
En los puestos vemos papeles envejecidos a modo de libros (no creo que se trate realmente de libros antiguos, no lo parecían y además sería una auténtica barbaridad, aunque se tratara de una vieja guía telefónica).
Llegamos al embarcadero y de nuevo navegamos por el canal de Indein.
Canal por el que salimos al lago Inle, donde vemos que la nueva tarea de los pescadores es la del transporte de turistas.
Durante
el trayecto, las nubes que durante todo el día se han ido ennegreciendo poco a poco,
de repente se rompen y cae sobre nosotros una tromba de agua, que ante
mi incapacidad (torpe que es una) de ponerme el chubasquero tuve que
lidiar con el paraguas para protegerme de ella. Está claro que no
tendremos puesta de sol en el país, aunque si este saliera y además con un
arco iris, podía ser un bonito colofón, pero no tuvimos suerte, ni uno ni otro.
En
lugar de dejarnos en el hotel como estaba programado, le pedimos a Myo que nos dejen en la ciudad de Nyaungshwe,
que al fin y al cabo es donde se va a quedar Myo, y así nos damos una
vuelta por ella y buscamos un sitio para comer, lo único que esperamos es que no vuelva a
llover con la misma fuerza. Durante el paseo junto al canal del lago no
dejan de salirnos ofertas de transporte acuático (para hoy, para mañana...).
Nyaungshwe
es la principal población del lago, donde hay una gran oferta de
alojamientos y restaurantes, así como agencias y particulares que
ofrecen sus servicios para realizar las visitas. Caminamos por sus
calles embarradas, e intentamos cuidarnos de las salpicaduras de los
coches o motos, tarea que no es fácil cuando además algunas calles están en obras y es un caos.
Tentados estuvimos de probar
la tortilla de patatas de Myanmar, suponemos que se trata de un negocio
de un español que con buen ojo ha montado su negocio aquí; pero
finalmente desistimos, tanto de la tortilla como de los curry, buscamos un taxi, negociamos con él, mejor dicho
con su jefe, que aquí los conductores no parecen tener voz sino jefe, y
nos fuimos al hotel a comer, a descansar en la piscina y a montar de
nuevo las maletas, que mañana continuamos el viaje.
Indein nos ha gustado pero
las buenas fotos que hay en internet sobre este lugar lo sobredimensionan, y en unos
años veremos que es lo que queda de auténtico y lo que hay de
reconstruido. Una excursión que descarte por la lejanía es visitar las
ruinas de Kakku, una población con un conjunto de pagodas muy similares,
pero que mantienen más su espíritu, así que si tenéis tiempo y os
gustan este tipo de lugares, yo os recomendaría ir más lejos.
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