¡Viva
la cultura! (en sentido muy amplio)
Frente a St Paul’s Cathedral
se alza el Federation Square Complex, una preciosa obra arquitectónica de zinc,
cristal, acero y placas de arenisca. El edificio de cristal es el Atrium, un
lugar donde hay cafeterías, tiendas (todas cerradas cuando entramos) y donde se
realizan exposiciones.
Es el espacio público más
reciente de la ciudad, que conmemora el centenario de la federación de los
estados australianos, inaugurado en octubre de 2002.
En su interior se encuentran:
un Melbourne Visitor Centre; el Ian Potter Centre, galería dedicada al arte
australiano; el Australian Centre for the Moving Image (ACMI) –museo dedicado
al cine, la televisión el vídeo y medios digitales-; un Rincón de los Niños y
el National Design Centre.
Lo mejor es disfrutar de su
fantástica concepción y plasticidad arquitectónica, una verdadera delicia y
alegría para los ojos.
El Atrium termina en una
pequeña sala de conferencias.
En el centro del complejo hay
una plaza donde se realizan unos 2.000 eventos al año, con una pantalla gigante
que nunca se apaga. El lugar no está muy concurrido, supongo que la hora y el
mal tiempo son factores en su contra y aparte de algún turista y algún que otro
ciudadano en busca de un café pocas
almas deambulamos en este espacio.
Al lado de la Federation
Square se encuentra el Princes Bridge, construido en 1888 sobre el río Yarra,
que ha sido vital para la ciudad. En la actualidad es un símbolo de la frontera
entre el norte y el sur de Melbourne.
El río es utilizado por los
piragüistas, y no importa que haga frío o que llueva y supongo que tampoco les
importara la nieve, el deporte en Australia se vive.
En los pilares del puente el
escudo de la ciudad con sus cuatro elementos ya conocidos en el del Town Hall: una oveja, una
ballena, un toro (ahora parece más una vaca, que tiene más sentido) y un barco.
Desde el puente se obtienen
unas maravillosas vistas de las dos orillas: en la primera fotografía al fondo se distingue la torre de St Paul’s
Cathedral, y en la segunda a la izquierda se ve el Southgate Bridge.
La otra orilla, en la que destacan menos edificios y están principalmente concentrados en una zona.
Por el Princes Walk se puede
acceder al paseo que recorre el río Yarra, que por supuesto los ciudadanos lo
utilizan para correr pero en Melbourne utilizan más la bicicleta que los pies
para circular.
Al cruzar una de las calles
un cartel avisador cuanto menos curioso en su referencia animal.
Por esta zona solo nos queda
por visitar un lugar, uno
de los pubs más antiguos de Melbourne, Young & Jackson Hotel, que con esos azulejos nos trae recuerdos de un pub en Dublín.
La planta baja es un
bar-cafetería-pub como casi todos los demás, quizás el ambiente en esta zona se
lo da el propio nombre, la historia y la gente.
Lo que hay que hacer es
subir por las escaleras.
Que conducen al Chloe’s Bar
and Bistro y dejarse sorprender con su decoración, como de club rancio y pasado
de moda, pero no por ello deja de tener su encanto y de parecer un lugar
agradable. Son dos salas grandes separadas por unas pequeñas escaleras, y la
segunda sala se halla separada por una gran cristalera del comedor, decorado
con mucho gusto y parecía un apetecible lugar, lo que desconozco es su nivel
gastronómico.
Nos sentamos en un sofá, en
realidad me siento yo en el sofá, por el que soy abducida, es decir, en el que me hundo, cuya ventana da a
Flinders Station, desde donde vemos que por la noche la iluminan con luces de
diferentes colores.
Nos tomamos dos cervezas,
que el lugar es propicio, aunque más tarde un whisky tiene que sentar de maravilla
en este lugar y si la chimenea estuviera encendida...
Seguramente la razón de que
mi marido se sentara frente a mí y no a mi lado, no fue lo incómodo del sofá que
te abduce sino ella, Chloe, un cuadro del parisino Jules Lefèvre de 1875, obra
que se presentó a la Exposición de Melbourne de 1880 pero que el jurado lo
rechazó por obsceno, por lo que acabó en este pub y está protegido por el
National Trust.
Caminamos por Flinders St
hasta el cruce con Russell St por la que subimos hasta el hotel, donde
cenaremos esta noche. Según veo en la carta como entrada lo que me llama la
atención es Jamón Ibérico 5J, no lo dudo y pedimos una ración para compartir, y
aunque es algo que no solemos hacer cuando viajamos, pedir productos españoles,
a mí me apetecía comer algo realmente rico y del hotel me fiaba como para
pedirlo. Era un buen recebo sin lugar a dudas.
Por fin cantamos el Aleluya
con el vino, el camarero nos sirvió Giant Steps, y tan emocionados estábamos
aunque fuera al final del viaje, que fotografiamos la botella para no olvidarnos
de él y recordar que en Australia hay vinos buenos.
El paseo durante nuestra primera tarde por Melbourne ha
sido intenso, gratificante e incómodo por la lluvia, pero la ciudad nos ha
sorprendido gratamente, yo no quería dejar pasar la oportunidad de conocer la
ciudad más victoriana de Australia, y a pesar de tener algo de temor por la
belleza natural de Sydney y por su belleza arquitectónica que tantas sorpresas
nos ha dado, Melbourne nos inundó de alegría visual a pesar de la cortinilla de agua, con
gente muy activa en sus calles, se notaba más la vida en la calle a pesar del tiempo que en
Sydney.
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