23 de noviembre de 2016

España - Cáceres - Plaza Mayor - Ayuntamiento - Foro de los Balbos - Torre de la Hierba - Ermita de la Paz - Torre del Bujaco - Arco de la Estrella - Torre de los Púlpitos



Vetusta del Sur 

Desde hace tiempo tengo pendiente el realizar unas entradas sobre una ciudad española que nos enamora, Cáceres, y no solo por la parte familiar y afectiva -aunque no vamos tanto como deberíamos-, también por su maravillosa y mágica Ciudad Antigua, que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco el 28 de noviembre de 1986, pero ya antes, en 1968, fue declarada por el Consejo de Europa como el Tercer Conjunto Monumental de Europa (después de Praga y Tallin), que creo dice mucho sobre su valor.


La primera presencia humana en la zona se remonta a la Prehistoria, con la existencia de varias cuevas en la zona del Calerizo, datadas en torno a hace un millón de años. 


En el siglo I a.C. los romanos se asentaron en dos campamentos, Castra Cecilia y Castra Sevilla, junto a la vía que más tarde se conocería como Vía de la Plata. 


En el siglo V los visigodos arrasaron el asentamiento romano, y hasta los siglos VIII-IX no se vuelve a oír hablar de la ciudad. Los musulmanes aprovecharon el asentamiento romano como base militar para hacer frente a los reinos cristianos del norte. En 1147, Abd-al-Mumin refundó la ciudad. 


En el siglo XII, ante el avance cristiano, la ciudad se fortificó con una muralla de adobe, pero no fue suficiente para evitar que Alfonso IX, rey de León, tomara la ciudad tras varios años de asedio, el 23 de abril de 1229, día de San Jorge, otorgando a la ciudad el Fuero de Villa, con doce regidores. San Jorge pasa a ser el patrón de Cáceres. 


Fue repoblada por leoneses, asturianos, gallegos y castellanos, que se dividieron en dos bandos: leoneses, que habitaban la parte alta de la ciudad (barrio de San Mateo), y los castellanos, viviendo en la parte baja (barrio de Santa María). Los nobles de ambos bandos se enfrentaron violentamente con frecuencia, y se llegó a tal extremo que la ciudad contó con dos concejos diferentes. La situación continuó hasta que Isabel la Católica pacificó la situación, redactando unas nuevas Ordenanzas, y en 1477 Cáceres pasa a ser Villa Muy Noble y Muy Leal, comenzando a construir iglesias en el lugar de las mezquitas, y palacios sobre los antiguos palacios musulmanes, siendo las fortunas procedentes de América las que contribuyeron a la monumentalidad de la ciudad, a la que Leopoldo Alas Clarín llamó “La Vetusta del Sur”. 


En 1822 Cáceres se convierte en la capital de la Alta Extremadura. En 1882 el rey Alfonso XII la eleva a rango de ciudad. 


Durante la Guerra Civil, las fuerzas militares de Cáceres apoyaron el golpe de Estado de 1936, y desde aquí comenzó a ocupar los pueblos de los alrededores, puntos estratégicos de las líneas fronterizas con Portugal y el paso de puentes. En el cuartel de Cáceres se dio instrucción a la Brigada Irlandesa, integrada en la Legión. 


La sublevación en Cáceres facilitó el avance de las tropas franquistas por las carreteras de Mérida y Badajoz. El 26 de agosto de 1936, Franco llega a Cáceres, estableciendo su cuartel general antes de iniciar el avance sobre Madrid, donde llegaron carros de combate Panzer tras la petición de ayuda a Hitler; para manejar estos vehículos se creó una academia de formación dirigida por un coronel alemán. Desde el aeródromo de Cáceres partían los aviones de la Legión Cóndor. Las fuerzas republicanas bombardearon la ciudad el 23 de julio de 1937 con cinco bimotores Túpolev soviéticos. 


La visita por la ciudad antigua tiene que comenzar por la Plaza Mayor, donde en su momento se podían aparcar los coches, aunque afortunadamente ya no. La plaza es un lugar de reunión por excelencia, tanto por el día como en la noche, aunque por supuesto esta última se lleva la palma, el gentío y el ruido.


La plaza ha sido el centro de la vida social y comercial de la ciudad, donde se celebraban ferias, mercados y eventos lúdicos; este centro se trasladó desde la explanada que se extiende junto a la iglesia de Santa María





Los edificios de la plaza son de distintas épocas, conservando muchos de ellos soportales del siglo XVI. La planta baja de estos edificios está ocupada por comercios, y por supuesto, por locales de restauración. 




En el lado sur de la plaza se encuentra el edificio del Ayuntamiento, construido en 1869, elevado sobre una escalinata. Cuenta con soportales, en la fachada se ve el escudo de la ciudad, y está coronado por un reloj. 



A la derecha del Ayuntamiento está el Foro de los Balbos, también llamado atrio del Corregidor. Adosado a la muralla, se sitúa en el lugar que ocupaba una puerta de la antigua colonia romana de Corba Caesarina; este foro fue el segundo lugar en el que el concejo celebró sus reuniones, tras haberlo hecho en la puerta de la iglesia de Santa María. En 1557 se construyó aquí una casa consistorial, que se derribó en el siglo XIX. Hoy es el Foro de la Música, donde se celebran conciertos de cámara. En el foro hay una reproducción de la estatua del Genio Andrógino y el pilar de San Francisco, uno de los abrevaderos que había a las afueras de la ciudad, en el camino de Mérida. 


Junto al foro, la Torre de la Hierba, torre albarrana de la muralla, una construcción árabe datada en el siglo XII. A la derecha de la torre y bajo la muralla, el Foro de los Balbos, y a la derecha de la fotografía, el Ayuntamiento. 


El lado este de la plaza es el más llamativo, con la Torre del Bujaco, la Ermita de la Paz y la Torre de los Púlpitos. Una bonita estampa.





La Ermita de la Paz es una construcción del siglo XVI, una capilla renacentista dedicada a San Benito, que se reconstruyó en 1756 para convertirla en la ermita actual, en la que se venera la imagen de la Virgen de la Paz, obra de Pedro Correa. 



La Torre del Bujaco es una construcción árabe del siglo XII, realizada sobre sillares romanos, también conocida como Torre Nueva. Es de planta cuadrada, o casi cuadrada, tiene una altura de unos 25 m de altura, dos matacanes (obra que sobresale a modo de balcón, utilizada para la defensa y el ataque en posiciones seguras) en los laterales y uno frontal, donde está el “balcón de los fueros”, un añadido del siglo XVI. 


El nombre de Bujaco es una derivación del nombre del califa Abú-Yapqub, cuyas tropas conquistaron la ciudad el 10 de marzo de 1173, tras seis meses de asediarla. Otros autores consideran que es más probable que derive de la palabra buhaco, muñeco de paja y trapo de la zona. 


En el siglo XVI recibió el nombre de Torre del Reloj porque se le instaló uno para orientación horaria de los comerciantes; el reloj fue trasladado a la iglesia de San Mateo, donde todavía se encuentra. 


En la actualidad, la torre alberga un centro de interpretación sobre el pasado de la ciudad, y se puede subir al mirador del almenar para tener buenas vistas (pendiente de hacer ambos actos). 




Al lado de la ermita, unas escalinatas (tomadas por la juventud en la noche) conducen al Arco de la Estrella, una construcción barroca de 1726, realizada por Manuel de Larra Churriguera  sobre la Puerta Nueva del siglo XIV o XV. El arco tuvo que ser trazado de forma oblicua para permitir el acceso de carruajes a la parte izquierda del adarve (camino de ronda sobre la muralla). La parte de la muralla sobre la que se encuentra conserva el almenaje.


Delante del arco, Isabel la Católica juró respetar los Fueros de la Villa en 1477, y Fernando el Católico en 1479 (según otras fuentes, 1478). La calle del arco une la plaza Mayor con la plaza de Santa María


Es una entrada monumental, increíblemente preciosa, y sin lugar a dudas, entrar por aquí a la Ciudad Antigua es dar un paso atrás en el tiempo.







Por la parte de atrás del arco hay un templete con la imagen de la Virgen de la Estrella, a la que se confiaban los viajeros al salir de la ciudad y a agradecerle a su vuelta. 




Junto al arco está la Torre de los Púlpitos, de unos 16 m de altura, diferente a las demás torres porque no es de tapial o mampostería sino de sillería granítica. Fue construida en el siglo XV, la única construida tras la reconquista cristiana, como defensa de la Puerta Nueva. Los púlpitos, a semejanza de los de las iglesias, de las esquinas superiores le dan su nombre. 






Si pasear con la luz del día por la ciudad amurallada es un auténtico placer, lo es aún más hacerlo por la noche, con la iluminación adecuada para sentirse un viajero en el tiempo. Si te ha gustado lo que has visto, sigue caminando conmigo.



21 de noviembre de 2016

España - Madrid - Restaurante Miyama



A Japón por la gastronomía

Noche de sábado, cena con amigos, gracias a ellos conocemos un restaurante japonés en Madrid, que ya estábamos tardando en ir. Su nombre: Miyama, que significa “montaña bonita”, y que tiene dos locales, nosotros acudimos al del Paseo de la Castellana. 


Del interior del restaurante no realizamos fotografías, así que me remito a las publicadas en la web del restaurante. Tiene una barra de sushi, en la que seguro que te sorprendes viendo la elaboración de este aparentemente sencillo plato. 





Fuente: miyama.com


Nuestros amigos conocen muy bien el restaurante y su oferta gastronómica, así que dejamos la elección de la comida en sus manos, que será consensuada con el jefe de sala y sumiller, Hiroshi Kobayashi. Nos preguntan por alergias y preferencias, y yo me callo las mías, sigo intentando probar de todo por si algún día descubro que lo he superado, que he descubierto su magnífico sabor y lo que me he perdido todos estos años (con algunos alimentos me ha pasado ya, así que soy insistente, a no ser que tenga el día y el paladar torcidos). 


De aperitivo unos pequeños platitos individuales con lo que yo creo que eran algas, tanto por su forma, textura y sabor, pero no hay fotografía de ellos. 


Todos los platos son para compartir. Comenzamos con un espléndido y riquísimo kakuni, tacos de toro (ventresca de atún) cocinados en soja. De estos tacos que me sirvan los que quieran, un auténtico manjar. Kakuni significa cuadrado a fuego lento, y lo normal es que se trate de cerdo braseado, pero para esto están los chefs, para las variaciones. 



Continuamos con una vieira en vinagreta, huevas de salmón y  mizorezu (una pasta de pepino con vinagre). Curiosamente la vieira no viene presentada en láminas finas tipo carpaccio como suele ser normal, sino en tacos. Muy ricas, y por mí, las huevas de salmón se las pueden evitar, aunque le aportan el colorido al plato (vale también textura y sabor, pero el segundo no me termina de gustar).



Un surtido de sashimi, realizado supuestamente con el corte usuzukuri, el más fino que se realiza al pescado, aunque creo que este corte es el que se realiza para los carpaccios, y suele realizarse en pescados blancos. Toro, salmón y creo recordar que caballa eran los pescados, acompañados de salsa ponzu, y dos pequeñas bolas de wasabi y de chile (picante picante). Personalmente la caballa en sashimi se me resiste un poco, pero voy haciéndome con ella, pero un plato exquisito sin lugar a dudas.




Un sabroso guiso de almejas al estilo japonés, estilo por el que no pregunté para contaros ni para afianzar los conocimientos gastronómicos, pero os puedo asegurar que las almejas estaban riquísimas, y que el caldo era una gozada, todos allí metiendo la cuchara para disfrutar de él...solo faltaba pan para hacer "submarinos". 



Un surtido de niguiris (llevan arroz de compañero), de toro, vieira y unagi (ánguila). Acompañado de wasabi y de un encurtido que no recuerdo si era nabo. Muy buenos los tres pescados, aunque el arroz a mí se me hace algo de bola, porque aunque no son bocados grandes, a mí boca si se lo parecen al unirse al trozo de pescado. Fue un placer reencontrarme con la anguila asada o flambeada; a la que degustamos en el mercado de Tsukiji, y en este caso resultó estar exquisita. 




Maki de atún picante con crujiente de tempura. Acompañado de huevas de salmón, wasabi y encurtidos. Debe tratarse de una versión libre del maki, porque la teoría es que en el maki el pescado se introduce dentro del arroz, y todo ello se envuelve en alga. El atún nunca defrauda, y con el crujiente tiene su punto. 



Parece ser, según el menú que pedí por favor que me escribieran para tener los nombres de lo que comíamos, que luego degustamos un tastage, una dorada frita al estilo japonés acompañada de salsa dulce. Y lo que es la mente, no hay fotografía y yo no la recuerdo (todo en uno). 


Terminamos con un sabroso sukiyaki de wagyu. El sukiyaki es un guiso japonés, que en este caso está realizado con caldo dashi, un caldo de pescado, al que le habían añadido verduras y algo más que no nos contaron, pero supongo que entre ellos estaba la soja. La ternera wagyu viene cortada en láminas muy finas, que se introducen en el caldo un suspiro, al ser tan finas se hacen enseguida, y luego se pasan por un huevo batido. Impresionante, y así te puedes comer una vaca, wagyu o no si está buena y sabrosa, sin darte cuenta. El sukiyaki nos recordó al shabu shabu que conocimos en Japón, por ejemplo en Gion, el barrio de las geishas de Kyoto, pero en este caso, el caldo es de verduras y no resulta tan sabroso porque se hace en el momento. 


Una vez comida la carne, en el caldo añadimos unos fideos udon para rematar el plato, plato que se termina metiendo de nuevo todos la cuchara en el caldo. 





Terminamos no con un postre, porque nos habíamos quedado todos satisfechos, sino con un té y unos petit fours a la japonesa: bizcochos de té verde, y galletas sobre crema de té verde y frambuesas. Un dulce nunca viene mal. 




Gracias Paula y Rui por la invitación y la enseñanza, apuntamos Miyama como restaurante al que volver, y que recomendamos desde aquí, y hasta es posible que nos encontremos sin planificarlo. 
 

16 de noviembre de 2016

Uzbekistán - Conclusiones y enlaces



Un país turquesa

Uzbekistán nos ha cautivado, tanto por aquello precioso que se empeñan en enseñarnos, como por aquello que intentan no hacerlo. Es un país de cara A y cara B, un país de cartón piedra, de mosaico y cúpulas para los turistas, de barrios humildes y casas sencillas e incluso ajadas para la población. Para nosotros ha sido uno de los mejores viajes que hemos hecho, sobre todo porque nos ha sorprendido, y es una cualidad básica para que un viaje te deje un buen poso. 

Lo primero a destacar es la seguridad, en ningún momento hemos sentido o vivido algún episodio extraño, alguna mirada anómala, y en todo momento hemos encontrado amabilidad y simpatía, y por supuesto intriga de nuestra procedencia, aunque este también es un buen modo de emprender una conversación para intentar establecer una venta. 

Lo estamos construyendo” es una frase que hemos escuchado continuamente, y es que Uzbekistán es un país a reconstruir, muchos de sus monumentos estaban semiderruidos y se está realizando una labor increíble para devolverles su esplendor, aunque duele un poco como parece que se destina más dinero a esto que a las necesidades de los ciudadanos; pensemos en la parte positiva, esto traerá más turismo, el turismo más dinero, y finalmente los ciudadanos se verán favorecidos (pero es un poco el cuento de la lechera versión Sherazade). 

Es un país mitad historia, mitad leyenda, y las dos perfectamente compatibles cuando se contemplan sus edificios, no se necesita estar al cien por cien segura de una o de otra, ¡que vuele la imaginación!, como las alfombras mágicas. 

Visitemos este sorprendente país ya no para restaurar sus monumentos, sino para que éstos no se pierdan, para que se puedan mantener en pie, que su rico y variado patrimonio permanezca. 

¿Qué se ve en Uzbekistán?, mezquitas, madrazas y mausoleos son sus monumentos básicos, todos ellos con patrones arquitectónicos similares, pero siempre con sus diferencias, que no son tantas como en las construcciones occidentales, o nuestros ojos no las encuentran a primera vista tan fácilmente (románico, gótico, barroco…). Como puede convertirse en un planning arquitectónico repetitivo, lo mejor es elegir lo que se quiere ver, y si se quiere todo, hay que ir preparado mentalmente para esta repetición. 

No hay que perderse sus mercados, siempre llenos de color, alegría y vida, con gente muy amable con abiertas sonrisas y cara de sorpresa ante los turistas, sobre todo si son de países no tan conocidos como es el caso de España, Hispania, aunque ya somos muchos españoles los que hemos pasado por aquí y la sorpresa es menor. Lo importante es no dejar de mirar, y sobre todo de ver, con todos los sentidos, que no solo el de la vista es el importante. 

Tashkent no la hemos conocido a golpe de zapatilla como nos gusta, pero la zona por la que nos hemos movido ha sido aséptica y fría, mucho ministerio, mucha oficina, poca vida en la calle. Avenidas amplias, parques a doquier, fuentes a diestro y siniestro, en parte un despropósito para los ojos de los visitantes ajenos, pero no parece que para la vida cotidiana y de diario. 

Khiva es la ciudad de cuento, con la que sueñas sin saber que existe. En ella déjate llevar por tus pasos y donde te lleve la mirada, no te vas a perder, es la ciudad más fácil de recorrer, y vas a disfrutar como un niño, encontrarás rincones llenos de magia, la cámara siempre preparada porque el ojo no parará de descubrir encuadres. Tus ojos se quedarán impresionados para siempre, y tu corazón tendrá morriña por volver. El color de Khiva es el del desierto, por lo que desde sus minaretes parece una ciudad de arena. 

Bukhara es una ciudad con sus monumentos dispersos, pero con buena voluntad se podría llegar a casi todos ellos andando, si bien la recompensa no siempre se encontraría en el paseo, que podría ser anodino, pero al final estaría esperando. Sus monumentos son bonitos e impresionantes, por lo que además sorprende. Es de las que te deja buen sabor con el paso del tiempo, y en la que hay que entrar a sus bazares, no ya para comprar, sino para entender la vida de ayer.

Samarcanda, la mítica,  tiene en contra su gran extensión, por lo que recorrerla a pie puede resultar agotador, aunque su centro histórico con los monumentos más importantes está concentrado en la zona de la plaza del Registan, y esto es más asequible. Es la ciudad con los monumentos más espectaculares, donde el lujo rezuma por todos ellos, con sus mosaicos, cerámicas, pan de oro, cúpulas… pero para nosotros ha sido la más impersonal, quizás su pasado y presente ruso la hace más fría y distante, pero lo que es innegable es que hay que ir y admirarla. 

Con toda seguridad no harían falta tantas noches como nosotros hemos pasado en cada ciudad para recorrerlas y conocer sus monumentos más emblemáticos, e incluso algunos menos conocidos, pero es que cuando el calor y el sol aprietan son un enemigo a tener en cuenta, y las tardes empezarían con el atardecer, por lo que los monumentos estarían cerrados. Si es verano, recomiendo el descanso y las duchas refrescantes y tonificantes; en otra estación del año, seguramente es posible caminar a una marcha más alegre y abarcar más terreno en menor tiempo. 

El mayor problema es el idioma, ya por regla general no se habla inglés, algunos jóvenes se pueden encontrar que lo chapurreen (como nosotros), y en hoteles y restaurantes cuyos trabajadores se hayan curtido en el turismo y hayan tenido interés, pero las señas serán el medio general. Nuestra ventaja ha sido ir con un guía que nos ha abierto el camino, aunque también es cierto que con esta facilidad se pierde parte del encanto, ya que no se trata de manera directa con la gente, y lo que se pierde humanamente se gana en tiempo. 

Páginas interesantes para informarse de un viaje a Uzbekistán: