Un día trasteando por internet restaurantes allá por el mes de enero de
2018, pasamos por la página de DiverXO, del chef Dabiz Muñoz, en el que
nunca encontrábamos mesa a no ser que fuera algún día entre semana, y
desgraciadamente no podemos ir en estos días, y de repente allí estaba:
mesa disponible para dos un sábado, la noticia mala era que era el
sábado 13 de octubre y que el viernes 12 es fiesta, pero cómo había que
elegir, elegimos una buena comida en lugar de pasar el fin de semana
fuera, al fin y al cabo ambas experiencias son un viaje, cada uno a su
estilo; era la oportunidad y había que pillarla.
Al hacer la reserva hay que dejar una señal (ticket le llaman, que está muy extendido en restaurantes con estrellas o muy conocidos o solicitados) con la tarjeta de crédito (que eso de reservar y luego no acudir no está bien en ningún sitio).
El restaurante está alojado en el hotel NH Eurobuilding, en un espacio fuera de la circulación del propio hotel, lo que lo hace independiente y menos curioseable. La entrada no es especialmente bonita, una puerta giratoria que le da un toque de oficina o ambiente algo retro, que han decorado con mariposas y una cortina para evitar las miradas.
Al hacer la reserva hay que dejar una señal (ticket le llaman, que está muy extendido en restaurantes con estrellas o muy conocidos o solicitados) con la tarjeta de crédito (que eso de reservar y luego no acudir no está bien en ningún sitio).
El restaurante está alojado en el hotel NH Eurobuilding, en un espacio fuera de la circulación del propio hotel, lo que lo hace independiente y menos curioseable. La entrada no es especialmente bonita, una puerta giratoria que le da un toque de oficina o ambiente algo retro, que han decorado con mariposas y una cortina para evitar las miradas.
Nada más entrar se despliega un mundo onírico, como de película surrealista, ¿el espíritu de Dalí ha pasado por aquí? Son las primeras pinceladas de decoración fuera de lo normal y supongo que del propio Dabiz; te imaginas más un club de música que un restaurante.
Nos
reciben, nos recogen los abrigos y nos acompañan al piso superior donde
se sitúa el restaurante, con unas escaleras con hormigas gigantes.
Me
gusta cuando nos dan la sorpresa en los restaurantes y nos pasan por la cocina, en este caso por la
inmensa cocina, no pude contar todos los que estaban allí trabajando,
pero lo que se notaba era orden, organización y limpieza (todo lo
contrario a mi casa cuando preparo la cena de Nochebuena, que la cocina
es un caos de cacerolas, platos, comida y ¡gente!). Decidimos que nos
haríamos fotos en este momento, cierto es que me hubiera gustado
pero fue un placer ver el ambiente.
Entramos por una puerta a la cocina y salimos por otra a la sala del restaurante, donde de nuevo el mundo de los sueños o de la fantasía de Dabiz está desplegada, con motivos decorativos fuera de lo usual (e incluso normal), que hacen que el espacio resulte divertido, libre de convencionalismos. Miro entre tanto cocinero y no veo a Dabiz, pero esto no quiere decir que no esté, solo que no le veo.
Paredes blancas que aportan luminosidad, acentuada por los grandes ventanales de luz natural; paredes en la que destacan esos cerdos con alas, los cerdos voladores de Daviz, ya sean sus cabezas o sus traseros; ya decía yo que la decoración no es nada convencional, comer con esos culos de cerdos como visión…
Entramos por una puerta a la cocina y salimos por otra a la sala del restaurante, donde de nuevo el mundo de los sueños o de la fantasía de Dabiz está desplegada, con motivos decorativos fuera de lo usual (e incluso normal), que hacen que el espacio resulte divertido, libre de convencionalismos. Miro entre tanto cocinero y no veo a Dabiz, pero esto no quiere decir que no esté, solo que no le veo.
Paredes blancas que aportan luminosidad, acentuada por los grandes ventanales de luz natural; paredes en la que destacan esos cerdos con alas, los cerdos voladores de Daviz, ya sean sus cabezas o sus traseros; ya decía yo que la decoración no es nada convencional, comer con esos culos de cerdos como visión…
Las mesas son igualmente
blancas, con un pie central con luz (gran idea por aquello de estar sentados sin
darte con las patas); sobre ellas lámparas de diseño y/o
mariposas decorativas. Las mesas están rodeadas de una cortina
igualmente blanca (creo que en un principio eran negras, pero este color
resta luz e incluso puede aportar negatividad, y eso que el negro es mi
color, pero no el adecuado para un espacio de creación y magia.
Los
sillones pueden ser blancos o rosas, rosa pasteloso y cursi, que sigue
el patrón onírico de fantasía, eso sí, en el respaldo hay grabados unas alas, ¿los
cerdos somos nosotros?...
Me encantan las
cubiteras para el agua, un cucurucho de helado. Curioso el detalle de
las botellas de agua, unas simples de plástico (esto habrá que
corregirlo por ecologismo) de Solán de Cabras, que se lleva mucho el
agua fantasiosa a grandes precios.
Ya estamos en
nuestra mesa, una amplia mesa solo para dos, con la declaración de
guerra de Dabiz en la cocina escrita en las servilletas, Vanguardia o
Morir.
Sobre la mesa un esqueleto de pez, que no parece muy amigable.
Nos entregan el menú de degustación, que llaman la cocina de los cerdos voladores, no podía ser de otra manera.
De
aperitivo para beber optamos por champán, y nos dan un Suenen, francés, un blanc
de blancs, que no conocemos pero que tenemos que apuntar en nuestra
memoria porque estaba muy rico (no puedo dar notas de cata, más quisiera
yo llegar a este nivel). Con esta copa esperamos la llegada del
sumiller para que nos aconseje sobre si realizar un maridaje, si lo
tienen, ya que como es normal el libro de petete de vinos es demasiado
grande; además el maridaje es un modo de conocer vinos, sin ser una apuesta personal con falta de conocimientos.
La elección del sumiller es simple, durante toda la
comida disfrutaremos de un estupendo champagne Gosset Grand Rosé, que ya
conocemos y nos apasiona (lo descubrimos en el restaurante del hotel La Torre del Remei). Lo del champán
era la idea inicial de mi pareja para toda la comida, no el Gosset específicamente. La novedad es que durante algunos platos especiales, elegidos
por el paladar y el saber de Miguel Ángel Millán, el sumiler, nos
servirán copas de otros caldos, así que habrá un hilo conductor con el
Gosset y de vez en cuando daremos rodeos en el camino.
Comenzamos con un viaje a la India, a las playas de Goa exactamente, con un aguacate asado lentamente con chutney caliente de menta escabechada y tomates verdes, piel de oveja Malai Masala y azafrán. No quiero preguntar por la piel de oveja porque quiero probar este bocado sin demasiadas cortapisas mentales -supongo que es un velo de leche o nata-, ya bastante tengo con el aguacate, que no me gusta nada, sobre todo si es muy blando, su textura me desagrada hasta el vómito. ¡Gran sorpresa!, el bocado de aguacate es una auténtica delicia (está claro que cuando hay buen producto, buenas ideas y buena ejecución al final me terminan gustando casi todos esos ingredientes que no como).
Comenzamos con un viaje a la India, a las playas de Goa exactamente, con un aguacate asado lentamente con chutney caliente de menta escabechada y tomates verdes, piel de oveja Malai Masala y azafrán. No quiero preguntar por la piel de oveja porque quiero probar este bocado sin demasiadas cortapisas mentales -supongo que es un velo de leche o nata-, ya bastante tengo con el aguacate, que no me gusta nada, sobre todo si es muy blando, su textura me desagrada hasta el vómito. ¡Gran sorpresa!, el bocado de aguacate es una auténtica delicia (está claro que cuando hay buen producto, buenas ideas y buena ejecución al final me terminan gustando casi todos esos ingredientes que no como).
Mientras tanto, cuando sirven un plato del menú en otras mesas un olor cítrico inunda el salón, un olor maravilloso, y a momentos
incluso te sientes como en un spa donde te fueran a dar un masaje
relajante entre humo oloroso. Tendremos que esperar nuestro turno, para
este plato, no para el masaje.
Caviar asado en un horno tandoori con curry vindaloo y yogur griego (yoghourt según menú). Pues de nuevo me sorprende y me sorprendo, porque este caviar no tiene el regusto marino tan potente (de los sucedáneos y de los buenos), solo es en el retrogusto cuando te viene este sabor, que en boca desaparece y es suave. Comienzo a enamorarme de las salsas y fondos, ese curry es un espectáculo, al que acompaña a la perfección la frescura del yogur (ya sé, esto no es un invento de Dabiz, pero es que forman una pareja perfecta los dos ingredientes).
Caviar asado en un horno tandoori con curry vindaloo y yogur griego (yoghourt según menú). Pues de nuevo me sorprende y me sorprendo, porque este caviar no tiene el regusto marino tan potente (de los sucedáneos y de los buenos), solo es en el retrogusto cuando te viene este sabor, que en boca desaparece y es suave. Comienzo a enamorarme de las salsas y fondos, ese curry es un espectáculo, al que acompaña a la perfección la frescura del yogur (ya sé, esto no es un invento de Dabiz, pero es que forman una pareja perfecta los dos ingredientes).
Dal Masala
(lentejas Masala) con suero de mantequilla de oveja y crorofil; ancas de
rana como si fuera butter tikka masala, menta escabechada. Le acompaña
un papadum de lentejas y un chutney de mango. Me gustan las lentejas
así que no creo que estas me vayan a decepcionar. Primero nos comemos la
cuchara de lentejas, donde va la extraña menta
escabechada. Luego atacamos la pequeña y sabrosa anca de rana (en
Vietnam venden pequeñas ranitas en todos los mercados como si fueran pipas) y
finalmente el papadum (la pequeña torta de pan) con las lentejas,
¿alguien me da pan por favor que el papadum se me queda corto? ¡qué rico!
Naan
de queso al vapor con trufa, maíz y parmesano acidulado. Este plato es
como dar finos y exquisitos bocados al otoño, no como un jabalí o un
cerdo buscando trufas, sino como señores con smoking y trajes de fiesta.
Es realmente espectacular lo que sientes al comerlo, ¡quiero una ración!
Le
acompaña un Doctor Bürklin Wolf Pechten 2007 Pfalz, un Riesling, que si
ya en condiciones normales es difícil pronunciar el nombre de este vino no quiero yo pensar
cómo será hacerlo con unas copas del mismo. Millán nos cuenta las
cualidades y calidades del vino como si fuera un cuento, a mí desde el
primer momento me engancha a su exposición, que además es rítmica en
sonido, enfatizando en algunas partes…pufff, esto es tremendo. El caso
es que este vino le acompaña fenomenalmente a la humedad del plato, a la
trufa, al otoño, y sí que es cierto que al olerlo te daba esa sensación
a humedad (¿estaré aprendiendo? o ¿solo me he contagiado del buen hacer
de Millán?)
Como bebida acompañante para el siguiente plato una pipa de lima limón y menta, un rebujito de shiso, que nosotros utilizamos para limpiar el paladar del fuerte sabor a trufa en lugar de esperar el siguiente plato -además nos hizo tanta gracia que fuimos unos ansiosos-. Estamos jugando y formamos parte del circo del restaurante, somos como niños pero sin el como.
Como bebida acompañante para el siguiente plato una pipa de lima limón y menta, un rebujito de shiso, que nosotros utilizamos para limpiar el paladar del fuerte sabor a trufa en lugar de esperar el siguiente plato -además nos hizo tanta gracia que fuimos unos ansiosos-. Estamos jugando y formamos parte del circo del restaurante, somos como niños pero sin el como.
Ensalada
de papaya verde con berberechos al vapor, “ventresca” de cochinillo
crujiente, tomates semi-secos, cacahuetes cremosos y aliño de hibiscus
agridulce. Un mar y montaña versión Dabiz, con los toques asiáticos en
la acidez (es muy ácido el plato pero muy bueno) y en el uso de los cacahuetes, que en lugar de crujientes
totales son crujientes externos y una crema suave en su interior. Los
pequeños trozos de cochinillo imitando la ventresca por ser parecidos
ambos ingredientes en su grasa son una gozada, porque es una grasa
limpia, no es dura ni pegajosa, no se queda en el estómago pegando
alaridos para digerirla.
Chupe peruano de
angulas estofadas en crema de centolla, yema de huevo y chile rocoto. ¡Ay
esa crema de centolla!, que bien le quedan a las angulas. Un chupe para
chuparse los dedos.
Para apurar la crema una curiosa y simpática cuchara, que no se quede nada en el plato.
Capón-salmón.
Caldo agripicante de capón, emulsionado con su grasa, partes
gelatinosas de la cabeza del salmón, sus aletas y huevas de trucha.
Según cantaban el plato mi cara era siendo cada vez más un poema, todos
esos ingredientes gelatinosos pueden ser un infierno en mi boca. Pero la
sorpresa está en que fue uno de los platos que más me gustaron (y me
gustaron todos mucho muchísimo) pero este especialmente, supongo que por
mi negativa mental, fue un escándalo de sabor que me sorprendió y aluzinó.
Según el menú vamos con la parte del típico Yamcha de Hong Kong versión Daviz.
Dumpling de nécora versión chilli crab de chipotles con cocotxa en romana de yema de pato. Ese chilli crab me recuerda una sopa de cangrejos picantes que comimos en StreetXO -versión más asequible de la cocina de Dabiz- y me produce mucho respeto, porque si bien indicaban claramente que era picante, la sopa tenía que estar marcada con diez guindillas o más. Pues efectivamente, este chilli crab estaba riquísimo, y por supuesto picaba bastante con esos chipotles. La cocotxa con una textura melosa pero muy suave.
Preciosos son los cubiertos para comer este plato, que además va con un juego de palillos para coger la cocotxa.
De bebida para
acompañar este plato una grata y magnífica sorpresa, un sake, Heaven Sake Dassai
Junmai Daiginjo (parece que casi puedes pronunciar Jumanji y de repente en este circo gastronómico saldrán animales como en la película, que estarán comandados
por un ejército de cerdos voladores por supuesto). Francia y Japón se
reúnen para elaborar este riquísimo sake, del que Millán nos cuenta
maravillas de su elaboración y sabor: se exprime al máximo el almidón del arroz para que
quede un sabor más puro, más nítido…yo solo sé que al olerlo no era
alcohol, tiene un punto afrutado, y en boca no era recio ni áspero,
sino suave, una perdición si esa botella está en una mesa y te sirves
como si no fuera alcohólico, te acabarás levantando como lo hacen los
japoneses, tambaleándote. En esta ocasión sí le pedimos la botella para
hacer una fotografía ya que no queremos que se nos olvide.
El
siguiente plato va servido en vaporeras de las que sale humo y sobre
todo un aroma a cítrico que inunda el salón, de ellas venía el olor que
ha inundado nuestras pituitarias a ráfagas durante la comida. Lo
presentan como un juego, levantar vaporeras y encontrar su contenido:
puede haber una, dos o tres, y si ocurre lo último, el camarero se
sienta con nosotros. No creo que haya tres en ninguna ocasión, pero
bienvenido sea si esto ocurre, que dado que todo es un circo, hasta
pegaría esta novedad, y no molestaría, porque además yo aprovecharía
para hacer un interrogatorio culinario.
Vamos
con el plato. Bocata de calamares XO, chipirones rehogados, ali-olii
picante, sésamo negro y pan crujiente con salsa agridulce. No tengo
palabras, un bocado de bocata maravilloso. Estos nuevos bocatas de los
chefs que le dan la vuelta y la revuelta son una exquisitez, como lo fue
en el ya cerrado restaurante Sergi Arola Gastro. Atención al detalle de la servilleta de bar en el plato, como una comida de calle pero con toques finos.
Recuerdos
de un viaje a Nápoles. Dumpling de vino tinto y ragout de pichón
estofado en jugo de tomates sicilianos con puré de patatas peruano al
estilo Robouchon. ¿se puede mezclar más? Supongo que sí pero mi cabeza
no me da para tanto. Primero te comes el puré de patatas, que fue demasiado
mantequilloso o con exceso de nata para mi gusto (solo yo y nada más
que yo) y luego el dumpling sabroso.
Los dos siguientes platos son gambas a la quinta potencia en dos pases…
Bolognesa de esencia de carabineros, sashimi tibio de quisquilla de Motril, macarrones de albahaca thai y jugo de ossobuco estofado. Qué mezcla tan sabrosa, y la finura de esos macarrones, transparentes y delicados; el carabinero ilumina el sashimi de quisquilla y ese jugo de ossobuco... Precioso y muy rico.
Bolognesa de esencia de carabineros, sashimi tibio de quisquilla de Motril, macarrones de albahaca thai y jugo de ossobuco estofado. Qué mezcla tan sabrosa, y la finura de esos macarrones, transparentes y delicados; el carabinero ilumina el sashimi de quisquilla y ese jugo de ossobuco... Precioso y muy rico.
Para apurar bien el plato una cuchara y un instrumento tipo lengua para empujar y rebañar, al final solo nos quedaba pasar el dedo.
Langostino
baby chigüato a la andaluza, polvo de galeras y pan de gamba con
tomate ¿langostinos qué?, pues el que pregunta encuentra respuestas, y
resulta que estos son de Cádiz y eran crujientes por el frito y tiernos
por su pequeñez y punto de cocina. El pan de gamba no tiene nada que ver
con el pan de gambas de los restaurantes chinos, esto es otra historia.
Para acompañar este langostino nada mejor que
un Jerez, La Bota de Manzanilla Pasada N.40, Equipo Navazos. Yo advierto
que con estos vinos no me termino de entender bien, me parecen muy
pesados, Millán me ofrece cambiarlo, pero yo ante estos menús de
degustación (comida y bebida) lo acepto todo, tengo que ir aprendiendo a
conocer, a paladear y a entender, así que voy por este manzanilla, que
al final me sigue sin convencer, no estaría entre mis elecciones. No
sabía que el Jerez se criaba en las botas clásicas de vino, siempre he
visto barriles o eso me ha parecido ver, lo que hoy aprendo es que se
separan algunas botas especiales para conseguir estos vinos especiales.
Pido disculpas si lo que cuento no se ajusta a la realidad.
El
siguiente plato tiene su guasa, viene presentado bajo la cresta del
pelo de Dabiz (creo que el cambio de look que se ha hecho últimamente ha
sido un recorte de esta cresta característica además de un cambio de
color de pelo, ¿tendrá que cambiar vajilla?)
El plato viene con pregunta, “¿a qué sabe un güoper de
Diverxo?”, y primero nos preguntan si conocemos el Whopper, ¡a
nosotros!, que a los 18 nos criamos con ellos siempre que podíamos (por
delante siempre de McDonald, que luego las cosas cambiaron). Royal de
pato (lo normal hasta el momento era royal de liebre y hoy cambiamos) a
las cinco especias chinas y gochuyang (mi Corea, que recuerdos
gastronómicos, ¡y qué salsa picante! la del gochujang), emulsión de mostaza verde,
cebollino y vinagre de arroz. El pato es asado al carbón. Patatas fritas
extracrujientes de pato (piel de pato, que presentan en brocheta) con salsa brava. ¡Que Whopper el de ayer! ¡Que “Güoper” el de hoy!, a cada
edad lo suyo, y ahora estamos más por el segundo, no hay color.
Sin
tiempo para hacer el intento de disfrutar del manzanilla llega un
Domaine Rapet Volnay Les Ehards 2012, un vino potente para acompañar
este güoper, un borgoña pinot noir.
Pixin
asturiano (rape, pero como es asturiano, pixin) macerado en sirope de
arce y cocinado como lo haría un chifa (wok en llamas, que hace
referencia a la cocina japonesa-peruana), con gazpacho de jalapeños y
aceite de vainilla y coco. El rape era una delicia, un bocado exquisito,
de una calidad impresionante y cocinado de forma maravillosa. Lo mejor,
con tus dedos coges el trozo de rape, lo bañas en la salsa de jalapeños
y te lo comes, para terminar chupándote los dedos. ¡Viva el juego!
¡Fuera las normas!
Cigala de tronco asada y
reposada con su Bordalesa, mantequilla de ajos negros, cremoso de
chiles acidulce y salsa xo (salsa original de Dabiz, que el
camarero nos dijo que partía de mi querido kimchi coreano) ¡Madre mía! ¡qué cigala!, era pequeña pero
matona. La presentación es un auténtico cuadro, como un Miró en la mesa.
Cabeza de cigala con “menuiere” de limones
agridulces. No, los labios del plato no se comen, son de cerámica, pero
si el tronco de la cigala estaba bueno, lo de la cabeza se sale, hacía
años que no comía ninguna tan rica -fue en una marisquería, de la que
chupamos hasta los ojos y la recordamos con cariño y placer a partes
iguales-. Solo rebañas la cabeza, que dejas su cascarón soporte.
Los
platos salados terminan con un ¿Strogonoff viajero?. “Estofado express”
en el wok de solomillo de Kobe con achiote, setas shimeji en escabeche
de Cabernet y chantilly de rábano raifort. No hay casi ningún restaurante de menú
degustación que no termine con una ternera Kobe, hoy es en un sabroso
estofado como diferencia importante que normalmente suele ser un buen
taco de carne poco cocinado con alguna salsa; los cables negros eran como unos cheetos de Matutano. La presentación de nuevo
es espectacular, que da miedo hasta romper, podría ser un Matisse.
Le acompaña un Castro de
Candaz Finca el Curvado 2016, un gallego Ribeira Sacra con uva mencía.
Desde que en Navidades descubrimos los vinos gallegos tenemos una
auténtica debilidad por ellos, y no sólo por los clásicos ribeiros o
albariños, que Galicia afortunadamente es mucho más. Este Castro de
Candaiz nos gusta, no nos parece recio de sabor por lo que no se lleva
el strogonoff sino que lo acompaña.
Los postres los llaman Dibujos animados…Mundo dulce de fantasía, así que fantaseemos y saboreemos.
Kakigori. Sopa Tom kha gai helada con guayaba, lemon grass, chile, lima, lima keffir. ¡Vaya lleva lemon grass!, a mi pareja no le gusta nada de nada, pero hoy va en un postre, menos mal que son solo tres hojas que se pueden apartar y algo de regusto porque contamina mucho esta hierba. El detalle es que se lo quieren cambiar por uno que no lleve las hojas, pero realmente no son tan importantes como para desarrollar una urticaria o un asco total. Este postre es como subir la cima de una montaña y comerte la nieve porque tienes sed, y darte cuenta que no es nieve ni hielo, es un granizado de sabor intenso; y es que el kakigori es un helado de nieve de origen japonés...¡los vimos en nuestro viaje a Japón! pero no tuvimos la suerte de comerlos tan ricos. El plato lo terminan de decorar en la mesa.
Kakigori. Sopa Tom kha gai helada con guayaba, lemon grass, chile, lima, lima keffir. ¡Vaya lleva lemon grass!, a mi pareja no le gusta nada de nada, pero hoy va en un postre, menos mal que son solo tres hojas que se pueden apartar y algo de regusto porque contamina mucho esta hierba. El detalle es que se lo quieren cambiar por uno que no lleve las hojas, pero realmente no son tan importantes como para desarrollar una urticaria o un asco total. Este postre es como subir la cima de una montaña y comerte la nieve porque tienes sed, y darte cuenta que no es nieve ni hielo, es un granizado de sabor intenso; y es que el kakigori es un helado de nieve de origen japonés...¡los vimos en nuestro viaje a Japón! pero no tuvimos la suerte de comerlos tan ricos. El plato lo terminan de decorar en la mesa.
Para
los postres acompaña un Mitis Amigne de Vetroz 2014, un vino dulce de
Suiza, país que pese a su cercanía a Austria, Italia, Francia, nunca
había pensado como productor de vinos.
Ganache
de coco, ajo negro, chicle de grosella, albahaca y regaliz, con helado
de cenizas de coco-yuzu. Riquísimos todos los ingredientes, pero ese
chicle de grosella era un salto al pasado, a ese chicle de feria que te
inundaba de sabor de fresa o menta durante segundo y medio y luego
desaparecía, aunque en este caso el sabor se mantenía, y con él tus
recuerdos –para los más jóvenes el recuerdo será para los chicles
rellenos de líquido de los noventa-, y ese toque de regaliz, que a mí me priva. Gracias por la emotividad que me
transmitió este plato, fueron sensaciones a todos los niveles.
Limón,
maíz, lulo, vainilla y la leche que queda en el fondo del bowl después
de los cereales ¿se puede ser más cachondo?, aunque eso de que me den
la leche que le ha sobrado a alguien… Lo mejor, su sabor del dulce y ácido a la vez, una explosión en boca.
Sorbiendo
tu infancia…Flan de algodón de feria, remolacha, vainilla y toque de
salsa siracha. Tiene una instrucción, prohibido usar los dedos, además
no hay cubiertos, la única posibilidad es sorber del plato con la boca.
Dabiz juega con la comida y nos hace a nosotros jugar con ella, todo
debe ser diversión, desde el momento en que comienza a idear el plato (y
me lo imagino serio y soberbio) hasta que lo prueba y aprueba, y
finalmente es apto para que nos lo comamos. Muy divertido, y quieres más.
Terminamos
el menú con la merienda…croissant y galletas blancas. Una versión del
mochi japonés para elaborar una galleta blanca y un croissant de gran delicadeza (¡que tiemblen los famosos Manolitos!).
Terminamos
con un café y un té blanco (me sorprende que Dabiz no tenga una
variedad más amplia de tés, un must de los restaurantes en la
actualidad, y más teniendo en cuenta su gran base de los sabores
asiáticos en su cocina).
Toca pagar, factura que llega en una
caja cuya tapa parecen los morros de un cerdito, solo le faltaban unas
pequeñas alas en los laterales…
En resumen, ha sido
una experiencia gastronómica impresionante y maravillosa, de espectáculo en cada
plato, que ha merecido la pena la espera de nueve meses para llegar a
Diverxo, y que es una pena que no sea fácil hacerlo porque las reservas
vuelan, como los cerdos. Yo no sé si Dabiz es un genio o no, para mí sí lo es, es
inmensamente creativo, realiza una conjunción de sabores únicos y en una
armonía total, además te hace jugar con la comida en modo diversión con platos, presentaciones, cubiertos o modo de comer.
Todos los ingredientes han sido de una calidad excepcional, todos los sabores han sido mágicos, intensos, fuertes y suaves, con mucho contrapunto de acidez pero nunca sin pasar la línea de perder el sabor del ingrediente principal. Pero sin lugar a dudas yo me quedo con todas esas salsas, esos fondos, hubiera pasado a cocina a robarlos, ¡los quiero todos en un tupper ya!, una concentración de sabor única.
A las mariposas no les pillo la idea, puede ser que tras una oruga feuchona sale una preciosa mariposa… La idea de los cerdos voladores pues no sé pero tenemos una teoría, relacionada tanto con las comidas pantagruélicas de los romanos, como con las medievales o las del siglo XVIII en Francia, en todas ellas los comensales devoraban como auténticos cerdos, y nosotros vamos a comer en cantidad pero con elegancia; los cerdos son voladores porque con la comida vamos a volar, a soñar, a introducirnos en un mundo de fantasía culinaria. Creo que hay mucho de ironía, humor y onirismo en estos cerdos.
El servicio lleva uniformes cuyas chaquetas imitan a los maestros de ceremonia de los circos, ¡bienvenidos al circo de Dabiz!, ¡pasen y coman!, ¡disfruten sin miedo!
Por último, Dabiz salió a la sala en varios momentos, controlando las mesas con su mirada, pero aunque tuve ganas de acercarme a él, no era el momento, él estaba haciendo su trabajo, en cocina y en sala, no era cuestión de que los comensales le avasallaramos, ya no hacer una foto, sino para hablar con él de sus creaciones, de sus planes futuros. Me gusta mucho cuando un chef está a los mandos de sus fogones en sus cocinas y restaurantes, no es obligatorio en sus funciones que nos saluden y nos pregunten (que nos gusta, pues sí, te sientes importante si le comentas tus impresiones y además si estás contento y sorprendido te gusta ser agradecido).
Todos los ingredientes han sido de una calidad excepcional, todos los sabores han sido mágicos, intensos, fuertes y suaves, con mucho contrapunto de acidez pero nunca sin pasar la línea de perder el sabor del ingrediente principal. Pero sin lugar a dudas yo me quedo con todas esas salsas, esos fondos, hubiera pasado a cocina a robarlos, ¡los quiero todos en un tupper ya!, una concentración de sabor única.
A las mariposas no les pillo la idea, puede ser que tras una oruga feuchona sale una preciosa mariposa… La idea de los cerdos voladores pues no sé pero tenemos una teoría, relacionada tanto con las comidas pantagruélicas de los romanos, como con las medievales o las del siglo XVIII en Francia, en todas ellas los comensales devoraban como auténticos cerdos, y nosotros vamos a comer en cantidad pero con elegancia; los cerdos son voladores porque con la comida vamos a volar, a soñar, a introducirnos en un mundo de fantasía culinaria. Creo que hay mucho de ironía, humor y onirismo en estos cerdos.
El servicio lleva uniformes cuyas chaquetas imitan a los maestros de ceremonia de los circos, ¡bienvenidos al circo de Dabiz!, ¡pasen y coman!, ¡disfruten sin miedo!
Por último, Dabiz salió a la sala en varios momentos, controlando las mesas con su mirada, pero aunque tuve ganas de acercarme a él, no era el momento, él estaba haciendo su trabajo, en cocina y en sala, no era cuestión de que los comensales le avasallaramos, ya no hacer una foto, sino para hablar con él de sus creaciones, de sus planes futuros. Me gusta mucho cuando un chef está a los mandos de sus fogones en sus cocinas y restaurantes, no es obligatorio en sus funciones que nos saluden y nos pregunten (que nos gusta, pues sí, te sientes importante si le comentas tus impresiones y además si estás contento y sorprendido te gusta ser agradecido).
En
los planes de Dabiz está dejar Diverxo, no solo el local, sino
descansar del restaurante, aunque no creo que pueda dejar de crear en la
cocina, eso es algo que lleva en las venas, y es una pena que no
podamos disfrutar su comida en todo su despliegue, que espero que este cierre sea temporal y vuelva sin tardar mucho, aunque será un milagro
encontrar mesa, pero lo volveremos a intentar, a ver si los cerdos
voladores nos ayudan a llegar. Por lo menos aún nos queda StreetXO (en Madrid y en Londres), la
versión low cost, que por supuesto nos tiene enganchados, aunque
cuesta llegar a comer, todo es cuestión de paciencia, ya que no admiten
reservas, solo hay que hacer cola durante largo tiempo y al final te
sientas, comes, ríes y disfrutas.
¡Gracias!, a todo el equipo, el que vemos y nos atiende, al que no vemos, y por supuesto a Dabiz, que nos ofreció un maravilloso viaje gastronómico.
¡Gracias!, a todo el equipo, el que vemos y nos atiende, al que no vemos, y por supuesto a Dabiz, que nos ofreció un maravilloso viaje gastronómico.
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