10 de mayo de 2011

Japón - Miyajima - Santuario de Itsukushima-jinja

Tranquilidad para el corazón


Desde el Museo de Hiroshima vamos en autobús a la estación del ferry que nos llevará a nuestro siguiente destino, la isla de Miyayima, cuya verdadero nombre es Itsukushima,  que es uno de los tres escenarios tradicionalmente considerados "grandes paisajes éscénicos" (los otros son Amanoshashidate en el norte de Kyoto-ken y Matsushima, cerca de Sendai). Miyajima significa literalmente "isla santuario", pues hace 1.500 años que el lugar es sagrado

En la isla no hay maternidades ni cementerios, ya que está prohibido dar a luz o morir en Miyajima. Tampoco se permite talar árboles -la isla está cubierta por un bosque virgen con numerosas aves-. La isla tiene casi 30 km de perímetro.

Disfrutamos de esta pequeña travesía, porque lo que vemos nos alegra la vista, es como un derroche de naturaleza al que apetece conocer. Y un destino muy bien elegido después de nuestra vista a Hiroshima, de ahí el título de este post.


En el mar lo que suponemos criaderos de ostras.


Aparece el torii, más fotografiado incluso que el de Hakone, el que estaba en el lado del Fuji que no se dejó ver, y la verdad es que impresiona mucho más, tanto por el templo que se intuye detrás como por las montañas como telón de fondo. El torii tiene una altura de 16 m, está  realizado en madera de alcanforero y fue reconstruido por octava vez en 1875.  Cuando baja la marea se puede llegar caminando hasta él.


Bajamos del ferry, dejamos nuestro equipaje en unos minibuses y nos vamos caminando hacia el ryokan, yo con la emoción de no tener muy claro que nos iíamos a encontrar, había visto muchos por internet, y algunos parecían más acogedores que otros, pero precisamente al que íbamos nosotros no lo encontré, así que la sorpresa sería total.

Y ¡ohhhh!, es un hotel a la antigua usanza con las nuevas tecnologías de ahora, más o menos, la entrada es moderna sin aspavientos, y las habitaciones, amplias muy amplias,  podéis juzgar vosotros mismos, con su pequeña salita para leer, tomar el té, no molestar al que duerme.


En una bandeja las toallas y nuestros yukatas. 


Con su baño bien completo, el inodoro, moderno por supuesto, oculto tras la puerta, y el baño concebido al estilo clásico: hay una pila que no es muy grande, y fuera se encuentra la ducha, porque es básico que uno se enjabona y limpia fuera, para eso están la banqueta y la palangana que cuelgan de la pila, y luego se entra en el agua caliente de la pila, libre de todo jabón. Esto es así en los baños públicos que existen también en el ryokan, pero a los que no acudimos, por varias razones, por falta de tiempo, porque actualmente los hombres y las mujeres se bañan por separado, cuando tradicionalmente siempre lo habían hecho juntos y desnudos.

 
Una vez instalados y curioseado a fondo la habitación nos reunimos con el grupo para conocer el santuario de la isla, el de Itsukushima-jinja, que está dedicado a los tres diosas del mar, hijas del dios sintoísta Susano-o,  por eso su situación junto al mar. Al parecer data del reinado de la emperatriz Suiko, en 593 y alcanzó su forma definitiva en 1168 bajo los auspicios de Taira-no-Kiyomori (1118-1181), el gran líder del clan Heike y penúltimo soberano de la era Heian.

El camino primero es por el pueblo, que no tiene nada especialmente bonito, más que su aspecto de pueblo y ya es suficiente para gustarnos, pasamos por el mercadillo, con sus toldos desplegados para proteger del calor y del sol que abrasa, lugar donde más de una del grupo prefería quedarse en lugar de ir al templo, pero acaba sucumbiendo a la tentación naranja.


Continuamos caminando muy cerquita del mar y del torii que vimos a lo lejos. En el camino linternas de piedra.


Tampoco faltan los ciervos. 



Ya hemos visto muchos templos y santuarios, pero la ubicación de este, la composición de sus edificios y pasillos le hace muy especial. Ahora está subiendo la marea, y parece que pudiera flotar sobre el agua.

 
Hay millones de fotos, porque para cualquier lado que mires siempre hay una bonita toma, ya sea en la cámara o en la retina o en el corazón, un ángulo diferente, una ocasión en la que hacer click, y casi siempre omnipresentes, su pagoda y su torii, al que en marea baja se puede llegar andando.

 
 
La pena es que justo enfrente de la isla, han construido un complejo budista, que podéis apreciar a la izquierda del torii, con lo que afea muchísimo el conjunto. Esto también debería prohibirse, cuando la belleza es casi perfecta, mejor no fastidiarla con estas cosas.


Hablamos con Nara San para que nos reserve un viaje en barquito para acercarnos al torii, a las seis y media es la cita, con lo que aprovechamos para seguir paseando por el templo.


Subimos hasta la pagoda de Goju-no-to, por unas escaleras que cansaban sólo de verlas, pero este es el mal y el bien del turista que quiere ver y conocer.


No tenemos tiempo para descubrir más edificios del complejo del santuario, algunos cerrados y otros a un paseo algo más lejano, con lo que pasamos de vuelta por el mercadillo, donde seguimos realizando compras, y donde nos encontramos con las palas gigantes de remover y servir el arroz, shakushi, un artículo  famoso de la isla,  que se dice que se inventaron aquí por un sacerdote budista durante el periodo Edo, siendo posteriormente adoptada en el resto del país.  La población es también un centro de artesanía de madera, tanto torneada como tallada y las tiendas dan fé de ello con sus artículos en venta.

 
Nos vamos acercando al muelle para tomar el barco y nos encontramos con el señor de JTB, con el que habíamos tenido la pequeña discusión en el hotel de Kioto para el cambio de habitación, nos comenta que es más bonito hacer el recorrido por la noche, cuando está iluminado. Le hacemos caso y él mismo nos hace el cambio.

Así que continuamos el paseo tranquilamente, fotografiamos al torii desde todos los ángulos y con todas las luces, y volvemos al ryokan, hay que prepararse para la cena, hoy será temprano, a las 19.30, además con la incertidumbre de que será, porque para que una guía te insinúe que compres algo en Hiroshima porque en Miyayima no habrá nada para paliar el hambre, las sensaciones no son buenas.

Como es la última noche para parte del grupo hemos quedado en que bajaremos todos en nuestros yukatas, por sugerencia de nuestra guía,  para hacer una despedida a la japonesa. La sorpresa de la cena no es tal, es más de lo mismo, con una variedad, ahora tenemos un cazo con su infiernillo en el que hay un caldito de verduras, y como mi marido si que está hasta el moño del pescado crudo, todo lo pasa por allí. Yo hago el intento de comerlo crudo, pero no puedo con el pulpo ni con el calamar, así que una zarzuela de pescado y la cena resulta un éxito.


Casi corriendo después de cenar subimos para cambiarnos, no estamos acostumbrados a ir en yukata todo el día, y vamos a nuestra cita nocturna con el torii, la caminata es a paso rápido y yo comienzo a resentirme de la rodilla, ¿para esto tanto incienso?, esto va a ser por acaparadora.

Nos encontramos con el señor de JTB, él también viajará. Por desgracia a todos les cuesta hacer una foto decente, es más, no hay ninguna buena de calidad, otra cosa es que te guste; por lo que se ve y se siente, otro momento especial, a pesar de la juerga que este grupo de occidentales montó.


Terminado el viaje nos regalan dos palas de madera del arroz como recuerdo, por si no hubiéramos tenido bastante con la visión afortunada del torii.

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