Cenando con apsaras
Alann nos comentó durante las visitas que la visita programada para mañana por la mañana a lo mejor no resulta de todo efectiva, es a un pueblo flotante en el lago Tonle Sap, pero que el nivel de agua no es alto y que tendríamos que ir hacia otro de los pueblos que nos llevaría más tiempo, y ahora nos pregunta la decisión, ¿vamos o no?.
En lugar de ir a los pueblos flotantes, ya los hemos visto en Vietnam, en el Mekong y aunque humanamente es de las experiencias más satisfactorias que hemos tenido en este viaje, estamos en Angkor así que saco el plan B, una excursión a un templo no programado en el tour, pero ella o lo tiene terminantemente prohibido o le faltan tablas para hacerlo por su cuenta y quedarse con lo que nos cobren por esta visita no incluida, así que tiene que consultarlo con la agencia y ya nos dará precio.
Nos llevan al hotel, tenemos el tiempo justo para descansar un poco y ducharnos. Hoy conocemos a la manager del hotel, Cristina, una brasileña a la que le gusta presentarse a los clientes, es la primera vez que nos ocurre y es todo un detalle. Está ultimando los detalles de la fiesta del hielo que se va a celebrar en el salón-bar de la planta de abajo, el Arts Lounge, con lo que tienen cerrado y prohibido el acceso, y a pesar de intentar echar un ojo es totalmente imposible. En esta fiesta, que es muy normal celebrarla para cualquier evento, se cuelgan bloques de hielo del techo y se mantiene una temperatura más bien baja para que no se derritan o para que lo hagan lentamente, el espectáculo es bonito, y en la página web del hotel hay fotos.
Con puntualidad Alann nos recoge para llevarnos a cenar y en el camino nos da el precio para la excursión para mañana y aceptamos. Para llegar desde el hotel al restaurante en coche el camino es largo pero ella comenta que luego volver andando es fácil pero que si queremos el conductor se puede quedar, y a pesar de su insistencia en que volvamos andando, no nos convence mucho por la misma razón que la noche anterior, la zona es muy oscura y si fuéramos en grupo no daría yuyu pero así solitos no nos apetece mucho, así que sintiéndolo por el conductor nos tendrá que esperar.
Hoy nos toca cenar en el Teatro Apsara. A la entrada nos dan el programa que veremos y una preciosa flor de loto. Para entrar hay que descalzarse, produciéndose un jaleo de zapatos de todo tipo y tamaño.
Este es nuestro menú:
La primera foto claramente son rollitos de primavera, así que lo que los acompañan debn ser samossas y tempuras, pero sinceramente no reconozco los demás platos como para adjudicarles su correspondiente nombre con total seguridad.
Creo que esta es la sopa de pollo con hierba limón o limoncillo.
Creo que este es el plato de cerdo, más que nada por las especias rojas.
El espectáculo consta de varios números, el primero es un ballet de apsaras, que aunque interesante llega a hacerse aburrido (percepción puramente personal), demasiado lento a pesar de las guapas bailarinas que lucen unos espléndidos vestidos y tocados.
El segundo número es más divertido, la danza de los pescadores, donde los chicos cortejan a las chicas, además la música es más rítmica y animada, asemeja lejanamente a nuestro folklore.
Otro número es sobre la victoria del bien sobre el mal, otro muy entretenido es una danza con cocos, y el más llamativo de todos es en el que se representa la leyenda del Ramayana, donde la princesa Sita es raptada por Ravana, y Hanuman, al servicio de su esposo, le ayuda a rescatarla.
Un vídeo popurrí de internet de todos estos números musicales danzantes.
Durante la cena hemos tenido como compañeros a un matrimonio francés y su hijo, entablando una conversación principalmente con él, estos franceses están resultando ser unos buenos compañeros de viaje, nada estirados y comunicativos, y es que los esterotipos no tienen porque ser verdad.
Según termina el espectáculo, previo pago de las bebidas, salimos disparados, hay autobuses y multitud de coches esperando a los turistas y esto se puede convertir en un caos para salir de aquí, con lo que lo hacemos los primeros.
En lugar de ir al hotel le decimos al chófer que nos deje cerca del mercado nocturno que se celebra en la ciudad, Psar Chaa, donde las calles no están asfaltadas y si cae la lluvia podemos salir embarrados hasta las orejas.
Hay puestos de todo, mucha ropa, artesanía, souvenirs de todo un poco, pero lo que es más curioso de todo son las piscinas de pedicura, con pequeños peces que hacen la limpieza de las pieles muertes y durezas.
A mí me apetecía probarlo pero el sentido común me aconsejaba no hacerlo, no a estas horas, ese agua no tengo yo muy claro cuánto tiempo lleva usándose y cada cuanto se cambia, además yo llego duchada pero ¿y el resto de turistas?, si hasta el momento no hemos pillado una gastroenteritis no nos pillaremos unos hongos de último momento, aunque es una espina que se me queda clavada, que puedo quitarme en Madrid ya que están importando la técnica.
En la zona del mercado hay dos calles muy concurridas, llenas de restaurantes y locales de copas, donde se encuentra el ambiente de la ciudad, Pub Street y Pub Street Alley.
Salimos de esta zona sin hacer grandes compras, pequeñas baratijas, ya que el regateo no es lo nuestro y nuestras maletas ya están a punto de explotar como para meter muchas más cosas en ellas, aunque sea un simple pantalón o una camiseta.
Tranquilamente nos volvemos caminando al hotel, donde ya ha terminado la fiesta del hielo, y no queda rastro de lo que ha pasado allí.
Como casi todas las noches de este viaje nos dormimos con una gran sonrisa y unos felices sueños, que hoy los vigilará la cara de media sonrisa de Jayavarman VI).
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