Tras la visita al monasterio Shwe Yaunghwe Kyaung vamos al hotel donde
nos alojaremos para la visita de la zona del lago Inle, el Aureum Palace
Inle, que en la entrada se asemeja bastante al de la misma cadena
situado en Bagan en que nos alojamos, Aureum Palace Resort, con un pórtico de columnas de madera de acceso.
Durante el trayecto Myo nos entrega otro regalo, dos camisas de corte
shan, la organización no deja de sorprendernos continuamente.
La zona de recepción también sigue los mismos parámetros que el hotel de Bagan, una amplia sala con sofás y decorada con instrumentos musicales.
Una
vez registrados nos acompañan a nuestra habitación, pasando junto a la
piscina, que cuenta con un jacuzzi en una de sus esquinas; si hubiera
estado en un plano algo más elevado se tendrían buenas vistas del lago,
pero como esto no es así, no ocurre.
Las
habitaciones se distribuyen en villas individuales, que pueden tener
vistas al canal de agua interior, o al lago, decantándonos por ésta
última, y a los mosquitos que les den spray.
Todas las villas son muy espaciosas, aproximadamente unos 100 m2 (un piso!); en la entrada un calentador de agua para el té y algunos alimentos.
Al frente de este pasillo una zona con espejos y un armario abierto a la izquierda, con baldas para dejar las maletas.
A la derecha del pasillo una puerta da acceso al baño, un inmenso baño, cuya pieza
central es la bonita bañera de madera, que han llenado con un poco de
agua para que floten las flores en ella.
A la
derecha de la bañera hay un armario cerrado y frente a él un cuarto con
el inodoro (lo de separarlo cada vez me gusta más, lástima de los
pequeños espacios de nuestras casas urbanas). A la izquierda, el lavabo, donde
también han colocado flores, una ducha inmensa de tamaño, aunque con la
alfombrilla más incómoda que las piedras del suelo, y otro armario
abierto con baldas. Nos va a sobrar espacio o nos faltan maletas y ropas.
Volvamos al pasillo distribuidor, frente al baño una puerta da acceso a la zona de dormitorio, con un escritorio amplio (me gustan porque puedes dejar todo lo que llevas en las manos cuando entras en la habitación, aunque se convierta en un auténtico caos).
Una amplia y cómoda cama con dosel y mosquitera, con unos cisnes realizados con las toallas y muchas flores en ella (¡qué sobreexplotación de plantas!).
Hay varias espacios donde sentarse, siendo el rincón más encantador el banco en “L” que ocupa una esquina de la habitación; muy útil para leer o descansar pero no para ver la televisión (un vicio encender la televisión por la noche antes de acostarnos, sobre todo para saber qué pasa en el mundo, no sólo por el teléfono). La habitación nos resulta muy coqueta pero no termina de ser tan cómoda, a pesar de que gana en tamaño, a la de la villa del Aureum Palace Resort de Bagan.
En
la terraza hay una gran tumbona, cuyo colchón está dentro de la
habitación y podemos solicitar que nos lo coloquen (que también lo
podemos hacer nosotros solos si queremos, no pesa, es manejable y en teoría no romperemos nada).
Desde la terraza
vimos tímidos atardeceres, mejor esto que nada, y lo que se tenía sobre
todo era mucha tranquilidad, si no veías a ningún elemento volador, que
preocupaba que entrara a vivir con nosotros durante la estancia. Si
con los atardeceres no hemos sido muy afortunados, con los amaneceres ha
sido peor, no salió ningún día bueno, incluso directamente con lluvia
atronadora y preocupante.
Todas las noches al
pasar a ordenar la habitación nos dejaban unas tarjetas con mensaje:
“Ten tiempo para ser amable, es el camino a la felicidad; ten tiempo
para soñar, es el enganche a una estrella; ten tiempo para amar y ser
amado, es el privilegio de los Dioses; ten tiempo para mirar alrededor,
el día es muy corto para ser egoísta; ten tiempo para sonreír, es la
música del alma”. Escrito hasta parece fácil, más cuando estás de vacaciones, que aunque intentes abarcar lo máximo posible para conocer, lo que no tienes es tiempo, pero deberíamos intentar practicarlo, sobre todo en el día a día de nuestra vida.
El hotel cuenta con varios salones que utilizan como restaurantes, pero creo que tanto por la baja ocupación (mejor para nosotros) como por labores de mantenimiento y actualización solo utilizaron uno de los pabellones para desayunos, comidas y cenas.
El hotel cuenta con varios salones que utilizan como restaurantes, pero creo que tanto por la baja ocupación (mejor para nosotros) como por labores de mantenimiento y actualización solo utilizaron uno de los pabellones para desayunos, comidas y cenas.
El buffet del desayuno estaba bien surtido, aunque de nuevo le gana el del hotel de Bagan en la variedad y calidad.
En el hotel realizamos una comida y tres cenas, y es que la situación tan alejada de la población más turística, Nyaungshwe, y con más locales donde comer, no es la más idónea, ya que tendríamos que recurrir al taxi, y por las noches no teníamos la intención de hacerlo, preferíamos el descanso. De aperitivo, unas cortezas de varios sabores y arroz inflado, con dos salsas (una agridulce y otra barbacoa).
En la primera cena: pechuga de pollo a la
plancha con macarrones picantes, solomillo de ternera y brownie de
chocolate.
La
segunda cena: una sopa (por supuesto para mí, pero no recuerdo si tenía
algo especial), espaguetis carbonara y un croissant vegetal con jamón y
queso.
La comida: de nuevo sopa, creo que
en esta ocasión me arriesgué a una con pescado y hojas de menta, típica
del lago (no me terminó de convencer mucho, y no se parecía a la típica sopa mohinga, que probé en el desayuno del Win Unity Resort en el que nos alojamos en Monywa), un osobuco con penne al
pesto, y chuletas de cordero (pero no hemos visto ni una sola ovejita en el país).
La
última noche salimos del bucle de la pasta en la que nos hemos ido
alternando en nuestras elecciones, y además de un cóctel, los dos coincidimos en tomarnos una
hamburguesa.
La gastronomía no es uno de sus puntos fuertes, les falta "punch" a los platos, pero al menos ofrecen variedad y están bien elaborados. Además al tener estas alternativas europeas, salimos de la monotonía del curry en el que vivimos a mediodía (por nuestra elección, que siempre podemos cambiarlo).
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