En el momento de elegir la excursión alternativa para hoy por la mañana tuve mis dudas porque por desgracia las dos opciones no estaban en el mismo camino, sino hubiéramos hecho las dos. Por un lado, Kbal Spean, el llamativo río de los mil lingas (viciosilla que es una), que tiene que ser un espectáculo bañarte con tanta linga suelta, como lo tiene que ser contemplarlas en el lecho del río y disfrutar del paisaje (he escrito paisaje).
Por otro lado, la elección que finalmente hice, el templo de Beng Mealea, no es un templo al uso, tiene su particularidad que le da su atractivo especial…Fue construido a mediados del siglo XII, bajo el reinado de Suryavarman II, con la misma planta que Angkor Wat.
Para llegar se utiliza una carretera privada, fue “construida” por un señor de una aldea y hay que amortizar el coste, aunque llamarla carretera es mucho, es un camino de tierra allanada pero el caso es que está bien acondicionada se supone gracias a este peaje.
En la entrada una indicación muy clara y no estoy segura si da confianza o la quita.
El camino hasta el templo está algo embarrado porque durante la mañana nos ha llovido, no con fuerza pero si lo justo para conseguir esto. Por supuesto nos acompañan los restos de las barandillas con nagas en este paseo de entrada.
Al dondo el templo, cuya entrada parece no estar en muy buen estado.
Giramos a la derecha para buscar una entrada más segura, donde hay obreros trabajando con las piedras, poniendo orden si se puede, y niños, que llaman la atención por su juventud, supongo que más jugando que colaborando o aprendiendo.
Llegamos a la entrada que han habilitado, una pasarela de madera, que fue instalada para el rodaje de la película Dos hermanos de Jean Jacques Annaud, que trataba sobre dos hermanos tigres.
A la derecha de la pasarela los restos, pocas piedras en pie, de una de las bibliotecas.
A la izquierda la puerta apuntalada del muro galería, donde todavía se conserva su decoración.
Lo que hace especial a Beng Mealea es que es una ruina, si, así de simple, ha sido devorado y derrocado por la naturaleza, aunque ha sido limpiado de follaje y de algunos árboles, lo que le hace más fácil de visitar, perdiendo parte de su propio encanto para facilidad y seguridad de los turistas. Aquí como no hay mucho que decir ni explicar, mejor fotos de este espectacular y diferente templo, que él solo ya lo dice todo.
Continuamos andando por la pasarela, con la compañía continua de unos niños camboyanos, medio vestidos y descalzos, que corren por ella sin parar, arriba y abajo y seguimos asombrados de la fuerza de la naturaleza y de la resistencia de la piedra (¿o de la fe?)
En un momento Alann se para, mira por un lado, mira por otro, y al final se decide, ¡¡nos vamos de aventura!!, vamos a subirnos por las piedras y explorar el templo de otra manera, nos consulta pero no demasiado, creo que da por hecho que es lo que estamos esperando hacer, somos unos turistas clásicos.
Alann siempre preocupada por donde pisamos, sobre todo yo, y es normal, aparte de lo pato que soy, en las piedras hay musgo y ha llovido esta mañana, con lo que un pie puesto donde no se debe y caída segura.
Salimos a una explanada donde se encuentra la derrumbada calzada hacia la entrada principal y volvemos a trepar al templo, ahora lo hacemos por un pequeño pasillo con raíces trampas.
Para luego seguir trepando.
Entramos por el hueco de la ventana de una de las galerías.
Para trepar un poco más.
Y salir a gatas, en mi caso, que Alann y mi marido se levantarán pero yo preferí no correr riesgos, a la pasarela de madera.
Emprendemos la salida del templo por la pasarela de madera, de nuevo en compañía de los niños, entre ellos una niña preciosa de no más cinco años, era increíblemente guapa, a la que no dejo de mirar y remirar, pensando mil y una cosas, ella es astuta y se da cuenta de cómo la miro y hasta creo que ha entendido que he quedado prendado de su belleza y de su sonrisa, y me sigue, yo no llevo dinero y mi marido está muy por delante con Alann con lo que no era cuestión de ponerme a gritar. Lo único que llevo son chicles de té, pero no sé si es bueno que se los dé o no, y cuando se lo consulto a Alann ya es tarde, la chiquillería ha desaparecido y ella me dice que mejor no darles caramelos ni chucherías, que eso estropea los dientes y que ellos no pueden pagarse el dentista, aunque en este caso eran chicles sin azúcar…me quedo con una sensación triste, de impotencia, y aún hoy recuerdo con alegría y tristeza esta niña, ni el dólar ni un chicle ni un caramelo hubieran cambiado su vida, pero sí hubiera tenido su momento de triunfo entre sus amigos.
La experiencia de conocer este templo y caminar sobre sus piedras caídas ha sido maravillosa, y creo que no me equivoqué en la elección, aunque seguramente si hubiéramos ido al río de los mil lingas estaría escribiendo lo mismo.
Alann podía haberse metido por más caminos pero ella es muy precavida y prefirió no caminar sobre piedras más complicadas y galerías derrumbadas, pero si lo hubiera hecho la hubiéramos seguido sin miedo, aunque tampoco la forzamos para ir, nos quedamos enteramente en sus manos felices y tranquilos.
Beng Mealea no suele entrar en los circuitos clásicos de Angkor, aunque turistas hay, que nos gusta ir a todos los sitios posibles, con el hándicap añadido de que es de lo más lejanos, con lo que hay que tener tiempo para llegar hasta él, pero sin lugar a dudas yo lo recomiendo, es increíblemente bello sin estar en pie ni completo y es muy divertido conocerle.
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