Los
colores del mar (Buscando a Nemo)
Estamos en Cairns, la ciudad
más importante del norte del estado de Queensland, y uno de los mejores puntos
para conocer la Gran Barrera de Coral, parque protegido desde 1975 y Patrimonio
de la Humanidad desde 1981. El calentamiento global es uno de sus mayores
enemigos ya que los corales y su ecosistema son muy sensibles a los cambios de
temperatura, y también se ven amenazados por la contaminación, cualquier
alteración los hace morir.
Hay más de 700 islas en la
Gran Barrera de Coral, muchas de ellas son paraísos tropicales deshabitados, y
en algunas hay hoteles-resorts de lujo (un hotel por isla suele ser lo normal).
La mayoría son islas continentales, es decir, las cimas de antiguas montañas
costeras se convirtieron en islas al final de la última glaciación, hace 15.000
años, cuando subió el nivel del mar. En torno a las islas ha crecido el
increíble mundo del arrecife de coral.
Cairns y su barrera están demasiado
masificadas, aunque nosotros no estuvimos mal ni en la ciudad ni en la barrera
supongo que por ser invierno (no en temperatura), por lo que se van abriendo
nuevos centros turísticos más al norte, más vírgenes y con mejores zonas para
disfrutar del espectáculo coralino, como Port Douglas.
La ciudad comenzó como un
campamento de pescadores de pepinos de mar (suena a risa el nombre) en la
década de 1860, y su crecimiento se debió al hallazgo de oro y estaño en las
cercanas Atherton Tablelands, estableciéndose como ciudad en 1876. Hasta la
década de 1980 era principalmente una ciudad azucarera y una tranquila
población de pesca pero a partir de esta fecha surgió el auge del turismo y se
perdió la paz en pos de la economía.
Los europeos llegaron por
primera vez al norte de Queensland cuando el capitán Cook se vio obligado a
atracar allí el Endeavour dañado y
encallado por los arrecifes en 1770. La isla en la que encallaron fue bautizada
como Magnetic Island, ya que la brújula enloqueció al pasar junto a ella y
creyeron que era magnética.
Por supuesto la excursión
que realizamos esta mañana es a la Gran Barrera de Coral, que comienza junto al
Trópico de Capricornio y cubre 2.092 km hasta el Cape York hasta llegar frente a la costa de Papúa Nueva
Guinea. La Gran Barrera es más grande que la Muralla China y es el único
elemento vivo visible desde el espacio, siendo una de las siete maravillas naturales del
mundo (recientemente ampliada la lista). Aunque se le mencione como un solo arrecife en realidad son más de 2.900
que cubren casi 233.000 km2. Toda la barrera es una maraña de
corales y aguas poco profundas que para los primeros exploradores fue una
pesadilla.
La mejor temporada para
visitar la Gran Barrera es entre mayo y octubre, porque el resto del año
aparecen las mortales medusas box jellyfish, hecho por el que las playas se
protegen con redes especiales intentando evitar que pasen a zonas de baño.
Vamos hacia el puerto, con
barcos ya llenos de turistas listos para zarpar y otros llegamos en tropel para subir a los que
nos corresponden, en nuestro caso, y creo que la mayor parte de ellos eran de
este clase, un catamarán de la empresa Ocean Spirit Cruises.
Este es nuestro capitán, que más parece un niño vestido para la primera comunión (sorry captain).
La navegación es tranquila,
pero no tenemos mucho tiempo de contemplar el paisaje, estamos atendiendo las
indicaciones de Cyril en español, nos cuenta que es lo qué se va a hacer y
sobre todo qué es lo que se puede hacer…y estamos muy atentos.
Y comienza la vorágine, la
loca de la colina, o sea yo misma, decide que va a intentar practicar submarinismo,
no snorkel, sino sumergirse con bombona, lo que le produce un miedo rayando el
terror y una claustrofobia inimaginable, pero si estoy allí, ¡en la barrera de
coral!, que menos que intentarlo.
En Madrid lo habíamos
hablado, yo había leído sobre la posibilidad de hacerlo sin realizar un curso
antes y de tener el diploma como se exige por precaución, y que seguramente no
lo haríamos, pero una cosa es pensarlo en frío y otra en caliente, allí al lado
de ese mar azul que te incita a conocerle. Así que ante el hecho de que me voy
a apuntar mi marido también lo hace, en un fifty-fifty para acompañarme (me
conoce a la perfección, a mí y a mis miedos) y por curiosidad, a él le van más
los animales, la naturaleza y las emociones y aventuras de riesgo aunque siempre soy yo la
que da el primer paso.
Hablamos con Cyril,
afortunadamente su castellano es espléndido, lo habla y lo entiende a la
perfección. Yo necesito saber en qué consiste y sobre todo necesito saber si
consigo sumergirse y una vez allí me asfixio ¿cómo narices salgo? ¿puedo
hacerlo cuando y como quiera?, para mí es lo más importante, si se me cuaja la
mente se me cuajará el cuerpo y quiero saber cómo se sale.
Con una paciencia de santo,
somos siete personas interesadas, cinco de nuestro grupo y una pareja de
italianos, le acribillamos a preguntas que va contestando con tranquilidad y
sabiduría, se le notan las tablas en el asunto y con los novatos. Y sí, dice
que si me arrepiento abajo puedo subir y abandonar la misión, ufffff, esto me
tranquiliza algo pero tengo una bola en el estómago entre nervios y emoción.
Tenemos que rellenar un
pequeño cuestionario sobre nuestra salud, para que él lo valore y sobre todo si
mentimos sobre algo que pueda ser perjudicial para nosotros será nuestra culpa
y su exoneración ante cualquier problema, aunque creo que esto tendría sus
lagunas legales, porque siempre había leído que el submarinismo amateur está
completamente prohibido, aunque sea a poca profundidad y en teoría con pocos
riesgos.
Uno del grupo tiene un
pequeño problema asmático, es alérgico y esto le produce asma, pero no es
asmático crónico; ante esto Cyril y sobre todo, ante la propia preocupación del
interesado, llama a un médico a Cairns para que le aconseje, y la respuesta es
no, prefiere evitarse el problema, con lo que él y su pareja deciden abandonar
la expedición. Quedamos cinco, que iremos en dos turnos, a las 11 comenzamos tres: mi marido, un compañero de tour y yo misma. ¿Qué estoy
haciendo?.
Vamos a contrareloj en todo.
Tenemos que elegir unas aletas entre cientos de ellas, y unas gafas con tubo
(el tubo por supuesto no para sumergirse ahora) que se nos ajusten bien, abajo
no podemos tener problemas con ellas.
Y lo más importante, tenemos
que elegir un traje de neopreno, la temperatura será más fresca, bajaremos
entre 8 y 10 m (solo de pensarlo me da más claustrofobia aunque sea todo un mar
abierto, pero estará encima de mí) una media hora. Aquí hay stress mucho
stress, me dan un traje (previo pago de alquiler, que no recuerdo el coste) de
la talla 3, ¡cielos, todas estas carnes no entran allí!, con lo que tras una lucha con el traje y mis muslos tenemos que pasar a
la talla 4, pero esta talla me
sobra, tanto en estos muslos jamoneros como de hombros, que parece que me hayan
colgado de una percha, así que tenemos que volver a la talla 3, y
afortunadamente caigo en manos de una ayudanta que decide enfundarme en él cual
morcilla y que lo consigue. ¡Aleluya, tengo traje!.
El barco fondea frente a Michaelmas
Cay, a 42 km al noroeste de Cairns, donde viven más de 30.000 aves (ya las
veremos, no sé si a las 30.000 porque no las conté).
Los pasajeros que no hagan
submarinismo pueden desembarcar en el cayo para bañarse o hacer snorkel.
Nosotros tres a las 9.30 h más
o menos tenemos la primera cita con Cyril, nos tiene que dar unas nociones
básicas para la inmersión. Yo intento estar atenta pero son demasiadas cosas
para esta mente abotargada, voy tomando nota y preguntando y repreguntando
al tiempo que miro a mi marido que me tranquiliza algo con su mirada, parezco
más tonta de lo que soy.
Cyril nos enseña signos básicos:
nos preguntará abajo que tal estamos, con el pulgar hacia arriba le indicaremos
que bien, y si no va bien moveremos la mano como aflojando una bombilla pero en
horizontal. Primer problema que me plantea, bajamos juntos, subimos juntos, que
es normal porque no puede dejar a novatos abajo mientras él sube con otro, pero
claro, esto es condicionar a mis compañeros de buceo si como preveo según bajo me da por
subir.
Con la bombona y el
respirador en sus manos comienzan las clases técnicas: si nos pitan los oídos
soplaremos con fuerza para soltar presión, como en los aviones; si se nos
empañan las gafas las apretaremos por la zona del entrecejo; si nos entra agua
en el respirador (¿cómo? ¿agua en mi instrumento de respirar allí abajo?, se
aprieta para que salga)…ya no sé que tengo que hacer cuando, me tiemblan las
piernas.
Terminada la clase tenemos
tiempo hasta las 11, pero me surge un nuevo problema, yo necesito ir al baño,
no quiero contaminar la barrera de coral y estoy que me meo todita toda (no es una fineza contar ciertos actos pero los hechos fueron así), así
que me tengo que quitar el traje que con tanto sufrimiento consiguió ponerme la
ayudante eficaz, o que con tanto sufrimiento estas carnes consiguieron entrar
en él, pero no hay de otra, es una cuestión ineludible. De nuevo a contrarreloj
una vez saciada la necesidad primaria, hay que volver a amorcillarme en el
traje, todos luchan con coraje y valor para lograrlo, por un momento parecía
que no era posible y yo prefería buscar a la que lo consiguió ella con solo dos
manos en lugar de con ocho recorriendo mi cuerpo, pero al final sus ganas y sus
fuerzas consiguieron subir la cremallera, una vez que han conseguido encerrar
mis muslos el resto es fácil (una liposucción ya, urgentemente).
A las 11 h nos encontramos con
Cyril para comenzar, es hora de poner en práctica los conocimientos teóricos. Allí
estamos con nuestro equipo y con esos conocimientos adquiridos en poco más de cuarenta
y cinco minutos, pero con muchas ganas, nerviosas pero ganas.
Lo primero que te ponen es
un cinturón de pesas, ¡cielos, plomo para hundirnos!, esto parece una película
de mafiosos, y madre mía ¡cómo pesaba aquello!. Una vez con el cinturón todos,
a sentarnos con los pies sobre el mar y a colocarnos las aletas, ¡cielos! exclamo de nuevo, que flexibilidad
y control hay que tener para no caer al agua. Ya colocados en nuestros puestos de
lanzamiento nos colocan la bombona, ¡más peso!, pero ¿de verdad voy a flotar?.
Y patos al agua, pero esta labor no es nada fácil, todo el peso en la espalda
te hace tirar hacia atrás en lugar de hacia delante, con lo que parecemos
patitos despistados moviendo el culo y balanceándonos hacia delante para caer
en el agua.
Primera fase superada, se flota aunque agarrados a una barra. Es hora de poner en práctica
la teoría, teoría que es repetida nuevamente por Cyril. Toca sumergirse sin soltar la barra, es lo justo para ir probando el respirador e ir
tomando conciencia de lo que es y lo que espera. Nada más meterme no respiro,
no es que me entrara agua es que no era capaz de hacerlo, tenía la mente tan
bloqueada que no era capaz de respirar, con lo que tengo que salir. Mientras
mis dos compañeros como peces en el agua tan tranquilos.
A contar, uno, dos,
tres….ya, vamos a intentarlo otra vez Maca. Ahora sí, el aire me entra en los
pulmones y esbozo una pequeña sonrisa para mí misma, me concentro en los
pequeños peces que hay a nuestro alrededor, muy pocos, y sobre todo en un pez
muy grande, he conseguido liberar mi mente de estar preocupada en la
respiración y esta se realiza de forma natural.
El siguiente paso es bajar
un escalón más en la barra-escalerilla bajo el mar, hasta el momento estábamos
casi en la superficie, y aunque no es mucho, para mí es más de un escalón en
medida física, mi medida es mental. Pero allá vamos, de nuevo en el primer
intento problemas, tengo que buscar a mi pez tranquilizador y volver a
relajarme, cosa que consigo, parece que esto funciona, aunque tengo mis
bloqueos esporádicos. Mis dos compañeros de aventura son unos fieras, llevan sumergidos
casi todo el tiempo y tan felices, les estoy retrasando y me siento culpable.
Cyril está atento a nuestros
movimientos, como lo está el equipo en la superficie. De nuevo arriba, nos
recuerda las instrucciones de los oídos, las gafas, el agua en el respirador y
tenemos una nueva instrucción: desde el segundo escalón vamos a jugar a
quitarnos el respirador y volver a ponérnoslo, ¿pero esto qué es?, ¿jugar así
con mis sentimientos de pavor?. Esto para mí tiene dos lecturas: una es para
que entre agua en el respirador y ser capaces de sacarla, y la segunda, que él
no la cuenta pero que ya hemos visto en películas (vale, sé que el cine ayuda y "desayuda" y que hemos visto demasiado) y hay que preveerlo, es que si
nuestra bombona o respirador falla él se encargaría de pasarnos el suyo, y para
ello debemos estar preparados y mantener la calma, ¿calma, qué es eso?.
Ale, abajo de nuevo, un
ratito para acostumbrarnos otra vez, y Cyril se planta frente a nosotros de uno en uno.
Primero con nuestro amigo, un joven canario, que lo hace todo correctamente, luego me toca a
mí, estoy asustada completamente (el adjetivo es otro que por respeto no utilizo pero que muchos de vosotros sabréis utilizar), los oídos bien, las gafas bien, la señal de bien bien,
pero toca quitar el respirador y con la cabeza, las manos y los ojos le digo
que no (ahora lo pienso y visualizo y me parto de risa porque parecía una comedia mala), pero al final lo hago,
cuando tengo el respirador fuera me asfixio, pienso en toda esa agua encima de
mí si consigo bajar, si no soy capaz de mantener la calma, si no respiro,
pienso en mi marido que lo pasará peor que yo, en el compañero que se llevará
un susto de muerte…en definitiva no más de diez segundos en los que la mente
trabaja como si fueran diez minutos, al ponerme el respirador no respiro, con
lo que decido subir y abandonar la tarea, no es cuestión de retrasar más a mis
compañeros.
Mi marido mientras tanto me miraba entre "me muero de risa" por el espectáculo que estaba dando al decirle a Cyril que no respiraba
bajo el mar tan efusivamente, algo triste sabiendo que me
marcharía con las ganas que tenía, y algo alegre también ya que conmigo
abajo él no hubiera disfrutado como lo hizo, hubiera estado pendiente de mí (o
eso creo).
Abandono el intento y la expedición con mucha tristeza,
porque estoy segura que con Cyril lo hubiera conseguido, este chico
sabe lo que se trae entre manos, como enseñar, tranquilizar y a quién tiene en
el mar, es un psicólogo a golpe de mar y de bombonas. Me he quedado con las
ganas pero no desisto de volver a intentarlo, realizar un curso con más calma,
no tan apresurado, para que mi mente y mi cuerpo se acoplen al medio, yo
siempre he sido buena buceadora con buenos pulmones sin aparatos, con lo que si
dependo de algo artificial todo debe ir mejor.
Lo que no he escrito en los datos personales es que padezco de claustrofobia, no en un grado extremo pero sí lo justo como para tener mis pequeños episodios que soluciono saliendo de ascensores llenos o concentrándome en los transportes públicos atestados para no perder los nervios. Otro momento de viaje con claustrofobia fue la imponente visita a los túneles de Cu Chi en Vietnam.
Cyril me preguntó si estaba
segura, ya había abandonado en el primer intento y él me hizo continuar, pero
esta vez notó que mi gesto era firme. Salir por la escalerilla con todo ese
peso fue tremendo, pero allí estaba el equipo de submarinistas para ayudarte a
no caer de nuevo al agua y quitarte todo el instrumental. Nada más irme yo los
tres se marchan de excursión submarina, están preparados para ello.
A partir de aquí solo puedo
contar la experiencia de mi marido, que se lo pasó genial, era un niño
descubriendo el mundo de Nemo y sus amigos, no estaba en el sofá de casa viendo
un documental, él estaba allí. Por supuesto que él también quiere más, quiere repetir y hacer
nuevas inmersiones en nuevos mundos.
En Madrid habíamos comprado
una cámara acuática pero solo hasta los 3 m, lo justo para hacer snorkel, pero
esta no valdría para la inmersión de 8 a 10 m, situación que en el barco
solucionan alquilando cámaras preparadas, así que os pongo algunas fotos de lo
que ellos pudieron ver, que no es que sea mucho más de lo que se puede ver
haciendo snorkel al lado de la playa pero la sensación de estar bajo el mar es
lo que da otra sensación y dimensión, aparte de ser un coral menos trillado
por los turistas y de encontrarse más peces, en aguas más tranquilas para ellos
que rodeados de decenas o cientos de aletas de plástico.
Yo decido quedarme a
esperarlos, me podría haber ido a la playa para disfrutar del baño y del
snorkel, pero tenía que estar allí recibiendo a los héroes que se habían
marchado, y que subieron con una sonrisa de oreja a oreja, parecían auténticos
meros.
La almeja gigante es el
molusco bivalvo de mayor tamaño que existe, dicen que es un plato exquisito pero está en
peligro de extinción y se encuentran protegidas.
Los submarinistas tienen la suerte de ver a
Nemo y un hermano, pero es difícil controlar los movimientos, respirar,
aguantar el dolor de oídos y hacer fotos al tiempo, bastante es que al
fotógrafo algunas le han salido francamente bien (y no creo que sea amor de esposa). ¿Los véis?
Espero que os haya gustado esta excursión, y que aparte de reíros de mí y mis episodios submarinos, hayáis disfrutado con la majestuosidad y la belleza de la Gran Barrera de Coral. Pero todavía no hemos acabado, que seguimos anclados en el cayo coralino.
Hola, llegue a este post casualmente porque mi mujer y yo hicimos esta misma excursión en nuestro viaje de novios un mes antes que vosotros, en octubre 2011. Enhorabuena porque no solo se ve que lo disfrutasteis sino que la forma de contarlo lo expresa perfectamente. Saludos
ResponderEliminarGracias Diriarte, nuestra excursión fue en Agosto de este año, y por lo que he leído crep qie vosotros si disfrutásteis del submarinismo y no os quedásteis a media como yo, que lo intenté y no pude.
ResponderEliminarIntentaré leer vuestro viaje entero a Australia, porque es un país que merece la pena, tanto visitarlo como leerlo o verlo con los ojos de los demás.
Un saludo.