Hi Seoul!
Al programar este viaje lo primero era plantearse la línea aérea con la
que volaríamos, nuestra agente de viajes lo tenía claro, Korean Air, que tiene
vuelos directos a Seúl, compañía que ella había probado y que además la había
convencido. La salida es a las 11.15 h de la mañana, el vuelo dura doce horas, y la llegada
prevista es a las 6.15 h. La diferencia horaria con España es de siete horas a
sumar en Corea.
Un nuevo destino, una nueva compañía aérea a probar.
Ya que estamos en vuelo-marcha nada mejor que comenzar con la gastronomía
coreana, de comida nos ofrecen a elegir entre tres opciones, y la nuestra es
clara, bibimbap, que aunque en comida
de avión no será tan buena como en comida terrestre, de algún modo hay que
comenzar el contacto coreano. El bibimbap es una mezcla de verduras,
carne y arroz, en el que en ocasiones se coloca un huevo encima, pero esta no
es una de esas ocasiones. Todos estos ingredientes se colocan en un plato hondo
según los cinco colores primarios de alimentos coreanos (teoría dixit): blanco (arroz), amarillo (huevo),
verde (verduras), rojo y negro. La carne no tengo claro en el grupo de colores
en el que se incluiría y según la foto la variedad de colores es bastante
contradictoria.
Faltan dos colores a explicar, el negro supongo que viene dado por uno
de los ingredientes básicos en la cocina coreana (y hay varios aparte del
consabido arroz), que es el aceite de sésamo, y el rojo por otro de ellos, el gochujang o salsa de pimientos rojos
picantes (y a fe que en algunos casos picaba más de lo que te hubiera gustado).
Como se puede ver en la foto otro elemento que casi nunca falta en una
mesa coreana es un bol de sopa, que en esta ocasión y no como nos ocurrió en
Japón con la odiosa sopa de miso, tienen una auténtica y rica variedad de
ellas, de calientes a frías, de verduras, de carne, de pescado, de pepino…
Otro de los alimentos que nunca, pero nunca de nunca, falta en la mesa y
que no se puede ver en la foto de la comida en el avión, es un plato muy especial, que a
fuerza de probarlo nos hemos convertido en unos auténticos expertos en
diferenciar los buenos de los malos (claro, según nuestro paladar inocente e
inexperto), pero a él llegaremos más adelante una y otra vez, comida tras comida, el kimchi.
Durante el vuelo me distraigo de varias maneras: leyendo la guía
confeccionada del país, principalmente de Seúl, nuestra primera parada; viendo
una película que me gustó y me hizo reír, con una crítica entre velada y
directa hacia el sistema funcionarial y político, aunque el final no me terminó
de cuajar del todo, La pesca del salmón
en Yemen; y controlando la ruta del vuelo, que esto de pasar sobre Mongolia
te incita a un viaje próximo y creo que lleno de aventuras aunque con toda
seguridad habría un amplio debate marital sobre este destino y creo que tengo
todas las de perder.
Supongo que una premisa básica de este recorrido de vuelo es no violar
el espacio aéreo norcoreano.
Al amanecer y antes de la hora prevista comenzamos a divisar tierra
coreana. Me gusta ver los amaneceres desde el avión, sobre todo al inicio de los viajes, es la alegoría de un nuevo destino.
Aterrizamos en el aeropuerto de Incheon, al que no
conoceremos más en profundidad hasta nuestra partida, por lo que no le hago la
valoración ahora, y eso que ha sido considerado en el 2012 como el mejor
aeropuerto del mundo, galardón que ha logrado desde el año 2005 según la ACI
(hay muchos ratings de aeropuertos, con lo que depende de la encuesta el
ganador del año y no soy tan entendida para saber cuál de ellas es la más
realista, aunque lógicamente yo tengo mi propia opinión en esto de los
aeropuertos).
Tras recoger las maletas, que afortunadamente salen sin una larga espera,
antes de salir del aeropuerto cambiamos euros a wons, la moneda nacional, al
cambio de 1.328W por 1€, con lo que te conviertes literalmente en millonario al
cambiar 600€.
De la salida del aeropuerto no había fotos interesantes que hacer, de
los edificios en el exterior había alguno destacado pero no teníamos tiempo ni
la posición adecuada para realizarla ya que nuestro transporte estaba esperando
nuestra llegada y nos hizo correr algo detrás de él con nuestras maletas
cargadas de ropa para este periplo de dieciocho días.
El aeropuerto se encuentra a 52 km de Seúl, conectado por una amplia y
buena autopista (este es uno de los detalles que nos ha gustado en
Corea, su estupenda infraestructuras de carreteras, que además van mejorando y
ampliando). No es que se circule rápido pero es bastante difícil conseguir una
buena foto de lo que nuestros ojos van encontrando, del paisaje, que todavía no
nos ha cautivado pero ya lo hará rápidamente, de los millones de edificios de
viviendas todos iguales que inundan las ciudades coreanas, con sus números escritos
en el exterior.
La que sí sale es la foto de una de esas industrias que en
teoría contaminan el ambiente con sus malos humos, pero sin embargo, en Seúl,
comparado con Tokio, no se utilizan tanto las mascarillas en la calle, y es que
estos malos humos dicen que se producen más en China y que llegan hasta aquí.
También comenzamos a ver la escritura del idioma coreano, aunque
sinceramente hemos aprendido bien poco del mismo, más que nada hemos afianzado
lo que ya llevábamos aprendido para saludar y agradecer. El hangul es el alfabeto instaurado por
el rey Sejong el Grande en 1443 y desarrollado por un grupo de eruditos que se
basaron en la interpretación de los sonidos hablados, cuando anteriormente se utilizaban caracteres chinos.
Está considerado como uno de los sistemas de escritura en uso más simples,
concisos y científicos del mundo. En el
año 2000 se realizó la nueva romanización de 24 letras (resultado escueto con
algunos ejemplos, la p pasa a ser b pero se sigue pronunciando como p, hecho
que también ocurre con la k, que pasa a ser g, con la t que pasa a ser d y con
la ch que pasa a ser j, pero se siguen pronunciando como antes…según nuestra
guía se pronuncia como en inglés, pero ni por estas me cuadra este lío de
consonantes escritas y pronunciadas).
Un ejemplo claro con una palabra muy repetida: la dinastía Chosun ahora es Joseon (gran cambio y no solo de
consonantes, pero su pronunciación sigue siendo con ch). Lo peor es el jaleo con el nombre
de las ciudades y su pronunciación hasta que tu mente adapta a no pronunciar como se escribe.
Durante el viaje hasta nuestro hotel nos vamos asombrando de la
inmensidad de puentes que cruzan el río Han, ninguno parece más llamativo en
arquitectura, aunque alguno sí que nos gusta más, pero éstos no fueron captados
por la cámara.
En esta foto se puede ver lo que comentaba de los edificios de viviendas, torres todas iguales, aunque no se distinguen los números de sus fachadas.
Estamos viajando por la orilla sur del río Han o Hangang (gang significa río) y
desde aquí divisamos una de las insignias de la ciudad de Seúl, la torre Namsan.
Y así, distraídos con el paisaje llegamos al hotel con los ojos bien abiertos y sin ganas de dormir.
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