A las 17 h hemos quedado con Myo para completar las actividades del día
tras el descanso en el hotel, y para ello vamos al embarcadero de Old
Bagan, en el que se concentran decenas de botes para ser alquilados y
surcar el río Irrawaddy. Aquí también hay vendedores que
te persiguen hasta el barco con amplias sonrisas y español aprendido a golpe de
turista.
En la embarcación viajaremos solos, casi
como un crucero romántico, pero con Myo, nuestro guía. Hay asientos a
cubierto y al aire libre, los primeros vendrán bien si los nubes
terminan tornándose en lluvia nuevamente, pero por supuesto que en primer lugar elegimos
los segundos.
El conductor (que no sé si
propietario) de la barca nos agasaja con té y aperitivos: galletas,
cacahuetes y en la bonita caja lacada el surtido ya conocido de
jengibre, almendras con sésamo, y hoy hasta unos pimientos verdes que parecen nuestras piparras. Un afternoon tea muy sui generis.
Lástima
que los ríos en Asia no están todo lo cuidados que deberían (si tampoco lo están las ciudades sería un imposible, y los turistas tenemos nuestra parte de culpa), y siempre
acaba la basura en él, que por supuesto sale a flote cuando el nivel de
agua desciende. Los viajes son hermosos pero no todo lo que se ve o se siente puede recibir el mismo calificativo, aunque al final perdura lo bueno, bonito y positivo.
El sonido de la embarcación es el
del motor “trocotrocotro”, como sonaba en el viaje a Inwa y en el delta del Mekong, pero no importa, al final te desentiendes totalmente de él. Con
imaginación hasta podría ser la proa del Titanic, pero sin hundimiento
por favor.
Otras embarcaciones más vistosas que la nuestra surcan el río, en este caso realizan el viaje de Bagan a Mandalay o viceversa, y se pasan varias noches a bordo.
El
río es increíblemente ancho y caudaloso, estamos en época de monzón,
por lo que el nivel de agua crece siempre, y además la corriente lleva
fuerza; a nuestra izquierda tenemos un horizonte de montañas.
A nuestra derecha surgen algunas estupas, a algunas podríamos acceder desde el río si se atracara el barco. Desde ellas nos saludan.
Si
hay algo que me gusta de la navegación por los ríos asiáticos es la
vida que hay en ellos y la facilidad para contemplarla al tiempo que valorarla, aunque en esta ocasión vimos bastante poca, posiblemente por ser la hora del atardecer.
Otras estupas parece que tienen cortado el paso desde el río, porque sinceramente no seré yo la que intenté subir por ese camino en pendiente.
Vemos
algunas escenas de baño de mujeres y niños, pero hacemos caso de las
recomendaciones de respeto y no las fotografiamos, e incluso si pasamos muy cerca de ellos desviamos nuestras miradas para que no sientan incómodos (yo en su caso lo estaría).
La principal razón de realizar el crucero, aparte del propio placer de la navegación y el paisajístico, es que el atardecer teñiría el cielo de rojos y naranjas imposibles, y que la luz del sol despuntaría sobre el horizonte de pagodas, pero las nubes siguen en nuestra contra, y el sol se va apagando poco a poco pero sin rastro de colores.
La principal razón de realizar el crucero, aparte del propio placer de la navegación y el paisajístico, es que el atardecer teñiría el cielo de rojos y naranjas imposibles, y que la luz del sol despuntaría sobre el horizonte de pagodas, pero las nubes siguen en nuestra contra, y el sol se va apagando poco a poco pero sin rastro de colores.
Estos son los mejores
colores del atardecer que obtenemos, y nos conformamos con ver una cúpula
dorada en la lejanía.
Durante
el placentero y tranquilo viaje aprovechamos para conversar con Myo de
la vida, de la suya y de la nuestra, así llegamos a los gustos
musicales, ya que una parte del viaje la ha hecho con sus cascos
puestos, le pregunto por la música y en especial por un grupo birmano,
Iron Cross, pregunta con la que se emociona y comienza a ponerme vídeos
de ellos, que es uno de sus grupos preferidos. Aquí podéis escuchar una de sus canciones en un concierto.
Emprendemos el camino de regreso, pasando junto a la ya iluminada Bupaya.
Emprendemos el camino de regreso, pasando junto a la ya iluminada Bupaya.
La
noche ya ha llegado, y Myo nos pide el favor de dejarle en la población
de Nyaung U, que es donde él se aloja, y que luego nos lleve el
conductor al hotel, pues no hay problema, así cotilleamos un poco el
ambiente de esta animada ciudad, que cierto es que está plagada de
hostales y restaurantes, así como mucha vida en sus calles, por lo que
para los marchosos, y no solo los mochileros por su precios de
alojamiento más asequibles, es un buen lugar. Nosotros preferimos la
tranquilidad de nuestro bungalow en el hotel.
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