Las visitas del día se han terminado con la del monasterio Nga Hpe Kyaung y emprendemos la vuelta al hotel, saliendo por uno de los
canales del lago Inle.
El lago, sus reflejos, su entorno, su vida, no dejan de sorprendernos y mostrarnos sus bellas estampas.
Por
la tarde parece que salen más pescadores, no sé si porque los peces son
más propicios o porque ya a estas horas hay menos turistas incordiando;
aunque tristemente ninguno de los que vimos estaba utilizando la famosa
red cónica, eran redes normales.
En las montañas destacan las pagodas doradas.
Durante el trayecto cambiamos los planes, es temprano y aunque las nubes van cubriendo el
cielo, no parece que vaya a caer un chaparrón (totalmente imprevisible,
porque en época de lluvias descarga sin avisar), así que le pedimos a
Myo que en lugar de llevarnos al hotel nos deje en la localidad de Maing
Thauk, donde se ubica la bodega Red Mountain, que podría haber
resultado una interesante visita, pero que no programamos y tampoco se
la pedimos a Myo una vez allí.
Nos dejan en el
embarcadero de un puente de madera de unos 0,5 km de longitud, construido sobre
pilotes de madera en 2001 por voluntarios de la aldea.
El
puente sirve de unión entre las dos partes de Maing Thauk, la terrestre
y la flotante. Algunas casas palafito albergan restaurantes de cocina
birmana y en el agua hay jardines flotantes o cultivos de arroz.
Una vez cruzado el puente, caminamos por la carretera, ni intentamos buscar un taxi, en teoría no estamos muy lejos del hotel, así que a pesar del tráfico vamos con cuidado para no ser atropellados. Pasamos junto a una pagoda, de la que sospechamos que durante la tarde-noche y por la mañana temprano realizan cánticos que desde el hotel escuchamos.
Sí que nos sorprende pasar junto a una mezquita, aunque parecía totalmente cerrada. No me aventuro a hacer ninguna suposición.
Lo
que no hacemos es perdernos -o intentar preguntar- buscando lo
que queda del fuerte Steadman, de la época colonial, donde se
encontraba la administración de los estados meridionales shan, del que
solo quedan unas tumbas marcadas con un pequeño conjunto de pagodas.
Posiblemente con una bicicleta, y si yo supiera montar, habríamos
intentado llegar, e incluso al monasterio que veíamos en la montaña
desde el lago.
En algo más de media hora llegamos al hotel, y por muy poco nos libramos de un buen chaparrón, porque si esto nos cae durante el camino por la carretera, hubiéramos terminado de agua y barro hasta donde no me puedo imaginar. Afortunadamente para cuando vamos a cenar la lluvia ha cesado y no necesitamos el uso de paraguas.
En algo más de media hora llegamos al hotel, y por muy poco nos libramos de un buen chaparrón, porque si esto nos cae durante el camino por la carretera, hubiéramos terminado de agua y barro hasta donde no me puedo imaginar. Afortunadamente para cuando vamos a cenar la lluvia ha cesado y no necesitamos el uso de paraguas.
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