Vetusta
del Sur
Desde hace tiempo
tengo pendiente el realizar unas entradas sobre una ciudad española que nos
enamora, Cáceres, y no solo por la parte familiar y afectiva -aunque no vamos
tanto como deberíamos-, también por su maravillosa y mágica Ciudad Antigua, que fue
declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco el 28 de noviembre
de 1986, pero ya antes, en 1968, fue declarada por el Consejo de Europa como el
Tercer Conjunto Monumental de Europa (después de Praga y Tallin), que creo dice mucho sobre su valor.
La primera presencia
humana en la zona se remonta a la Prehistoria, con la existencia de varias cuevas en la
zona del Calerizo, datadas en torno a hace un millón de años.
En el siglo I a.C.
los romanos se asentaron en dos campamentos, Castra Cecilia y Castra Sevilla, junto
a la vía que más tarde se conocería como Vía de la Plata.
En el siglo V los
visigodos arrasaron el asentamiento romano, y hasta los siglos VIII-IX no se
vuelve a oír hablar de la ciudad. Los musulmanes aprovecharon el asentamiento
romano como base militar para hacer frente a los reinos cristianos del norte.
En 1147, Abd-al-Mumin refundó la ciudad.
En el siglo XII, ante
el avance cristiano, la ciudad se fortificó con una muralla de adobe, pero no
fue suficiente para evitar que Alfonso IX, rey de León, tomara la ciudad tras
varios años de asedio, el 23 de abril de 1229, día de San Jorge, otorgando a la
ciudad el Fuero de Villa, con doce regidores. San Jorge pasa a ser el patrón de
Cáceres.
Fue repoblada por
leoneses, asturianos, gallegos y castellanos, que se
dividieron en dos bandos: leoneses, que habitaban la parte alta de la ciudad
(barrio de San Mateo), y los castellanos, viviendo en la parte baja (barrio de
Santa María). Los nobles de ambos bandos se enfrentaron violentamente con
frecuencia, y se llegó a tal extremo que la ciudad contó con dos concejos
diferentes. La situación continuó hasta que Isabel la Católica pacificó la
situación, redactando unas nuevas Ordenanzas, y en 1477 Cáceres pasa a ser
Villa Muy Noble y Muy Leal, comenzando a construir iglesias en el lugar de las
mezquitas, y palacios sobre los antiguos palacios musulmanes, siendo las fortunas
procedentes de América las que contribuyeron a la monumentalidad de la ciudad,
a la que Leopoldo Alas Clarín llamó “La Vetusta del Sur”.
En 1822 Cáceres se
convierte en la capital de la Alta Extremadura. En 1882 el rey Alfonso XII la
eleva a rango de ciudad.
Durante la Guerra
Civil, las fuerzas militares de Cáceres apoyaron el golpe de Estado de 1936, y
desde aquí comenzó a ocupar los pueblos de los alrededores, puntos estratégicos
de las líneas fronterizas con Portugal y el paso de puentes. En el cuartel de
Cáceres se dio instrucción a la Brigada Irlandesa, integrada en la Legión.
La sublevación en
Cáceres facilitó el avance de las tropas franquistas
por las carreteras de Mérida y Badajoz. El 26 de agosto de 1936, Franco llega a
Cáceres, estableciendo su cuartel general antes de iniciar el avance sobre
Madrid, donde llegaron carros de combate Panzer tras la petición de ayuda a
Hitler; para manejar estos vehículos se creó una academia de formación dirigida
por un coronel alemán. Desde el aeródromo de Cáceres partían los aviones de la
Legión Cóndor. Las fuerzas
republicanas bombardearon la ciudad el 23 de julio de 1937 con cinco bimotores
Túpolev soviéticos.
La visita por la
ciudad antigua tiene que comenzar por la Plaza
Mayor, donde en su momento se podían aparcar los
coches, aunque afortunadamente ya no. La plaza es un lugar de reunión por
excelencia, tanto por el día como en la noche, aunque por supuesto esta última se
lleva la palma, el gentío y el ruido.
La plaza ha sido el centro de la vida social y comercial de la
ciudad, donde se celebraban ferias, mercados y eventos lúdicos; este centro se
trasladó desde la explanada que se extiende junto a la iglesia de Santa María.
Los edificios de la
plaza son de distintas épocas, conservando muchos de ellos soportales del siglo
XVI. La planta baja de estos edificios está ocupada por comercios, y por
supuesto, por locales de restauración.
En el lado sur de la
plaza se encuentra el edificio del Ayuntamiento,
construido en 1869, elevado sobre una escalinata. Cuenta con soportales, en la
fachada se ve el escudo de la ciudad, y está coronado por un reloj.
A la derecha del
Ayuntamiento está el Foro de los Balbos,
también llamado atrio del Corregidor. Adosado a la muralla, se sitúa en el lugar que
ocupaba una puerta de la antigua colonia romana de Corba Caesarina; este foro
fue el segundo lugar en el que el concejo celebró sus reuniones, tras haberlo
hecho en la puerta de la iglesia de Santa María. En 1557 se construyó aquí una
casa consistorial, que se derribó en el siglo XIX. Hoy es el Foro de la Música,
donde se celebran conciertos de cámara. En el foro hay una
reproducción de la estatua del Genio Andrógino y el pilar de San Francisco, uno
de los abrevaderos que había a las afueras de la ciudad, en el camino de
Mérida.
Junto al foro, la Torre de la Hierba, torre albarrana de
la muralla, una construcción árabe datada en el siglo XII. A la derecha de la torre y bajo la muralla, el Foro de los Balbos, y a la derecha de la fotografía, el Ayuntamiento.
El lado este de la
plaza es el más llamativo, con la Torre del Bujaco, la Ermita de la Paz y la
Torre de los Púlpitos. Una bonita estampa.
La Ermita de la Paz es una construcción
del siglo XVI, una capilla renacentista dedicada a San Benito, que se
reconstruyó en 1756 para convertirla en la ermita actual, en la que se venera
la imagen de la Virgen de la Paz, obra de Pedro Correa.
La Torre del Bujaco es una construcción
árabe del siglo XII, realizada sobre sillares romanos, también conocida
como Torre Nueva. Es de planta cuadrada, o casi cuadrada, tiene una altura de
unos 25 m de altura, dos matacanes (obra que sobresale a modo de balcón, utilizada para la defensa y el ataque en posiciones seguras) en los laterales y uno frontal, donde está
el “balcón de los fueros”, un añadido del siglo XVI.
El nombre de Bujaco
es una derivación del nombre del califa Abú-Yapqub, cuyas tropas conquistaron la ciudad el
10 de marzo de 1173, tras seis meses de asediarla. Otros autores consideran que
es más probable que derive de la palabra buhaco,
muñeco de paja y trapo de la zona.
En el siglo XVI
recibió el nombre de Torre del Reloj porque se le instaló uno para orientación
horaria de los comerciantes; el reloj fue trasladado a la iglesia de San Mateo,
donde todavía se encuentra.
En la actualidad, la
torre alberga un centro de interpretación sobre el pasado de la ciudad, y se
puede subir al mirador del almenar para tener buenas vistas (pendiente de hacer
ambos actos).
Al lado de la ermita,
unas escalinatas (tomadas por la juventud en la noche) conducen al Arco de la
Estrella, una construcción barroca de 1726, realizada por Manuel de Larra
Churriguera sobre la Puerta Nueva del
siglo XIV o XV. El arco tuvo que ser trazado de forma oblicua para permitir el acceso de carruajes a la
parte izquierda del adarve (camino de ronda sobre la muralla). La parte de la muralla sobre la que se encuentra
conserva el almenaje.
Delante del arco,
Isabel la Católica juró respetar los Fueros de la Villa en 1477, y Fernando el
Católico en 1479 (según otras fuentes, 1478). La calle del arco une la plaza Mayor con la
plaza de Santa María.
Es una entrada
monumental, increíblemente preciosa, y sin lugar a dudas, entrar por aquí a la
Ciudad Antigua es dar un paso atrás en el tiempo.
Por la parte de atrás
del arco hay un templete con la imagen de la Virgen de la Estrella, a la que se
confiaban los viajeros al salir de la ciudad y a agradecerle a su vuelta.
Junto al arco está la
Torre de los Púlpitos, de unos 16 m
de altura, diferente a las demás torres porque no es de tapial o mampostería
sino de sillería granítica. Fue construida en el siglo XV, la única construida
tras la reconquista cristiana, como defensa de la Puerta Nueva. Los púlpitos, a
semejanza de los de las iglesias, de las esquinas superiores le dan su nombre.
Si pasear con la luz
del día por la ciudad amurallada es un auténtico placer, lo es aún más hacerlo
por la noche, con la iluminación adecuada para sentirse un viajero en el
tiempo. Si te ha gustado lo que has visto, sigue caminando conmigo.
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