14 de mayo de 2011

Japón - Kioto - Templo de Ryoan-ji - Templo de Toji-in - Templo de Ninna-ji


Los Templos del Oeste (sin bruja)


Hoy no hay prisa por despertarse, hasta las once no vendrán a buscarnos para llevarnos a Kioto, y aunque podríamos haber aprovechado para incursionar algo por Osaka, el hotel está demasiado lejos, y además después de tantos madrugones hasta nos merecemos un pequeño descando.

Antes de la hora acordada llegan a buscarnos, y allí estábamos nosotros, con nuestras maletas preparadas para marcharnos. Vamos en una minivan, un transporte que todavía nos faltaba en este tour, y como en Japón comienza la festividad del Obón o de los muertos, nos encontramos bastante atasco y tardamos más de lo normal en llegar a Kioto.

El hotel elegido no es por supuesto en el que habíamos estado con el tour, ya desde aquí no me dio buen feeling, y elegímos uno (mi agente y yo) que estaba al lado de las montañas y desde el que se podía comenzar una excursión a pie, a la que ya llegaremos, el Westin. Miyako. Por si en el ryokan de Miyajima no hubiéramos tenido bastante, una habitación de estilo japonés, kasui-en.

El camino hacia nuestra habitación tiene su pequeña historia, primero ascensor, luego pasillo, después se sale al exterior con un pequeño jardín, donde nos da una bocanada de calor terrible, y por fin se accede al módulo donde están instaladas este tipo de habitaciones, todo con un ambiente japonés.

La habitación es muy parecida a la del ryokan, más pequeña, pero también acogedora, con su pequeña salita, donde hay un minibar y el termo de agua caliente donde prepararse té. Las vistas son al jardín y nos agrada casi todo, el casi es porque el calor es grande y el aire acondicionado no funciona demasiado bien, no enfria todo lo que nos gustaría.

  
El baño es casi como el del ryokan, pero este tiene más encanto, es más japonés, porque es de madera. El cuarto parece una sauna, abrir su puerta y ponerse una a sudar es automático, así que mejor cerrar la puerta, y la ventana también, que por ahí entra mucho calor y a pesar de la mosquitera hasta algún animalito pudiera entrar.

 
Yo tengo preparada una relación de lugares que nos han quedado pendientes en la ciudad, y son bastantes, cuando confeccionaba la guía me iban llamando la atención y como no estaban incluidos en el tour los tenía marcados, y de ahí que volviéramos sobre nuestros pasos, si hay algo que nos gusta es conocer a fondo las ciudades, todo lo que podamos.

Antes de comenzar un poco de la ciudad. Kioto fue fundada en 794 como Heian-kyo (capital de la paz y la tranquilidad), construyéndose según el modelo de la ciudad china de Chang'an, capital de la dinastía Tang. Con montañas en tres de sus lados, oeste, norte y sur, y dividida por un río que fluye de norte a sur, el emplazamiento fue estimado idóneo por los geománticos del emperador Kanmu. Con el crecimiento de la población, sin embargo, la higiene se convirtió en un problema, sobre todo cuando se desbordaba el río Kamo; ante esto nacieron una serie de festivales destinados a aplacar a los espíritus responsables de las enfermedades y de otras catástrofes.

La cultura de Kioto evolucionó como una amalgama de influencias, con las de la corte imperial y la nobleza a la cabeza. Más tarde llegaron los samurais, mecenas del budismo zen y de la ceremonia del té. Los mercaderes también tenían su influencia, en especial los tejedores de seda de Nishijin. La ciudad fue reducida a cenizas varias veces por terremotos, incendios y la guerra civil de Onin (1467-1477). Durante el periodo Edo el poder pasó de Kioto a Edo (Tokio), y la primera perdió la capitalidad en 1868.

Con más de 1.800 templos, cientos de santuarios, edificios y barrios históricos, jardines famosos y bellos lugares entre colinas boscosas, Kioto tiene mucho que  descubrir: 17 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco -trece templos budistas, tres santuarios sintoístas y un castillo-.

En un taxi nos dirigimos al templo de Ryoan-ji, el templo del dragón pacífico, un imponente templo de la escuela zen Rinzai, fue fundado en 1473. Es un complejo con jardines, estanque, subtemplos, escaleras, y lo más importante, su jardín de piedras, del tamaño de una pista de tenis aproximadamente.

Nuestro primer jardín zen, cuya principal característica es que lo componen 15 rocas de diversos tamaños, y nos situemos donde nos situemos, dada la disposición de las mismas, sólo son visibles 14 (yo contaba 13 y 14 nunca 15). Y lo curioso es que los visitantes, japoneses principalmente pero también occidentales, es que se sientan a contemplarlo y meditar (a mi me falta espiritualidad para esto, me gusta contemplarlo y disfrutar de su belleza, pero sentarme a pensar más allá del bien, de esto y de aquello, todavía no, Japón no me ha calado tan hondo).

 
Afortunadamente hay una maqueta del jardín para ver todas las piedras de una sola vez, aunque para ello hay que mirar desde arriba. Al estar algunas en sombra no se cuentan bien, pero mirando bien salen las quince. 


Nos siguen deleitando sus paredes correderas de papel de arroz decoradas, esto a mí me propociona más calma que el jardín, aunque en ellas haya dibujados dragones feroces. 

 
Paseamos por el recinto y descubrimos una fuente que proporciona el agua para las ceremonias del té. 

 
El templo lo rodea un gran jardín, en esta ocasión entre jardín cuidado y bosque por el que es muy agradable caminar, donde no falta un estanque de lotos. 

 
A la salida del templo, como es tarde y no es zona ni momento de buscar un sitio para comer nos comemos unos helados que nos saben a gloria (chocolate, vainilla y almendras, casi un Magnum), otra cosa es que allí mismo hubiera habido un chiringuito donde comer algo.

Intento que mi marido comprenda las explicaciones de la guía diabólica para llegar al siguiente templo, pero por más bien que están escritas: "a diez minutos a pie al sudoeste de Ryoan-ji", ¿dónde está el sudoeste? ¿dónde estamos?. Comenzamos a andar entre intuición y el caminar de otras personas y damos con un  bienhallado cartel donde están detallados todos los templos de la zona, ya podemos caminar sobre seguro.

 
En dirección a nuestra próxima visita, nos encontramos con el que suponemos según el mapa, Templo de Toji-in, del que no tengo información, pero ya que estamos allí ¿por qué no conocerle?, y nos encontramos un recinto pequeño con varias edificaciones y con muchas esculturas de piedra, es la primera vez que vemos tantas, sin contar los jizos o los buddhas, y de este tamaño.


  
No curioseamos demasiado, y por eso la duda de si era el templo de Toji-in, porque buscando información del mismo he encontrado que es importante, con lo que a lo mejor nos quedamos a medias de sus edificios y sus interiores, o sencillamente nos situamos mal en el mapa y llegamos a otro sin identificar. Si alguien tiene información sobre ellos, agradecidos estaremos de salir de la duda. 

Continuamos andando y llegamos al Templo de Ninna-ji, Patrimonio de la Humanidad, al que entramos por un lateral (los templos y santuarios suelen ser de pago, hay algunos de libre acceso, pero para los más turísticos, conocidos o por otras razones se paga).

El emperador Uda lo finalizó en 888, dos años después de que lo fundara su predecesor. Inicialmente fue concebido como residencia para los emperadores retirados y conocido como palacio Omuro; hasta la restauración Meiji estuvo encabezado siempre por un príncipe imperial y ahora es sede de la sección omuro de la escuela budista Shingon y de la Escuela Omuro de Arreglos Florales.

Varios incendios lo redujeron a la mitad de su tamaño actual, ya que el complejo llegó a albergar hasta 60 subtemplos. 

Hay un mapa para poder encontrar todas las edificaciones en su interior, aunque desafortunadamente no están abiertas todas. 

 
Hacia atrás dejamos la puerta principal de entrada. 

  
Una de sus construcciones, ignoro si original o imitación, se ha habilitado como zona de descanso y avituallamiento, y es que la bebida en el mes de agosto en Japón es primordial para no deshidratarse. 

 
Continuando el camino se llega hasta su pagoda de cinco pisos, de 33 m de altura, que fue
erigida por el shogun Tokugawa Iemitsu en 1637.

 
Paseamos por su recinto, con sus edificios cerrados, pero aún así disfrutamos de la visita y de la libertad de movernos por nuestra cuenta.


 
Lo malo es que hemos llegado tarde a visitar una de las zonas donde se encuentran tres de sus edificios unidos por galerías y jardines rodeándolos, Shinden, Kuroshoin y Shiroshoin. Su sala del tesoro también está cerrada, aunque ésta solo parece abrir de abril a mayo y de octubre a noviembre (dato con reparos, mejor confirmar).

Salimos por la puerta principal, ahora ya apreciamos su impresionante tamaño y vemos sus formidables guardianes Nio.

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