Al haberle cambiado el planning a Tram hoy nos cita a las 7.30 h, que nos preguntó si era muy temprano la tarde anterior y se disculpaba por ello, pero que si queríamos visitar todo que era mejor así. Pues vale, lo queremos visitar todo y madrugamos media hora más, como si fuera algo tremendo después de los madrugones en Japón y Nueva Zelanda.
El día anterior comenzamos a tomar las pastillas contra la malaria, ya que vamos a la provincia de Tay Ninh, una zona de riesgo, y mejor prevenir que lamentar. En teoría teníamos que empezar a tomarlas un día antes de ir a Angkor, pero encontré la información en una página de salud mundial en internet y preferí tomar las medidas preventivas, le pregunté al médico de cabecera si era malo tomar en exceso y dijo que eso nunca.
Desde la ventana del hotel vemos un desfile, que luego nos cuenta Tram que es de colegiales, como una fiesta por el comienzo del curso escolar o algo parecido, y supongo que mezclado con alabanzas al Tío Ho.
Saliendo de Saigón nos encontramos con un colorido coche fúnebre, en contraposición a los nuestros tan negros y tan formales.
Por la carretera por la que vamos hay plantaciones de caucho, que a mí me llevan de nuevo a Indochina con Catherine Deneauve y sobre todo con Vincent Perez, y a Tierra de pasión con Clark Gable, y de la que Mogambo fue su remake.
Llegamos a nuestro destino, los famosos túneles de Cu Chi, a los que graciosamente se entra por un túnel amplio donde el vigilante te planta una pegatina.
Antes de comenzar la visita Tram saca una tartera en la que amablemente ha traído durian, la fruta maloliente, pero yo no la huelo, ni bien ni mal, por mi pituitaria dañada y le digo que no me parece mal, ella me mira con cara de susto y mi marido comenta que es como destapar un cubo de basura de varios días. Afortunada soy en no olerle y poder meterle la cuchara, porque el sabor es como os comenté, algo parecido a las natillas y está rico.
Es un complejo grande, con cabañas donde se reconstruyen diversas estancias de los túneles y en mitad de un paraje con gran vegetación, la selva vietnamita, el infierno para los americanos.
Una de estas cabañas está acondicionada como aula didáctica. En un mapa Tram nos cuenta la situación y algunos hechos de la guerra, en la esquina inferior derecha está Saigón. El color azul es para las bases de EEUU, el amarillo para el Gobierno de Vietnam del Sur, el rosa para las zonas de conflicto y el verde para la selva, como corresponde.
Hay una maqueta de cómo eran estos túneles. Su construcción comenzó a finales de 1940 y se extendió unos 25 años, siendo su utilidad, aparte de la de refugio, conectar zonas controladas por los guerrilleros, realizar ataques sorpresa a los enemigos en un visto y no visto por éstos, infiltrar topos y armamento en Saigón.
Un mapa explicativo de los túneles y de los diferentes usos que daban a los habitáculos:
Este es el instrumento con el que se cavaban, y con las manos también, todo vale y el esfuerzo empleado tuvo que ser inmensurable.
Para los vietnamitas Cu Chi es tierra sagrada. 18.000 campesinos- guerrilleros lucharon en estos túneles, y fue aquí donde el Viet Cong planeó su asalto a Saigón en 1968.
Los túneles fueron cavados a una profundidad de entre tres y doce metros, a tres niveles, con una altura cada de 80 a 90 cm y una anchura de 30 a 50 cm. No les faltada de nada, tenían hospitales, sala de reunión, fábrica de armas, almacenes, cocinas, viviendas, teatros, imprenta, pozos…Llegaron a albergar a más de 15.000 personas, en una extensión de 250 km,de túneles, desde la periferia de Saigón hasta la frontera con Camboya, impresionante.
Además soportaban el paso de los tanques por encima, unas 50 toneladas, y bombas de hasta 100 kg.
Para complementar las explicaciones ponen un vídeo, muy propagandístico, del Vietcong, de sus guerrilleros, de su lucha y su sacrificio, donde vapulean a los fantoches yankees, como les llaman en multitud de ocasiones, causando la risa en el público que allí estábamos.
Dos fragmentos del vídeo, el segundo es muy “instructivo”.
Esta visita la haremos con música de fondo, Billy Joel.
Los norteamericanos ni se enteraban al principio de donde venían los ataques ni donde se escondían los guerrilleros, incluso la XXV División del Ejército, Tropic Lightning, montó parte de su base sobre ellos y no comprendía cómo sus soldados eran atacados por la noche.
Para combatirlos los norteamericanos tuvieron que reclutar a voluntarios, llamados tunnel rats, que eran soldados menos corpulentos para poder entrar por estos estrechos túneles, jugándose la vida casi sin protección.
Los vietnamitas a falta de medios utilizaban la imaginación y las ganas, contra los perros, pimienta para que no pudieran olfatear o se lavaban con jabón americano para confundirlos o robaban uniformes norteamericanos para forrar las entradas y despistarlos.
Los norteamericanos al verse desbordados y perdidos en esta guerra de guerrillas recurrieron a los agentes químicos para deforestar la zona y dejarles sin protección, para luego bombardear con los B-52 con miles de bombas, llegando a soltar más de 200.000 proyectiles al mes. De hecho, los pilotos que regresaban a sus bases con napalm no descargado en cualquier otro lugar lo soltaban sobre esta zona. Con todas estas acciones inutilizaron aproximadamente un 70% de los túneles, pero éstos nunca dejaron de ser el escenario de operaciones del Vietcong y murieron 10.000 personas.
Desde el final de la guerra Cuchi y todos sus habitantes han sido honrados con las más altas distinciones por el gobierno de Hanoi por su lucha encomiable.
Desde el final de la guerra Cuchi y todos sus habitantes han sido honrados con las más altas distinciones por el gobierno de Hanoi por su lucha encomiable.
Salimos de la cabaña didáctica a explorar la zona, este es uno de los respiraderos de los túneles camuflados (ahora al descubierto para los turistas).
Dentro de los túneles sellaban secciones con trampillas para impedir la propagación de gases, levantaron diques en prevención de inundaciones, habilitaron entradas minadas para provocar derrumbes en caso de ser descubiertas, instalaron trampas...una auténtica obra de ingeniería muy bien ideada.
Vamos a conocer los túneles más de cerca, aunque todavía no lo suficientemente cerca. Un trabajador con ropa militar del Vietcong aparta la hojarasca del suelo para descubrir una de las entradas a los túneles. La secuencia de fotos lo dice todo.
Vamos a conocer los túneles más de cerca, aunque todavía no lo suficientemente cerca. Un trabajador con ropa militar del Vietcong aparta la hojarasca del suelo para descubrir una de las entradas a los túneles. La secuencia de fotos lo dice todo.
Esta es una de las entradas camufladas, de las que utilizaban principalmente para el asalto sorpresa a las tropas norteamericanas. El "soldado" y Tram animan a mi marido a introducirse en ese agujero, y él lo hace, pero es demasiado ancho de pecho como para lograr meterse entero, y yo….pues soy demasiado ancha en general para esa estrechez de entrada, aparte de otro pequeño "problemilla" al que ya llegaremos.
También hay un montaje con figuras de lo que era un campamento al exterior del Vietcong, donde no faltaba la imagen de la mujer, a la que consideran parte primordial de la lucha.
No podía faltar armamento, en este caso un tanque M-41, que fue alcanzado por una mina y ahí (más o menos) se quedó. Se puede subir por él para las fotos.
Hay una zona dedicada a las trampas inventadas por el Vietcong para la caza del soldado, que antes serían para la caza del animal, aunque en la guerra poca diferencia había entre ellos. Otro funcionario nos hace una demostración rápida de su funcionamiento, todas muy bien ideadas, sencillas pero eficaces. Estas son dos de ellas.
Aparte de las trampas del suelo, otras no están montadas solo se exponen sobre una mesa, o bien partes de ellas.
Una de las trampas era para las puertas, de modo que al entrar en las casas se topaban con ellas, y si bien se podían proteger de la parte superior del cuerpo, que es lo más lógico y natural al verla, la parte inferior de la trampa tenía movimiento, con lo que acababa golpeando al soldado, y si bien no le mataba le podía dejar cojo o inútil.
Las chozas recrean diferentes estancias, que estaban en realidad bajo el nivel del suelo, pero al estar a cielo abierto no se tiene la sensación de ser un túnel: una sala donde aprovechaban la munición no explotada o robada a los norteamericanos, realizando ellos sus propias bombas o balas, hospitales de campaña, las salas de reunión, los comedores. Con todo ello se puede uno hacer una idea de la vida bajo la tierra y de lo organizada que estaba..
La Naturaleza asombra a nuestro alrededor, por la recuperación que ha tenido, donde antes tuvo que haber casi un desierto ahora hay árboles.
Hay un taller de sandalias guerrilleras, con una persona trabajando en la labor. Las hacían con las ruedas de bicicletas o neumáticos, y ahora las tienen a la venta como souvenirs.
Los vietnamitas de tontos no tenían un pelo, se ponían las sandalias al revés, con las dos tiras paralelas por delante, para confundir con la huella a los norteamericanos, y normalmente solían portar una especie de pequeña tijera con la que iban haciendo los remiendos necesarios al calzado, o ajustándolas ya que al andar se iban soltando; detalles que nos impresionan por su simpleza y genialidad.
El cráter de una bomba, que en condiciones normales podría ser confundido con un socavón grande del terreno si no estuviera el cartel anunciador y si no fuera el lugar en donde estamos.
Llega la hora de la visita estrella, entrar en los túneles y mi sonrisa, que la he tenido durante todo el viaje en todas las visitas hechas, en este momento no es precisamente de felicidad, intento sonreír pero me salen más bien los “dientes dientes” de la Pantoja, estoy completamente aterrada.
Un funcionario con linterna va delante, luego voy yo y detrás mi marido.
El funcionario va a toda máquina, yo me tengo que poner a cuatro patas para andar, no puedo hacerlo a cuclillas como ellos por mis maltrechas rodillas y más a la velocidad a la que iba el funcionario. Me empieza a faltar el aire, no es que esté en paranoia pero si sigo allí dentro creo que hasta me puedo desmayar, así que le empiezo a gritar “I want to go out…..” y me contesta que en unos momentos, que hay una salida para cobardes como yo (esto no me lo dijo pero seguro que lo pensó), y salgo de ese lugar. Mi marido continúa hasta la próxima salida.
Creo que mi marido se equivocó en el orden, por intentar protegerme ante mi claustrofobia, me colocó en medio, pero eso me provocó más ansiedad al no poder llevar el ritmo del funcionario, se me cuajó la mente y el cuerpo. Si hubiera ido la última, detrás de mi marido, creo que hubiera podido aguantar porque como siempre, él hubiera tirado de mí y yo le sigo ciegamente, en este caso nunca mejor dicho.
Aunque lo más importante es que entramos solos, con más gente la cosa hubiera sido peor de lo que fue, si hacia atrás o hacia delante hay una multitud creo que no hubiera podido ni entrar y si lo hubiera hecho hasta hubiera podido dar el espectáculo como me toca darlo de vez en cuando en los ascensores…no es que quiera es que no puedo.
Este túnel está acondicionado para los turistas, es más amplio que los que utilizaban en la guerra, para que más o menos todos puedan entrar, hay otros que son tal y como eran y que bajo petición y con un guía colaborador se visitan, aparte de ser un turista sin claustrofobia ni miedo para entrar en ellos.
A pesar de todo me siento feliz e incluso orgullosa por no haber dejado pasar la oportunidad de entrar, que no las tenía todas conmigo, por lo menos fui capaz de intentarlo aunque luego saliera corriendo de allí. Al que no le falta la respiración ante estas situaciones le parecerá gracioso, pero para el que de repente no se acuerda ni cómo funcionan las piernas ni los pulmones es sencillamente miedo.
Como hay otras entradas y salidas, aprovechamos para hacer la "foto trampa", ya con mi sonrisa nuevamente en mi cara.
No me puedo imaginar la vida allí dentro durante años.
Para no dar pistas de la ubicación exacta, las salidas de humo de las cocinas se alejaban de las cámaras principales (si es que pensaban en todo).
Una colección de bombas, que cuesta creer que cayendo toneladas de estas sobre los túneles estos aguantaran.
De camino hacia la salida hay una tienda de souvenirs, donde compramos una bala convertida en mechero, que lógicamente no puede ser una bala de la guerra pero es curioso. Desde aquí se escuchan perfectamente los tiros en el campo que hay destinado para esto, donde se pueden disparar armas como un M-16 o un AK-47, aunque a mí esto no me apetece demasiado, ver las armas puede ser curioso e interesante pero dispararlas ya no tanto, y a mi marido tampoco le llama la atención.
Salimos de Cu Chi con una sensación casi de guerrilleros, valorando mucho más la lucha del pueblo vietnamita y la libertad.
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