No muy lejos de Atumashi Kyaung y de Shwenandaw Kyaung, se puede llegar caminando fácilmente porque la distancia es corta -bueno, no tan fácilmente porque a estas horas de la tarde hay un sol de justicia y el calor es atroz-, se
encuentra Kuthodaw Paya, con una entrada muy colorida y alegre. El lugar está incluido entre los lugares Memoria del Mundo de la Unesco.
Sigue la estructura de todas las pagodas, desde las cuatro
entradas orientadas a los puntos cardinales, parten pasarelas techadas que se cruzan en el centro, algunas
con más decoración que otras, utilizando los mosaicos de cristal.
Nosotros entramos por la entrada sur.
Los pasillos
están decorados con pinturas en su parte superior, pero lo más destacado, al menos para nosotros, son sus puertas de madera labrada.
A
ambos lados de los pasillos surge un mundo infinito de pequeñas estupas
blancas, que es como adentrarse en un mundo fantástico de paz, con la
ventaja añadida de ser pocos los visitantes, porque en días y horas
punta puede romperse toda la magia del lugar. El complejo tiene forma
cuadrangular y sinceramente dan ganas de perderse entre sus pasillos y que el tiempo corra.
El blanco de las estupas es roto por el verde de los árboles plantados en los pasillos de separación entre las filas de estupas, lo que además proporciona sombra y frescor.
Cada
una de estas estupas blancas, 729 en total, que reciben el nombre de Dhamma -que significa “cueva”-,
contiene una losa de alabastro de 1,52 m de largo, 1,06 m de ancho y
0,15 m de espesor; en estas losas se ha grabado el Tripitaka, los quince
libros que componen este canon budista, para lo que fueron necesarios
más de doscientos redactores, siendo por tanto “el libro más grande del mundo”.
El Tripitaka está compuesto de tres partes, cuya traducción del pali es “tres canastas”, que corresponden a los textos de Sutta Pitaka (cesto de disciplina), Vinaya Pitaka (cesto de discursos) y Abhidhamma Pitaka (cesto de enseñanzas adicionales). Nuestro primer conocimiento de este libro budista lo tuvimos en el viaje a Corea del Sur, donde visitamos el famoso templo de Haeinsa, donde el Tripitaka está escrito en 81.258 tablas de madera, que además fue impreso con una técnica anterior a la invención de la imprenta. En número, la superioridad es de las tablas de madera contra las losas de piedra; pero las primeras son mucho más pequeñas que las segundas en tamaño.
La importancia histórica y cultural de estas losas hace que las estupas, que están numeradas, estén protegidas por vallas. La estupa 730 cuenta como se realizó este libro de piedra.
El Tripitaka está compuesto de tres partes, cuya traducción del pali es “tres canastas”, que corresponden a los textos de Sutta Pitaka (cesto de disciplina), Vinaya Pitaka (cesto de discursos) y Abhidhamma Pitaka (cesto de enseñanzas adicionales). Nuestro primer conocimiento de este libro budista lo tuvimos en el viaje a Corea del Sur, donde visitamos el famoso templo de Haeinsa, donde el Tripitaka está escrito en 81.258 tablas de madera, que además fue impreso con una técnica anterior a la invención de la imprenta. En número, la superioridad es de las tablas de madera contra las losas de piedra; pero las primeras son mucho más pequeñas que las segundas en tamaño.
La importancia histórica y cultural de estas losas hace que las estupas, que están numeradas, estén protegidas por vallas. La estupa 730 cuenta como se realizó este libro de piedra.
Originalmente las letras labradas en las losas estaban
bañadas con oro, pero los británicos las robaron, así como las joyas y
las gemas del hti de la estupa principal. Muchas de las tablas son
reconstrucciones, ya que muchas de ellas se perdieron igualmente durante la época colonial británica, ya que las utilizaron para la construcción de carreteras (que
manía tenemos por no respetar nada).
Se ha
calculado que leyendo una media de ocho horas diarias, una persona
tardaría 450 días en leer este libro en piedra. El rey Mindon convocó el
Quinto Concilio Budista en 1871 y empleó a 2.400 monjes para que en
turnos sin descanso lo leyeran, tardando en esta tarea seis meses.
Entre
las estupas un perro a la sombra descansando; en Shwenandaw Kyaung era un
gato el que lo hacía. Teniendo en cuenta nuestros pies descalzos, nos
produce cierta sensación incómoda pisar, pero a todo se acostumbra uno, lo importante es
llevar toallitas limpiadoras por si hicieran falta.
Volvamos al pasillo, al final del cual hay un santuario con una estatua de Buda, con un halo de luces de neón.
Lo
importante de esta paya está claro que son las estupas blancas y sus
losas, pero hay mucho más, así que hay que salir a explorar el complejo.
La
construcción de la pagoda comenzó en 1857 por el rey Mindon, al tiempo
que comenzaban las obras del palacio real de Mandalay, y fue realizada a imitación
de la Shwezigon Paya de Nyaung U, en Bagan. Alcanza los 30 m de altura
(según otras fuentes 57 m, pero no me parece tan alta).
Curiosas y hasta teatrales son las figuras que custodian las escaleras de acceso a la estupa.
La estupa está rodeada por los clásicos puestos planetarios.
Entramos por algunos de los pabellones del complejo, para descubrir más imágenes de Buda en ellos.
En
uno de estos pabellones nos encontramos con la figura de Skinny Buda
(mejor trabajo que el que vemos de camino al hotel, aunque resulta algo
tétrico) y con las huellas de Buda.
En la pasarela de entrada, cerca del cruce de los cuatro tramos, hay una maqueta del complejo; se puede ver la estructura, con la estupa central, los cuatro pasillos que conducen a ella, y las estupas blancas que la rodean.
Durante
el paseo por el complejo tuvimos la oportunidad de ver cómo se fábrica
de forma artesanal la crema de thanaka para protegerse del sol,
directamente con la corteza del árbol.
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