Al lado de Myathalyaung Buda está Mittaya Ananda Pagoda, con una
sencilla puerta de entrada.
Mittaya Ananda destaca por el santuario con forma
rectangular coronado por un sikhara dorado, que ya habíamos visto desde
el buda reclinado, y que recuerda claramente a Anando Pahto de Bagan (a nuestros ojos, a muchos templos de esta ciudad).
Lo
curioso de esta construcción es que alberga los cuatro santuarios
típicos orientados a los puntos cardinales, con cuatro grandes estatuas
de Buda de pie, colocados en el exterior.
Alrededor de la construcción
están los puestos planetarios, que en su interior no guardan todos
imágenes de Buda, no sé si desaparecidas o nunca colocadas; y debajo de
ellos, los perros encuentran la sombra y el resguardo necesario.
Entre respeto y miedo nos da la escalera que sirve para subir a mantener las imágenes lo mejor posible.
Junto
a esta pagoda hay otra estupa también curiosa en su forma y decoración, que creo que recibe el nombre de
Laymyatnar Paya.
La estupa por su parte exterior está llena de figuras, guardianes y posiblemente espirítus nat. Todo el conjunto está pidiendo a gritos una restauración, una buena mano de limpieza y pintura.
En las pequeñas escaleras que suben a su centro también hay imágenes.
En
lo que supongo antaño habría inscripciones sobre una losa de piedra, ahora hay
unos cuadrados blancos con firmas, que supongo donaciones.
Finalmente, como sorpresa final, hay un pequeño jardín con estatuas de budas sentados, similares a Bodhi Tahtagung en Monywa, aunque no llegan a la cantidad de 1.000 como en este último.
Mittaya Ananda Pagoda podría resultar un lugar más impactante, sobre todo teniendo en cuenta que en internet se ven fotos con
dorados brillantes, pero el descuido -no sé si esperando que la época de
lluvia termine para ponerse a la tarea o sencillamente la falta de fondos y donaciones- terminan de afearle, y eso que
no somos de monumentos relucientes que parezcan recién fabricados, pero
menos suciedad en general sería suficiente. De lo que no tenemos duda es que ha merecido la pena llegar hasta Bago y a estos cuatro Budas en particular, ya que la diferencia siempre es una recompensa en sí misma.
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