Un restaurante que teníamos pendiente, mejor dicho las creaciones del
chef Diego Guerrero que es su autor –con dos estrellas Michelin-, es
Dstage, y un día trasteando por internet encontramos una mesa libre de
chiripa, así que a más de cuatro meses vista hicimos la reserva, que
esto es oro cuando encuentras hueco. Teniendo en cuenta que sólo abren de lunes a viernes,
encontrar mesa el viernes por la noche fue casi un milagro y una
auténtica suerte.
La máxima del restaurante y título de este reportaje cuelga de la pared de ladrillos.
La máxima del restaurante y título de este reportaje cuelga de la pared de ladrillos.
A
la entrada hay un salón pequeño para recibirte, donde hay tres mesas, unos
pequeños sofás de cuero y unas sillas tipo sillón, donde además está la barra; algo así como un bar inglés con toques modernos. Nos preguntan si tomaremos el menú corto o el largo, y por
supuesto elegimos el largo, que vamos a intentar probar todo lo posible;
y además como también es costumbre elegimos maridaje, lo que
significará un montón de platos y un montón de copas de vino.
En
este pequeño salón tomamos el aperitivo, calamares a la romana, pero
claro, esto no puede ser unos típicos calamares, tienen su punto tanto
en sabor como en la curiosa presentación, en una caja de madera humeante
sin calor, con conchas y algas, como una neblina de mar. Respecto a los
calamares, eran muy tiernos, pero que muy tiernos, no nos contaron con qué estaban rebozados,
con un
rebozado muy suave que no creo que se tratara sencillamente de una
delicada tempura, tenía algún truco que me he quedado sin conocer. Van acompañados de una salsa pil-pil elaborada con los
tentáculos. Para beber nos decantamos por unas copas de champán, que
había que comenzar la noche brindando, pero esa barra incita a pedir
algún cóctel.
Desde este pequeño salón pasamos
junto a la barra de la que salen los platos, aquí nos toca un segundo
aperitivo en modo adivinanza. Una simpática cocinera comienza a elaborar
nuestro aperitivo dándonos pistas, el premio para el ganador, que
decide si se lo come solo o lo quiere compartir; yo lo adiviné, hay que
estar atenta de oídos y ojos, y por supuesto que compartí el premio, que
soy mala pero sin licenciatura de diabla. Como es sorpresa, y así debe
ser, aunque es posible que lo cambien, por si alguien pasa por este
blog, no comento nada de este simpático aperitivo quiz. Diego juega con
el despiste por las temperaturas y las texturas en este plato, pero al
comerlo no tienes ninguna duda de qué se trata, el paladar no miente.
La decoración del local es muy neoyorkina tipo industrial, paredes de ladrillo y paredes junto a la cocina con azulejos blancos tipo metro. Las mesas de madera sin grandes parafernalias, es casi como estar comiendo en la cocina de tu casa (si tu cocina es grande o tienes una casa de tus abuelos en el pueblo, que en algunos casos tenían cocinas acogedoras con mesas increíbles). Sobre la mesa las servilletas y los vasos, que lo del mantel ya ha pasado a la historia, ni siquiera hay manteles individuales, ya os digo, como en casa. Tenemos la suerte de tener una mesa para los cuatro en una especie de apartado con vistas al pequeño huerto que tienen (hierbas para aderezar) –la mesa está detrás de la pared con el hueco de la fotografía.
La decoración del local es muy neoyorkina tipo industrial, paredes de ladrillo y paredes junto a la cocina con azulejos blancos tipo metro. Las mesas de madera sin grandes parafernalias, es casi como estar comiendo en la cocina de tu casa (si tu cocina es grande o tienes una casa de tus abuelos en el pueblo, que en algunos casos tenían cocinas acogedoras con mesas increíbles). Sobre la mesa las servilletas y los vasos, que lo del mantel ya ha pasado a la historia, ni siquiera hay manteles individuales, ya os digo, como en casa. Tenemos la suerte de tener una mesa para los cuatro en una especie de apartado con vistas al pequeño huerto que tienen (hierbas para aderezar) –la mesa está detrás de la pared con el hueco de la fotografía.
Comenzamos
con un Carabinero: una base de crema de carabinero o marisco, de fuerte y
rico sabor, y una costra crujiente de los caparazones de los
carabineros. Yo no soy fan de las cremas de marisco, pero sí del
marisco, por lo que de este plato decir que me gustó es mucho: la presentación es preciosa -y ese color rojo vida que hasta parecía una joya con el brillo-, el sabor es muy bueno,
por la mezcla de suavidad (crema) con crujiente (costra).
Acompañado
de un Oporto Noval (de la zona de Pinhao), que han macerado con hoja de ostra,
¿las ostras tienen hojas?, pues claramente no, pero así se llama a esta
hoja de ensalada que parece ser un acompañamiento perfecto por su sabor a
mar, y especialmente a ostra, para platos de pescado, ante el que nos
encontramos. Si el mundo de la cocina está revolucionado, no se queda atrás el mundo del vino.
Esponja de enoki. El enoki es una
seta de filamentos blancos, finos y alargados, muy utilizada en la
cocina asiática (yo creía que recibía otro nombre, pero ahora buscando
información creo que se trata de la misma o muy similar a la que nos
encontramos en muchos platos en nuestro viaje por Corea del Sur). No
recuerdo el acompañamiento de las setas, aparte del cebollino, pero no
recuerdo el sabor de los puntos blancos; lo que puedo decir es que el
enoki así cocinado no me gustó demasiado, porque me pareció demasiado
blando (hay texturas con las que tengo un desencuentro total), y el
sabor me pareció un poco plano, y al final me acabó pareciendo demasiada cantidad. Sobre lo escrito: mil degustaciones, mil
opiniones, así que en la mesa hubo comensales a los que les encantó –en
cocina no todo es bueno ni todo es malo, depende del que come-. Eso sí,
la presentación es muy simpática.
Acompañado de
un vino de Montilla Moriles, Punto Más. Al final voy a terminar pillando
el punto a estos vinos dulces, que solían ser de sobremesas y cada vez
más forman parte de la comida, pero me siguen costando mucho.
Tomate garum.
Tres tomates cherry muy fríos, que no me atrevo a decir que nuevamente tienen truco, como los calamares, porque el interior te explotaba en la
boca como si fueran zumo pero el exterior era la carne del tomate, por
lo que es posible que fueran vaciados y luego inyectado en su interior un agua de
tomate. Su sabor, impresionante, tomate, tomate. Y mira por donde
siempre había tenido curiosidad por la salsa garum, de origen romano,
elaborada con pescado y vísceras de pescado fermentadas (en Asia son
especialistas en salsas de pescado fermentado, que hemos probado en Vietnam y en Myanmar); este garum no tenía un olor tan fuerte como la pasta asiática y
a mí me pareció muy rico, y además estaba muy frío. El plato también
lleva ramallo de mar o percebe de pobres
porque es un alga que tiene este sabor. Para mí, un plato espléndido, un
mar y montaña versión moderna, en apariencia sencillo (repito, esos
tomates tienen truco y la elaboración del garum no debe ser de dos
minutos y rapidito).
Le acompaña otro vino dulce, uno dulce de Málaga, Ariyanas 2012. Esta noche me quieren introducir sí o sí en los vinos dulces.
Tartaleta
de guisante lágrima y trufa. Un guisante riquísimo que no sé cómo
estaría cocinado.
También va acompañado de una salsa de algas, que en esta ocasión además
lleva un toque de trufa, ¡viva la mezcla!. Un plato nuevamente en apariencia sencilla que está muy rico.
Le acompaña un vino de Sudáfrica, Klein Constantia Brut, un blanc de blancs. Con este vino ya voy mucho mejor.
Un
solo nombre para el siguiente plato, Maya. Infinidad de adjetivos para
describirlo: magnífico, estupendo, genial, impresionante, espectacular,
lleno de matices, México lindo…Una base de mole morado (de huitlacoche),
con chile, yuca, pipas de calabaza…una gozada para comer y además
precioso. Para acompañar, lima y cilantro. Para todos sin discusión fue un plato de matrícula de honor.
La
bebida que lo acompaña es un agua de coco fermentada, que no nos
convenció mucho a ninguno –quizás una buena cerveza mexicana-, pero el
vaso en el que la presentan es muy mexicano, con una calavera... ¡tequila!
Llega un rico pan de croissant a la mesa, y es que te lo comías sin darte cuenta, tomabas un trozo y no podías parar de darle bocaditos.
Rosa
de pimiento asado, un pimiento de piquillo de Lodosa. Quizás un plato
fuerte para cenar -sobre todo para los estómagos delicados-, es lo que tienen los pimientos. Un sabor
buenísimo, y de presentación muy bonita y tierna. Casi podías sentir el
calor y el humo de las brasas al comer los pimientos.
Le acompaña un Txacolí de Álava, Bat Gara Uno 2014. Las copas de vino se amontonan en la mesa, porque si no te la acabas, te la dejan, así que o las vamos terminando o directamente les decimos que se lleven aquellos vinos de los que no vamos a beber más, en mi caso los dulces.
Callos
y bacalao. Una salsa contundente tanto en textura como en sabor (para
mojar el rico pan) elaborada con los callos del bacalao, sobre la que colocan con delicadeza la piel del
bacalao frita en forma de canutillo. Me sorprendo a mí misma disfrutando
de este plato.
Le acompaña una hidromiel tostada que preparan en el restaurante, realizada con malta de cebada, que nos resulta curiosa y sorprendente; debería beber más para darle una nota de cata más elaborada y con sentido.
Bacalao
en salmuera y pollo asado. Es un bacalao con una salsa
pilpil de pollo, coronada con la piel crujiente del pollo. Me vuelvo a sorprender a mi misma
comiendo y disfrutando de este bacalao -no es mi pez el bacalao-; la salsa, por supuesto, riquísima.
Le acompaña un F.Villard’Les Contours de Deponcins’2016.
A
la mesa llega un plato que no nos cantan ni cuentan, nos dejan que nos
vayamos sorprendiendo con él y que volvamos a jugar a las adivinanzas.
En este caso voy a sacaros de dudas, porque sobre la mesa teníamos claro
que se trataba de un pescado, hasta la anguila se llegó a
mencionar…pero ¡vaya sorpresa! Piel de pescado y toffe de atún, que era
como una lasaña compacta de pieles (que comíamos sin saber que esa
gelatina era precisamente esto, piel de pescado), con una salsa elaborada si no entendí y
apunté mal con los ojos de los pescados. Todo un reto de elaboración y
de prueba gastronómica.
Le acompaña un By Ott 2017, un vino rosado.
El
siguiente plato lo preparan junto a la mesa, y nos van contando que se
trata de atún, y que Diego buscaba un acompañamiento perfecto para él,
que le dio muchas vueltas, probó con varios ingredientes hasta que para
él encontró el perfecto, que por supuesto resulta ser una auténtica sorpresa. Morrillo de atún a la brasa, lacado con una
salsa elaborado con la raspa del atú y jengibre y soja; bañado con
morcilla de Beasain. Personalmente no me gustó este matrimonio, sobre
todo porque yo adoro el atún en solitario, me parece un pez supremo y al final la morcilla conseguía diluir en mi boca el buen atún;
pero esto solo dice que no me gustó la pareja pero sí el plato, que
estaba bueno, y le volvería a dar otra oportunidad para encontrar los matices con más calma.
Le acompaña un curioso
Sartenes o Canciones 2015, un Ribeira Sacra tinto elaborado por el
propio Diego con una bodega gallega, con uvas brancellao y merenzao.
Supongo que el nombre del vino es por dos de las pasiones de Diego, la
cocina y la música.
Los platos principales
terminan con un cordero, alga kombu, cogollo y piparra. Sorprende
encontrarnos con el cordero, cuando ya mencioné en DiverXO que la
ternera Kobe está siendo uno de los ingredientes más utilizados en gastronomía. Muy rico el cordero, la piparra se
encontraba en la salsa, el cogollo y el alga bajo la carne del cordero,
y la “piel” no era la piel del cordero, estaba elaborada con un
producto que no recuerdo ni en memoria ni en paladar, pero que su crujiente era fabuloso.
Le acompaña un Luis Pérez, Tintilla 2016.
Como
una especie de limpiabocas y preámbulo a los postres, melón y remolacha
fermentada, presentado sobre un bloque de hielo. Precioso el plato, y
muy refrescante por supuesto. El melón había sido teñido por la
remolacha o ¿era un falso melón?
Cebolla,
vinagre, fresas silvestres y nasturtium; una crema de cebolla con
merengue de vinagre, pues así dicho no apetece mucho la verdad como postre, pero
estaba muy rico. Parece un postre muy navideño.
De
nombre simplemente maíz, plato que va acompañado de una toallita mojada y nos deja a todos muy extrañados. Es un algodón de azúcar blanco en cuyo centro hay un helado de
mango con maíz tostado –tipo kikos pero sin ser tan salados, como el maíz que no termina de convertirse en palomita pero mucho más tierno-, formando una mazorca tostada; además entre esos polvos había algo
picante, ¿pimienta? ¿chili? ¿wasabi?, un punto no demasiado fuerte pero
sí un contraste. Divertido, refrescante y rico. Con las manos haz un
rollo con el algodón de azúcar y envuelve la salsa con el falso maíz, te queda
un pequeño bocado que es un estallido de sabor en la boca. Genial y una
vuelta a la infancia de todos, a las ferias (parece que los cocineros
tienen un gran alma infantil, ya que Dabiz Muñoz también nos transportó a
la infancia, y muchos de los cocineros utilizan las famosas Peta Zetas
en sus creaciones…).
El último postre y plato
es una pantxineta de zanahoria, que como elemento sorprendente lleva
suero de algas, entre otros; el hojaldre típico de este postre del País
Vasco está elaborado con zanahorias.
Para acompañar los postres un Sablonnettes Les Erables 2015.
Durante la cena vimos trabajar detrás de la barra que da a la cocina a
Diego Guerrero, pero también fue saliendo a las mesas según terminaban preguntando que
tal les había parecido el menú, hasta que nos llegó el turno, así que nos hicimos la foto de rigor
con él, que en este caso, al haber terminado los servicios, éramos los
últimos, no le causábamos ninguna demora en su trabajo. Gracias.
Parto
de la base de que cuando uno va uno de estos restaurantes de creación,
no todo lo que te presenten te va a gustar, y sí lo hace, será de
matrícula de honor y master, pero en las visitas a restaurantes de menú
de degustación he aprendido a valorar muchos otros factores: la
creatividad por supuesto, la mezcla de productos que a priori puede
parecer descabellada, la calidad de los productos, el resultado final
del sabor (independientemente de si gusta o no, pero se puede tener una
opinión más objetiva –por ejemplo un sabor logrado a…-, la vajilla utilizada (que
suelen ser muy bonitas y cada vez más, muy originales). Personalmente
tenía muchas ganas de conocer la cocina de Diego Guerrero tras haberle
visto en varias ocasiones en programas de televisión, de cocina por
supuesto, y me parecía muy llamativo tanto lo que contaba como lo que elaboraba, y este menú de degustación es eso, llamativo y lleno de
contrastes. Me gustará volver a Dstage (si la suerte quiere volver a acompañarnos para encontrar mesa) y seguir probando la cocina de
Diego y su atrevimiento.
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