¡Al mercado!
Terminada nuestra visita del Templo de Ninna-ji por la hora que es ya no podremos visitar nada más, santuarios y templos estarán cerrados, primero buscamos una parada de autobús para ver si nos acerca a nuestro próximo destino, pero decidimos tomar un taxi para evitarnos errores.
Nos vamos a conocer el mercado Nishiki, una larga calle cortada por calles transversales, donde se encuentran tiendas que han pasado de generación en generación, y donde encontrar un poco de todo, mucho pescado, flores, té, frutas, dulces, sake, ropa, zapatos...excepto carne, hecho en falta una carnicería o similar.
Las pescaderías parecen barcos que acaban de llegar al "mercado-puerto".
Algunas tiendas son una auténtica fiesta de productos, por supuesto la mayoría totalmente desconocidos para nosotros, esto sería algo así como "una tienda de chuches".
Donde me quedo totalmente atrapada es la dedicada a los encurtidos, de todo tipo de verduras.
Caminando hemos salido a las calles comerciales, dos arcadas cubiertas paralelas, Teramachi, al principio hay mucho movimiento, pero según se acerca la hora del cierre y salimos de la zona más popular la animación desaparece por arte de magia.
Principalmente hay tiendas de ropa, camisetas con los nombres en kanji en cinco minutos, kimonos, zapatos, y una tienda destaca por su exposición infinita de pinzas para el pelo.
El consumismo se contagia, con lo que aprovecho y me compro mis getas, las sandalias típicas japonesas, que resultan ser muy cómodas aunque al principio cuesta acostumbrarse a ellas. También paramos a comer que desde el helado no hemos vuelto a probar bocado, la elección es lo más parecido a un perrito, pero sin ketchup ni mostaza, y como bebida lo acompaño con un té helado, combinación rara pero para gustos los colores y los sabores. Seguimos realizando compras, ya que estamos allí hay que sacarle partido.
Salimos andando a la calle que une Pontocho con Gion y cenamos en un Mc Donald´s, hoy definitivamente hemos abogado por la comida basura, y ese Big Mac nos sabe a gloria bendita.
Al llegar al hotel nuestra camita está preparada, y podéis ver que los futones son más altos que los del ryokan de Miyajima y también se notan más nuevos en el cuerpo.
Un detalle que se me había pasado comentar, desde Takayama nos vamos encontrando almohadas con doble cara, por una son normales, como las que conocemos, y por la otra hay granos de arroz que se te aplastan en la cara y son incomodísimos para dormir. Aunque ahora daría lo que fuera para volver a tener una de esas almohadas contra mi cara, siempre y cuando estuviera de nuevo en Japón.
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