Menos
azul y más verde
Algo de música para
acompañar esta excursión, ya os presenté a Slim Dusty, una gloria nacional ya desaparecida,
que ahora nos canta una canción del saludo típico aussie: G’day (una
abreviación de Good day).
Nos retrotraemos a la noche
de nuestro primer día en Sydney. La meteorología es mucho más favorable de lo
que nos pensábamos, estamos frescos como para caminar, así que decidimos que el
día siguiente nos iríamos de excursión, para lo que entramos en un pequeño
supermercado para comprar fiambres y pan de molde para hacer unos sándwiches e ir
directamente a la marcha, sin pararnos a buscar algún lugar donde comprar
avituallamiento. Comida, frutos secos, algo de chocolate, agua, muchas ganas…mochila
preparada.
Desde donde se encuentra
nuestro hotel todo se mueve en torno al Circular Quay, ahora el tren, City Rail, que comunica barrios de la ciudad y también con poblaciones de Nueva
Gales del Sur. El tren que tomaremos sale desde Central Station y el billete
vale para llegar hasta allí desde Circular Quay en la línea City Circle y luego
tomar el de las afueras. Aunque la pelea con el taquillero y su inglés fue
tremenda, ni él nos entendía ni nosotros le entendíamos a él, hasta que al
final comprendimos que hasta las ocho no podía vender billetes de ida y vuelta,
a falta de quince minutos decidimos esperar.
Tras un viaje de dos horas en un tren de dos pisos con los asientos cambiables de dirección y algo
incómodos y aburridos, llegamos a Katoomba.
La ciudad fue creada a
finales del siglo XIX para alojar a los mineros que llegaron a la zona. En sus
calles edificios de este pasado, bancos reconvertidos para otros usos como
hoteles o cafés, algunos recuerdan al Oeste, tal y como ocurría en Nueva
Zelanda y otros edificios son estilo art
déco.
Lo primero que hacemos al
salir de la estación es comprar unos billetes para el autobús Hop on Hop off
que recorre la zona, Explorer Bus, (ahora Sightseein Bus). Se
puede comprar el billete combinado de tren-autobús en Sydney pero no teníamos
muy claro si utilizaríamos o no el autobús porque nuestro idea básica es
caminar, pero una vez allí preferimos tener los billetes en nuestro poder porque
hemos comenzado tarde la excursión con lo que tendremos que tomarlo para evitar
caminatas y acercarnos a los lugares. Además también compramos el pase al
Scenic World, del que ya iremos conociendo su mundo escénico.
Las paradas están muy bien
señalizadas, aunque siempre hay que recordar que aquí se circula por la
izquierda, con lo que hay que tomar la acera correcta. Al principio caminamos
para conocer algo de la ciudad y cuando estamos más lejos, las casas comienzan
a dejar de estar concentradas, pasando de ser del siglo XIX al XX y decidimos
esperar el autobús en la parada 5, al lado de una galería de arte.
Aparte de los autobuses
también hay otro medio de transporte que hace un recorrido similar, que
rememora el pasado, un trolley-tranvía sin electricidad. Las paradas de ambos son bastante similares.
Hemos venido a Katoomba
porque es la puerta de entrada más conocida y fácil al Parque Nacional de Blue
Mountains, que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Este paisaje tardó 250
millones de años en configurarse y la zona fue el lugar de comunidades
aborígenes durante 14.000 años, siendo su terreno rocoso una barrera
contra los recién llegados colonos. Aunque las montañas no superan los 984 m de
altura y hoy no serían consideradas difíciles de pasar, hasta 1813 Lawson,
Blaxlanda y Wentworth no lograron atravesarlas para abrir ruta en busca de
pastos.
El nombre de Blue corresponde a la tonalidad azul que
proporciona los eucaliptos que pueblan las montañas, porque el aceite que
desprenden al refractarse con el sol producen ese color, pero ni de lejos
ni de cerca nosotros percibimos el azul, sino la marea verde.
Nos bajamos en la parada 9
para acercarnos primero al Cliff View Lookout, desde donde obtenemos una
preciosa panorámica del lugar (si unís mentalmente las fotos tenéis la panorámica completa).
Desde la parada 9 del autobús
también parte un sendero de no gran recorrido por el que se llega a las
Katoomba Cascades, nuestra primer toma de agua de las montañas, que al tiempo es
la parada 10 del autobús.
Desde ellas intentamos
seguir lo que parece un camino, cruzándolas, pero más allá todo parece sin
camino, o que por lluvias se ha perdido o que se haya abandonado, con lo que
desistimos. Subimos de nuevo hacia la carretera y volvemos a intentarlo por
arriba, buscamos un mirador de las cascadas, pero ni encontramos un cartel
indicador ni un camino que pareciera cierto, con lo que caminamos de nuevo
hasta la parada 9 del autobús, sí, como los cangrejos, en lugar de para delante
para detrás.
Al lado de esta parada 10 del
autobús se encuentra la estación del funicular, Skyway (el primer medio de transporte del Scenic World), que cruza el valle a
270 m de altura.
No es un viaje largo, 205 m, pero impresiona la altura a la que nos
encontramos, además una vez que estamos en el aire en la mitad de la cabina se
abre el suelo, es de cristal, muy rayado y machacado, pero asusta algo ponerse
encima de ese cristal y mirar hacia abajo (parece que éste fue el primer funicular
con este suelo).
Aparte del propio paisaje en
sí, lo que más capta nuestra atención son las largas Katoomba Falls, a las que
es imposible capturar bien y completas; supongo que el pequeño movimiento de la
cabina no era favorable al arte de la fotografía y de los recuerdos visuales
digitales.
Cuando excursionamos antes desde las Katoomba Cascades
lo que queríamos era llegar a un mirador terrestre de esta cascada, que daba la
sensación de tener el paso cerrado y suponemos que las vistas de vértigo que
debe ofrecer hacia el valle y la cascada deben ser de órdago.
Desde el skyway se ve la
atracción más significativa de estas montañas, pero para llegar aquí y tener
una historia que contar debemos utilizar otros transportes y caminar más antes,
por eso la dejo en blanco y negro.
Bajando del skyway hay un
centro con cafetería, tienda de souvenirs, baños y la entrada al Scenic
Railway, un tren vertiginoso que se construyó en 1880 para transportar a los
mineros hasta el fondo del valle. Es la línea férrea más inclinada del mundo
(eso dicen), con
52º, y nos pilla de improviso todo: la música, Indiana Jones (risas totales),
la pendiente, que hace que tengamos que apretar con fuerza con las piernas (es
totalmente seguro) y las vistas hacia nuestra izquierda. Cuando llegamos el
encargado nos preguntó si queríamos ir en primera línea, y así hicimos. Lo
siento, no hay fotos ni vídeo, sólo de la valla enrejada que nos protegía de no
caernos. Se nos hizo muy corto el trayecto pero fue muy divertido.
Internet lo tiene todo: la
música, las risas, el desencanto del final pero no se capta la inclinación en
la que bajas en la primera parte sobre todo.
Al bajar del tren se pueden
hacer varias excursiones. Elegimos una de las cortas, que podría ser más larga,
el Federal Pass, que a su vez se bifurca en la Furber Steps, que conduce desde
abajo del valle hasta arriba, en un ascenso que tiene que resultar sobrecogedor
y algo extenuante, pero sin dudas gratificante. Una pena tener solo un día en
la zona y tener que estar continuamente eligiendo perderse o no.
Como curiosidad hay un aviso
de que se sale de las instalaciones del Scenic World y que lo pase más allá de
la puerta batiente no es responsabilidad suya. Entramos en el Parque Nacional, bajando hacia el valle.
Conocemos a parte de sus habitantes arborícolas, como el Turpentine Tree, un grandioso árbol que puede llegar a medir 30 m de altura, y que de anchura es imposible de abrazar.
¿Para esto hemos venido? No, por supuesto que no, desde aquí también se pueden ver en toda su caída impresionante las Katoomba Falls; ya que no hemos podido verlas desde arriba nos conformaremos con verlas desde abajo.
Con pena y con alegría al mismo tiempo volvemos sobre nuestros pasos, aunque nos gustaría seguir y seguir y seguir por este Federal Pass.Durante el camino por el rainforest, que es la vegetación que se encuentra en el fondo del valle, vamos teniendo nuestros flashbacks de los maravillosos paisajes que Nueva Zelanda nos obsequió.
Estamos de nuevo en la estación de tren, ahora tomamos el otro camino, que a su vez se puede hacer de tres formas diferentes: corto (10 minutos), mediano (30 minutos) y largo ( 50 minutos) recorrido. Por supuesto elegimos el largo, que puede llevar algo más de media hora que aparte de british, amazing, just in case, otra frase muy repetida entre nosotros y después del viaje para explicar lo que hemos hecho ha sido “ya que estamos aquí”. Es el que llaman Scenic Walkway, y por este no se paga nada, ya se ha pagado por el World en su totalidad.
La primera parte de este
camino es por la historia de los mineros, con dioramas, instrumentos, restos de
su presencia que parecen más chatarra si no fuera por los carteles explicativos
de los usos (tanque de agua, tuberías, tanques sépticos, remolques), una
escultura…
Al tiempo vamos conociendo
sus árboles, los eucaliptos que le dan nombre, que surgieron cuando los mineros
abandonaron esta zona en 1895. Parte del camino está con pasarelas, así no hay
forma de perderse, aparte de que también hay cruces con indicaciones.Cuando las ramas y los
árboles despejan un poco asoman las formaciones rocosas y la catarata
espectacular.
Las ramas de los árboles juegan a ponernos trampas aunque dan ganas de jugar a Jane con ellas -siempre y cuado aparezca un Tarzán-.
Lo que nos rodea es vegetación de varios tipos: arbustos, helechos, eucaliptos, árboles de nombre desconocido para nosotros…
Un árbol tiene una pequeña pasarela para llegar a él, su tronco está hueco y han habilitado dos asas para tumbarse, asirse a ellas y mirar hacia las alturas.
También conocemos un árbol conocido como Lilli Pilli (no conozco su familia ni sus apellidos mundanos), de gran altura, del que se presupone acabará cayendo por no poder soportar las raíces su peso.
Este paseo termina en la estación del cableway, un teleférico que desde el fondo del valle lleva hasta arriba, del que se disfrutan vistas nuevamente de las montañas y del valle a sus pies. Con esto hemos utilizado todos los transportes incluidos en el Scenic World.
En el centro del Scenic World se halla la parada 12 del autobús, que volvemos a tomar para bajar en la parada 15, el Honeymoon Lookout.
Lo que hacemos es caminar
por el Cliff Walk (Camino del Despeñadero, que como su nombre indica va
bordeando la montaña), donde siguen apareciendo nuevos miradores.
Hacia abajo un inmenso mar verde, que cuando los eucaliptos desprendan el aceite azul si puede parecer un auténtico mar.
Siguiendo por Cliff Walk hay una bifurcación, la Giant Starway, unas escaleras, de momento hacia abajo, pronunciadas que atacamos con fuerza y decisión. Estas escaleras acaban enlazando primero con la ruta del Dardanelles Pass y finalmente con el Federal Pass, aquel que cogimos para ver las Katoomba Falls desde abajo, todo comunicado con todo.
Tras un pequeño tramo se
obtiene una recompensa inmensa, la cara posterior de las montañas famosas que
hemos visto en blanco y negro, Three Sisters, Las Tres Hermanas –cuya historia dejamos
pendiente pero ya a todo color-, a la más cercana se puede acceder a través de
una corta pasarela.
Seguimos bajando por la escalera Giant Starway y los tramos de escaleras se alternan entre escalones de metal y escalones de piedra desnivelados; se nota que la ruta no es excesivamente transitada.
La ruta promete pero utilizamos el sentido común, aunque más adelante lo perderemos un poco, y no continuamos bajando: bajar es fácil, cuestan los escalones pero no deja de ser bajada, lo difícil es subir, con lo que nos damos media vuelta y en esta subida consumo fuerzas que no tenía a pesar de mi sonrisa, dejándome las piernas y la respiración. Salimos de nuevo al Cliff Walk y por un camino más llano salimos al punto 14 de la ruta del autobús, el Echo Point, donde hay varios miradores a diferentes alturas desde los que se obtienen vistas del Jamison Valley, que es casi la misma visión que desde el Cliff View Lookout.
Y sobre todo las vistas que todo el mundo viene a ver, a las Three Sisters, que miden 922 m, 918 m y 906 m, formaciones que reciben su nombre de una leyenda aborigen del “tiempo de los sueños”: un jefe tribal convirtió a sus tres hijas en piedra para impedir que fueran secuestradas por sus enemigos (también se menciona a un monstruo, un bunyip), pero el jefe murió durante una batalla y no pudo deshacer el hechizo, condenando a sus hijas a ser piedras para la eternidad.
La realidad es la que hemos aprendido en los libros de historia natural: la acción del viento y el agua ha moldeado las rocas, ha cortado verdaderos bloques de piedra entre ellas, separándolas y dando rienda suelta a la leyenda. Es más, se supone que al comienzo no eran tres hermanas sino siete, pero los cortes fueron tan profundos que cuatro de ellas acabaron despeñadas en el fondo del valle.
Son las 15.45 h más o menos, estamos en la parada 14 del autobús y aquí perdemos un poco el sentido común, decidimos hacer una última excursión, hay que terminar de aprovechar el día, con lo que cogemos el autobús hasta la parada 17, y con ello podríamos perder la oportunidad de subirnos al último autobús que recorre la zona, que pasaría por la parada 18 a las 16.45 h. Si se pierde no pasa nada, porque se sale al siguiente pueblo, Leura, al lado de Katoomba, pero esto significará andar más y más. La teoría dice que en una hora se hace el camino, y nos parece asequible.
Muy cerca caminando se
encuentran las Leura Cascades; creo recordar que era un camino a la izquierda
de la carretera.
Emprendemos el camino de bajada por el rainforest, el bosque tropical, para seguir caminando junto a las Leura Cascades, que al igual que las Katoomba no son solo un salto de agua, aunque en este caso no tienen una caída tan espectacular, sino tramos de caída en el bosque.
Pero llegamos a ver uno de sus pequeños saltos en su recorrido cuando comenzamos a subir nuevamente.
Con la subida he agotado las fuerzas que me quedaban, así que una bifurcación de este camino, que conduce al mirador de las Bridal Veil Falls, decido no tomarla, en principio es de bajada y será fácil pero luego la subida será dura. Nos separamos, yo continúo andando y mi marido intenta bajar, porque si estaban cerca era una pena que no lo intentara solo por mí, pero él también desistió al ver que no aparecían y me alcanzó rápido (supongo que más preocupado por mí que por las dichosas cascadas).
El tiempo corre en nuestra contra, una cosa es que anochezca a partir de las 18-18.30 h y otra cosa es que la oscuridad dentro de este bosque ya se empieza a apoderar; podéis ver el contraste claro-oscuro en la foto, nosotros por supuesto estamos en el oscuro, es una vegetación muy tupida en bastantes ocasiones que no permite entrar la poca luz, el sol comienza a esconderse, y el camino va por el borde de la montaña.
Y aquí, vagabundeando por estas montañas aparece la flor símbolo del país, la acacia dorada. Australia nos saluda y nos agradece el esfuerzo.
En las subidas voy completamente desfondada, y mi marido se empieza a preocupar, no sabemos dónde estamos del camino, que además está bastante inexplorado, no es de los caminos que la gente utilice más, no sabemos lo que queda para salir de él ya que no vemos ninguna indicación y le preocupa que nos llegue la noche de repente, no veremos nada y lo que tenemos hacia abajo es una caída de cientos de metros.
Hay desviaciones en el camino, que ante el mal estado y ninguna indicación no tomamos, hay miradores que aprovechamos rápidamente e incluso quedan fuerzas para esbozar una sonrisa, el paisaje es único.
Apretamos el paso, yo lo que
puedo, nos olvidamos de las impresionantes vistas, de buscar el camino hacia el
mirador de las Gordon Falls que era otro de los lugares a visitar y nos
concentramos en salir lo más rápido posible de la montaña.
A las 17.15 h salimos a la
parada 18 del autobús, nos hemos saltado la 19 que es la entrada a las Gordon
Falls (el autobús hace un giro para estas dos paradas, con lo que los números
no se corresponden sucesivamente en el mapa), y los dos respiramos tranquilos,
estamos en el pueblo de Leura, hemos logrado salir, eso sí, la caminata ha sido
de más de una hora como comentaban en el papel que nos dieron pero también
hemos salido una parada más delante de la que recomendaban.
No hemos terminado de andar,
por aquí no pasan autobuses de ninguna clase, hay casas con iluminación pero
vida humana en las calles no hay ninguna, lo único que podemos hacer es caminar
para llegar hasta la estación de trenes, que todavía nos queda volver a Sydney.
En la estación de trenes
comprobamos el horario del tren de vuelta, por aquello de no fiarnos solamente
del horario que tenemos en la guía que nos entregaron cuando compramos los pases
del autobús y de los que yo había sacado por internet. No tenemos ni ganas de
tomar nada ni de buscar nada, solo descansar en los bancos de la estación,
además los pocos lugares que hemos visto abierto son para cenas que parecen
algo formales y nuestra vestimenta a estas horas del día es cualquier cosa
menos formal o casual. Además, durante el día yo me he torcido algo el tobillo
derecho y con la última caminata lo he ido rematando al forzarlo y ahora me
cuesta mucho apoyar el pie.
El tren llega y parte a su
hora y nosotros llegamos a Sydney y al hotel reventados, pero aún así, después
de la ducha bajamos al restaurante del hotel a cenar, que nos lo hemos merecido, aunque esta noche comenzó el calvario por los
vinos del país, dos tintos nada buenos.
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