6 de septiembre de 2011

Australia - Sydney - Sydney Opera House

La octava maravilla

Desde Circular Quay vamos a pasear por el lado contrario al de ayer, por supuesto con el fondo del Harbour Bridge. En este paseo  hay placas conmemorativas en el suelo, es el Writer’s Walk, en ellas hay el nombre de un escritor (principalmente australiano pero no necesariamente, también hay quienes no son del país pero lo han visitado), con alguna cita de un libro suyo. Vamos siguiendo los paseos y sus placas por las ciudades (de los modistos en NY, de los músicos en Viena…¿dónde hay más?)


Banjo Paterson es el poeta autor del himno no oficial de Australia, Waltzing Matilda. 





El paseo conduce a la majestuosa e impresionante (y eso que las fotos la hacen bastante justicia) Sydney Opera House. La Australian Opera Company compuso una ópera con el título de La octava maravilla en su honor y el 28 de junio de 2007 fue proclamada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, honores merecidos. 



El edificio se levanta en el saliente de tierra conocido como Bennelong Point, nombre que recibe por un aborigen eora que vivió aquí, Bennelong, que fue intermediario entre los nuevos colonos y su pueblo, adoptando usos y costumbres de los blancos. Bennelong, como muchos de los de su tribu y otras tribus acabó sucumbiendo en el alcohol y la depresión ante los desmanes de los recién llegados. 

En 1955 se propuso un concurso para levantar la ópera de Sydney en este solar, donde antes había habido un fuerte y una terminal de tranvía, al que se presentaron 233 proyectos, ganando el del danés Jorn Utzon. 

La construcción comenzó en 1959, con un diseño que según Utzon se le ocurrió mientras desgajaba una naranja; aunque también asemejan a velas de barco, que es lo que a casi todo el mundo le recuerda, y casi se puede notar movimiento cuando se queda una contemplándola.


Desde el principio surgieron los problemas, los costos comenzaron a multiplicarse y la construcción a retrasarse. Una de las causas es que el terreno no era demasiado firme y necesitaba más ajustes de los estipulados. En 1966 Utzon, cansado y harto, abandonó la dirección y volvió a Dinamarca,  y el gobierno de Nueva Gales del Sur traspasó el proyecto a un equipo de arquitectos de Sydney. Para hacer frente al coste ascendente el gobierno utilizó las loterías para financiarlo, recaudando 102 millones de dólares, y también hizo un llamamiento para recoger fondos, reuniendo por este cauce 900.000 dólares. Al final, había costado diez veces más de lo previsto y se inauguraba con diez años de retraso por la reina Isabel en 1973. Por todo esto los ciudadanos la llamaron Soap (“culebrón”) Opera House. 

El tejado, o los tejados mejor dicho, que aparte de la forma de la construcción es lo que llama la atención por su blanco luminoso y radiante, tiene 67 m de altura y está compuesto por 27.230 toneladas de azulejos suecos, 1.056.000 millones de piezas, que no se notan hasta que no estás lo suficientemente cerca de ellas.


Después de disfrutarla por su exterior entramos, queremos enterarnos de sus visitas guiadas y comprar los tickets. 25AU$ en un tour, en inglés por supuesto. También hay un tour por la mañana muy temprano por detrás de los escenarios, pero este de momento no nos interesa; nos dan el turno de la 1.30 h y tenemos una hora por delante para gastarla en los alrededores, pero ya que estamos en la Opera House entremos a conocerla. 


Nuestro guía es el simpático y sonriente Neck, con un inglés-australiano no demasiado fuerte pero tampoco demasiado entendible para nosotros. Vamos con un audífono, con lo que no hay que separarse mucho de él para intentar no perderse demasiado de la explicación. 

Lo primero es ver un vídeo sobre su construcción, que se proyecta sobre las asombrosas piezas de hormigón de su interior. Del interior dicen que se asemeja al interior de una ballena, pero será porque yo no he estado nunca en el interior de ninguna que no tuve esa sensación en ningún momento, aunque con imaginación pueden ser “costillas gigantes” o un abanico desplegado. Lo que si me recordaron estas piezas fue a las películas de los años sesenta futuristas, a naves espaciales de cartón piedra. 


Entramos en la sala conocida como Studio, donde no se pueden hacer fotos. Es una sala multifuncional, con aspecto de cuadrilátero, donde se presentan todo tipo de espectáculos, principalmente alternativos, cuya característica especial es que se puede configurar según las necesidades del evento, moviendo y/o quitando asientos. Esta sala es una sinfonía en rojo: paredes y butacas de un rojo brillante y reluciente.

Después entramos en la sala más importante, el Concert Hall, la sala de mayor capacidad, donde se realizan espectáculos de todo tipo: ópera, danza, culturismo, pases de moda e incluso combates de sumo; como en la sala anterior también el escenario es configurable al evento. Está forrada en madera para conseguir su afamada acústica, los asientos son de un llamativo color rojo y se ve todo impoluto, como si no llevara más de treinta años utilizándose. Destaca su órgano, con más de 10.500 tubos, aunque no lo vemos completamente por estar tapado por el telón. La sala impresiona y al ver su sobriedad aunque con cierto toque minimalista es difícil pensar en un concierto de Kylie Minogue en ella.



Los plafones de vidrio que cuelgan del techo son para la orquesta, hacen que el sonido les reverbere y sepan que lo que tocan suena como debe; en principio son solo para la orquesta y no como los casetones del Musikverein de Viena que era también para el público.


Salimos al exterior, donde Neck nos muestra los azulejos y además contó algo interesante sobre ellos pero ninguno de nosotros terminó de pillarlo, por mucho que hicimos por entenderle y por mirar donde todo el mundo miraba asombrado; a lo mejor fue el detalle del número pero creo que fue algo técnico. 

Tras ello entramos en la sala de la Opera Theatre, con las mismas butacas que el Concert Hall, pero ahora las paredes están pintadas de negro para mantener la atención en el escenario. En ella suelen presentarse los espectáculos de ópera, ballet y danza. En el escenario están trabajando con los decorados, ahora se representa una versión modernizada de La bohéme de Puccini. 

Para finalizar la visita entramos en la Utzon Room, donde hay mural realizado por Jorn Utzon en 2004, que se inspiró en la música de Bach para su confección. Después de pasados más de treinta años de los problemas en la construcción y el abandono de Utzon, el gobierno de Nueva Gales del Sur contactó con él, ya octogenario, para remodelar el interior y él agradecido respondió, no en vano esta es su obra maestra. En la sala destacan sus vistas hacia la bahía, y que en él están terminando de montar las mesas para un evento, en el que habrá comida sin dudas, con lo que esta visita fue rápida para no molestar demasiado. 

Nuestro tour por la Opera House termina de nuevo con un vídeo sobre su desarrollo posterior. Personalmente de la construcción interior me esperaba mucho más, aunque no me ha decepcionado nada, con esas impresionantes placas de hormigón, pero seguro que un tour más extenso descubre más de sus secretos, como el de detrás del escenario.

Con esta visita ha dado la hora de comer y el hambre, y en el arco del paseo que conduce a la Opera House hay multitud de alternativas para hacerlo.


Hoy no nos arriesgamos con los vinos y preferimos una fresquita cerveza para acompañar nuestras hamburguesas. Para mí una más suave, light pero no tanto que tiene buen sabor y algo de alcohol, fabricada en la isla de Tasmania. 


Hemos visitado la Sydney Opera House pero todavía nos queda disfrutar de ella con diferentes vistas, distintos ángulos y diferente luz. 




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