Happy Birthday to me!
Para celebrar el cumpleaños
de una amiga y el mío propio decidimos darnos un homenaje en uno de los
llamados buenos restaurantes. Llegada la fecha elegida, 9 de
junio, por problemas familiares (afortunadamente en camino de solución, lenta pero
solución) nuestros amigos no pudieron acompañarnos. Nosotros decidimos ir a
cenar, porque para bien y para mal la vida sigue, aunque ella por su cuenta se empeña en
pararla, y si bien los parones son necesarios para descanso del alma en algunos momentos, no creo que deban ser definitivos en ningún caso.
Cambiamos los acompañantes y
nos dirigimos al restaurante Sergi Arola Gastro para conocer las creaciones de Sergi,
uno de los más mediáticos cocineros-chefs de nuestro país, criado en los
fogones del maestro Ferrán Adriá.
Al llegar nos recibe un
amable señor que nos abre la puerta del taxi y nos habla en inglés, no pensé yo
que tenía esta pinta de extranjera, y es que el restaurante tiene fama fuera de España…ganada o
no…eso es decisión de los comensales.
Al entrar al restaurante nos
recibe el equipo de camareros y Sara Fort, la esposa de Sergi, que es la
directora del restaurante, que nos acompaña a nuestra mesa, muy amplia, muy
cómoda, y con bonitos detalles de presentación, nada recargados.
Mientras esperábamos a
nuestros amigos mi marido se pide una copa de vino para aligerar la espera, que dejamos en manos de la suplente del
sumiller; éste, Daniel Poveda, no se encuentra esta noche de sábado, dato que nos llama la
atención. No importa, Rosa nos atiende muy bien, y comienza la noche con un
vino de nombre precioso, A mi manera, cosecha de 2011. Con este nombre no puede
estar malo, New York siempre con nosotros (ya llegará esta ciudad a este blog
pero necesito mi tiempo para hacerlo) y de la mano lejana de Frank Sinatra.
Para acompañar el vino, yo prefiero ir lenta en esto de la
degustación vitivinícola para no perderme la gastronómica, nos presentan unas aceitunas de Kalamata, aunque no me saben a tal, y será porque en Grecia saben mejor...cuestión de ubicación adecuada supongo.
Mi marido durante la espera
a que llegarán nuestros amigos lee parte de la enciclopedia de la carta de
vinos, pero más por curiosidad que por elegir algunos, ya que teníamos decidido
que nuestras bocas y paladares quedaran en manos del equipo del gastro.
No hay menú de degustación
sorpresa en Arola, en su lugar hay varias opciones a elegir: Menú Sergi Arola (snacks y bocados, dos
entradas, un pescado y una carne), Menú Descubrimiento (snacks y bocados, una
entrada, un pescado y una carne) o elegir a la carta. Nuestra elección fue dos
menús Sergi Arola y dos Descubrimiento, nosotros por supuesto a por todas, que
estas ocasiones hay que aprovecharlas.
Continuamos con el vino A mi
manera, que resultó bueno y nos gustó a todos. Al no existir maridaje como tal
la pregunta fue si preferíamos alternar blancos con tintos y nos decidimos por
hacer la cena completa con tintos, por aquello de no mezclar graduaciones
alcohólicas e intentar ser lo más comedidos posible, además Rosa nos lo aconsejó y una vez puesta nuestra decisión en la suya, nada más que objetar.
Comencemos el festival gastronómico
de Sergi. Lo malo es que justo antes de empezar recibí una llamada telefónica
que me desconcentró y fastidió, así que esta primera parte la hice con la mente
en otro lado, y hay que tener en funcionamiento todos los cinco sentidos, cuando no los seis,
para intentar saborear y disfrutar estas creaciones. Para vuestra tranquilidad
os diré que no fue nada grave, solo un fastidio que no era importante, solo
fastidio y que por ello no puedo contar con detalle mis sensaciones iniciales como debería ser porque
comía pero no estaba concentrada en ello, y las tengo demasiado difuminadas,
oscurecidas.
Negroni de fruta de la
pasión, que en principio nos gusta por la evocación a Vietnam, aunque esta
fruta no es precisamente la que más nos gustó allí. De estos efímeras
sensaciones recuerdo una suave textura, no así un fuerte sabor a alcohol como
me ocurrió en La Terraza del Casino, y seguro que algo llevaba, porque Negroni
es un cóctel, así que supongo que será una versión especial de Sergi.
Tras esta primera toma de
contacto el camarero, trae dos planchas de piedra que calienta, ante nuestra sorpresa y nuestros ojos abiertos como nuestras bocas.
Sobre ellas coloca unas
riquísimas coca-pizzas braseadas con aceitunas negras, con una base super
crujiente, con un buen sabor a tomate y a rúcula. Poco a poco mi mente se va
liberando de la llamada perturbadora, aunque todavía sigue resonando al fondo.
Me gustó mucho y si llego a estar totalmente concentrada en lo que tenía que estar la hubiera disfrutado y
saboreado aún más, aunque es curioso que lo que más recuerde sea la masa.
Tras estos snacks llega la selección
de los clásicos bocados, un homenaje a las tapas españolas de Sergi, con una
cuidada presentación. Y un detalle a mencionar, hasta el momento comemos con
los dedos aunque tenemos a nuestra disposición un tenedor pero a mí se me hace
impensable tomar estas tapas y bocados de ningún otro modo que no fuera de
forma manual-prensil.
Comenzamos con uno de los
clásicos más conocidos de Sergi, su versión de las patatas bravas, ya estoy en
forma, la visión de estas tapas me ha estimulado mis sentidos aletargados.
Personalmente me esperaba más, una explosión de sabor de otra forma, pero con
ello no digo que no estuvieran para chuparse los dedos, esos dedos con los que
se toman las patatas para comerlas. La base de patata de una textura exquisita,
quizás lo que para mí falló fue la poca bravura de la salsa, y es que el
picante me gusta. Al resto de comensales les encantaron las patatas bravas,
posiblemente en mi caso la expectación no fue el mejor acompañante para la
degustación.
Cornete
relleno de gambas al ajillo, aquí si soy gratamente sorprendida por el
sabor de este helado con sabor a puro
ajo, en teoría, según nuestro camarero el cucurucho tenía el sabor a gambas,
pero ni el cucurucho ni el helado me recordaron en demasía a las gambas, un
vago recuerdo más que un sabor definido. Una receta que me gustaría conocer, y
que además este helado tiene múltiples variedades de ingredientes.
Lo
mejor, según toda la mesa, de estas tapas, el clásico bocata de calamares, en
esta ocasión con el “pan” coloreado con la tinta del calamar. Sólo nos faltó
aplaudir y hacer la ola, porque era un auténtico bocata de calamares, eso sí,
con unos calamares de escándalo y un pan diferente, todo de exquisita calidad y
manufacturación. Estuvimos todos de acuerdo en que queríamos el bocata entero y
no sólo la muestra. Otra receta que no me importaría agenciarme.
Terminamos
esta ronda con un sándwich de tomate y jamón, que era aire en la boca, era de tanta suavidad
en su composición que se deshacía en la boca; y con una “bomba” de la
Barceloneta, que dejamos todos para el final porque era lo más picante en esta
degustación de tapas, y que si bien tenía su punto de picante no lo era tanto
como para verse forzada a beberse la copa de vino de un trago, al igual que el
sándwich también era aire con sabor a patata y tomate "picantillo". Me gustará ir
a la Barceloneta para probar las auténticas “bombas” ya que no tengo el gusto
de haberlas probado.
Las
tapas finalizan con unos espárragos verdes en tierra de morillas, y
efectivamente estas morillas, una variedad de hongos, tenían la textura de
tierra, y quizás esto es lo más chocante al paladar, porque su sabor era bueno
pero demasiado seco y áspero. Los espárragos eran las puntas que no podían ser
muy grandes porque el recipiente en el que se sirven no admitirían mayor tamaño.
Fui la que más apreció esta tapa entre los comensales, para el resto no fue de su gusto totalmente.
Comienzan
nuestras elecciones de menú, que podían haber sido más surtidas para probar todos los
platos, pero también es importante al elegir decantarse por los propios gustos,
sobre todo aquellas que tenemos algunos alimentos con los que no nos
relacionamos bien y eso que la noche me tendrá una sorpresa de órdago.
Raviolis
de remolacha y consomé de celery, con más agrado recibido el consomé que los
raviolis, cuya pasta me pareció insípida. El ravioli en su interior tenía jugo
de remolacha y al romperse y soltarlo el consomé adquiría un precioso color
sanguíneo (no, no es morbo gratuito). El celery es apio, y el consomé no tenía
sabor agrio como suele tener esta verdura al masticarla en crudo o cocida.
Dos
buenos detalles al servir este plato, el primero es que tres comensales lo
hemos pedido, y es servido en dos platos (soporte) diferentes, siendo yo la afortunada de
tener esta escudilla de metal que le da un marco propicio al plato.
El
segundo detalle es que a uno de los comensales el plato no le hace ninguna
gracia y al darse cuenta el camarero y sobre todo Sara, le ofrecen cambiárselo
por otro, que será uno de los platos estrella de esta cena, pero como dos
comensales lo tomaremos más adelante lo dejo momentáneamente en suspense.
El
surtido del pan es presentado directamente en la mesa, en otras ocasiones se da
a elegir entre varios, pero no me parece mal detalle el tener la oportunidad de
probar un poco de todos sin necesidad de estar llamando a los camareros;
desafortunadamente pasé bastante de este alimento y sólo probé el del tomate
pero no fue un elemento necesario para acompañar la comida y no dirigí mi mano hacia este alimento básico.
Los
panes van acompañados de mantequilla, sales con sabores, a los que no le
hicimos mucho caso, fue más el probar (y jugar) un poco pero no llegó a convencernos para untar
el pan.
El comensal en discordia de entrada pidió molleja de ternera guisada con especies, puré
de coliflor y caviar de berenjena ahumada, plato que me dio miedo pedir porque
con las mollejas en pequeño me llevo más o menos bien pero a estos productos de
casquería les tengo respeto cuando no miedo y algo de aversión.
Su
presentación es muy cuidada, por un lado el plato con el puré y el caviar, de
gran colorido.
Por
otro, la molleja a la plancha, bien grande ella, sobre una bandeja agujereada
para que suelte la grasa y sepa a lo que tiene que saber.
No
llegué a probarla pero a fe del que se la comió estaba de escándalo.
Nos
hemos bebido y degustado con placer dos botellas de A mi manera a nuestra
manera y pedimos una nueva elección de la mano de Rosa, que nos presenta un
Blas Serrano 2008, más contundente que el anterior, de mejor presencia en boca
(eso dicen que se dice).
Para
los que pedimos el menú Sergi Arola nos queda otra entrada, vieira con tocino
crujiente, ensalada de nabo y manzana verde, plato por el que fue cambiado el
de los fallidos raviolis de remolacha. Suprema esta vieira, que no por el
acompañamiento, que queda algo deslucido ante la exquisitez del molusco que te
deleita hasta niveles gastronómicos de nirvana. Sobre la vieira colocan con
toda la delicadeza del mundo una espuma de algo que no sé definir, pero que a
la que se descuidan al colocarla se volatiliza. IMPRESIONANTE.
Es extraño lo bien que acompaña el cerdo al mar, yo sólo he cocinado medallones de rape envueltos en bacon, y es un plato que me encanta, aunque no a todos les apasiona.
A
los comensales que no disfrutaban de esta entrada les colocaron un plato vacío,
más por un orden estético de la mesa que por el hecho de poder compartir con el
resto.
Nos
toca probar el último vino de la noche, no podemos quedarnos sin bebida para
rematar los platos principales, en esta ocasión recibimos con sorpresa un vino
mallorquín, 12 Volts, que nuevamente nos convence. Las elecciones de Rosa para
esta noche nos han gustado mucho, y lo mejor es que de esta manera aprendemos o
intentamos aprender más sobre este mundo tan amplio del vino.
Turno
de los pescados, para tres un lomo de mero negro asado, milhojas de patatas y
cebolla tierna, leche de coco y curry Vindaloo, que yo me pedí con reparos por
la leche de coco, de la que llegué a estar saturada en Camboya, pero el mero es
un pez que me gusta y como desconocía la existencia de este negro pues me
decanté por él. El pescado muy rico pero el aderezo lo encuentro algo insulso,
con poca consistencia, poco sabor, que sería de agradecer por esa aversión a la
leche de coco y a que no se desvirtúa el sabor propio del pez pero no me
termina de convencer del todo.
El
tercer pescado del comensal díscolo es un chipirón de anzuelo con guisantes encebollados, que sólo
por su presentación ya merecen nuestra total aprobación, pero a pesar de su apariencia maravillosa y de la cara de placer del que se lo comía no lo probé, porque ya me peleaba bastante con mi mero y todavía me faltaban las carnes para cenar.
Turno
de las carnes, de nuevo tres comensales nos decantamos por el kebab de cordero
lechal, crema de pepino y yogurt, con helado de tomate especiado. El cordero
riquísimo, de una suavidad y sabor estupendos, el helado de tomate un
escándalo, parece que los helados no atípicos son un acierto en esta casa, pero
el plato en su conjunto no me convence, el pan que rodea al kebab me es difícil
de masticar, demasiado duro que no crujiente, aunque este efecto bien pudiera
haber sido producido por la tardanza en comerlo, ya que entre escuchar, hablar,
beber, mirar, reír…y que nuestros estómagos estaban bastante llenos y había que
intentar hacer hueco posiblemente no fue el momento apropiado para disfrutarlo
en conjunto.
De
nuevo el comensal en discordia acierta en su elección, hígado de pato preparado
a modo de “coca” y caramelizado con verduras asadas. Al igual que me ocurrió
con las mollejas, este plato fue directamente descartado de mis elecciones porque no puedo con el
hígado y su fuerte sabor, pero esto no tiene nada que ver con lo conocido. La
presentación ya lo presenta oculto a primera vista, pero lo mejor sin lugar a
dudas es su sabor, porque en este caso, y raro en mí como en pocas ocasiones,
me atreví a probarlo y a maravillarme, resultando ser soberbio, otro
IMPRESIONANTE de la noche.
Llegamos
a la tanda de postres, y nos toca un prepostre sorpresa, que para mal propio no
recuerdo su sabor completo, era un helado con regusto a regaliz, de eso estoy
segura, porque fue un bocado de infancia (aunque no puedo dejar de comer
regaliz en mi llamada edad adulta), más porque me llevó al paloduz y a tardes mordisqueando y escupiendo
estos palos.
El
menú Descubrimiento tiene derecho a un postre, y estas fueron sus elecciones: souflé
de arroz con leche, ya que este comensal tiene una debilidad casi genética por este plato. La
presentación ya es un punto favorable nuevamente, y es que si bien en casa
en ocasiones intentamos ser creativos es imposible tener el arsenal de posibles
platos y soportes para quedar tan bien. Respecto al arroz, no lo probé, no me
ha gustado nunca y ni siquiera la curiosidad como con el sorprendente hígado de
pato me llevó a hacerlo, pero a juzgar por las caras de placer del comensal
estaba francamente rico, suave, no pesado, en su punto de azúcar, todo eso que
dicen que es tan difícil de conseguir.
El
otro postre elegido del menú Descubrimiento fue tatín de manzana caramelizada y
helado de crema de leche, mucho más sencillo en su apariencia y presentación
que el arroz con leche, que de nuevo no probé pero que también recibió la
aprobación.
En
el menú Sergi Arola hay opción a dos postres (un auténtico festival dulce), de
primera “Nuestro mojito…”, que por supuesto no es un mojito al uso, sino una
divertida, buena y rica versión del mismo, en el que no se notaba en demasía el
alcohol, afortunadamente, en ocasiones es mejor quedarse corto que largo, pero
ese canutillo estaba muy rico, y no es que el helado no lo estuviera, pero el canutillo ganaba por puntos.
El
segundo postre no tenía evasión alguna para estos chocoadictos, su nombre el chocolate
“da la vida…”, y efectivamente chocolate no faltaba en él, y bueno estaba
bueno, pero es que ese mojito nos había colmado en grado extremo y claro, las
comparaciones, por muy chocoadicto que se sea al final nos hicieron
decantarnos más por él. Esta noche está resultando sorpresiva en cuanto a valoraciones finales.
Para
acompañar los postres y siguiendo el sentido común y el consejo de Rosa de no
terminar con champán, a pesar de que yo quería cantarme el happy birthday con
un brindis espumoso, nos tomamos una sorprendente sidra vasca, Malus Mama, que
a mí no me disgusta pero no termina de convencernos como fin de fiesta.
Terminamos
la cena con unos cafés y para mí un rico té, Soplos de Oriente, una composición
realizada por un “teófilo o teólogo” o como se llame el que se dedique a estas
mixturas, que está muy rico, con un toque ligero a vainilla pero muy suave y
nada dulzón.
Para
acompañar un surtido de dulces petit fours, piedras de río de caramelo
(supongo, que pudieran haber tenido chocolate o cualquier otro ingrediente en su interior pero nadie las
probó, así que me quedo con su aspecto exterior y lo que me parecieron), rodajas de plátano frito y sobre todo, unas trufas y unas aceitunas de
trufa que estaban para haber llevado un tupper y meterlas todas, ya que era imposible,
por una cuestión de espacio estomacal, el comerlas en el momento.
El
último detalle de Rosa es que me sirvió una copa de champán para brindar por mí
(y por todos mis compañeros, aunque ellos pasaron de beberlo).
La experiencia resultó gratificante aunque menos sorprendente que las manos de Paco Roncero guiadas por Ferrán Adriá en La Terraza del Casino, pero no descarto volver de nuevo a seguir probando, aunque antes me gustaría ir a otros lugares en Madrid, incluso repetir en el Casino. Un detalle feo de esta noche de sábado es que Sergi no se encontraba en los fogones, y este es uno de esos detalles que los comensales agradecen, sin desmerecer las manos cocineras en las que estuvimos esta noche.
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