En Bagan nos alojamos en el Aureum Palace Resort, cuya situación no
es ni buena ni mala. No es buena porque está lejos de la ciudad, Nyaung
U, pero no es mala, porque no está muy lejos de ella si queremos
acercarnos, bien contratando un taxi o alquilando una moto o bicicleta
eléctrica; no es buena porque no tenemos grandes templos en la cercanía,
pero no es mala porque todos los templos están diseminados en una gran
planicie, así que es casi imposible tener alguno cerca a no ser que te
alojes en Old Bagan. Y es buena porque en sus terrenos se encuentra la
anacrónica y fea pero útil Nam Myint, la torre de Bagan.
El hotel fue construido por la Junta Militar que gobernaba el país, que también permitió la construcción de un campo de golf, una autopista pavimentada y la mencionada torre de observación. Todo es muy cuestionable, pero el hotel no desentona tanto en el paisaje, eso nos lo parece tras haber paseado por la amplia llanura, sus pueblos, sus hoteles, sus casas.
El hotel fue construido por la Junta Militar que gobernaba el país, que también permitió la construcción de un campo de golf, una autopista pavimentada y la mencionada torre de observación. Todo es muy cuestionable, pero el hotel no desentona tanto en el paisaje, eso nos lo parece tras haber paseado por la amplia llanura, sus pueblos, sus hoteles, sus casas.
Se distribuye por un amplio y cuidado jardín, con algunas
esculturas en él en la zona de entrada, como la del legendario Pyu Saw Htee, rey de la
civilización Pyu, un experto arquero que salvó al país de cuatro
monstruos: un gran pájaro, un gran jabalí, un gran tigre y una gran
ardilla.
También hay una estatua de un explorador
birmano montado en un elefante…con cadenas en sus patas...no me gustan nada.
Y otro elefante, esta vez haciendo de transporte para birmanos nobles en la práctica de la caza, ya que al fondo hay un ciervo. Lo mejor, los templos que se divisan al fondo.
La
entrada normal está cerrada porque el estanque que hay a mitad de
camino, donde viven felices con sus bocas abiertas las carpas, tiene
filtraciones y lo están reparando, así que utilizamos la lateral, que
pasa junto a la tienda, ¡qué peligro!
La
recepción ocupa un amplio espacio sin paredes, ¡que corra el aire!, pero
¡aquí no hay aire! Es un agradable lugar decorado con buen gusto, con
sillones y sofás para esperar los traslados, información o sencillamente
estar.
Desde recepción se accede a la piscina, que está muy bien, pero sobre todo lass vistas son excepcionales, vemos algunos de los templos de Bagan, que no son de los más importantes, son templos menores que están llenos de encanto aunque no sepamos sus nombres. La pena es que el horario de utilización de la piscina, si eres respetuoso claro, es un poco justo, creo recordar que hasta las 19 h, aunque si querías disfrutar del atardecer tenías que estar un poco más, pero no tanto como para molestar a los trabajadores o a los comensales del cercano restaurante (es un hotel, no un chalet particular y todos tenemos que convivir).
La primera tarde en Bagan,
tras la visita a Nam Myint, la dedicamos a estar a remojo en la piscina,
disfrutando del frescor del agua (no mucho, pero por lo menos no era
caldo de pollo) y sobre todo de las vistas, con un atardecer sobre los
templos, que aunque no fue todo lo rojizo esperable sí tuvo esta
tonalidad parcialmente. Imposible elegir fotos, ¡qué difícil!, cada una
tiene un color y un tono especial.
Esperamos
hasta que comienzan a encenderse las luces que iluminan los templos, y
de verdad que no apetece irse de aquí, ¿puedo pedir la cena y quedarme?,
me basta con una ensalada o un sándwich…
Las habitaciones se reparten en bungalows por el jardín, la diferencia es que pueden ser adosadas o individuales, eligiendo nosotros el individual (de nombre genérico Jasmine) para no tener que compartir paredes con vecinos ruidosos, por si acaso, que nunca se sabe (nosotros también podemos molestar, esto desgraciadamente es bidireccional). Las maletas llegan con un carro parecido a los que se usan en el golf, porque llegar hasta la habitación cargando con ellas no sería normal ni natural.
Por la noche hay indicaciones para no perderse, aunque la iluminación es tenue es la justa y necesaria para ver por donde se pisa.
El bungalow es de buen tamaño –un apartamento de lujo-, con las puertas de entrada de madera, presentando figuras talladas típicas en el sureste asiático.
O
estás dentro o estás fuera del bungalow y para avisarlo un gracioso avisador, nada de carteles de don't disturb; hasta ganas me dieron de
llevarme esta figurita, y estoy segura que no sería el primer huésped en
hacerlo, pero yo solo lo pensé y me contuve.
El interior del bungalow cuenta con dos ambientes,
uno amplio con sofás de ratán y la televisión (se agradecen estos
espacios para descansar, o hablar o ver el aparato maléfico, por el que
desgraciadamente nos enteramos del atentado islámico en Barcelona).
En el otro espacio está la amplia y cómoda cama, una bendición para descansar a pierna suelta
hasta que suena el despertador, ya que además el silencio es el sonido
del exterior.
A la derecha se encuentra el baño,
que consta de varios ambientes: un vestidor donde dejar las maletas, y
con poco espacio y perchas para colgar ropa (no está preparado para
pasar una semana aquí si así se quiere, que se puede porque los templos de Bagan dan para ello); también hay una mesa con
despertador y la caja fuerte. Al fondo del vestidor, en un amplio
habitáculo, el inodoro –de forma redonda- y un lavabo (no vaya a ser que
termines y no te laves las manos, la higiene lo primero).
En otra zona está la parte acuática del baño: un lavabo, con una bonita caja lacada dónde están las amenities, y un espejo colgante, que en algún momento durante nuestra estancia recibió un bamboleo; una amplia ducha; y una bañera de hidromasaje, bendición de cuerpos cansados, sobre la que hay una gran cristalera, en la que se posan los geckos por la tarde-noche, y cuando te bañas solo piensas que no haya ninguna rendija y te caiga uno de ellos. Sobre una escalera de bambú, las toallas. Nos gusta la decoración y aprovechamiento de este espacio.
En otra zona está la parte acuática del baño: un lavabo, con una bonita caja lacada dónde están las amenities, y un espejo colgante, que en algún momento durante nuestra estancia recibió un bamboleo; una amplia ducha; y una bañera de hidromasaje, bendición de cuerpos cansados, sobre la que hay una gran cristalera, en la que se posan los geckos por la tarde-noche, y cuando te bañas solo piensas que no haya ninguna rendija y te caiga uno de ellos. Sobre una escalera de bambú, las toallas. Nos gusta la decoración y aprovechamiento de este espacio.
Sobre el escritorio hay
información del hotel, del país y de la ciudad, destacando un pequeño
libro sobre costumbres birmanas que deberíamos respetar los turistas:
dos and dont’s for tourists.
El bungalow
tiene una pequeña terraza con dos sillones y una mesa; además tenemos
vistas a un pequeño estanque, pero esa puerta así como la de entrada cuanto
más cerrada esté mejor, no vayan a entrar los mosquitos o los bichos. De
hecho, por la tarde, cuando el personal entra a arreglar la habitación
para colocar las toallas o recolocar la cama, llevan un bote de
insecticida entre sus “armas”.
El plus se encuentra en los pequeños templos que podemos ver la terraza o el jardín, asomando estupas entre la vegetación.
Solo nos queda conocer
el aspecto gastronómico del hotel, que tiene lugar en el restaurante Xanadu
(tenía que tener un nombre mítico, de leyenda), con vistas a la piscina y a los
templos), donde desayunamos y cenamos. Los desayunos tienen el mejor buffet de
todos los hoteles en los que hemos estado durante el viaje, tanto por variedad
como por calidad; sobre la mesa el blíster de las pastillas Malarone, pastillas contra la
malaria, que aunque podíamos haber obviado, preferimos tomarlas, ya que siempre
es mejor prevenir que padecer.
Respecto a las cenas,
luces y sombras, para mi gusto es un aspecto a mejorar, a pesar de su variedad,
no me terminó de convencer, pero estaba todo aceptable. Ofrecen cocina internacional, especialidades birmanas y tailandesas; cierto es que como a mediodía nos nutríamos con curries, por la noche elegíamos platos occidentales.
Vitello Tonnato,
lonchas de rosbeef con mayonesa de atún y anchoas. Uno de los mejores platos,
lo comimos la primera noche y nos hizo presagiar buenas cenas.
Tiras de ternera
salteadas con guisantes y aceite de sésamo, acompañadas de arroz. Una pena,
porque la salsa estaba rica, pero la ternera era pura fibra, de las que das
vuelta en la boca hasta que haces una bola con ella que tienes que terminar
escupiéndola.
Salmón a la plancha,
con salsa de langostinos, verduras y fettuccini al pesto. Un gran plato.
Mousse de chocolate
acompañado de fruta.
Espaguetis carbonara
con pan de ajo.
Pechuga de pollo
rellena de queso español (no preguntamos su origen en particular), acompañada
de salsa de ajo y verduras.
Ensalada César, a la
que le faltaba un puntito para que fuera realmente buena (ya sé, quisquillosa, que eres una quisquillosa).
Tallarines con tiras
de pollo y almendras laminadas.
Tiramisú acompañado
de fruta.
Schnitzel vienés, un
escalope de cerdo empanado, acompañado de salsa de anchoas y patatas
fritas.
Un típico sándwich
club, que nunca nos puede faltar en los viajes, somos grandes aficionados a él.
Sin lugar a dudas uno de los buenos hoteles en los que nos hemos alojado durante nuestro viaje por Myanmar, a pesar de aquellas pequeñas críticas que haya podido escribir por su gastronomía, que no son importantes porque en esencia la comida es de buena calidad.
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