Nuestro hotel se encuentra muy céntrico, en Kärtner Ring, uno de los tramos que conforman el Ring, una avenida a gusto del emperador Francisco José, que comenzó a forjarse el 20 de diciembre de 1857, con lo que Viena se llenó de obras y zanjas, y el motivo por el que Strauss hijo compuso su Polca demoledora.
La orden del emperador fue así: “Es mi deseo que cuanto antes comiencen a construirse los ensanches del casco antiguo…, y se proceda al embellecimiento de mi capital imperial y residencial. Con este fin permito que se derriben las murallas y fortificaciones, así como los fosos…dejando libres los establos del Burgtor (actual Museumsquartier)…los jardines de mi palacio y el cuartel de mi nombre…”.
El 1 de mayo de 1865, día del santo del emperador, se aprovechó el tradicional paseo de la familia imperial al Prater para inaugurar el bulevar. Todavía faltaban más de cuarenta años para que los edificios y las obras se concluyeran.
El proyecto final fue obra de tres grupos de arquitectos y el resultado resultó ser un bulevar de 4 km de largo y 56 m de ancho. Se pensó más en el embellecimiento que en la urbanización: los edificios monumentales debían estar separados, ser abarcables con la vista, estar rodeados de jardines y respirar grandeza. Creo que todo esto se consiguió a la perfección, independientemente de la mezcla de estilos de sus edificios. Los tranvías 1 y 2 recorren los 4 km del Ring, aunque por lo menos hay que hacer uno de los trayectos, ida o vuelta paseando para poder disfrutar de su arquitectura y perderse algo por sus calles laterales.
En el suelo de Kärtner Ring comenzamos a tomar contacto de la ciudad musical que es Viena.
Pero no solo en el suelo, también las plazas son musicales, en este caso muy bien dirigidas.
Estando tan musicales solo podemos dirigir nuestros pasos hacia ella, la Ópera Nacional, que fue el primer edificio que se construyó en el Ring, comenzando las obras en 1863, incluso antes de derribar las murallas. La prensa del momento comenzó a llamarla “elefante empachado”, y cuando el emperador la vio terminada, en 1868, fue bastante parco en sus emociones y palabras, era como una “caja semienterrada”, ya que a su alrededor continuaban las zanjas abiertas.
En la fachada principal hay cinco estatuas de bronce, bajo los arcos de la logia, que representan el heroísmo, el drama, la fantasía, el humor y el amor.
Dos arquitectos fueron los encargados de este proyecto. Van der Null se ahorcó después de las críticas, y un mes después Sicardsburg murió de un infarto.
La Ópera se inauguró el 25 de mayo de 1869, con Don Giovanni de Mozart. Una gran película nos acercó al gran genio de Mozart (seguimos unidos al cine, ciudad tras ciudad, país tras país).
Durante la Segunda Guerra Mundial sólo se salvo la fachada principal y una logia del interior, y a pesar de todas las anteriores críticas negativas del emperador, de los periódicos, y de los ciudadanos, esto se consideró como una agresión a la ciudad. Se volvió a abrir en 1955 con la ópera Fidelio de Beethoven.
Hemos llegado tarde al tour guiado que realizan a su interior, y para el siguiente queda bastante tiempo, además el tour en español está marcado con “x”, lo que nos da a entender que está lleno, aunque en el hotel no nos dijeron nada de reservas, supongo que en inglés serán más fluidas las visitas.
Está considerada una de las mejores óperas del mundo, con un magnífico auditorio, un escenario equipado con la tecnología más avanzada. Como datos curiosos: Richard Strauss fue pitado sonoramente (no conozco la obra de esta reacción), y Von Karajan decía que “no quería codirigir la orquesta con otros dos mil directores”, 2.000 es el aforo del auditorio.
En la Ópera se celebra el baile de debutantes, el último jueves de carnaval, por el que el Ayuntamiento ingresa sus interesantes e interesados euros para que las hijas de los “importantes” de todo el mundo salgan al mundo a ser conocidas.
A ambos lados de la Ópera hay dos fuentes, a la derecha se representa a la legendaria sirena Lorelei sustentada por las alegorías del dolor, el amor y la venganza; y a la izquierda las alegorías de la música, la danza y la alegría. En la foto la segunda.
Salimos a Albertinaplatz, donde se encuentra el palacio construido para Alberto de Sajonia, que aloja la Colección Albertina, una de las mayores en dibujos, grabados, acuarelas y fotografías. Su estatua en alto lo precede.
En una de las esquinas del palacio una fuente la adorna, y es que en esta ciudad el agua es un elemento más de la vida, y se utiliza continuamente para construir elementos ornamentales como iremos viendo durante nuestros paseos.
En el centro de la plaza se halla un monumento contra la guerra y el fascismo, obra de Alfred Hrdlicka de 1988, compuesto de varias esculturas. Fue realizado con granito del campo de concentración de Mauthausen, pero no hay foto porque en este momento teníamos prisa por llegar a nuestro destino por el horario, y cuando volvíamos a pasar por la plaza siempre era de noche con lo que no era fácil obtener una buena fotografía.
Fuente: wikipedia
Impresiona la imagen detrás de la puerta, un judío de rodillas en el suelo con un cepillo fregando el suelo y rodeado por un alambre de espino, este alambre no es original de la escultura, se colocó posteriormente para que los turistas no se sentaran en ella (dato que todavía me asombra terriblemente, me parece de una necedad tremenda sentarse en una escultura que representa tal dolor).
Fuente: miguel-veny.balearweb.net
Continuamos por Augustinerstrasse sin detenernos en los edificios que vamos viendo, y sin desviarnos por las calles que desembocan en esta, que son un auténtico imán para ir a perderse por ellas.
Llegamos a Michaelerplatz, donde se encuentran varios lugares interesantes. Michaelerkirche es un templo del siglo XIII reformado en el XVIII, donde acudía la corte imperial; no pudimos entrar, bien porque estaba cerrada para un concierto o porque estaba cerrada por horario. En su cementerio no sólo descansaban los nobles sino hasta 4.000 cadáveres en una fosa común, en la que estuvo enterrado Mozart, y por eso en esta iglesia se estrenó su Requiem en 1791; su cuerpo luego fue trasladado y se desconoce exactamente el lugar donde se encuentra.
El edificio más llamativo sin embargo es la Loos Haus, construido en 1911 por Adolf Loos, un representante contra el gusto vienés de su época, alumno de Otto Wagner, que fue más allá que su maestro, prescindiendo de la ornamentación para optar por líneas suaves. Con este edificio desafió el gusto del emperador Francisco José, al que llamó la “Casa sin cejas” por la falta de marcos decorativos en las ventanas; por supuesto, los ciudadanos le hicieron los coros al emperador en sus críticas y la llamaron “silo”, “cárcel” o “fábrica”. Tanto disgusto le causó al emperador que decidió no utilizar nunca más la entrada Michaelertrakt al Hofburg por Michaelerplatz (ya lo veremos).
A la izquierda en la foto se puede ver (o intuir más bien entre las obras que tapan su entrada y la lejanía) el Café Griensteidl, uno de los cafés literarios de Viena, cuyo interior no era demasiado llamativo aunque si lo sean su historia y las palabras que se hayan pronunciado en sus mesas. En el centro, protegidos por una valla, se encuentran restos romanos y medievales que salieron a la luz al convertir la plaza en peatonal en 1990.
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