Ella
Josephine, yo Jane
Hoy nos vamos por la Bruce Hwy en dirección
sur desde Cairns, pasando por las plantaciones de caña de azúcar y sus
factorías. En las poblaciones se ven las construcciones denominadas queenslanders, que son las típicas sobre
pilotes que ya vimos en Vietnam y Camboya, pero al contrario de las de estos
países aquí tienen colorido en sus fachadas y se nota que la vida no es de
tanta penuria. La razón de estas construcciones en todos los países es la misma,
las fuertes lluvias, los ciclones y las inundaciones.
Aparte de la caña de azúcar,
como zona tropical que es esta región de Queensland también hay plantaciones de
plátanos.
Entramos en el Wooroonooran National Park, un bosque tropical (rainforest) de grandes árboles.
Al mirar hacia arriba se contempla por supuesto la inmesidad arborícola, que en ocasiones parecen árboles despeinados, como si los hubiéramos pillado sin tiempo a arreglarse, y es que hace poco la zona sufrió inundaciones terribles y los efectos son palpables, a lo bajo y a lo alto.
Para ver la altura de estos árboles nada mejor que comparar con algo, aunque este algo sea pequeño, exactamente para que así las comparaciones sean casi perfectas, de metro y medio.
Pero no todo lo que contemplamos es una maraña de ramas, también hay composiciones artísticas en verde (algo así como árboles con tirabuzones).
En el paseo nuestra guía nos incita a subirnos a un tronco y casi a colgarnos de uno de esos tirabuzones, una liana, todos pasamos por la experiencia con mayor o menor fortuna. En mi caso estoy a punto de caerme ante el susto y las risas de los demás, aunque ellos no son los únicos que se ríen, que yo misma lo hago en previsión de la caída que puedo tener.
En el paseo nuestra guía nos incita a subirnos a un tronco y casi a colgarnos de uno de esos tirabuzones, una liana, todos pasamos por la experiencia con mayor o menor fortuna. En mi caso estoy a punto de caerme ante el susto y las risas de los demás, aunque ellos no son los únicos que se ríen, que yo misma lo hago en previsión de la caída que puedo tener.
El camino conduce hasta las
Josephine Falls, una pequeña cascada que en su bajada va formando pozas en las
que se puede nadar si el tiempo acompaña, aunque el agua está completamente helada como para hacerlo.
Cuando el agua corre fuerte incluso se puede jugar a deslizarse por las piedras, muy deslizantes, como si fuera un tobogán, pero hay carteles que avisan de que se tenga cuidado, que se pueden producir accidentes.
Cuando el agua corre fuerte incluso se puede jugar a deslizarse por las piedras, muy deslizantes, como si fuera un tobogán, pero hay carteles que avisan de que se tenga cuidado, que se pueden producir accidentes.
Hay tres plataformas a
distintos niveles para ver a Josephine, sus saltos, sus piedras y su pequeñas lagunas, en un camino que no es nada largo.
Hemos venido preparados con
el bañador por si nos podíamos dar un baño pero la temperatura del agua era
puro hielo (más apta para hacer cubitos y tomarse un whisky on the rocks que un baño) y la del ambiente tampoco era lo suficientemente calurosa como para
ayudar a la incitación, pero el lugar en primavera-verano tiene que ser idóneo
para un chapuzón (me imagino el lugar lleno de gente).
En los baños del aparcamente, nuevamente
ecológicos y reciclables como en el Parque Nacional de Uluru y Kata Tjuta, un letrero curioso sobre la tapa del inodoro: “If you haven’t eaten
it, please don’t drop it down the tube”.
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