A las 7.30 h nos reunimos con Myo, y bajo la lluvia vamos al aeropuerto
de Heho, algo más de una hora de trayecto, y afortunadamente durante el camino la
lluvia deja paso al sol, que siempre es mejor volar en estas condiciones
que en las primeras.
Hoy volamos con la compañía
Yadanarpon Airways, pero no tenemos asientos predeterminados, volamos sin asignación de asiento, esto es, el que llegue
primero que se siente (esto lo llevo muy mal, prefiero saber de antemano
que estaré separada de la persona con la que viajo a jugar a los empujones).
Facturamos,
esperamos y finalmente entramos en la sala de embarque, sala nada cómoda y atestada de viajeros. Como era de esperar, cuando anuncian la
salida del vuelo, en esta ocasión creo que si lo dijeron en inglés, la
gente apelotonada en la puerta.
Subimos al
avión, y desde él vemos como una de nuestras maletas está a punto de ser
embarcada, confiamos en que la otra no esté muy lejos. No encontramos asientos contiguos, así que vamos separados,
como era previsible, y además yo no tengo mi clásica ventanilla, esto no
ha empezado bien.
A las 9.30 h más o menos
comenzamos a volar, y media hora más tarde nos dan el desayuno: un pan
con salchicha, un croissant y un bizcocho. Este vuelo que no ha comenzado muy bien, termina fatalmente cuando mi
compañero de asiento (no de vida), derrama su vaso de naranjada sobre sí mismo y algo
sobre mí…¡ay!, le intento ayudar dándole pañuelos de papel para que se
limpie un poco, aunque la mayor parte, para su desgracia, le ha caído en
la entrepierna y esta zona se le va a quedar pegajosa…¡más ay!, pero
sobre todo para él. Él se disculpó, la familia que viajo con él se disculpó, respeto y amabilidad, no ha sido nada más que unas salpicaduras de naranjada, que no me apetecía tomar la verdad.
Aterrizamos en Yangón,
sufrimos de nuevo el caos de tráfico para llegar al hotel, que en esta
ocasión hemos elegido uno más céntrico, para tener las posibles visitas
más a mano, ya que el Governor's Residence está algo más alejado y es aconsejable
el uso del taxi. No tenía muy claro que el vuelo de ida fuera a ir en
hora, no tenía muy claro el tiempo meteorológico que tendríamos y lo que
nos condicionaría, no tenía muy claro nuestro cansancio, no tenía muy
claro lo que seríamos capaces de visitar en nuestro primer paso por la
ciudad, así que la elección del segundo hotel estuvo marcada por
estos elementos, y así llegamos al hotel Sule Shangri-la, que ocupa la torre
que antes ocupaba el Traders Hotel, un clásico en la ciudad; para entrar
hay que pasar un arco de seguridad, tal cual los aeropuertos y sitios
oficiales, se deja el bolso y las maletas en la cinta para ser
examinados. Bonito bonito, no vamos a decir que la torre pueda recibir este calificativo, sobre todo comparado con el Governor's.
Elegimos una habitación club, con acceso a los desayunos y "meriendas" -meriendas que dada la variedad y calidad puede convertirse en una cena adelantada- en el lounge del piso superior, y con ello también tenemos una recepción especial, y no la de la planta
baja. Al estar la habitación situada en una planta alta (no hicimos
fotos de su interior, nos pareció clásica y normal en tamaño y
decoración), tenemos vistas a la ciudad, que no son nada del otro mundo, pero resultan curiosas.
Por la noche, por supuesto que no hay nada que ver.
Frente
al hotel y a nuestra ventana, la torre Sakura, que alberga oficinas y en su planta más
alta hay un bar-restaurante, que tiene unas vistas parecidas a las
nuestras, aunque es posible que sean mejores al estar rodeada de
cristalera en todos sus lados, con lo que puede ser una buena opción
para al menos cotillear, pero no llegamos a subir.
Desde el lounge
se tienen otras vistas, más amplias y mejores, eso sí, a través de unos cristales que no se han limpiado de la
lluvia, de la bonita estación de trenes, Yangon Central Station.
También
tenemos vistas de Shwedagon Paya, aunque con esos cristales y esa
lejanía, no se ve mucho, pero al menos su estupa destaca en el horizonte
(posiblemente con la cámara las fotos serían mejor que con el móvil).
El estadio de fútbol Aung San.
El hotel cuenta con una piscina, que tiene un horario muy amplio, pero de la que no dimos uso, muy a mi pesar, parece que en este viaje me remojo más por la lluvia.
La noche que pasamos en el hotel cenamos en el restaurante de cocina cantonesa, Summer Palace. Nos sirven unos cacahuetes de aperitivo; al tiempo que llegan una salsa, cebolla y chiles picados para acompañar los platos de comida.
Como
estamos en un buen hotel, se nos quita el miedo al pescado (aunque
durante el viaje lo hemos comido en varias ocasiones y no ha pasado nada), así que pedimos unas
gambas picantes y pollo con verduras (tenían sus nombres pero no los
apunté y ahora no me acuerdo), acompañados de arroz, que sería como una versión del tres delicias pero mucho más sabroso. Sin llegar a ser
grandes platos, eran más que aceptables en calidad y sabor.
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