14 de noviembre de 2018

Myanmar - Trekking en Kalaw

Huertos y montañas

Kalaw es la población de la que parte el trekking que en dos o tres días lleva hasta el lago Inle, pero como nosotros este recorrido lo haremos en coche, la razón de haber hecho una parada en esta población es para hacer un pequeño trekking por los alrededores. En principio, este trekking se realizaba el día anterior, nada más llegar del viaje de avión desde Bagan, y para hoy estaba prevista la visita a las cuevas de Pindaya, pero preferí hacer un cambio, si el día anterior madrugábamos y empezábamos más tarde el trekking, podría hacer más calor y no sería bueno para nuestros cuerpos; creo no me equivoqué al hacer el cambio.

Lo primero es desayunar en el hotel, aunque tampoco hacemos un gran desayuno, lo justo como para llevar calorías en el cuerpo pero que no fueran muy pesadas como para caminar.

Esperamos a Myo y al chófer, ellos se alojan en el pueblo, y esto supone casi media hora de viaje por un camino de tierra, que no es barro porque no ha llovido mucho, solo ha sido un pequeño chaparrón nocturno.

Junto al hotel hay una pequeña escuela, desde la que salen cánticos de los niños aprendiendo lecciones, la verdad es que suena bonito, así que con música las letras entran. 


Todos juntos volvemos a Kalaw, allí han quedado con el guía que nos acompañará durante el trekking, Mr.Te (abreviatura para que nos sea más fácil llamarle), un simpático birmano, con el que nos tendremos que comunicar en inglés (en el suyo y en el nuestro). Mr.Te organiza el lugar del que partiremos la caminata, así que en coche pasamos por caminos por los que por momentos parecía que el coche (normal, nada de todoterreno) no sería capaz de pasar y nos encallaríamos, pero la pericia del joven conductor evitó el desastre. Comenzamos a caminar sobre las 9.30 h y la teoría es que el trekking será de unas dos horas y media…esperándonos el chófer en el punto de salida concertado con el guía. 


Al comienzo, dado que estamos junto a un pequeño grupo de casas, hay un conjunto de estupas, nunca pueden faltar en cualquier rincón del país. 


El sendero es fácil, llano y seco, comenzando a ver extensiones de cultivo, ya que esta zona es como la gran huerta del país: berenjenas, coliflores, aguacates, naranjas… Las mujeres están en la labor agrícola, principalmente vimos a mujeres, y antes de hacer las fotografías las miramos y llamamos su atención para pedirles permiso de hacerlas. 




Mr.Te despliega su sentido del humor y nos señala lo que llama un búfalo chino, aunque realmente sea japonés. 


El tiempo nos acompaña, ya que el sol está escondido, aunque nos preocupa que de repente se ponga a llover en forma de diluvio universal –ninguno de los dos apostamos por llevarnos las botas de montaña, una cuestión de espacio y peso en la maleta, así que podemos acabar de barro hasta donde desconocemos-. El paisaje es maravilloso, los cultivos llegan hasta las laderas de la montaña, el sol comienza a asomar intermitentemente, ¡y cómo pica!, como que prefiero las nubes. 



Vemos grandes plantaciones de arroz. 


La caminata está resultado agradable, la conversación con Mr.Te pasa por todos los aspectos de la vida, principalmente de la suya, que nos la cuenta entera, que nos resulta simpática porque su mujer es budista, él cristiano; su mujer es más joven que él y la madre de ella no lo aprobaba, pero él insistió hasta que lo consiguió... 


Somos adelantados por un grupo de excursionistas de diferentes nacionalidades, que llevan un paso infernal para mí, que no sería capaz de seguir ni haciendo el mayor de mis esfuerzos, con lo que me alegro inmensamente de ir solos (seremos asociales pero al menos yo no echaré el bofe con ese ritmo). 


Tres mujeres en plena faena agrícola nos sonríen, sobre todo una, y nos dan su permiso para fotografiarlas, ¡gracias!, por todo, sobre todo por las sonrisas. 


Llegamos hasta un pequeño grupo de casas, palafitos con paredes de bambú (qué frágiles nos parecen con la lluvia, aunque dicen que por aquí no llueve con tanta fuerza). 


Estas casas creo que forman parte de la alejada aldea habitada por la etnia palaung, que vemos en la lejanía. 


En menos de quince minutos alcanzamos la aldea. 


Pasamos junto a la escuela, donde levantamos una algarabía entre los niños, que dejan de atender a los profesores para mirarnos detalladamente, otros extranjeros están de paso por aquí. 


Pedimos permiso a los maestros para tomar fotografías, seguimos aplicando la norma del respeto, sobre todo ahora tratándose de niños. La manera de agradecer es dejar un donativo para la escuela, que seguro que les viene muy bien (nosotros no llevábamos libretas ni lápices, que seguro que también son bien recibidos, aunque el dinero por muy materialista que suene es más directo al aplicarse a las necesidades directamente). 


Pasamos junto a una cabaña donde lo que parece ser una familia (a lo mejor son solo trabajadores, pero me gusta creer en la familia) está trabajando con hojas de té verde. 


Muy cerca hay unos nichos como si contuvieran los puestos planetarios, pero no parecían estar todos, así que serían pequeños santuarios. 


Sobre las 11.15 hacemos una parada en la casa de un ciudadano que conoce Mr.Te, que nos ofrece un té de bienvenida, que nos sienta de maravilla, tanto por estar sentados un rato como por la hidratación (sí, llevamos agua también). 


El amable señor nos deja pasar a su casa para ver cómo viven, donde el menos es más, no tienen de nada pero parece que lo tienen todo, y nosotros empeñados en nuestro consumismo, materialismo, coleccionismo… en el que todavía seguimos inmersos. Nos encanta ver la foto de la boda de uno de sus hijos, vestidos los novios con los trajes de gala. Nos ofrece artículos a la venta, ya contábamos con ello ya que es un modo de vida: ropa confeccionada por su mujer, y paquetes de té verde, artículo por el que finalmente nos decantamos para agradecerle su hospitalidad. 


Caminamos por la calle principal del pueblo. 


Entramos en el monasterio, donde los hábitos de color rosa tendidos nos indican que es femenino. 



Seguimos a Mr.Te, no sabemos por dónde podemos andar y no queremos ofender, y entramos a las cocinas, donde una monja nos ofrece fruta del Jack, muy sabrosa y dulce. 


Salimos del pueblo. 


Justo a la salida del pueblo vemos árboles con la fruta del Jack, que parece que tienen dueño por los carteles que cuelgan junto a ellos. 


Continuamos el camino, que comienza a ser algo a trompicones, ya que es una bajada con piedras, así que como mis rodillas no soportan el trajín, voy despacio, haciendo que los demás vayan a mi ritmo, ya que si intento acelerar lo más posible es que tengan que acabar llevándome a la sillita la reina, así que mejor lentos pero seguros. 


Mr.Te nos va contando cómo se desarrollará el camino, las bajadas y subidas del camino, las dificultades o bondades del mismo. Lo que más nos ha asombrado del trekking, aparte del paisaje, es que hay cobertura de móvil todo el tiempo, ya que se va comunicando con Myo o con el chófer para ir contándoles por dónde estamos y cuando piensa él que podremos terminar, sobre todo viendo mi ritmo. 



Mr.Te se para y nos enseña una oruga que se ha posado en su gorra, ¡menos mal que no ha sido en la mía!, que en ese momento Mr.Te hubiera visto cómo si puedo correr y mucho, además de comprobar la capacidad de mis pulmones para gritar. 


Volvemos a salir a los huertos y plantaciones. 


Pasamos junto a una cabaña donde comer, beber, evacuar o alojarse; un alto en el camino siempre viene bien, aunque no será nuestro caso. 



Nos queda poco camino que recorrer, aunque reconozco que esta última etapa me costó bastante, tuve que recurrir a la fuerza mental para tener fuerza física, y es que lo que se suponían dos horas y media, en mi caso han significado cuatro horas y media, retraso motivado por mi ritmo claramente, que Mr.Te y mi pareja hubieran podido batir un récord de trekking. 


Insistí en hacer un pequeño trekking durante la planificación del viaje y desde luego ha merecido la pena hacer un alto en la visión de pagodas, estupas, monasterios, santuarios y tener este contacto con la naturaleza, y con algunos humanos a través de las sonrisas y las miradas, de su amabilidad y hospitalidad.


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